CATALUÑA II
¿MARIANO RAJOY RESULTARÁ
MARIANO KERENSKI?
Nota de RestaurAR: Durante esta semana expondremos diferentes posiciones sobre el movimiento independentista catalán. Hoy: Javier Portella, periodista de @elmanifiestocom.
Hay algo de fascinante, os lo aseguro, en seguir sobre el terreno –estoy estos días en Barcelona– los prolegómenos de una revolución. Por cierto, no es poco decepcionante y angustiante ver cómo tu país está en tren de ser desmembrado antes de caer al abismo. Pero lo que resulta fascinante es ver, constatar, día tras día, el grado absoluto de estupidez y de traición de los Kerenski, sin la colaboración de quienes no podría jamás haber una revolución.
En la ocurrencia, su claudicación se remonta a muy lejos, a cuarenta años, cuando el nuevo régimen llamado democrático, temeroso y esperando dulcificar a la fiera, acometió la más completa cesión de los resortes del poder, desde la policía a la enseñanza y el adoctrinamiento mediático. Sin olvidar el dinero: la deuda de la Generalitat hacia el Estado español se eleva actualmente a € 55 miliardos. Si éste cerrara por un instante la canilla, ni un policía ni un funcionario ni uno solo de los dirigentes de la sedición habrían tenido, este 30 septiembre, su salario al cobro. En español se le llama a esto “ser, tras cornudo, apaleado”. En francés: être cocu & content.
Los resultados obtenidos por todos los colaboracionistas objetivos de la secesión –desde Juan Carlos I hasta su hijo y el conjunto de dirigentes de derecha, de izquierda y de centro– están allí, a la vista: una región, Cataluña, irreconciliablemente, mortalmente, escindida en dos; y una nación de muchos siglos, España, en riesgo de ser desmembrada. Es así que ella se constituirá en el primer Estado-nación europeo en perimir.
“¡Muerte al Estado-nación!” “¡Viva la Europa de las mil regiones pequeñas!”, van a escribir algunos, mientras que otros –los mundialistas que desean el Gran Reemplazo y el Gran Despanzurramiento que llevan a la muerte de los pueblos y de las naciones– se van a frotar las manos. Es menester, por cierto, trabajar para la gran Europa, para la Europa vivida como patria carnal, pujante, grande, hermosa. Pero esta Europa, que pasa ciertamente por el reconocimiento de las particularidades y de los derechos de sus regiones, no pasa de ningún modo por la disolución de las grandes unidades de lengua, de cultura y de historia que son los pueblos devenidos en naciones desde hace siglos.
¿Qué va a pasar ahora en Cataluña? La gran revolución, es evidente. Pero no solamente la revolución secesionista. Y también la otra: la liderada por los izquierdistas y los comunistas de CUP, Podemos y Esquerra Republicana, que ven a la independencia como el primer paso hacia la disolución del país y la revolución totalitaria de sus sueños. Más turbias las aguas, mejor podrán pescar en ellas. Por tanto, se trata de una revolución de tipo nuevo. No la revolución de los proletarios (o de los pretendidos de tales), sino la de los bobos. La primera revolución del siglo XXI, la revolución 2.0, la del “último hombre” que diría Nietzsche, la revolución del homo festivus, que diría Philippe Muray.
La gran cuestión es, pues: los hijos del angelismo, los bobos de tipo espíritu Bisounours que han ocupado con aire de fiesta, durante todo el fin de semana, los locales escolares para posibilitar la tenida electoral, el domingo, de un simulacro de referéndum; los revolucionarios de este pretendido “populismo de izquierda” que recoge la mayor parte de los votos en los barrios elegantes, en una palabra todas esas gentes tan sencillas y encantadoras, ¿van a ser capaces de levantar barricadas y de dejar, si hiciera falta, su pellejo en ellas?
Se puede dudar. Del mismo modo en que se puede hacerlo si, cuando el lunes o el martes se proclame la República independiente de Cataluña, Mariano Rajoy osa adoptar las medidas que la ley estipula y el elemental sentido común exige: estado de urgencia, suspensión de la autonomía de Cataluña y detención del presidente Carles Puigdemont y de los principales dirigentes del golpe de Estado.
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