KAFKA LLEGA A ESCOCIA

 

Kafka llega a Escocia, y la libre expresión desaparece.

 

Autor: Theodore Dalrymple

Traducción: María Fernanda Tognola

 Nota original: https://www.theepochtimes.com/kafka-comes-to-scotland-and-free-speech-goes-missing_3702470.html?utm_source=morningbrief&utm_medium=email&utm_campaign=mb-2021-02-19



No se defiende la libertad de expresión exigiéndolo para uno mismo sino exigiéndolo para otros, especialmente cuando denuncias el uso que le dan o lo que dicen. La libertad de estar de acuerdo con vos mismo no es libertad para nada e inevitablemente termina en tiranía.

Pero incrementar una tiranía de virtud auto proclamada parece ser el objetivo de los intelectuales de universidad quienes, en el nombre de su propio beneficio, buscan silenciar a aquellos cuya opinión encuentran objetable. Es precisamente la misma clase que uno supondría que es la que más tendría miedo de la censura, tanto legal como extra-oficial, quienes con más fuerza la defienden.

La libertad de opinión y de expresión hace largo que viene en retirada en Gran Bretaña, pero incluso con el standard en declive de tal libertad, el arresto de un hombre de 35 años llamado Joseph Kelly en Glasgow es el punto más bajo al que se llegó. Si la moda continúa podemos esperar muchos más puntos bajos.

A Kelly se lo acusó con un aire Orwelliano por “delitos de comunicación” por haber posteado un tweet ofensivo poco después de que un hombre llamado capitán Tom Moore falleciera, a los casi 101 años de edad.

Moore, un veterano de la Segunda Guerra Mundial, había ganado notoriedad recientemente cuando a los 99 años, prometió caminar su jardín de una punta a la otra cien veces para juntar dinero para el Servicio de Salud Nacional (NHS).

Para cuando terminó, había recaudado $40 millones de dólares y se convirtió en un popular héroe; fue hecho caballero por sus esfuerzos. Poco después de que Moore muriera, ya sea por o con COVID, el Primer Ministro, con el típico mal gusto, inconsistencia emocional e insinceridad cursi del que nace demagogo en busca de votos, encabezó no un minuto de silencio colectivo, sino un minuto de aplausos en memoria a Moore.


Arrestando a Joseph

En relación a esto, Kelly twiteó: “El único soldado Británico bueno es el que está muerto, ardé viejo, ardéeeeee”.

 



Nota de la traductora: Como la cuenta de Twitter de Joseph (@2helpmehelpyou) no existe más, incluí una captura del tweet.

Esto de hecho fue vil y no muy inteligente, pero en la imaginación de nadie habría lugar para llamar a esto una amenaza personal o incitación a la violencia. Fue la expresión de una opinión cruda y grosera, de un eructo enconado, y sin duda, de resentimiento. Pero la vileza del tweet de Kelly no es el punto.

Alguien se quejó de esto a la policía, y la policía arrestó a Kelly. Obviamente, “El Proceso” de Kafka, se convirtió ya no en una advertencia, sino en un modelo a escala de Escocia. Como los primeros renglones de la obra dicen: “Alguien debe haber difamado a Joseph K,. porque una mañana, sin haber hecho nada realmente malo, fue arrestado.”

La policía escocesa, ávidos lectores de Kafka sin lugar a duda, debe haber pensado que era muy oportuno hacer un ejemplo con un hombre cuyas iniciales eran J.K. y cuyo primer nombre era Joseph.


Quejándose

Uno de los aspectos más significativos de la historia es que la persona que vio el Tweet de Kelly creyó que era lo correcto y apropiado quejarse del mismo a la policía, como un niño quejándose con su maestra que el pequeño Jhonny le está dando pellizcos. Ningún adulto se hubiera comportado así ni siquiera hace unos años, y si lo hubiera hecho, la policía se hubiera reído y le hubiera dicho que se vaya.

Hubo un cambio sorprendente en la atmósfera cultural en cuanto a la libertad de expresión en el último cuarto de siglo.  A mediados de los 90 escribí un artículo que desagradó a cierto grupo de interés, uno cuyos miembros más importantes le escribieron al director ejecutivo de mi hospital para quejarse, e incluso pedir que me despidan.

El director ejecutivo respondió que lamentaba que quienes se quejaban estuvieran molestos, pero que era un país libre y yo podía decir lo que quisiera.

Dudo que algún director ejecutivo de hospital escribiera o se atreviera a escribir de modo tan directo hoy en día; en ese entonces todavía era posible una cierta fortaleza en la defensa de la libertad.

Cuando un cierto Sr. A…. escribió para quejarse que yo no le había firmado un certificado por enfermedad para él, la gerencia me pidió que le responda a su queja. “El sr. A…..,” Escribí, “es un borracho que le pega a su mujer y no le voy a firmar ningún certificado.”

Como el Sr A…. sí era un borracho, sí golpeaba a su mujer, y no tenía ninguna enfermedad, de la misma manera era cierto que yo no estaba listo para firmarle un certificado por enfermedad, y ese fue el final del asunto. Me atrevo a decir que no sería el final así ahora. La verdad ya no es más defensa contra la acusación de haber causado una supuesta herida emocional.

Ingenieros de Almas

Lo que me parece claro es que los gobiernos centrales y los responsables de instituciones menores o subordinadas, como la policía y las universidades, se piensan a sí mismos cada vez más de la manera en que Stalin pensaba, o decía que pensaba de los escritores: concretamente como los ingenieros de almas.

Esto lo consideran necesario porque, si se los deja, la gente tiende a pensar los pensamientos equivocados, y los pensamientos equivocados son muy peligrosos, especialmente para quienes invariablemente tienen los pensamientos correctos.

De hecho, tan peligrosas son las ideas incorrectas que el expresarlas debería ser o criminalizado o bien quienes las expresen deberían ser socialmente marginalizados, preferiblemente dejados en el ostracismo; pero ya que la prevención es mejor que la cura, los niños, adolescentes y jóvenes adultos deberían ser inmunizados contra esto con adoctrinamiento.

En efecto, un gran número de gente, especialmente en las universidades, ahora sueñan con un mundo en el que nadie tenga malos pensamientos ni malos sentimientos (lo que ellos consideren “malo”, por supuesto). Ese mundo tendría que ser altamente vigilado, sin duda, pero con las técnicas modernas de vigilancia, esto no representaría grandes problemas.

El caso de Joseph K. -perdón, quiero decir Joseph Kelly- muestra el futuro. A su debido tiempo, sin embargo, esa vigilancia se volvería innecesaria; se esfumaría, como el estado, que en la nueva sociedad, completamente humana como la imaginara Marx, se esfumaría.

Así como nadie en una sociedad Marxista desearía ningún privilegio económico o social para sí, tampoco en la sociedad en la que todos los Joseph Kellys fueron silenciados, nadie podría expresar o ni siquiera pensar tales pensamientos como el suyo.

Después de todo, ¿qué es el pensamiento sino una cuestión de hábito?

Por lo tanto, nadie podría ofender ni ser ofendido, y la armonía absoluta reinará por los siglos de los siglos, amén.

Theodore Dalrymple es médico jubilado. Es editor colaborador del City Journal de New York y el autor de 30 libros, incluyendo “La vida en el fondo”. Su úlimo libro es “Embargo y otras historias.”

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