EL ÉXITO DE LA CRISTIANDAD ES LA RESURRECCIÓN
¿Cómo explicar el éxito de la Cristiandad sin la creencia en la Resurrección?
Por Bruce Anderson
Nota original: https://reaction.life/how-to-account-for-christianitys-success-without-belief-in-the-resurrection/
Traducción: HyspasiaEstas Pascuas, pasé una cantidad inusual de tiempo meditando sobre su significado. Aunque más no sea por las restricciones impuestas a la vida social. Sospecho que no fui el único. "Parsifal" fue un buen lugar por donde empezar. Profundamente conmovido por el Viernes Santo, por el sacrificio de Cristo. Por su sufrimiento. Su amor; ¿Wagner se rindió ante la Cruz? Nietzsche pensó que sí, y mutó desde la disciplina a la condena. Acusó a Wagner de perfidia, autohumillación: un repudio a todos los valores artísticos que alguna vez había defendido magníficamente. Uno podría haber pensado que la respuesta de Nietzsche hubiera llevado a los cristianos a pasar por alto las ambigüedades teológicas de Parsifal - difícilmente pueda ser considerada una obra ortodoxa - y recibir con los brazos abiertos al nuevo devoto. "El júbilo debe hallarse en el Cielo para los pecadores que se arrepientan". Cristo lo compara con el pastor encantado de recuperar ovejas perdidas. Pero uno puede entender la razón por la cual un montón de cristianos quieren ver el color del arrepentimiento de Wagner antes de bajar la guardia. De todas las bestias del reino animal, la oveja es, ciertamente, la menos wagneriana de ellas.
Algunos misionarios una vez llegaron a la corte de un tirano salvaje en medio de la jungla. Dada su reputación, temían el martirio. Pero cuando expusieron el Evangelio, él escuchó atentamente. Se fueron a dormir en la creencia de que habían efectuado una conversión. En la mañana, fueron despertados por gritos de dolor y rápidamente se dieron cuenta por qué. Su anfitrión adoptó la crucifixión como su nuevo método para infligir la pena capital. Muchos piadosos pueden preguntarse qué extraño mensaje pudo aprender Wagner del la Cristiandad.
A pesar de todas las faltas en una personalidad compleja, éste es un análisis banal que se focaliza en las faltas e ignora la grandeza. La profundidad requiere profundidad. Psicoespiritualidad, no se encuentra tan lejos de los bosques del Anillo, encantados por Dios, y del Grial: de Siegried y Wotan a Cristo y Jehová. Para un cristiano, las Pascuas y la Navidad son dos puntos quietos en un mundo convulsionado; los dos momentos en los cuales la historia es rehecha, en la cual la Gracia triunfa sobre el Pecado. El camino al Calvario es el camino al Cielo. La genialidad de Wagner consistía en la consagración de la música y el drama. Esto requería grandes temas. Es entonces poco sorprendente que haya sido atraído al Viernes Santo.
Para apreciarlo, no es necesario ser cristiano (aunque este autor es profundamente religioso). Si Dios no creó al hombre, el hombre creó a Dios. Dios envió a Su único hijo a salvar Su creación. El hombre ha veritdo todas sus energías estéticas y culturales en adorar su creación. Dejando a Wagner de lado, la mayoría de nosotros acordaremos de que no hay música más grandiosa que La Pasión según San Mateo y la Misa en Si menor. Händel dijo que cuando él estaba componiendo el Coro del Aleluya: "Pensé que vi los Cielos abrirse y vi la cara de Dios". ¿Sintió algo similiar Bach sobre "Et resurrexit teria die" en Si Menor? Las Pascuas inspiraron a los compositores aún más que las Navidades. Douglas Murray armó una lista útil en un reciente artículo de Unherd.
La inspiración ha sido compartida por los artistas. Las Pascuas es el corazón, el núcleo duro de la iconografía occidental. La Crucifixión de Grunewald, la Crucifición de Tintoretto en la Scuola de San Rocco, la Resurrección de Piero Mantegna - su mejor trabajo -, Donatello, Antonello da Messina, la Crucifixión de Zurbarán, también su mejor trabajo: la lista es infinita. ¿Oh, cuán podremos repasarla?
Pero estas obras son más que ejercicios artísticos. Hay una profundidad de piedad, un fuerte sentido de Ad Maiorem Dei Gloriam. Uno siente que los artistas creían. ¿Tenían razón? ¿Qué pasó en las Pascuas?
