IRLANDA DEL NORTE: LA BATALLA PERDIDA DE LOS UNIONISTAS


Los unionistas libran una batalla perdida en contra de la marea de la Historia

Por Walter Ellis

Nota original: https://reaction.life/unionists-in-ulster-are-fighting-a-losing-battle-against-the-tide-of-history/

Traducción: Hyspasia; los comentarios entre corchetes "[", "]", me pertenecen.

Les voy a pedir que hagan un esfuerzo. Me van a odiar. Lean este artículo con la mente abierta. Qué dice. Qué quiere decir. Qué quiere que suceda. Por qué lo dice. ¿Sólo describe los hechos o tiene un objetivo oculto? Luego deberíamos relacionar este artículo con dos aparecidos en Restaurar: uno sobre la inversión en Defensa que acaba de aprobar el Parlamento Británico para las fuerzas armadas, inteligencia y "ONG's" asociadas y otro de la Dra. Vassallo sobre la desmalvinización (o intento de) Argentina. En particular cuando nos dicen que la batalla está perdida de antemano. Gracias.

Hyspasia 

 


La violencia que una vez más estalló en los distritos leales (protestantes/unionistas) de Irlanda del Norte es típica de los últimos cincuenta años. Cada vez que los políticos introducen un cambio en la forma en que el Ulster será administrado, el ala dura de los unionistas lo denuncian como prueba de que la comunidad protestante está siendo traicionada a favor de la República de Irlanda por los mismos británicos del otro lado del charco [Mar de Irlanda].

Y tienen razón. Fue en 1993 que el entonces gobierno conservador del primer ministro John Mayor, junto con su contraparte irlandesa, Albert Reynols, firmaron la Declaración de Downing Street, por la cual establecían que "Gran Bretaña no tiene ningún interés egoísta, estratégico o económico en Irlanda del Norte".

Imaginen si semejante declaración hubiera sido hecha sobre Escocia, Gales o Northumberland. [N. de T.: o Malvinas].

Apareció un artículo revelador  en el Irish Times, el pasado lunes, por un respetado unionista de Ulster, Alex Kane. Cada vez que en los últimos 50 años comienzan los Problemas (Troubles), señala Kane, los leales/unionistas han tratado de boicotear cualquier reforma política que fuera introducida o propuesta por los sucesivos gobiernos británicos e irlandeses, sólo para fallar completamente en su objetivo de cambiar la dirección en la cual los eventos - y la historia - han sucesivamente avanzado.

De acuerdo a Kane, la bronca se produjo esta vez alrededor de la imposición del Protocolo para Irlanda del Norte, particularmente amargo, porque Boris Johnson les dio a los unionistas su personal aval de que nunca iba a suceder.

El 14 de agosto del año pasado, durante una breve visita a la provincia, el Primer Ministro [Johnson] aseguró a los unionistas que "nunca habrá una frontera en el Mar de Irlanda". Replicando su jactancia de que iba a yacer frente a los bulldozers antes de permitir una tercera pista en el Aeropuerto de Heathrow, agregó que semejante barrera aduanera sería erigida sobre "su cadáver".

Dos años antes, al renunciar al gabinete de Theresa May para iniciar su estrategia del Hard Brexit (Brexit Duro), dijo en la conferencia anual del Partido Unionista Democrático, DUP, que los controles de migraciones y aduana entre Gran Bretaña e Irlanda del Norte "dañarían la tela" de la Unión [Reino Unido], dejando a Irlanda del Norte atrás "como una semicolonia de la Unión Europea".

Tras el estruendoso aplauso de los presentes, prosiguió: "Ahora debo decirles, ningún gobierno conservador británico puede o debe firmar semejante acuerdo".

Tres meses después, firmó un acuerdo comercial centre Reino Unido y la Unión Europea por la cual establece exactamente eso. No es de extrañar, entonces, que los unionistas se sientan traicionados.

