LO IMPORTANTE


Nos puede gobernar tal o cual partido, pero todos están de acuerdo en que un burócrata sentado en una oficina de Buenos Aires es la persona que mejor conoce la forma de resolver los problemas.
 
Autor: Dr. Antonio Bermejo (@JuezBermejo)

El último debate que nos trajo esta cuarentena, entendida como modelo de gobierno, lo dio un remero. Un atleta argentino, de esos que solemos vivar cada tanto, cuando traen una medalla en alguna competencia internacional, decidió que 150 días sin poder practicar su deporte era demasiado y se lanzó al río a entrenar. Inmediatamente, nuestros medios, catalogados como esenciales, decidieron comenzar un debate sobre si su actitud estuvo bien o mal, si había «peligro de contagio», si los deportes individuales deben ser habilitados (después de 150 días) y de por qué se habilita el fútbol y no el remo individual. La cuestión continuó con la Prefectura Naval, la misma fuerza que es impotente a la hora de perseguir los pesqueros chinos y españoles que depredan nuestras aguas, haciendo un espectacular despliegue de fuerzas para poder levantarle un acta al atleta. Dos días después, el Ministro de Salud dijo que hacer remo no es peligroso, pero como el remero no había pedido permiso, no se lo había habilitado.


Dentro de todas las ridiculeces que se dijeron sobre el tema, el tuit pegado anteriormente resume en 280 caracteres la forma de pensar de un burócrata. Recordemos: nos puede gobernar tal o cual partido, pero todos están de acuerdo en que un burócrata sentado en una oficina de Buenos Aires es la persona que mejor conoce la forma de resolver los problemas y la forma de vivir. Ellos deciden que la gente, para ser más saludable, deben ir en bicicleta a su trabajo (mientras ellos tienen autos oficiales). Ellos son los que deciden que los productores agropecuarios deben pagar para sostener industrias amigas del poder. Ellos deciden que para abrir un kiosco uno deba pedirle habilitación a 100 oficinas distintas.

La cuarentena decretada en marzo les dio un poder más allá de su imaginación: toda, cualquier actividad que cualquier persona quiera realizar, debía tramitar un permiso. Incluso ir a la plaza con los propios hijos. Incluso ir a comer con los amigos o la familia. La burocracia llevada a todos los aspectos de la vida, la burocratización absoluta de toda la existencia.

Como la burocracia es, por definición, lenta (ya que es imposible reemplazar en una oficina las miles de decisiones que cada uno de nosotros toma por separado y que son las que impulsan a una sociedad), se producen demoras e injusticias. Y ahí viene el tuit: nuestros burócratas tienen problemas más urgentes que solucionar, tu petición no es importante para nosotros, que espere su turno en su cajón.

Hay dos palabras que definen esa forma de pensar: una, la soberbia. La soberbia del superado, de aquél que se cree iluminado y que considera que es correcto que decida sobre la vida de los demás, que uno no lo debe atosigar, que nos hace un favor si considera nuestro caso. Y, dos: el desprecio. El desprecio por las actividades de los demás.

Personalmente, sólo una vez en mi vida remé un bote, muy mal, y no quise hacerlo más. El remo, evidentemente, no es importante en mi vida. Pero para Ariel Suárez lo es todo. Debe soñar con remas, debe pensar a cada momento una forma mejor de hacerlo. Debe gastar cada momento libre que tiene en intentar mejorar su técnica, gastar su dinero en comprarse un bote más hidrodinámico, unos remos que permitan desplazarse más rápido. Uno de los momentos que más debe atesorar es su participación en los Juegos Olímpicos, las medallas ganadas en los Juegos Panamericanos. Y así como para él el remo lo es todo, hay gente para la cual tocar la guitarra es importante. O estudiar. O salir con sus amigos. O ir a misa. O trabajar. ¿Tiene derecho un burócrata a decirnos que aquéllo a lo que nosotros nos dedicamos, aquello que nos hace felices, en lo que ponemos nuestras energías, nuestro dinero, nuestro futuro, no es importante? ¿Que tiene que esperar? ¿Que la prohibición fue decidida en una noche, pero la habilitación puede tardar meses?

Hace poco dije que los defensores de una cuarentena evidentemente fracasada y dañina se pueden dividir en tres categorías: los hipocondríacos que están aterrados; los delatores, que se solazan denunciando a sus vecinos y aquéllos a los cuales este sistema de gobierno, este sistema el cual prohíbe todo, salvo lo que ellos habiliten, les ha dado una razón por la cual vivir. En estos últimos incluyo a los burócratas, a aquéllos que, con soberbia y desprecio, nos miran desde arriba y dicen que lo que ellos deciden es más importante que nuestra vida.

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