Ciertamente hay algo que demanda una interpretación. En los días anteriores al Gólgota - un nombre digno de un lugar del Mordor de Tolkien - podíamos presuponer que Jerusalén era un lugar de tensión y turbulencias. Aunque Cristo insistiera de que Su Reino no era de este mundo, muchos de sus seguidores no le creían. Esperaban que su carismático líder expulsara a los romanos y a sus lacayos autóctonos. Estaban excitados; los romanos estaban alarmados. El retrado de Pilatos en el Evangelio es poco convincente; un obvio intento de los primeros cristianos de chuparle las medias a los romanos y poner toda la culpa en las autoridades judías. El verdadero Pilatos era un gobernador duro, no un marica vacilante.
De vuelta a los seguidores. Deseaban unirse en un milagro. El día terminó con una muerte espantos. Es difícil no creer de que la desmoralización se desparramó por doquier. El movimiento de Cristo podía parecer que se desintegraría, con la pérdida de coraje de todos alrededor. Pedro no debe de haber sido el único hombre en Jerusalén que estaba arrancando páginas de su libreta de direcciones y teléfonos. Parecía que la Cristiandad había muerto en la Cruz.
De vuelta a los seguidores. Deseaban unirse en un milagro. El día terminó con una muerte espantos. Es difícil no creer de que la desmoralización se desparramó por doquier. El movimiento de Cristo podía parecer que se desintegraría, con la pérdida de coraje de todos alrededor. Pedro no debe de haber sido el único hombre en Jerusalén que estaba arrancando páginas de su libreta de direcciones y teléfonos. Parecía que la Cristiandad había muerto en la Cruz.
Eso no sucedió. Los cristianos explican por qué: la Resurrección. Estoy impresionado por la facilidad con la cual algunos amigos cristianos adoptan una aproximación à la carte de su Fe. Me parece a mí que si usted no cree en la literal verdad de la Resurrección, usted no es cristiano. Pero esto no es el fin del tema. Aquellos que no creen en la Resurrección tienen algunas explicaciones que dar. ¿Cómo explican el éxito de la Cristiandad? ¿Cómo recuperó su fuerza? ¿Cómo transformó la Cruz de un instrumento de tortura a un símbolo de amor? ¿Cómo pudo ser sobre la tierra o en los Cielos que se logró la transfiguración de un Viernes de Muerte en un Viernes de Pasión?
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Nota de la Traductora: El objeto de traducir este artículo, que a primera vista es religioso, tiene que ver con estudiar la supervivencia del cristianismo por más de 20 siglos, la importancia del cristianismo en la definición de Occidente y qué hace a Occidente ser Occidente, la preocupación (o no) por la Muerte de Europa y el destino de nuestra civilización en general.
Pero también tiene que ver con la situación de nuestro país, que hoy se lo ve sometido y derrotado. Creo que la vitalidad de Occidente en general y de Argentina en particular es la Resurrección. Derrotamos a los ingleses luego de perder Buenos Aires y para luego reconquistarla, a ingleses que venían semanas antes de apoderarse de Ciudad del Cabo. Los Borbones recuperaron toda América luego de ser reinstaurados en el trono, excepto el Río de la Plata.
Una y otra vez fuimos derrotados para resurgir.
Sobre este tema, que cruza a Occidente y a la Argentina, vamos a explorar en las semanas que vienen con distintos autores.
PS: Traducción dedicada a Lady of the Lake (@Lady_Astor).
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Lecturas relacionadas:
EUROPA ES NUESTRO HOGAR, por Douglas Murray.
LA RECONQUISTA, por Hyspasia
LA RECONQUISTA DE OCCIDENTE COMIENZA EN ROMA, por Ángel Gómez Fuentes
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Bruce Anderson
This Easter, I spent more time than usual thinking about its meaning. If only because of the restrictions on social life, I suspect that I was not alone. Parsifal was a good place to start. Profoundly moved by Good Friday, Christ’s sacrifice, His suffering, His love, did Wagner surrender to the Cross? Nietzsche thought so, and moved from discipleship to condemnation. He accused Wagner of perfidy, self-abasement: a repudiation of all the artistic values which he had once so magnificently upheld. One might have thought that Nietzsche’s response would have led Christians to overlook the theological ambiguities in Parsifal – it is hardly an orthodox work – and welcome the new devotee. “Joy shall be in heaven over one sinner that repenteth”. Christ compares this to the shepherd’s delight in recovering a lost sheep. But one can understand why a lot of Christians wanted to see the colour of Wagner’s repentance before they lowered their guard. Of all the beasts in the animal kingdom, the sheep is surely the least Wagnerian.
