RESTO






Autora: Iris Speroni


¿Qué es tener resto?

"Resto" es ahorro. En diferentes órdenes: monetario, biológico, organizativo, de conocimiento, de activos fijos (inversiones).

En una familia el “resto” es el ahorro. Lo que hay guardado si alguno pierde el trabajo, si se enferma, si hay algún traspié. Pocas familias tienen ahorro en la Argentina. A diferencia de Italia, por ejemplo, con el promedio más alto de ahorros por familia de toda Europa.

¿Por qué las familias no tienen ahorros en Argentina? Hay dos razones.
La primera: a los trabajadores el estado les roba más de la mitad de sus ingresos, parte de descuentos del salario (aportes más retenciones) y la otra cada vez que van al almacén o pagan la factura de luz. Entonces el asalariado o el artesano o el profesional compra bienes y servicios por una fracción del dinero que le cuesta al empleador o que le paga el cliente. Y, literalmente, no le queda dinero para ahorrar.
La segunda: los hábitos de consumo. El hábito de gastar por encima de los ingresos. Viajes a Thailandia, o el supercelular, o “esas” zapatillas. Cada uno en su rango de ingresos.

Esto hace que cuando hay un problema, están con la tarjeta en rojo, o los más humildes, le deben plata al almacenero o al puntero.

En resumen no tienen resto.

¿Y para un comercio?

Tener capital de trabajo y mercadería. Si hay una baja de ventas, no tener que liquidar los inventarios a mitad de precio para pagar la luz o los salarios. O no tener que pedir un préstamo para reponer el stock.

Para eso sirve tener resto.

Ahora bien, luego de ocho años que la economía no crece, suben los impuestos (y por lo tanto o bajan los márgenes de ganancias, o bajan las ventas o las dos cosas), más de un comercio tiene comprometido su “resto”. El lugar donde una crisis lo sorprende sin capital de trabajo o sin inventarios o sin ninguna de las dos cosas. Igual análisis se puede hacer para cualquier industria PyMe.

En un cuerpo el “resto” es la materia grasa. La grasa es energía acumulada. Permite que uno siga funcionando sin comer. Sólo con agua. Si uno se alimentó bien y goza de buena salud, tiene los huesos calcificados, los músculos tonificados, la dentadura en orden, entonces está mejor preparado frente a un cambio de entorno. Como ejemplo: las mujeres muy muy flacas no ovulan (en edad fértil). Es un mecanismo del cuerpo para a) no gastar energías en funciones no esenciales, b) no someter el cuerpo a un embarazo que no puede sostener.

¿Y un estado?
Un estado bien administrado invierte todos los años, con parsimonia, en lo que puede necesitar. Tiene los hospitales en buen estado edilicio, bien provistos y con personal calificado y organizado (que conoce las rutinas y el funcionamiento, respeta las consignas, etc.), tiene los edificios educativos mantenidos, cubre los puestos con personal idóneo y tiene procedimientos inteligentes, razonables y que se acatan.
Lo mismo podemos analizar con cada uno de los servicios que el estado debe brindar, y que en caso de la Argentina, no brinda.

Seguridad: Si uno paga mal a los policías (como ahora), no los entrena, no les compra los uniformes, no tiene una cadena de mando que se tiene confianza entre sí, no se siente respaldada por el Estado (el presidente, el gobernador, el poder judicial), no les permite realizar prevención - que es el objetivo último, que el delito no suceda - no tiene un sistema. Tiene un mamarracho. Tenerlo es una inversión de décadas. Si hay un cambio de entorno tiene la gente idónea y que responde. Eso es tener resto.

Podemos ir a temas de infraestructura. Cuando empezó la cuarentena, se podía ir a trabajar pero había que mantener las distancias. Eso implicaba aumentar la frecuencia de trenes y subterráneos para que todos viajaran más cómodos. Los gobiernos nacionales y de la ciudad no lo pudieron practicar porque no hay vagones suficientes, en ninguno de los dos medios de transporte, para mejorar las frecuencias. Eso es falta de inversión. Falta de “resto” para responder a un cambio del entorno.

Defensa: El sistema de defensa de un país es un seguro. Hay que pagarlo y rogar que nunca sea necesario. La República Argentina nació de actos de guerra. El primero de ellos fue rechazar a los ingleses en 1806 y 1807. Luego la Guerra de la Independencia y sucesivas guerras con Portugal/Brasil, los bloqueos franceses, la guerra contra el indio y las guerras civiles. La Constitución unifica la defensa en el gobierno nacional, tras lo cual sufrimos la Guerra con el Paraguay. Sarmiento funda el Colegio Militar y a partir de ese momento comienza un largo ciclo de inversión en recursos humanos, activos fijos y suministros, incluidos desarrollos propios. Roca, en su segunda presidencia, cerró el único conflicto abierto en ese momento (con Chile). Aún así decidió invertir en Marina de Guerra, una de las más poderosas del mundo en ese momento, al punto de ceder dos barcos a Japón para su guerra con Rusia. Inició la carrera antártica. Todo eso en la primera década del SXX. No había hipótesis de conflicto. Aún así el presidente Roca creyó necesario que invirtiéramos en marina y en la Antártida, además de todas las bases en la Patagonia y el despliegue territorial del Ejército. La inversión continuó hasta 1982. Fuerza Aérea. Renovación tecnológica con Perón luego de la Segunda Guerra. Hubo dos picos de inversiones con Onganía y con el plan de 1973, presentado por las FFAA a Perón y aprobado por éste y por el Congreso. Fue un plan ambicioso que llevó más de cinco años completar. Era un país con resto.

