LA REBELIÓN DEL FOOTBALL EUROPEO MURIÓ ANTES DE NACER

La abortada Super Liga Europea hubiera eliminado del juego a los hipertrofiados intermediarios

Autor: David Waywell
Traducción Hyspasia

La "Super Liga" estaba muerta y arrojada a la zanja mucho antes de que el Chelsea y el Manchester City sintieran arrepentimientos súbitos el Martes a la noche, seguidos rápidamente por el resto de los rebeldes ingleses. Si los clubes que proponían retirars de las competencias jugaran al fútbol tan bien como se dedican a la política, serían muy afortunados si estuvieran pateando una pelota de trapo en algún campo embarrado al final de la tabla de la D. ¿No se dieron cuenta de que cada revolución necesita una cabeza visibles, no un tibio comunicado de intenciones posteado en el website corporativo?

La ausencia de un Che Guevara (Joel Glazer no cuenta) significó que la debacle ya hubiera escalado a una oportunidad inexistente antes de la retirada. El fútbol inglés (y se puede discutir, el europeo y el mundial) ha estado roto por la mayor parte de la década sino más aún. Tiempo atrás, el Premiership era la corporización de un negocio orientado al cliente; bien orientado al cliente; y simple economía de mercado. Sin embargo si Sky ofrecía una nueva manera de consumir fútbol en 1992, desde entonces no hay cambiado con los tiempos.

Para empezar, el juego está ampliamente sobrepreciado y entrega menos de lo que cobra. Los servicios de streaming oficiales van desde de mala calidad (Sky via NOW TV y Virgin's cambian constantemente de apps) al excelente pero problemático de Amazon Prime (problemático porque...bueno, es Amazon). A menudo fallan en entregar la calidad y confiabilidad ofrecidos por sus rivales ilegales, mientras los fans en el Reino Unido son criminalizados simplemente por querer mirar a sus equipos cuando estos equipos juegoa. Aúun cuando la mayoría de los partidos de Premiership son emitidos en forma libre en todo el mundo, en el Reino Unido todavía están protegidos por la cada vez más irrelevante y obsoleta BBC "Match of the Day". Pero, por supuesto, deben ser los clubes los que están equivocados por querer cambiar los horarios y emitir sus propios partidos por sus propios servicios de streaming...

Nosotros, además, tenemos un mercado fragmentado, sin ninguna manera razonable para ver un solo partido excepto pagar precios inflados £ 9,99 para ver un día (¿quién necesita un día?) de Sky Sports o £ 25 para ver un mes de deportes en BT. Entonces, si BT emite sólo uno de los partidos de su equipo por mes, resulta que ver ese partido le costó a usted £ 25, a menos que a usted le encante ver días enteros de pesca o, peor aún, lucha libre WWE. Lo peor de todo esto son los números. Entre 2015/6 y 2019/20 el precio del ticket al estadio aumentó un 14% pero la subscripción creció por el 40%.

Y por el juego en sí mismo: continúa sufriendo mal gerenciamiento. Cada semana, los gerentes se quejan sin resultado alguno de agendas sobreexigidas y jugados sujetos a riesgos innecesarios al jugas sin descanso adecuado. Si no son lesionados en partidos amistosos sin sentido, los jugados top tienen que pasar el verano con obligaciones internacionales, con la amenaza de la insanía del Mundial de Qatar sobre sus cabezas. No hace falta de que hablemos del sistema de elección de sede o las preocupaciones por derechos humanos en la construcción de los nuevos estadios.

Aún la razonable imposición del VAR se ha convertido en una farsa: el equivalente a enseñarle al tío Roberto como usar una planilla de cálculo Excel. Escudriñar pixelados se ha convertido en el pasatiempo nacional al ver cómo incompetentes referees deciden en el continuo espacio-temporal basados en arbitrarias divisiones de ambos en discretos cuadros y píxeles. Dibujan líneas entre puntos en una pantalla y deciden qué es lo que debe haber sucedido en el espacio vacío.

Entonces, ¿de quién es la culpa? ¿Son los clubes grandes que pensaron que podían utilizar su poder para damandar cómo dirigir el juego? ¿O son los anónimos poderosos en las variadas asociaciones y federaciones que han embarrado la cancha por tanto tiempo?