Some missionaries once arrived at the court of a savage ruler far into the jungle. Given his reputation, they feared martyrdom. But when they expounded the Gospel, he listened attentively. They went to sleep believing that they had made a convert. In the morning, they were awakened by cries of pain, and soon realised why. Their host had adopted crucifixion as his new method of inflicting capital punishment. Many of the faithful might wonder what strange message Wagner would learn from Christianity.
Despite all the faults in a complex personality, this is a shallow assessment which focuses on the flaws and ignores the grandeur. The deep calls unto the deep. Psycho-spiritually, it is not too far from the God-haunted woods of the Ring to Parsifal and the Grail: from Siegfried and Wotan to Christ and Jehovah. For a Christian, Easter and Christmas are the two still points in the turning world; the two moments in which history is remade, in which grace triumphs over sin. The journey to Calvary is the route to Heaven. Wagner’s genius was in the consecration of music and drama. This required great themes. It is hardly surprising that he was drawn to Good Friday. He would have understood Eliot’s approach in East Coker, wrestling with anguish, until: “In spite of that, we call this Friday Good”.
To appreciate all this, it is not necessary to be a Christian (this writer is deeply religious, but cannot believe). If God did not create man, then man created God. God sent His only begotten Son to save His creation. Man has poured all his aesthetic and cultural energies into worshipping his creation. Leaving Wagner on one side, most of us would agree that there is no greater music than the St Matthew Passion and the B Minor Mass. Handel said that when he was composing the Hallelujah Chorus: “I did think I saw Heaven open and saw the very face of God.” Did Bach feel something similar about “Et resurrexit tertia die” In the B Minor? Easter has inspired composers even more than Christmas has. Douglas Murray has a useful list in a recent article for Unherd.
The inspiration has been shared by artists. Easter is at the heart of Western iconography. Grunewald’s Crucifixion, Tintoretto’s Crucifixion in the Scuola di San Rocco, Piero’s Resurrection – his finest work – Mantegna, Donatello, Antonello da Messina, Zurbaran’s Crucifixion, also his finest work: the list is endless. Oh, when will we be able to revisit them?
But these works are more than artistic exercises. There is a depth of piety, a strong sense of Ad Maiorem Dei Gloriam. One feels that the artists believed. Were they right? What did happen at Easter?
There is certainly something that demands an interpretation. In the days before Golgotha – a place-name worthy of Tolkien’s Mordor – we can assume that Jerusalem was in a state of tension and turbulence. Although Christ insisted that His Kingdom was not of this world, many of his followers did not believe him. They hoped that this charismatic leader would overthrow the Romans and their Jewish lackeys. They were excited; the Romans were alarmed. The portrait of Pilate in the Gospels is wholly unconvincing; an obvious attempt by the early Christians to suck up to Rome and put all the blame on the Jewish authorities. The real Pilate was a tough governor, not an indecisive wimp.
There is certainly something that demands an interpretation. In the days before Golgotha – a place-name worthy of Tolkien’s Mordor – we can assume that Jerusalem was in a state of tension and turbulence. Although Christ insisted that His Kingdom was not of this world, many of his followers did not believe him. They hoped that this charismatic leader would overthrow the Romans and their Jewish lackeys. They were excited; the Romans were alarmed. The portrait of Pilate in the Gospels is wholly unconvincing; an obvious attempt by the early Christians to suck up to Rome and put all the blame on the Jewish authorities. The real Pilate was a tough governor, not an indecisive wimp.
Back to the followers. They had hoped to join in a miracle. The day ended with a hideous death. It is hard to believe that there was not widespread demoralisation. Christ’s movement must have seemed to be disintegrating, with a loss of nerve all round. Peter would not have been the only man in Jerusalem who was tearing out pages from his address book. Christianity appeared to have died on the Cross.
That did not happen. Christians can explain why: the Resurrection. I am impressed by the ease with which some Christian friends adopt an à la carte approach to their faith. It seems to me that if you do not believe in the literal truth of the Resurrection, you are not a Christian. But that is not the end of the matter. Those who do not believe in the Resurrection have some explaining to do. How do they account for Christianity’s success? How did it recover its momentum? How did it transform the Cross from an instrument of torture to a symbol of love? How on earth or in Heaven did it achieve the transfiguration in which that Friday became Good?
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