ZOOM, LA PANDEMIA Y LA MUERTE DE LOS LUGARES SAGRADOS


Zoom ha destruido los espacios sagrados tradicionales; solo el tiempo dirá qué nuevos espacios construye.


Autor: Mark Jedrzejczyk

Traducción: @lohengrin82

Nota original: https://theimaginativeconservative.org/2021/04/zoom-pandemic-death-sacred-spaces-mark-jedrzejczyk.html


Cuando la pandemia nos separó de nuestros espacios sagrados como la iglesia y otros lugares comunitarios, Zoom nos prometió conexión. Sin embargo, Zoom, como medio de comunicación y relación, nos impide conectarnos verdaderamente a causa de la naturaleza de la tecnología para dividirnos, separarnos y aislarnos.

Cuando llegaron a la escritura:

«¡Oh rey!, le dijo Tot, esta invención hará a los egipcios más sabios y servirá a su memoria; he descubierto un remedio contra la dificultad de aprender y retener. —Ingenioso Tot, respondió el rey, […] [e]lla no producirá sino el olvido en las almas de los que la conozcan, haciéndoles despreciar la memoria; fiados en este auxilio extraño abandonarán a caracteres materiales el cuidado de conservar los recuerdos, cuyo rastro habrá perdido su espíritu. Tú no has encontrado un medio de cultivar la memoria, sino de despertar reminiscencias; y das a tus discípulos la sombra de la ciencia y no la ciencia misma. Porque cuando vean que pueden aprender muchas cosas sin maestros, se tendrán ya por sabios, y no serán más que ignorantes, en su mayor parte, y falsos sabios insoportables en el comercio de la vida».

Platón, Fedro, líneas 274e5-275a5.


Los lugares sagrados nos recuerdan que la existencia es más amplia que nuestra vida cotidiana. Nos señalan nuevas formas de conocer y existir. El eremita del desierto no tiene necesidad de un espacio sagrado. Para él, el entramado del mundo se rompe y revela la gloria desnuda de Dios. Pero para la mayoría de nosotros, el espacio sagrado es necesario para orientarnos hacia  mundos ocultos. De acuerdo al famoso sociólogo especializado en medios Neil Postman, una iglesia (incluso un gimnasio consagrado como iglesia) es un espacio sagrado porque está «diseñado como un lugar de representación ritual». Una iglesia nos guía proveyéndonos los símbolos y las reglas para comportarnos en ese espacio sagrado. En una iglesia, los asistentes entienden cuándo deben estar de pie, cuándo arrodillarse, cuándo rezar y cuándo y cómo adorar a Dios. Estas reglas ayudan a crear un lugar que es distinto al profano. No obstante, cuando la tecnología pretende colocar lo sagrado en un lugar profano, nos está engañando. Los rituales del lugar lo convierten en sagrado o profano. De esta manera, una imagen de la Capilla Sixtina en nuestros teléfonos no produce la misma veneración de la misma manera en que lo hace la capilla real.

La pandemia nos ha separado de nuestros espacios sagrados. Si un espacio sagrado contiene actividad y comportamiento ritual, incluso un juego de béisbol puede llamarse espacio sagrado. Al menos hasta hace poco, el Himno Nacional exigía que nos pusiéramos de pie; el anuncio de la alineación inicial de nuestro equipo requería que animáramos; la alineación del equipo contrario exigía que nos mofáramos. Cantamos “Llévame al juego de pelota” durante el tramo de la séptima entrada y aplaudíamos, al menos en Wisconsin, a nuestra mascota favorita mientras corría con otras mascotas por el campo durante la Sausage Race. Los espacios sagrados nos conectan con los demás y con un mundo mucho más rico y profundo que nuestra vida normal a través de los hilos de la tradición y la actividad comunitaria. Pero los bloqueos cortaron esos hilos, dejándonos aislados y colgando de nuestros egos, que ya no forman parte de las historias colectivas que nos contamos acerca de cómo nos encontramos en el mundo.

