CATALUÑA I

La secesión es cosa de una década

Autor: Rafael Núñez Huesca

Versión original: https://gaceta.es/espana/secesion-catalana-es-cosa-de-una-decada-20171001-0233/


España, desaparecida como concepto desde hace años, ha quedado a la intemperie y vulnerable frente a los separatismos. Es hoy un cuerpo biológico que padece una grave infección y carece de sistema inmunitario. Un alto cargo del PPC confiesa: ‘o se actúa ya o Cataluña será independiente en diez años’

Llegué hace una semana a Cataluña preocupado y el próximo día tres volveré a Madrid aún más preocupado. El ambiente con el que me he encontrado aquí es desolador. El separatismo ha ganado todas las batallas. La política, la emocional, la propagandística, la simbólica, la mediática, la institucional, la cultural, la educativa, la sociológica. Ya sólo la ley actúa como muro de contención. La presa se agrieta cada vez más y tiene multitud de vías de agua. No aguantará mucho más.

Los testimonios de catalanes que se reconocen españoles que La Gaceta ha podido recoger estos días mueven a la pesadumbre. Podrían resumirse en una sola frase: “Nos han dejado solos”. Denuncian el abandono del Estado frente a un régimen que, por fases y con el consentimiento de Madrid, ha construido una nación donde nunca la hubo.

Hoy la mitad de los catalanes creen sinceramente ser víctimas de un régimen despótico y opresivo. De una semi-democracia de pulsión autoritaria y cuya vocación uniformizadora ha puesto a Cataluña al borde de la extinción. Una paranoia inducida desde el formidable aparato político-administrativo que el régimen autonómico puso en manos del nacionalismo.

Una parte importante, quizá mayoritaria, de los independentistas son irrecuperables. Yo lo he visto. He hablado con ellos. Cualquier razonamiento es en vano. España es para ellos, literalmente, “opresión, ahogo”. Lo dice con gesto de faltarle el aire. Puede verse aquí. Y alude a conceptos como dignidad y decencia para sostener su voluntad de ruptura. Mas que irse, escapan. De nada servirá con ellos la pedagogía. Es inútil tratar de persuadir con argumentos racionales a alguien que ha llegado a una idea vía emociones.

Es una cuestión emocional, no material

Cataluña es próspera, tiene sus propias instituciones, habla su lengua de manera libérrima hasta el punto de haber desplazado por completo al castellano del plano público, tiene sus propios medios de comunicación, sanidad, policía, colegios y hasta embajadas. Y a pesar de todo ello ha triunfado el relato de la opresión y el sometimiento a un poder intransigente con sede en Madrid. Las heridas que exhiben son psicológicas, no reales. Las manifestaciones multitudinarias de los últimos años no clamaban por pan y trabajo, se equivoca quien siga creyendo que todo se reduce a una cuestión material o crematística, es una cuestión puramente metafísica. De “voluntad de ser”, en frase muy del gusto del independentismo.

La secesión es cosa de una década

“Si no se recupera la Educación estamos perdidos. Hace mucho tiempo que los colegios catalanes son academias militares”. Son palabras de un alto cargo del PP catalán “muy preocupado” por la situación. Por la actual y, sobre todo, por la venidera: “De seguir está dinámica, si no se toman cartas en el asunto, la secesión es cosa de una década”. El de este cargo popular es el análisis absolutamente dominante entre los catalanes no-separatistas. El status quo beneficia al rupturismo en tanto la producción de “seres humanos fallidos”, en palabras de Fernando Aramburu, continuará a pleno rendimiento. El tiempo juega a su favor. Cataluña se divide entre independentistas y los que aún no lo son.

Después de cuatro décadas de abandono de la idea de España, de persistir en el relato que vincula a España con la terna reacción y de políticas culturales y educativas que han ignorado el todo para centrarse en las partes, la nación ha quedado a la intemperie y vulnerable frente a los separatismos.
Muchos de los catalanes contrarios a la secesión no lo son por sentirse vinculados a la misma comunidad política y cultural que castellanos, asturianos o extremeños, lo son por cuestiones coyunturales y de tipo enconómico. Tanto que el principal argumento disuasorio es “salir de la Unión Europea”. España es hoy un cuerpo biológico que padece una grave infección y carece de sistema inmunitario.

Vamos perdiendo

El relato nacional español es débil y desmayado, y frente a él se alza un relato de identidad poderoso, altivo y “ultramoderno”, en feliz descripción de Juan Arza. Yo mismo he podido comprobar el desamparo, el caos y la desmoralización de los manifestantes barceloneses por la unidad nacional frente a la exhibición de medios, la impecable organización y la narrativa poética que ha impregnado cada movilización separatista. También en lo estético. Fotocopias frente una explosión cromática de vallas, banderas y carteles. Decenas frente a miles. Pesadumbre frente a ilusión. “Vamos perdiendo”, me repetían en la Plaza de San Jaime. “Vamos perdiendo y cada vez queda menos tiempo para remontar”. Otros ya aceptan la derrota y hacen cábalas para que las condiciones del referéndum definitivo que habrá de venir sean lo más beneficiosas posible.
El Estado ha perdido todas las batallas excepto la legal, pero no se puede fiar la cohesión de un país al código penal.

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