Muchas veces algunos argentinos admiramos el desempeño de nuestros aviadores en la Guerra del Atlántico Sur. Pudieron hacerlo porque había unidades, pero, básicamente, porque cada uno de ellos tenía horas y horas de entrenamiento a sus espaldas. Eso es tener “resto”. Ojalá nunca haga falta. Pero hay que saber hacerlo.

En las empresas grandes se hacen simulacros de incendio. Uno no aprende dónde está la escalera de emergencia durante el incendio. Lo debe hacer antes y tenerlo grabado en la memoria.

Lo mismo sucede con Defensa Civil. Uno no puede enseñar cómo socorrer durante la inundación. Debe entrenar antes y tener comprados los botes de goma, salvavidas, colchones, comida, helicópteros, etc.

Si se cierran los puertos durante varias semanas, se corta el comercio internacional. Lo mejor que puede suceder es que se tenga stock para los productos importados y tener lugares de acopio para lo que se exporta. Si uno no tiene capacidad de silaje, puede ser que cuando se abra el comercio el grano o las oleaginosas se hayan echado a perder. Los privados perderían el valor de su mercadería y el estado perdería los impuestos. 

Tener capacidad de silaje es tener “resto”. Fabricar en el país las silobolsas es tener resto. Fabricar en el país los insumos para fabricar silobolsas es tener resto al cuadrado. Uno tiene resto en algo cuando invierte y mantiene la inversión.

Hoy hay muchas empresas en situación precaria. Años de no crecer y reducirse, de comerse el capital de trabajo, hace que esta crisis internacional las tome mal paradas. Por eso es muy importante tener rentabilidad. Para poder ahorrar e invertir. Entonces no estarían todos tan ahogados por quince días sin facturación.

Lo mismo sucede con las familias. Si el estado no se quedara con la mitad del precio de los alimentos y el 40% del salario bruto, las familias estarían más holgadas e incluso con ahorros. O por lo menos sin deudas.

Por eso que el que trabaja, ya sea obrero o empleador, se quede con el precio pleno de su trabajo o su producto es esencial. Es lo que permite acumular ahorro. Es lo que permite tener defensas los días de vacas flacas. Es tener tejido adiposo para poder soportar una dieta subcalórica.

El dinero que nosotros desviamos al Estado debe invertirse juiciosamente y en asuntos esenciales, no en los caprichos del administrador de turno. Para tener “resto” cuando hace falta.

Para eso se necesita: entender qué es una nación y qué es administrar bienes ajenos y bienes públicos; que no se pueden robar todo lo que llega a sus manos, que hay que gastar menos en festivales de hiphop y secretaría de la mujer y más en tener los hospitales y escuelas y comisarías y regimientos en condiciones.

Pero estos políticos no lo van a entender nunca porque tienen la cabeza en otra cosa.

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Cierro con una historia que no sé cuán verídica es:
En el siglo VII a.C. fue fundada Masalia (Μασσαλία), hoy conocida como Marsella, por los griegos. Formó parte de la Magna Grecia. Un conjunto de ciudades-puerto sobre el Mediterráneo, interconectadas entre sí por vía marítima. Eran puntos de apoyo para comerciar con los bárbaros tierra adentro. Todas tenían autogobierno, ya sea una plutocracia o por los notables de la ciudad, en ambos casos siempre reunidos en un órgano colegiado. Similar a lo que eran nuestros cabildos de la era Colonial, con la única diferencia de que eran la autoridad máxima. Masalia era una ciudad riquísima y concentró durante siglos todo el comercio del Mediodía y de los galos con los griegos. 

En el año 49 a.C. es asediada por las tropas de Julio César. No era el primer sitio que sufrían pero habían sorteado exitosamente todos los anteriores en sus 500 años de vida. Sus puntos fuertes eran sus murallas, que la hacían impenetrable desde tierra, un puerto fortificado y una poderosa marina. Pero tenían otra fortaleza adicional: Sus silos. 

Las autoridades tenían la obligación de contener en los silos propiedad de la polis el grano (trigo) necesario para tres años. Eso les había asegurado poder sustentar la población y las tropas durante los sucesivos bloqueos.

Cuando los sorprende Julio César se supo de una anomalía. Por razones desconocidas el órgano colegiado no había comprado el trigo. Los silos estaban semivacíos,  con grano viejo y con gorgojos. La ciudad resiste heroicamente, pero finalmente se rinde. Se elimina el gobierno local, pasa a estar subordinada a Roma y sus nuevos amos cambian su nombre por Massalia.

No tener resto les costó la libertad.


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Por eso es que domingo tras domingo insisto, machaco, aburro, con la importancia de que los trabajadores ganen bien y puedan tener buena alimentación ellos y sus hijos, buena ropa y buena salud. Por eso es importante que las empresas, todas (desde el señor que vende miel al costado de la ruta hasta Ingenio Ledesma) se queden con el precio pleno de su trabajo, única forma de poder reinvertir y tener “resto”, aumentar su capital y florecer.

Esperemos que estos días nos sirvan para aprender. No nuestros gobernantes, que no tienen arreglo, pero sí nosotros, el único soberano, el Pueblo de la Nación.


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Agradecemos la difusión del presente artículo:

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