Pero la verdad es, los unionistas están siempre especialmente amargados y siempre se sienten traicionados. Nunca están felices. Ellos saben que no pueden permitirse el lujo de relajarse. Porque la historia que ellos ven desenvolverse, paso a paso, frente a sus ojos, no es la historia que pueden subscribir voluntariamente.

El Protocolo es sólo la última de una larga línea de desvinculaciones de Londres de que Irlanda del Norte puede ser constitucionalmente una parte plena del Reino Unido, "tan británica como Finchley". Usted no tiene que apoyar la idea de una Irlanda Unida para ver esto. Todo el mundo lo ve. Los perros de la calle lo ven. Ha sido la dirección de las cosas desde que el viejo Stormont [parlamento irlandés] fue abolido en 1972. Desde entonces, nos regimos por el Acuerdo de Sunningdale, el Acuerdo Aglo-Irlandés, la Declaración de Downing Street, el Acurdo del Viernes Santo (Good Friday), y, ahora, la frontera marina que, post-Brexit,  confirma que Irlanda del Norte es una anexo de la Unión Europea, supervisada desde Dublín.

Los leales/unionistas, y el DUP, se han opuesto con uñas y dientes a todo esto. La única batalla que ganaron fue cuando se opusieron a compartir el poder en 1974, que desde entonces ha sido reinstalado y reforzado por estatuto.

Los unionistas no pueden ganar.  Y ha llegado el tiempo para ellos de mirarse duramente en el espejo mientras revisan cuál es la mejor forma de defender sus intereses de acá a futuro. Los grupos leales/unionistas pueden incendiar tantos autos como quieran. Pueden hacer marchas para un lado y otro de las calles cuanto quieran, con banderines al viento y el sonar de las bandas. Pueden apedrearse con la policía como si se hubiera invertido la historia reciente, de tal forma de que ellos ahora son los rebeldes y el partido irlandés católico es el viejo RIC. Pero al día siguiente, los mismos hechos inmutables les mirarán en la cara.

Pueden comenzar reconociendo que dentro de pocos años en el futuro serán una minoría en Irlanda del Norte. Para 2030 ó 2035, se estima que el 52% del electorado será católico, lo que significa que Sinn Feinn y el SDLP pueden esperar ganar más bancas que los unionistas en la Asamblea. Para agregar a la miseria de los unionistas, un número creciente de protestantes votan - tal vez el 20% de ellos, la mayoría de ellos menores de 40 años de edad - optan por votar a la Alianza o al Partido Verde, quienes, si bien nominalmente adhieren a la Unión, han dejado en claro que pertenecer al Reino Unido no es para ellos sine qua non.

No será fácil. Para empezar, las organizaciones leales/unionistas más recalcitrantes son ahora, en su mayoría, organizaciones criminales, fuertemente involucradas en vandalismo y racismo. Cuando tiempo atrás sostenían que asesinar católicos al azar y familiares de miembros del IRA como su actividad principal, con drogas y prostitución como negocio secundario, en estos días, se dedican más a pelearse entre ellos y contra cualquiera que se les interpone en el camino.

Los disturbios que han llenado los titulares en estas semanas no han involucrado paramilitares en forma directa. Les gusta mantener la pretensión de que se volvieron gente dentro de la ley tanto en los negocios como en la comunidad. En cambio, han iniciado el rumor que la rotura de rótulas y golpizas punitorias han sido suspendidas a la espera de la resolución sobre el Protocolo del Norte de Irlanda y otros temas pendientes. Los principales participantes de las batallas campales actualmente, son, predominantemente, adolescentes, algunos incluso de 12 años de edad.

Reciben órdenes de hombres con pasamontañas, con los cuales se han mantenido en contacto cercano a medida de que los eventos se desenvolvían; el DUP ha sido cuidadoso de no denunciar los disturbios como algo más que peleítas adolescentes - tal vez un poco excesivas, pero totalmente entendibles.

Tomen, por ejemplo, la reacción de Arlene Foster, líder del DUP y primer ministra del Ulster. ¿Qué tiene que decir de las bombas molotov que llovieron sobre las fuerzas de policía, y a cuyo jefe pidió la renuncia por no haber iniciado una investigación policial contra quienes participaron en un funeral de un Republicano en desafío a las restricciones COVID?

