La violencia (también) tiene cara de mujer
Autora: Bets (@Betsiebook)
En los últimos tiempos vemos aparecer en las noticias cada vez con mayor asiduidad noticias de mujeres que atacan a hombres con los que han mantenido algún tipo de relación sentimental o sexual, usualmente provocándoles la muerte o graves lesiones . También, es más usual leer que han agredido sexualmente a menores varones o adultos . Estas noticias usualmente no encuentran ni el eco ni la furia que el caso contrario despierta en la sociedad. O incluso, en los casos donde una mujer adulta se aprovecha de la inexperiencia o presiona a un menor para tener sexo, se lo comenta jocosamente, como si no se tratara nunca de una situación traumática sino que debe ser festejado. Se menciona como el muchacho debería vivir la situación abusiva como un logro o una iniciación en la adultez, sin pensar lo que puede significar para ese muchacho en ese momento o a futuro. Esta mirada además hace doblemente difícil que el varón pueda acercarse a denunciar abusos sexuales por parte de figuras femeninas. Ni hablar si las que lo realizan son familiares (madres, tías) .
¿Por qué es tan difícil pensar a las mujeres como violentas y actuar en consecuencia tanto social como penalmente?
Quizás porque sigue siendo más fácil ver a las mujeres como víctimas que como victimarias, la construcción social y cultural de la “debilidad femenina” contra la “fuerza masculina” continúa creando sentidos comunes que hacen de las primeras unas pobres almas en desgracia y de los segundos unas bestias salvajes sin control . Sin embargo, es hora de afrontar con honestidad que las cosas nunca son tan nítidas, ni tan sencillas, ni tan extremas.
La violencia es un fenómeno interpersonal, cualquiera puede ejercerla y cualquiera puede sufrirla. Esto no quiere decir que no haya grupos más vulnerables: los niños y los ancianos, los enfermos y los discapacitados de cualquier sexo.
Se me contrapondrá que “estadísticamente” hay más denuncias por agresión contra hombres que contra mujeres . Revisemos esto desapasionadamente. Las estadísticas, que en este caso parecen ser la respuesta mágica y pared para no abordar el problema en ningún nivel, no son una fuente fiable por dos cuestiones: en primer término su relevamiento no es controlable ni seguro por un lado (y esto corre para cualquier delito en realidad) siendo caprichoso el relevamiento de datos y, en segundo lugar, porque el imaginario de cómo debe ser y portarse un hombre hace que no se denuncie o bien, que si la víctima logró juntar el coraje suficiente para acercarse hasta una comisaría o incluso una fiscalía, sean humillados de distintas maneras y lo más posible es que ni siquiera logre que se tome su reclamo. Ni hablar de la imposibilidad de que las comisarías “de la mujer”, que deberían encargarse de los casos de violencia en la pareja o de “género” entendiendo esto en su forma real es decir tomando en cuenta tanto a hombres como mujeres, tomen en cuenta la situación de un hombre denunciante. Aquí confieso mi permanente perplejidad por el nombre de dicha institución (aunque en algunos casos se agrega “y la familia”).
Es cierto que algunos varones han logrado denunciar a sus parejas u otras mujeres por lesiones, sin embargo, estas causas no se observan desde el prisma que parece hoy querer devorarlo todo “la violencia de género”. Así, la mentada “perspectiva de género” que -sostienen algunos abogados y casi todas las feministas y la mayoría de los abogados feministas de todos los géneros (no sea cosa) y de ambos sexos- debería aplicarse en el derecho penal cada vez que una mujer realiza una denuncia contra su pareja hombre (el problema de la violencia homosexual tanto entre hombres como entre mujeres continúa siendo mayormente ignorada) no parece tener un correlato igualitario (esa palabreja que parece gustar tanto hoy en día) cuando se trata del caso inverso.
Brevemente, me permito agregar, que si bien esta mirada que se pretende “sensible” del derecho penal es más compleja de lo que su caricatura y simplificación nos muestran o permiten adivina y, si bien considero, que puede aportar herramientas para pensar la violencia específica en relaciones de pareja (doméstica) e incluso sexual se está llevando hacia el absurdo de sostener que la sola palabra de la víctima femenina contra el supuesto agresor es prueba suficiente o debe pesar más que cualquier otra para su condena... o en el caso contrario cuando es ella quien “reacciona” y ataca a su pareja como excusa que la libre de culpa y cargo.