La tecnología, sin embargo, promete una solución. Nuestros teléfonos nos conectan a través de Zoom y FaceTime, mensajes de video, fotos, mensajes de texto y llamadas telefónicas. Como siempre, la tecnología nos muestra un falso ídolo. Promete mejorar sobre la tradición, pero inevitablemente la transforma y luego la destruye. La tecnología no pretende esta destrucción, pero ésta es necesaria, porque una persona no echa vino nuevo en odres viejos. Podemos ver esta destrucción en la educación y cómo el ídolo de Zoom desafió al dios del aula y transformó la educación en un evento aislado, fracturado y antisocial.

El ejemplo de la televisión puede ayudar a explicar cómo y por qué sucedió esto. Postman, en Divertirse hasta morir, mostró que cuando las personas religiosas intentaban unir lo sagrado a lo televisivo, ganaba el entretenimiento. Podríamos decir que Nietzsche declaró al muerte de Dios, pero en realidad, solo la televisión podía matarlo. Los predicadores intentaron llevar a cabo una programación religiosa seria en la televisión. Sin embargo, la propia televisión impidió que los servicios religiosos fueran serios y transformó la fe en entretenimiento, el modelo preferido de la televisión. Para atraer al espectador, el telepredicador tenía que actuar para el público, respetar los cortes comerciales, hacer un uso intensivo de la música para influir en los estados de ánimo y, sobre todo, entretener. Dante colocó a los traidores en el círculo más profundo del infierno. Si fuera divina, la televisión relegaría la programación aburrida a esas heladas profundidades, porque el tedio es la mayor traición al medio.

Postman dio dos explicaciones acerca del triunfo del medio sobre el mensaje. Primero, la televisión no podía controlar el espacio físico donde se llevaban a cabo los servicios y, por tanto, no podía obligar comportamientos. La televisión ingresa en nuestras áreas profanas: nuestros dormitorios, cocinas y salas de estar. Son estos espacios profanos, donde vivimos, comemos y respiramos, quienes nos dicen cómo vivir, no la televisión. A mí, en particular, no me haría ningún problema sentarme en el sofá y quedarme dormido frente a un especial de Netflix. En la iglesia, al menos tendría la dignidad de fingir estar rezando. Por lo tanto, el entorno físico da forma a nuestro comportamiento. La televisión no puede moldear nuestro entorno físico y debe ser lo suficientemente entretenida para atraer a los espectadores en sus viviendas. La Iglesia nos dice cuándo levantarnos, arrodillarnos, orar y adorar, y en esa unión con los demás se forma lo sagrado. En nuestra sala de estar, frente a la pantalla, no podemos tener esa experiencia porque no me pueden obligar a hacer nada más que lo que es natural en esa habitación, excepto ser persuadido por la distracción.

En segundo lugar, dijo Postman, la conexión psicológica con el entretenimiento dificulta que la televisión enseñe y oriente. La buena televisión divierte y la mala, no. Incluso la televisión educativa es más entretenimiento que educación. Lo interesante del Magic School Bus no es lo que aprenden, sino los personajes, los conflictos y los peligros que enfrentan en el camino. La conciencia de que hay más entretenimiento con un simple cambio de canal (o, en estos días, cambiando la aplicación del celular) obliga a las figuras religiosas a entretener en lugar de informar y persuadir. Después de todo, si la Sra. Frizzle pasara 24 minutos dando una conferencia en lugar de llevar a los estudiantes a un atrevido viaje a las entrañas humanas, la magia habría desparecido.

Así, la televisión, como medio, promete educar pero en realidad entretiene. De la misma manera, ofrece entretenimiento que pretende ser una religión seria. Esto no significa que no se pueda hacer educación seria o religión seria en televisión, solo que el medio se resiste al lenguaje de la seriedad y la seriedad nunca será el idioma dominante. De manera similar, la promesa de Zoom o cualquier software de videoconferencia es la de conexión, pero el lenguaje real es de aislamiento y distracción.