"Le pido a nuestra gente joven", dijo, "no entreverarse en el desorden que los llevará a enjuiciamientos criminales y arruinar sus vidas. También le pido a los padres que cumplan su parte y sean proactivos en proteger a estos adultos jóvenes".

"Arríen", "protejan", "arruinar las vidas". Palabras edulcoradas de parte de Foster. Si los agitadores hubieran sido nacionalistas [católicos partidarios de la unificación de Irlanda], hubiera emitido una dura condena contra esta deplorable conducta criminal.

Lo que los unionistas necesitan desesperadamente es una causa común que sea algo más que levantar barricadas contra la marcha de la historia. Necesitan su propio Canute, su propio De Gaulle, su propio De Klerk - un líder que puede negociar y acordar un futuro para ellos que conserve lo más posible su fuerza y su dignidad. Pero eso requerirá que vean a la política,  básicamente, como la que se ocupa de cómo el país debe ser gobernado, no bajo qué bandera debe ser gobernado, y eso los sobrepasa; de la misma manera que a Sinn Fein le sobrepasa ver los eventos de Irlanda del Norte como un prisma diferente a la Unidad de Irlanda. La diferencia es que los unionistas están perdiendo y los rebeldes están ganando. Para ellos, es sólo una cuestión de tiempo.

Louis MacNeice entedió todo:

El cristal cae hora a hora, el cristal cae por siempre,

Pero si tu quiebras el maldito cristal no evitarás que el tiempo empeore.


The glass is falling hour by hour, the glass will fall forever, 

But if you break the bloody glass you won’t hold up the weather. 


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Unionists in Ulster are fighting a losing battle against the tide of history

Walter Ellis
April 8, 2021
https://reaction.life/unionists-in-ulster-are-fighting-a-losing-battle-against-the-tide-of-history/

The violence that has once more erupted in loyalist districts of Northern Ireland is entirely typical of the last half-century. Every time change is introduced that affects the way in which Ulster is administered, the hardliners on the unionist side denounce it as further proof that the Protestant community is being sold down the river into the grey mists of an Irish Republic. 

And they are, of course, entirely right. It was in 1993 that the then Tory prime minister John Major, along with his Irish counterpart Albert Reynolds, issued the Downing Street Declaration, in which it was stated that “Britain has no selfish, strategic or economic interest in Northern Ireland”.

Imagine such a statement being made about Scotland, or Wales, or Northumberland. 

But while loyalists burn cars and shops and attack the police in defence of their right to be British, what good does it do them?

There was a revealing piece in the Irish Times on Monday by the widely-respected Ulster Unionist pundit Alex Kane. At every turn over the 50 years since the Troubles began, Kane pointed out, loyalists have sought to derail whichever political reform has been introduced or proposed by successive British and Irish governments, only to fail completely to change the direction in which events – and history – have subsequently moved. 

According to Kane, the anger felt this time round about the imposition of the Northern Ireland Protocol is especially bitter because Boris Johnson gave unionists his personal assurance that it would never happen. 

On 14 August last year, during a brief visit to the province, the Prime Minister assured unionists that “there will be no border down the Irish Sea”. Echoing his boast that he would lie down in front of the bulldozers before he approved a third runway at Heathrow, he added that such a customs barrier would be erected “over my dead body”. 

Two years previously, having resigned from Theresa May’s cabinet in order to pursue his hard Brexit strategy, he told the annual conference of the DUP that regulatory checks and customs controls between Great Britain and Northern Ireland would “damage the fabric” of the Union, leaving Northern Ireland behind “as an economic semi-colony of the EU”.

To tumultuous applause, he went on: “Now I have to tell you, no British Conservative government could or should sign up to any such arrangement.”

Three months later, he signed the trade deal between the UK and the EU which established exactly that. No wonder unionists felt betrayed.