Los fans mascullan que ambos son responsables y que el veradero problema es el dinero que hay en juego. Pero, ¿cuántos objetan el dinero que hay en películasa, música o videojuego? ¿Por qué es sólo el fútbol el que de alguna manera "se mancha" porque aquellos que crean el producto quieren una parte de las ganancias? A veces, parece que es un problema de percepciones, como si todos hiciéramos un esfuerzo de entender qué significa "mil millones" y que la palabra es de alguna manera pornográfica. La idea que un club de fútbol pueda valer tanto dinero es incongruente con nuestro idealismo inocentón sobre los equipos que apoyamos. Queremos que todo sea parroquial, confortable y benigno. Entonces, cuando los clubes anunciaron que se iban de Champion's League, los fans asumieron que se trataba únicamente de dinero, como si el deporte pudiera existir en un mundo sin inversiones. Y no ayuda en nada que lumbreras como Gary Neville de Sky Sports hable de la codicia de las corporaciones (si bien tiene razón en algunos puntos) sin reconocer que parte del problema del fútbol es Sky Sport (lo que nunca admitirán).

En cambio, viejos problemas fueron rápidamente sobrepasados por nuevos. Neville lamentaba que la familia Glazer permitiera Old Traffor convertirse en un "basural". Tiene razón en un punto, al igual que los fans de Liverpool que se quejaban de la falta de inversiones de su equipo para esta temporada (que contribuyó a sus problemas en defensa luego de que Virgil van Dijk se lesionara en el partido con Everton). Los fans del Arsenal se quejaron de más o menos lo mismo (a pesar de que el dinero de ellos fue usado para pagar un maravilloso estadio nuevo) mientras los Spurs gastaron otra fortuna en un gerente que "falló" al llevarlos al cuarto lugar en una extraña temporada arrasada por el COVID.

Pero ésa es la naturaleza de los hinchas de fútbol. Los fans se quejan de que "hay demasiado dinero en juego" pero luego son creativos cuando hay que gastarlo. Los fans de Liverpool que se quejan del dinero no deberían exigirle a los dueños de que compren a Kylian Mbappé en el verano. Pero como todo sabemos (aún aquellos de nosotros que somos hinchas del Liverpool) que ellos/nosotros lo haremos. 

El dinero, entonces, puede ser un titular de noticias, pero la verdadera batalla acá ha sido sobre el poder. Los grandes clubes trataron de negociar con la UEFA por años sobre el formato de Champion's League (entre otras cosas), que ya está excedida y exige demasiado de los jugadores. La UEFA no escucha. El lunes, en cambio, anunciaron una Champion's League más grande aún (con menos campeones) por lo cual los clubes decidieron actuar.

Nos deja a nosotros con un empate que fracasó estrepitosamente para los clubes y que colapsó rápidamente. Tenían la oportunidad de poner bajo la luz las insuficiencias de la UEFA, la FIFA e incluso de la Federación inglesa. En cambio, quedaron como malos actores que engañaron a sus fans con cada moneda que les sacaron y dañaron la naturaleza competitiva del deporte. (Un punto justo, ciertamente, pero que también parece razonable, en el corto plazo, al menos, es que los clubes que se vayan de la UEFA les garantizaban ingresos por un tiempo y no iban a ser expulsados de la liga local).



Mientras tanto, los verdaderos culpables continúan actuando como miembros de SPECTRE, la organización de villanos desarmada por James Bond, o, en este caso, el veterano periodista Andrew Jennings, que se pasó todos los '80 y '90 parado enfrente de mansiones miemtras le gritaba a las sombras que subían a limusinas. ¿Cómo sería una copa de la final europea sin los potentados europeos y los ejecutivos mundiales de fútbol en sus asientos ejecutivos? ¿Dónde estarían los fans si pudieran ver las finales en lugar de que la mayoría de los tickets terminen en la mano de los señores trajeados de la UEFA?

Esos hombre en los palcos ejecutivos (uno siente la tentación de agregar mujeres pero este desastre está producido en su gran mayoría por hombres) han hecho un muy mal trabajo al dirigir el deporte y la corrupción no empezó ni finalizó con Blatter y Platini; el primero era el conveniente payaso; el segundo un ídolo deportivo que dio el mal paso. Esas grandes noticias de años atrás fueron fogonazos momentáneamente iluminando el más oscuro negocio del mundo.

En cambio, el fútbol se ha convertido en la metonimia de un mundo cada vez más dominado por los intermediarios: la industria de los "players" quienes "engrasan" las ruedas. Esto, después de todo, es uno de los pecados capitales de Lex Greensill (¡seguramente un gran nombre para un villano de Bond!). No es sólo que David Cameron usó sus conexiones sino que lo hizo para ayudar a un hombre que quería incrementar el peso del estado al ofrecer un crédito de pago diario a trabajadores estatales. La única diferencia era que su comisión provenía de las arcas estatales.