Por un lado, una conversación normal por Zoom es casi imposible con dos personas y esencialmente imposible con más de dos. Nuestros intentos, como familia, de tener conversaciones con nuestros familiares han tenido como resultado a los niños jugando con la cámara, alaridos y griteríos y, finalmente, a la incapacidad de escuchar nada. Cuando más de una persona participa en una llamada, nadie está muy seguro de quién está hablando con quién debido a la falta de contacto visual y de señales verbales, lo que lleva a una comedia de comienzos, interrupciones y disculpas o reglas claras de participación que determinan exactamente quién habla y cuándo. Cualquiera de los dos casos aniquila el sentido de unión al destruir el intercambio fluido orgánico de una conversación. La escuela por Zoom, específicamente, prometió conexión al brindar educación personal a distancia. Los educadores se apoyaron en Zoom como una alternativa al aula tradicional durante el apogeo de la pandemia. De hecho, en abril de 2020, más de 90.000 escuelas usaban Zoom para impartir clases. Pero la tecnología cambió la educación; al igual que con la televisión, la educación no podía competir con la naturaleza del medio para dividir, distraer y aislar.

El aula tradicional brinda a los estudiantes y maestros un espacio sagrado. Los carteles en la pared, como vidrieras de papel, construyen narrativas sobre cómo deberían ser el salón y los estudiantes. Como un mechero Bunsen, las manifestaciones físicas de las asignaturas comunican el contenido de las clases y aportan a la mentalidad necesaria de los estudiantes. Los especialistas en educación alientan a los maestros a construir cuidadosamente los espacios de sus aulas para aumentar la participación y construir un sentido de comunidad. Una maestra que conozco habla con orgullo de que sus estudiantes saben qué esperar en su clase: los estudiantes aprendieron a guardar sus teléfonos celulares, completar sus tareas para cuando ella ha terminado de pasar lista, y comportarse durante la lección siguiente. Estos sagrados rituales han servido a los sacros fines del aula.

Sin embargo, la escuela por Zoom destruye ese espacio aunque promete un espacio alternativo. Al igual que los sermones del predicador de televisión, las clases del maestro de Zoom se extienden a los salones profanos de los estudiantes. El espacio determina el comportamiento y el maestro pierde autoridad sobre ese espacio. Mientras daba clases por Zoom, yo, por mi parte, vi un comportamiento que hubiera sido extraño en el aula pero típico en los espacios "profanos" de los estudiantes: estudiantes descansando en sus camas mientras miran con tristeza la pantalla, un estudiante cuyo compañero de cuarto comenzó un baile electrónico improvisado incluso con luces intermitentes, y otros estudiantes, silenciados en Zoom pero no en la vida real, que entablaron conversaciones enteras con alguien fuera de la pantalla y me mostraron, con su risa silenciosa, que mi clase no podía competir con ese entretenimiento. La escuela por Zoom, con su preferencia por lo profano, destruyó el espacio de las aulas.

Dicho esto, podríamos decir que la escuela por Zoom es parte de una evolución cultural. En una época, los estudiantes se vestían de traje para ir a la escuela. Luego, comenzaron a ir en pijama. Ahora, van a la escuela en pijama mientras están en la cama. El último paso parece ser saltarse la escuela por completo y permanecer dormido. Por tanto, Zoom tiene el efecto de aislarnos en nuestros propios mundos. Ya no participamos juntos en el proceso de aprendizaje; en cambio, nos unimos a voluntad en lugares separados con entornos distintos, sin compartir el aprendizaje juntos. En un lugar sagrado, compartimos experiencias e historias; el aire está cargado de significado. En espacios profanos aislados, solo está mi espacio y mi propósito.

De hecho, la tecnología desafía al aula tradicional (y a las relaciones en general), de otra manera. Al igual que la televisión, la tecnología física donde se monta el Zoom está tan saturada de distracciones que los usuarios difícilmente pueden evitar revisar notificaciones, responder correos electrónicos o mensajes de texto, o navegar por la web mientras supuestamente se conectan entre sí. No solo es nuestra propia psicología la que nos incita a distraernos, sino que el medio lo alienta: mientras miramos la pantalla, parece que estamos prestando atención a la persona del otro lado sin realmente prestarle atención.