La violencia en las parejas es un fenómeno que usualmente se presenta sin testigos, esto es verdad, pero que deja marcas y señales, tanto físicas como psíquicas. Toda violencia debe ser encarada firmemente, todas las víctimas tienen derecho a ser escuchadas, protegidas, amparadas y representadas en el sistema de justicia.
Sostener que debemos ignorar la violencia ejercida por las mujeres tanto física como sexual, psicológica o económica sobre los hombres porque “no son tantos” quienes la sufren es un argumento miserable que pretende esconderse detrás de un supuesto saber “estadístico” que no puede sostenerse si se lo analiza seriamente. Argumentar que visibilizar las violencias que las mujeres ejercen sobre los varones implica desconocer la inversa es asignar al contrario la postura propia.
En los últimos tiempos vemos aparecer en las noticias cada vez con mayor asiduidad noticias de mujeres que atacan a hombres con los que han mantenido algún tipo de relación sentimental o sexual, usualmente provocándoles la muerte o graves lesiones . También, es más usual leer que han agredido sexualmente a menores varones o adultos . Estas noticias usualmente no encuentran ni el eco ni la furia que el caso contrario despierta en la sociedad. O incluso, en los casos donde una mujer adulta se aprovecha de la inexperiencia o presiona a un menor para tener sexo, se lo comenta jocosamente, como si no se tratara nunca de una situación traumática sino que debe ser festejado. Se menciona como el muchacho debería vivir la situación abusiva como un logro o una iniciación en la adultez, sin pensar lo que puede significar para ese muchacho en ese momento o a futuro. Esta mirada además hace doblemente difícil que el varón pueda acercarse a denunciar abusos sexuales por parte de figuras femeninas. Ni hablar si las que lo realizan son familiares (madres, tías) .
¿Por qué es tan difícil pensar a las mujeres como violentas y actuar en consecuencia tanto social como penalmente?
Quizás porque sigue siendo más fácil ver a las mujeres como víctimas que como victimarias, la construcción social y cultural de la “debilidad femenina” contra la “fuerza masculina” continúa creando sentidos comunes que hacen de las primeras unas pobres almas en desgracia y de los segundos unas bestias salvajes sin control . Sin embargo, es hora de afrontar con honestidad que las cosas nunca son tan nítidas, ni tan sencillas, ni tan extremas.
La violencia es un fenómeno interpersonal, cualquiera puede ejercerla y cualquiera puede sufrirla. Esto no quiere decir que no haya grupos más vulnerables: los niños y los ancianos, los enfermos y los discapacitados de cualquier sexo.
Se me contrapondrá que “estadísticamente” hay más denuncias por agresión contra hombres que contra mujeres . Revisemos esto desapasionadamente. Las estadísticas, que en este caso parecen ser la respuesta mágica y pared para no abordar el problema en ningún nivel, no son una fuente fiable por dos cuestiones: en primer término su relevamiento no es controlable ni seguro por un lado (y esto corre para cualquier delito en realidad) siendo caprichoso el relevamiento de datos y, en segundo lugar, porque el imaginario de cómo debe ser y portarse un hombre hace que no se denuncie o bien, que si la víctima logró juntar el coraje suficiente para acercarse hasta una comisaría o incluso una fiscalía, sean humillados de distintas maneras y lo más posible es que ni siquiera logre que se tome su reclamo. Ni hablar de la imposibilidad de que las comisarías “de la mujer”, que deberían encargarse de los casos de violencia en la pareja o de “género” entendiendo esto en su forma real es decir tomando en cuenta tanto a hombres como mujeres, tomen en cuenta la situación de un hombre denunciante. Aquí confieso mi permanente perplejidad por el nombre de dicha institución (aunque en algunos casos se agrega “y la familia”).
Es cierto que algunos varones han logrado denunciar a sus parejas u otras mujeres por lesiones, sin embargo, estas causas no se observan desde el prisma que parece hoy querer devorarlo todo “la violencia de género”. Así, la mentada “perspectiva de género” que -sostienen algunos abogados y casi todas las feministas y la mayoría de los abogados feministas de todos los géneros (no sea cosa) y de ambos sexos- debería aplicarse en el derecho penal cada vez que una mujer realiza una denuncia contra su pareja hombre (el problema de la violencia homosexual tanto entre hombres como entre mujeres continúa siendo mayormente ignorada) no parece tener un correlato igualitario (esa palabreja que parece gustar tanto hoy en día) cuando se trata del caso inverso.
