CUANDO YA NO IMPORTE
Se sienten seguros.
Se sienten intocables.
Se sienten impunes.
“También recuerdo que en aquellos tiempos la gente de Monte huía de su ciudad, cruzaba el río para llegar a la gran capital transformada entonces en cabecera del tercer mundo, erizada con los cartones y latas herrumbradas que construían lo que llamaban casas en cientos de Villas Miserias que iban aumentando cada día más cercanas y rodeaban el gran orgullo fálico del obelisco”.
Juan Carlos Onetti, “Cuando ya no importe”, 1993, Buenos Aires, Ed. Alfaguara.
“Cuando ya no importe” es una obra maestra de Onetti que incomoda, angustia e impide respirar a quien la lee.
CUANDO YA NO IMPORTE
Esta semana el ex presidente temporario de la Nación, ex Gobernador electo de la Provincia de Buenos Aires, ex Senador, fue a un programa de televisión e hizo una serie de declaraciones que me gustaría analizar. Voy a hacer lo mismo que hicieron todos los que hablaron de esto esta semana: llevar agua para mi molino. Ustedes me dirán si lo logro o no [1].
No me voy a referir a sus comentarios sobre las FFAA. Ya explicaré por qué. Al tema específico de la probabilidad de su participación en un eventual golpe de estado se refirió el Ministro de Defensa con mesura y propiedad, por lo que creo no hace falta agregar nada [3].
Sí creo que varios políticos, periodistas, referentes y Telam se focalizaron en su comentario sobre las FFAA como lo hace el tero. Hacer ruido en otro lado para distraernos de lo que no quieren que se hable. Lo lograron. Se habló de golpe sí, golpe no, y se olvidó de sus otros comentarios. Y sobre eso es que quiero llamar la atención.
Dijo varias cosas interesantes, pero lo que más me gustó, lo que más honesto me pareció, es dónde se ubicó ("los que comemos todos los días"). Dónde se ubicó él. Se paró en un nosotros vs. ellos (según la definición de Fontanarrosa), donde “nosotros” somos los políticos y “ellos” es la población. Donde la población = El Club de los Perdedores y Duhalde = miembro del club de los políticos.
Me pareció fantástico. Genial. ¡Al fin! ¡Aleluya!
Y después dio una serie de consejos, pero no para nosotros: se los dio a la casta política. Voy a tratar de traducirlo. No sé si seré exitosa. Ustedes dirán.
Dijo que la cuerda está tensa, que la gente está mal (nosotros, los Perdedores), a diferencia de “nosotros” (la casta política) que tiene la panza llena (...la gente no sabe cómo va a comer hoy...es mucho más fácil para los que comemos todos los días...).
Que la gente está cansada porque no sólo está mal sino porque no se vislumbra una mejora y que además la población está armada. [2]
Por último le pide a la casta política (“nosotros”, el “nosotros” de Duhalde) que mire el resto de Sudamérica donde no está más Evo o Lula o Chávez o Bachellet o Tabaré Vázquez. No hay nadie que les vaya a tirar una soga.
* * *
En resumen les dijo que:
- La casta política tiene que estar unida para proteger sus privilegios de la turba (consenso). (...Hay que juntarse. Tener tres o cuatro objetivos básicos...).- No es tiempo para que la casta política se pelee entre sí, no es momento de infighting ("...No se puede llevar por delante a nadie...") porque los “otros” (los Perdedores, el Pueblo de la Nación Argentina) está con poca paciencia ("...situación anárquica...") y pueden cortarles el gañote, no a todos pero sí a algunos y así perder sus privilegios de casta.
- La casta política debe reconocer que no les soluciona un solo problema a la población ("...tener un capitalismo productivo..."). La gente está mal, pasa hambre,...blah, blah, blah. En resumen, le dice a la casta política (no a nosotros, el Pueblo, sino a “nosotros, los representantes”, gran diferencia): dejen de mirarse al ombligo ("...las cosas muy cómodas, sentados...") y solucionen mínimamente algunos problemas de la población, abandonen por un rato sus diferencias porque se los van a llevar puestos ("...Estamos entrando en una situación anárquica...").
Sabemos que el patriarca, puede estar exagerando un poco para asustar a sus protégés.
Ninguno de ellos lo escuchó. Salieron todos en bloque a desmerecer sus palabras. Porque ninguno quiere dejar de robar, ninguno quiere menguar sus privilegios voluntariamente.
Y, lo que más nos afecta: ninguno tiene miedo de que la situación se desboque. Creen que con dádivas (IFE, IFI, IFA, UFA, AUH y todo lo que inventen) va a ser suficiente.
Se sienten seguros.
Se sienten intocables.
Se sienten impunes y que nunca los van a colgar de los faroles de Plaza de Mayo.
Lo que Duhalde dijo no es en beneficio del pueblo, es en beneficio de sus jóvenes asociados. Lo dijo con claridad “el que gana gobierna y el que pierde, también”. Nosotros (los Perdedores) lo tenemos claro: son lo mismo, hacen lo mismo, hablan igual, actúan igual. Cristina Fernández sube impuestos, Macri sube impuestos, en menos de un año de Alberto Fernández subieron un impuesto (a gente muy vulnerable como son los inquilinos) y ya amenazan con dos nuevos.
La casta política está en una carrera demente y sin control.
Y no tienen ni tiempo ni ganas para escuchar a un viejo coach como Duhalde.
El descontrol que nos amenaza a todos y del cual Duhalde advierte será, si llega a eso, una situación muy dolorosa para el Pueblo, porque ante la turba quienes sufren son los de a pie, no los apellidos ilustres de la política argentina que hace dos o tres generaciones ininterrumpidas vienen robando.
Por lo que el descontrol no es bienvenido. No por mí, al menos.
La casta política ante la amenaza se abroquelará y suspenderá momentáneamente el infighting. La única solución no dolorosa - o no tan dolorosa - sería una propuesta antisistémica organizada (no caótica), como la que da Trump en EEUU: Ganar las elecciones. EEUU está demostrando que ganar las elecciones no es garantía cuando uno tiene al poder económico, a la burocracia estatal y al deep state en contra. Aún así, es la batalla que hay que dar.
La casta política no va a escuchar a Duhalde. Nosotros deberíamos hacerlo. Para aprender cómo derrotarlos.