UEFA, FIFA, Greensill...intermediarios que nunca crean nada. Es una tendencia global: el maligno desequilibrio que destruye modelos de negocio baratos, como los medios sociales donde todos trabajamos gratis para llenar el espacio con contenido. En Australia, recientemente, el gobierno forzó a Google y Facebook a pagar a los proveedores de noticias por el contenido que proveen. Se quejaron, pero en este punto Rupert Murdoch siempre tiene razón. Sólo porque Google tiene la tecnología para arrancar contenido de otros websites, no significa que tiene el derecho de convertirse en el medio por el cual el contenido sea consumido. Al hacerlo le deniega a esos sitios los ingresos publicitarios que hacen dicho contenido posible. De esa manera, el periodismo muere.

Lo mismo es cierto para el fútbol. La UEFA no es más que un agregador de contenido. Los intermediarios que imprimen su logo en el producto de otras personas y lo reclaman como propio. Los clubes toman riesgos, producen jugadores, toman las pérdidas cuando se quiebran piernas o el equipo no gana, o cuando golpea el COVID. La "superliga" fue presentada por los medios como un desaire a las tradiciones del juego y a los hinchas ordinarios pero eso es una fantasía sobre el deporta que hace mucho perdió su inocencia. Está hubiera sido una oportunidad de poner el poder de vuelta en manos de los fans y revitalizar el juego. Podría haber sido la revolución o, si se prefiere, la reforma que el juego desesperadamente necesita. Ahora el poder volvió a las manos de los Eurobufones y sus desvergonzados administradores que ya estaban a cargo y donde, seguramente, existe la verdadera e inminente amenaza al fútbol

* * *

Doomed European Super League would have cut out football’s bloated middlemen



The “Super League” was dead in the water long before Chelsea and Manchester City felt their feet get cold on Tuesday night, followed shortly after by the rest of the English rebels. If the clubs proposing the breakaway competition played football as well as they played politics, they would be lucky to be kicking an old, battered Mitre around a muddy field somewhere at the bottom of a Sunday league. Didn’t they realise that every revolution needs a figurehead, not a bland statement of intent posted across corporate websites?

The lack of a Che Guevara (Joel Glazer doesn’t count) meant the debacle had already escalated to an opportunity missed long before the retreat. English (and arguably European and world) football has been broken for the best part of a decade, if not longer. At one time, the Premiership was the embodiment of good customer-oriented business and simple market economics. Yet if Sky offered a new way of consuming football back in 1992, it has hardly moved with the times.

For a start, the game is badly overpriced and under-delivers. The official streaming services range from dire (Sky via NOW TV, and Virgin’s constantly changing apps) to the excellent but problematic Amazon Prime (problematic because… well, it’s Amazon). They often fail to match even the quality and reliability offered by their illegal rivals, whilst fans in the UK are increasingly criminalised simply for wanting to watch their teams at the times they play. Even though most Premiership matches are broadcast live across the world, in the UK, they are still protected for the increasingly irrelevant and outdated BBC Match of the Day. But, of course, it must be the clubs which are in the wrong for wanting to move with the times and broadcast their matches on their own streaming service…

We also have a shamelessly fragmented market, with no reasonable way to watch a single match except pay inflated prices – £9.99 to watch a day (who needs a day?) of Sky Sports or £25 to watch a month of sport on BT. So, if BT broadcasts only one of your team’s matches a month, it works out as £25 a match, unless you happen to enjoy days of fishing coverage or, worse, WWE “wrestling”. Most damning of all are the numbers. Between 2015/15 and 2019/20 the price of matchday tickets rose by 14 per cent but TV subscriptions rose by 40 per cent.

As for the game itself: it continues to suffer from gross mismanagement. Every week, managers complain to no effect about the overcrowded schedules and players subjected to unnecessary risk by playing without adequate rest. If they are not injured in pointless friendlies, top players get to spend their summers on international duty, with the insanity of the Qatar World Cup still looming. We needn’t even dwell how the bidding process was won or the human rights concerns around the construction of the new stadia.

Even the reasonable imposition of VAR has descended into farce: the equivalent of teaching your Uncle Cyril how to use a spreadsheet. Pixel peeping has become a national pastime as technically incompetent referees make absolute decisions about the continuum of space and time based on the arbitrary division of both into discrete frames and pixels. They draw lines between dots on a screen and make decisions about what would lie in the empty space.

So, who is at fault? Is it the big clubs who thought they might leverage their power to demand a say in the stewardship of the game? Or is it the anonymous powerbrokers in the various associations and federations which have made such a mess of things for so long?

