DISTURBIOS, SAQUEOS Y LA ELECCIÓN EN EEUU


Nota Editorial de Reaction Life, Gran Bretaña.

Nota original: https://reaction.life/trump-could-still-win-with-the-crucial-help-of-woke-rioters/


"Ésta es la elección más importante en la historia de los EEUU", clamó Donald Trump en su discurso de aceptación de la nominación a candidato a la presidencia por parte del Partido Republicano. Hay menos hipérbole en esta oración que lo que usualmente se asocia con el Presidente Trump: es una elección crucial. Como todas las elecciones presidenciales de los EEUU, afectará a todo el mundo, no solamente a los EEUU. Hay un ímpetu adicional esta vez, sin embargo. Las democracias, lastimadas por el Covid-19, están todavía intentado ver cómo combaten a China y saben que tienen que mirar por el liderazgo de Norteamérica en los difíciles años que tienen por delante.

De cara a esto, Trump está en una posición complicada para ganar su segundo término: jaqueado por una pandemia y sus consecuencias económicas, preside un país agitado por disturbios y corriendo detrás de su oponente del partido Demócrata en las encuestas. Pero las encuestas nacionales son una pobre guía para adivinar el resultado de una elección marcada por el Colegio Electoral.

El colegio ha volcado a favor de los republicanos a tal punto que aún si hubiera una derrota del voto popular similar a la que sufrió John McCain en el 2008, aún así Trump podría llegar a la Casa Blanca. Mientras que los demócratas acumulan apoyos en California y Nueva York, Trump no está lejos en los estados que determinarán los resultados. Encuestas reciente en Florida y Pennsylvania, dos de los estados con más delegados al colegio y que suelen votar en forma diferente en cada elección ("swing states"), tiene a Biden y a Trump con una diferencia dentro del margen de error. (N. de la T.: empatados en las encuestas).

En Wiscosin, donde los disturbios dominan la cobertura de los medios de comunicación, una encuesta publicada el miércoles por Trafalgar Group muestra a Trump con un liderazgo de 1%. En el estado vecino de Michigan, Trump a escalado en silencio hasta lograr un liderazgo de dos dígitos porcentuales en las encuestas sobre Biden.  Ambos están a 4% de diferencia en las encuestas hechas en esos estados. Si Trump gana esas dos carreras [Michigan & Wiscosin] es muy probable que gane la elección. Minnesota, que Hilaria Clinton ganó por dos puntos en el 2016, ahora está empatada, de acuerdo a Trafalgar.

Claramente, Trump todavía está en condiciones de ganar, aún si sus proyecciones parecieran precarias. Su punto más débil es cómo manejó la pandemia de Covid-19, que ya mató a 185.000 norteamericanos. Aún los republicanos manifiestan su descontento. Es importante, sin embargo, recordar que el público norteamericano es menos proclive que el inglés a responder a la crisis exigieron que el gobierno federal "haga algo". Criticar la respuesta de Trump a la pandemia no implica, necesariamente, retirarle el apoyo en las elecciones.

La economía de los EEUU está en problemas. Pero eso puede no eliminar de las mentes de los votantes el record histórico antes de que el Covid golpeara, una historia de éxito relativo que incluía la mayor tasa de empleo de la historia del país entre las comunidades negras e hispánicas, un logro ignorado por los que apoyan el movimiento BLM [N. de T.: Black Lives Matter].

Pero los disturbios que afectan los EEUU se están ahora convirtiendo en el punto principal de la elección. Esta semana, una violenta multitud agredió a delegados que dejaban la Casa Blanca al cierre de la Convención del Partido Republicano. Aún durante el discurso del Presidente en los Jardines Sur de la Casa Blanca, ruidosos manifestantes podían ser oídos tratando de eclipsar la palabra del presidente. Fue un momento importante: activistas localizados en la calle tratando de silenciar un momento solemne en un proceso democrático.

A este paso, los elementos más extremos de BLM podrían llamarse a sí mismos la Campaña para la Reelección de Trump, como los miembros moderados del partido demócrata reconocen.

La izquierda de los EEUU, perversamente. ha hecho de la Ley y el Orden, el punto de mayor importancia de esta campaña - una plataforma hecha a medida para Trump. La campaña de desfinanciar a la policía es abiertamente nihilista. Joe Biden ha dejado para último momento disociarse del ala delirante de su partido, si es que se anima a hacerlo. Las imágenes preocupantes de los manifestantes, la violencia, las amenazas de los "luchadores de la justicia social" [social justice warriors o SJW] que demandan obediencia al resto de los norteamericanos han sido virales online, sirviendo de motivación para la base electoral de Trump y generando preocupación en los votantes "flotantes" [N. de T.: que cambian de voto según el caso] en los estados claves.

