LAS EMBAJADAS DE LA OTAN CONSPIRAN CONTRA EL ACERCAMIENTO ENTRE BRASIL Y LOS PAÍSES LATINOAMERICANOS
Autor: Rafael Machado*
Tenemos más pruebas de que los países de la OTAN están efectivamente comprometidos en cooptar a Brasil y vincularlo al Occidente atlántico.
Según dijo Juan Domingo Perón, en el año 2000, vería a los países iberoamericanos unidos o, en caso contrario, aometidos. El nuevo milenio llegó, la integración continental no llegó (salvo algunas tímidas iniciativas) y, de hecho, los países de la región, en general, quedaron bajo la tutela del Occidente colectivo.
Este sueño de integración iberoamericana viene desde hace mucho tiempo, como ya hemos tenido oportunidad de mencionar en otras ocasiones. Ya estuvo presente en el propio proceso de independencia y en el pensamiento original de Simón Bolívar, aunque prevalecieron los intereses de las oligarquías sectarias locales. Y el papel de Brasil en este proyecto, visto como incierto en tiempos de Bolívar, ya era prácticamente consensuado a finales del siglo XIX, cuando se desarrolló la escuela «arielista», que perfilaba una oposición fundamental entre la América de raíces anglosajonas y la América de raíz ibérica, y propugnaba la unión de la segunda frente a la primera.
Uno de los factores que se ha identificado como obstáculo para esta integración continental es el hecho de que las elites brasileras tienen sus ojos más puestos en el Atlántico que en el «corazón» de Iberoamérica. Quizás porque la colonización de Brasil comenzó como una colonización costera,
quizás simplemente por cómo fueron educadas las élites brasileñas, sin embargo tenemos ahí un hecho.
Gran parte de las elites brasileras (lo que se refleja en el pueblo) no se identifican como pertenecientes a la misma civilización que los pueblos vecinos y se sienten culturalmente más cerca de Estados Unidos que, por ejemplo, de argentinos, peruanos o mexicanos.
Una de las explicaciones ofrecidas para esta «alienación continental» por parte de muchos brasileños ha sido el hecho de que nosotros hablamos portugués, mientras nuestros vecinos hablan español. Es difícil aceptar esta explicación por varias razones: 1) No tiene sentido que el brasilero se identifique más con el estadounidense que con nuestros vecinos sobre esta base, ya que el inglés es obviamente menos comprensible entre sí frente al portugués; 2) El portugués y el español son suficientemente próximos, por los orígenes comunes del idioma, que surge del gallego-portugués, una de las lenguas pertenecientes a la familia lingüística de las lenguas ibéricas occidentales.
Nuestra «alienación continental», obviamente, tiene razones distintas a las lingüísticas: razones socioculturales, resultado de la «fascinación» de las élites brasileras en relación con los patrones culturales del «centro del mundo». Sin embargo, es obvio que la familiaridad lingüística une a los pueblos, por lo que nos parece parte de la construcción de las condiciones necesarias para que la integración continental acerque a los brasileros al idioma español y a nuestros vecinos al idioma portugués.
En este sentido, para intentar empezar a solucionar este problema, el gobierno de Vargas, en 1942, incluyó la enseñanza del español en el currículo brasilero obligatorio a través de la Ley Orgánica de Educación Secundaria nº 4.244. Esto ya seguía una lógica continentalista, ya que Vargas percibía el destino iberoamericano de Brasil y consideraba necesario el alineamiento mutuo entre los países de la región. No fue casualidad que más tarde él, Perón y el chileno Ibáñez organizaran el «Proyecto ABC» como semilla de un proyecto para estructurar un «Gran Espacio» continental integrado.
Pero aunque el impulso de Vargas en este sentido fue importante, debido a una serie de reveses y convulsiones históricas, a principios de siglo muchas escuelas brasileras todavía no ofrecían el español.
Es necesario reconocer el mérito de Lula por haber cambiado esta situación al hacer obligatoria la enseñanza del español en los establecimientos de educación secundaria de Brasil a través de la Ley 11.161 de 2005.