But the truth is, unionists are always especially bitter and they always feel betrayed. They are never happy. They know they can’t afford to relax. Because the history that they see rolling out, piece by piece in front of their eyes, is not a history to which they can ever willingly subscribe. 

The Protocol is only the latest in a long line of disengagements by London from the idea of Northern Ireland being constitutionally a full part of the United Kingdom, “as British as Finchley”. You don’t have to support the idea of Irish unity to see this. Everybody can see it. The dogs in the street can see it. It has been the direction of travel since the old Stormont was abolished in 1972. Since then, we’ve had the Sunningdale Agreement, the Anglo-Irish Agreement, the Downing Street Declaration, the Good Friday Agreement and, now, a sea border that, post-Brexit, confirms NI as an annex of the European Union, overseen by the government in Dublin.  

Loyalists, and the DUP, have opposed all of these tooth and nail. The only battle won was against power-sharing in 1974, which has since been reinstalled and reinforced by statute. 

Unionists can’t win. And the time has come for them to take a long, hard look at themselves during which they work out how best to take their politics forward. Loyalist gangs can set fire to as many cars as they like. They can march up and down as many streets as they like, with colours flying and bands playing. They can take on the police as if their past history has been inverted, so that they are the rebels and the PSNI are the old RIC. But the next day, the same immutable facts will be staring them in the face. 

They could start by acknowledging that a few years from now they will be a minority in Northern Ireland. By 2030 or 2035, an estimated 52 per cent of the electorate will be Catholic, meaning that Sinn Fein and the SDLP can expect to win more seats than unionists in the Stormont Assembly. To compound unionist misery, an increasing number of Protestant voters – perhaps 20 per cent of the total, most of them under 40 – is opting these days for the Alliance and Green parties which, while nominally undeclared on the Union, have made it clear that they do not regard membership of the UK as the sine qua non of government. 

It won’t be easy. For a start, the most extreme loyalist organisations are now, in the main, criminal organisations, deeply involved in racketeering and racism. Where once they regarded killing random Catholics and family members of the IRA as their mainstream activity, with drugs and prostitution on the side, these days their baseball bats are more often drawn against each other and anyone else who stands in their way.  

The riots that have made the headlines in recent weeks haven’t involved the paramilitaries directly. They like to maintain the pretence that they have gone legit in both business and community terms. Instead, they have put the word out that knee-cappings and punishment beatings have been suspended pending the resolution of the NI Protocol and other outstanding issues. The main participants in the street battles have thus been adolescent boys, some as young as 12. 

Taking their lead from the men in balaclavas, with whom they have remained in close contact as events have unfolded, the DUP has been careful not to denounce the teenage uprising as anything more than high jinks – perhaps a tad excessive, but entirely understandable. 

Take the reaction of Arlene Foster, the DUP leader and First Minister at Stormont. What did she have to say as petrol bombs were rained down on the police force whose chief constable she has demanded should resign for failing to prosecute those attending Republican funerals in defiance of Covid restrictions? 

“I appeal to our young people,” she said, “not to get drawn into disorder which will lead to them having criminal convictions and blighting their own lives. I also ask parents to play their part and be proactive in protecting their young adults.”

“Drawn in”, “protected”, “blighted lives”. Honeyed words from Foster. If the rioters had been nationalists, she would have issued a straight-down-the-middle condemnation of disgraceful criminal behaviour. 

What unionists desperately need is a common cause that is more than simply building barricades against the march of history. They need their own Canute, their own De Gaulle, their own De Klerk – a leader who can negotiate an agreed future for them that conserves as much as possible of their strength and dignity. But that would require them to see politics as primarily about how the country should be governed, not under which flag, and that is beyond them, just as it is beyond Sinn Fein to see events in Northern Ireland through any other prism than that of Irish unity. The difference is that unionists are losing and the rebels are winning. For them, it is just a matter of time. 

Louis MacNeice got it right: 

The glass is falling hour by hour, the glass will fall forever, 

But if you break the bloody glass you won’t hold up the weather. 

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