Fans mumble that both are at fault and that the real problem is the money in the game. Yet how many object to the money in movies, music, or video games? Why is it just football that’s somehow “tainted” because those who create the product want a proper cut of the profits? At times, it seems to be a problem of perceptions, as if we all struggle to understand what a “billion” means and that the word is somehow pornographic. The idea that a football club could be worth that much is incongruous with our naïve idealisms about the teams we support. We want everything to be parochial, comforting, and benign. So, when the clubs announced they were quitting the Champion’s League, fans assumed it was all about money, as though sport can exist in a world without investment. And none of this is helped by pundits like Gary Neville on Sky Sports, talking about corporate greed (though he does make some valid points), without recognising that part of the problem of football is the problem of Sky Sports (which they’ll never admit).

Instead, old problems were soon conflated with the new. Neville bemoaned the Glazer family allowing Old Trafford to become a “dump”. He had a point, as did Liverpool fans who complained about the lack of investment in the team this season (which contributed to their defensive problems when Virgil van Dijk got injured in the derby with Everton). Arsenal fans complained about the same (even though the money was used to pay off a wonderful new stadium) whilst Spurs blew another fortune on a manager who “failed” by leading them to a tough battle for fourth place in a weird COVID-ravaged season.

But this is the nature of fandom. Fans complain about there being “too much money in the game” yet are profligate when it comes to spending it. Liverpool fans who complain about the money in sport shouldn’t then demand that the owners buy Kylian Mbappé in the summer. Yet we all know (even those of us who are Liverpool supporters) that they/we will.

Money, then, might well be the headline, but the real battle here had been about power. The big clubs had tried negotiating with UEFA for years about the format of the Champion’s League (among other things), which was already bloated and made too many demands on players. UEFA didn’t listen. On Monday, they instead moved to announce an even larger Champions League (containing fewer champions), which is why the clubs decided to act.

It leaves us with a standoff that backfired spectacularly on the clubs and then rapidly collapsed. They had a chance to highlight the inadequacies of UEFA, FIFA, and even the English FA. Instead, they made it look like they’re all bad actors out to screw the fans of every penny and undermine the competitive nature of the sport. (A fair point, certainly, but it also seemed reasonable, in the short term at least, that clubs breaking free from UEFA were guaranteed income for a time and weren’t going to be kicked from one league to find themselves unable to rejoin the other.)

Meanwhile, the real culprits continue to act like members of SPECTRE, the organisation of villains usually thwarted by James Bond or, in this case, the veteran journalist Andrew Jennings, who seemed to spend the entire 80s and 90s standing outside chalet gates in European holiday resorts shouting questions to shadowy figures climbing out of limousines. What would a European cup final be like without the long shots of the potentates of European and world football in the executive seats? Where would fans be if they could buy a proper allocation of tickets for finals instead of seeing the bulk of tickets going to the UEFA club?

Those men in the executive boxes (one is tempted to add women but this is a mess largely made by men) have been doing a terrible job of running the sport and the corruption didn’t start or end with Blatter and Platini, the former the conveniently cartoonish clown; the latter a sporting idol who went bad. Those exposés of a few years ago were merely chinks of light momentarily cast across one of the dark businesses of the world.

Instead, football has become the metonym of a world that is increasingly dominated by those in the middle: the industry “players” who “grease” the wheels. This, after all, is one of the chief sins of Lex Greensill (surely the name of a great Bond villain!) It wasn’t just that David Cameron used his connections but that he did so to aid a man who wanted to increase the burden on the state by offering a form of pay-day loan to public sector workers. The only difference was that his cut was coming out of the government’s coffers.

UEFA, FIFA, Greensill… Middlemen who never truly create. It is a global trend; the malign imbalance that underlies cheap business models, such as social media where we all work for free to fill the space with content. In Australia, recently, the government forced Google and Facebook to start paying news providers for the content they provide. An outcry ensued but, on this point, Rupert Murdoch was always right. Just because Google has the technology to scrape content from websites, does not mean it should have the right to become the medium through which that content is consumed. To do so denies those websites the ad revenue that makes that content possible. That way, journalism dies.

The same is true of football. UEFA is no more than a content aggregator; the middlemen who stamp their logo onto other people’s product and claim it as their own. Clubs take the risks, produce the players, often take the hits when legs get broken, teams fail to win, or when COVID strikes. The “Super League” was portrayed as a snub to the traditions of the game and ordinary fans but this is just a delusion about a sport that has long since lost its innocence. This could have been a chance to empower supporters and to revitalise the game. It could have been the revolution or, if you prefer, the reformation that the game so desperately needs. Now power has been passed back into the hands of the Eurobuffoons and shameless administrators already in charge and therein, surely, lies the real imminent threat to football.

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