Internacionalmente, la posición de Trump frente a China ofreció liderazgo al mundo, sin las guerras estilo Bush, lo que también lo ayuda. En los últimos dos meses de campaña su reivindicación de la "grandeza" de los EEUU ha resonado en un electorado cansado de ser dicho por sus oponentes que son "racistas", "privilegiados" u "opresivos". Los manifestantes pueden obtener los titulares de los medios de comunicación, pero detrás de los cercas pintadas de blanco donde la América real vive, el pulso es diferente.

¿Todas estas consideraciones implican que Trump va a ganar? Por supuesto que no; simplemente remarcan la torpeza de una predicción en semejante contexto. Trump está lejos de ser derrotado.


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Traducción: Hyspasia

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 “This is the most important election in US history,” Donald Trump claimed in his acceptance speech as presidential nominee of the Republican Party. There was arguably less hyperbole to this statement than is usually associated with President Trump: this is a crucial election. Like all US presidential elections it will affect the whole world, not just America. There is an added impetus this time, though. The democracies, laid low by Covid-19, are still trying to work out how to combat China and will look in the difficult years ahead to America for a measure of leadership.

On the face of it, Trump is badly placed to win a second term: beset by a pandemic and its economic consequences, presiding over a country in riotous turmoil and trailing his Democratic opponent Joe Biden in the polls. But the national polls are a poor guide to the outcome of an election that hinges upon the distribution of votes within the Electoral College.

The college has shifted in the Republicans’ favour to such an extent that a popular vote defeat on a similar scale to John McCain’s in 2008 could still keep Trump in the White House. While the Democrats pile up supporters in California and New York, Trump is not far behind in the states that will determine the outcome. Recent polls in Florida and Pennsylvania, the two most delegate-rich swing states, have Biden and Trump polling within the margin of error.

In Wisconsin, where riots have dominated media coverage, a poll published last Wednesday by the Trafalgar Group showed Trump holding a one-point lead. In neighbouring Michigan, Trump has quietly clawed back what was a double-digit lead for Biden. The two are now within four points of each other in some state polls. If Trump wins those two close races he would be likely to win the election. Minnesota, which Hillary Clinton won by two points in 2016, is now a tie, according to Trafalgar.

Clearly, Trump is still a contender, even if his prospects look precarious. His weakest feature is his handling of the Covid-19 pandemic, which has so far killed 185,000 Americans. Even Republicans are now expressing discontent. It is important, however, to recall that the American public is less inclined than the British to respond to a crisis by demanding that the federal government “do something”. Criticism of Trump’s response to the pandemic does not necessarily equate to withdrawal of electoral support.

The US economy is in trouble. But that may not erase from voters’ minds Trump’s record before Covid struck, a relative success story that included the highest employment rates ever recorded for black and Hispanic workers, an achievement ignored by BLM supporters.

But the riots afflicting America are now becoming the core issue at this election. This week, a violent mob harassed delegates leaving the White House at the close of the Republican convention. Even during the President’s speech on the South Lawn of the White House, raucous protesters could be heard trying to drown him out. That was an important moment: street-based activists trying to silence a solemn moment in the American democratic process.

At this rate, the most extreme elements of BLM might as well rename itself the Re-Elect Trump Campaign, as despairing Democratic moderates acknowledge.

The US left, perversely, has made law and order the overriding issue of the campaign – a platform tailor-made for Trump. The campaign to defund the police is openly nihilist. Joe Biden has also left it late to dissociate himself from the crazy wing of his party, if he dared do so. The troubling images of rioters, violence and menacing “social justice warriors” demanding compliance from Americans are going viral online, serving to motivate Trump’s base and trouble floating voters in key states.

Internationally, Trump’s stance against China offered world leadership, without Bush-style wars helps him too. In the last two months of the campaign his claim of American “greatness” may well resonate among an electorate tired of being told by his opponents that it is “racist”, “privileged” and “oppressive”. The woke rioters may make the headlines, but behind the white picket fences where the real America lives, there is a different pulse.

Do these considerations amount to a prediction of a Trump victory? Of course not; they simply highlight the unwisdom of prediction in this strangest of contests. Trump is far from beaten.

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