Brevemente, me permito agregar, que si bien esta mirada que se pretende “sensible” del derecho penal es más compleja de lo que su caricatura y simplificación nos muestran o permiten adivina y, si bien considero, que puede aportar herramientas para pensar la violencia específica en relaciones de pareja (doméstica) e incluso sexual se está llevando hacia el absurdo de sostener que la sola palabra de la víctima femenina contra el supuesto agresor es prueba suficiente o debe pesar más que cualquier otra para su condena... o en el caso contrario cuando es ella quien “reacciona” y ataca a su pareja como excusa que la libre de culpa y cargo.
La violencia en las parejas es un fenómeno que usualmente se presenta sin testigos, esto es verdad, pero que deja marcas y señales, tanto físicas como psíquicas. Toda violencia debe ser encarada firmemente, todas las víctimas tienen derecho a ser escuchadas, protegidas, amparadas y representadas en el sistema de justicia.
Sostener que debemos ignorar la violencia ejercida por las mujeres tanto física como sexual, psicológica o económica sobre los hombres porque “no son tantos” quienes la sufren es un argumento miserable que pretende esconderse detrás de un supuesto saber “estadístico” que no puede sostenerse si se lo analiza seriamente. Argumentar que visibilizar las violencias que las mujeres ejercen sobre los varones implica desconocer la inversa es asignar al contrario la postura propia.
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Fuente:
[1] A modo
de ejemplo: https://www.infobae.com/sociedad/policiales/2017/09/11/la-fiscal-revelo-que-el-rugbier-mendocino-no-fue-arrollado-dos-veces/
[2]A modo
de ejemplo: https://www.infobae.com/america/eeuu/2017/09/26/la-esposa-de-un-entrenador-de-futbol-americano-violo-a-un-jugador-de-16-anos-del-equipo-de-su-marido/
Recientemente además se publicó el siguiente artículo: https://actualidad.rt.com/actualidad/244243-estudio-revela-agresiones-sexuales-hombres-mujeres
(Versión original: https://www.researchgate.net/publication/308844135_Sexual_Victimization_Perpetrated_by_Women_Federal_Data_Reveal_Surprising_Prevalence)
[3] Recién
en 2015 se dará uno de los primeros casos con condena firme por el abuso sexual
con acceso carnal de una mujer a un hombre: la madre abusó durante años de su
hijo. http://www.scba.gov.ar/includes/descarga.asp?id=32961&n=Ver%20Sentencia%20(67136).pdf
[4] Sobre
el mito de que las mujeres no abusan se puede consultar entre otros el texto de
Gutiérrez, Pedro A. "Delitos sexuales sobre menores" Eds. La Rocca,
Bs. As., 2015 (pp. 55-62)
[5]
Estadística criminal de 2012, origen de los datos Procuración General de la
Provincia contabilizando los procesos (IPP) iniciados en ese período.
Abusos de orden sexual (compatibilizando allí todos los
ilícitos afectantes de idéntico bien
jurídico con víctimas mayores y menores): 9388 casos (incremento del 600%
respecto al 2011)
90% mujeres, 10% varones.
De esas denuncias 44% ámbito intrafamiliar.
71 de cada 100 casos demuestran vínculo previo entre
víctima y victimario.
En cuanto a la edad de la víctima (índice de
vulnerabilidad) 45% afectan menores entre 6 y 15 años, 15% adolescentes de 16 a
18 años, 12% adultos entre 22 y 30 años y el 5% menores de 0 a 5 años.
Sobre el porcentual de abusos intrafamiliares: 62%
menores de 15 años, 39% de ese 62% afectó a niñaes y niños entre 11 y 15 años,
el 16% de 6 a 10 años y el 7% de 0 a 5 años.
"abusos sexuales de menor intensidad y consecuente
gravedad" 78,73% de las denuncias son de víctimas mujeres y 19,63%
varones. De estos, el 54% intrafamiliares, y de este porcentaje el 68% afectó a
niños de 0 a 5 años y el 16% a menores de 5 años.
FUENTE: Gutierrez, Pedro A. "Delitos sexuales
sobre menores" Eds. La Rocca, Bs. As., 2015. pp.28-29
[6] Es
interesante al respecto sobre la encuesta de violencia contra las mujeres la
lectura del artículo de Malena Rey: http://ar.bastiondigital.com/de-vida-o-muerte/una-oportunidad-malgastada