El aula, sin embargo, limita a los estudiantes a un tema específico dentro de una unidad particular en un campo amplio. Un niño puede estudiar adverbios como parte de una unidad sobre estructuras gramaticales en un curso de inglés. Una clase de ciencias podría explorar los enlaces de hidrógeno en una unidad sobre enlaces químicos en un curso de química. Los maestros no explican todo en todo momento; enseñan algunas cosas, y esas cosas nos revelan un mundo más grande, hasta ese momento oculto. Las limitaciones crean un ámbito de revelación. Lo mismo ocurre en la conversación en el mundo físico, un acto repleto de rituales y roles y, por tanto, sagrado a su manera. Supongamos que elegimos distraernos con nuestros teléfonos. En ese caso, la otra persona al menos se da cuenta de la distracción, lo que la desalienta o, al menos, le permite a esa persona escapar de una conversación inútil. Pero Zoom nos salva de la ignominia de saber que nos están ignorando y del esfuerzo de prestar atención; por lo tanto, el medio fomenta la desconexión en lugar del compromiso y la división en lugar de la conexión.

La muerte puede describirse como la destrucción final de todos nuestros límites, ya que nos permite liberamos de las trampas del cuerpo físico. Los límites, por tanto, son una condición necesaria para la vida. Pero Internet y los dispositivos conectados a Internet son horizontes infinitos y fomentan una experiencia ilimitada. Ulises (en el poema de Tennyson del mismo nombre) describió la experiencia como "es un arco a través del cual / se vislumbra un mundo ignoto, cuyo horizonte huye / una y otra vez cuando avanzo.". Debido a que la vida exige límites, Dante nos dice que Ulises se ahogó en los mares occidentales antes de llegar a Aquiles. Cuando los humanos, finitos y mortales, navegan hacia el horizonte infinito, no pueden evitar ahogarse. Asimismo, Zoom, como medio de educación y relación, nos impide conectarnos porque la tecnología nos anima a navegar a través de los mares infinitos de nuestro dispositivo.

Tal como la televisión o la invención de la escritura, Zoom hace una promesa que no puede cumplir. Aquellos que deseen ser monjes serán monjes donde sea que estén, pero los espacios sagrados existen para proporcionar un tejido conectivo para el resto de nosotros. Algunos profesores han descubierto que la escuela por Zoom ha sido muy eficaz para los estudiantes-monjes, para quienes cualquier piedra puede convertirse en pan educativo. Algunas personas lo han usado como una manera de mantener una apariencia de conexión durante este último año. Sin embargo, para muchos de nosotros, una piedra no es más que una piedra tanto esté sola en el suelo o arrojada a través de una ventana. Zoom promete conexión pero niega la capacidad de conversación real; nos permite ver los ojos de los demás sin ver lo que ven esos ojos; promete momentos compartidos sin espacios compartidos.

Como toda nueva tecnología, Zoom no cumplió su promesa de conexión.

La escritura prometió memoria y la destruyó, aunque creó una nueva forma de filosofía a través del registro del pensamiento complejo extendido y la vida eterna a través de las palabras. Descubriremos, algún día, lo que Zoom puede proporcionar a los educadores y a las personas. Pero no será lo que prometió. Zoom ha destruido los espacios sagrados tradicionales; solo el tiempo dirá qué nuevos espacios construye.


Epílogo

Para este ensayo, me apoyé mucho en el pensamiento de Neil Postman sobre lo sagrado y la relación entre tecnología y sociedad. Además, no pretendo ser crítico con los educadores que adoptaron Zoom como plataforma educativa. Después de todo, soy uno de ellos. Si la necesidad es la madre de la invención, COVID-19 es su tía excitada, arrastrando a los niños hacia la casa (en lugar de sacarlos de ella) y necesitando de la creación de nuevas actividades para evitar que la casa se incendiara. A veces, hacemos lo que debemos para sobrevivir. Sin embargo, a medida que nos acercamos al final de la pandemia, debemos considerar el camino en el que estamos y lo que esto significa para el futuro.


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