CONSIDERACIONES EN TORNO AL NOMBRE DE LA ETNIA ARAUCANA II
Autor: Marcelo Javier de los Reyes
Nota original: https://saeeg.org/index.php/2022/11/25/consideraciones-en-torno-al-nombre-de-la-etnia-araucana/
Continuación de Parte I
Sobre la novela El Sargento Claro de Manuel José Olascoaga
El coronel Olascoaga publicó su interesante novela El Sargento Claro o La guerra con Chile con el seudónimo de «Mapuche»[3]. Sin embargo, a lo largo de su obra en varias ocasiones da a los indios oriundos de Chile, a quienes indica como ejecutores de los malones, el nombre de «araucanos».
Del mismo modo, los relaciona con los «pincheyras», lo que da pie a interesantes conclusiones. Véase estos tres párrafos:
Si se abre á nuestras tropas los caminos de la cordillera, podrán llegar á ser más molestas en Chile que las hordas de pincheyras y araucanos que nosotros contribuimos á quitárselas de encima.[4][…] A la salida del bosque están sus pueblos, sus ferrocarriles, sus telégrafos, sus puentes. A esta circunstancia topográfica es debido que los pincheyras y araucanos pudieron hacerles inmensos daños…[5]Si la guerra se enardeciese, por desgracia es muy posible que masas incontables de todas armas, cuando no fuesen nuestras tropas regulares, adoptarían el sistema de los araucanos y pincheyras...[6]
En el libro el autor menciona, además, otras dos etnias: los «pehuenches» (indios del Neuquén) y los «tzonecas», a los que también denomina «tehuelches», indios del sur de la Argentina. Su verdadero nombre es «aonikenk» aunque el gentilicio «tzoneca», menos conocido, es aceptable. Otra denominación es «tehuelches meridionales». Vale aquí citar los siguientes párrafos:
Cierta noche le sentí discutir un negocio de arreo de vacas con un personaje conocido, especulador en los malones. Dos caciques pehuenches andaban en las conferencias y no era dudoso el asunto de·que se trataba. Esperé una semana vigilando con mi caballo ensillado, y una madrugada ví que Navarrete se ponía en marcha por el camino de Lonquimay, acompañado de los dos caciques pehuenches...[7]
Más adelante, efectivamente, se refiere a los tzonekas:
Los indios tzonecas, concentrados en la cacería, en cuenta de guanacos, dieron la nota cómica del día. Eran dos varones y dos mujeres: un casal viejo y otro joven. Los cuatro de elevada estatura; dueños de caras cuadradas, enormes matas de pelo negro crinudo, vientres abultados, piernas flacas y torcidas; los hombres imberbes: todos del color de la goma elástica: tehuelches legítimos.[8]
En toda la novela no aparece nunca el término «mapuche» en forma aislada y menos para designar una etnia. Sin embargo, en dos párrafos usa el término «camapuches» o «ca-mapuches»:
– Buen viaje! dijo riendo el sargento. Sólo me aflige la mala cuenta que allá daré de la majada…– Y qué fin tuvo la majada?– Me la robaron los camapuches de allá… contestó el matchí, alargando la jeta para el lado de la cordillera. Con qué cara me presentaré á mi padre! [9]
Más adelante introduce nuevamente ese término:
Otra nueva había llegado, no menos sensacional. Venían voceándola desde el sur algunos indios de la parte occidental de la cordillera. Referían éstos que una columna de ca-mapuches (extranjeros) había desembarcado en las playas del golfo de Reloncavi y avanzaba hacia al norte siguiendo las faldas de la Cordillera Central, […] el llamado ejército de ca-mapuches hacía notar su presencia en todos lados […] [10]
De esto sigue que el término «ca-mapuche» o «camapuche» se refiere a todo extranjero (indio o blanco). A partir de ello puede deducirse que el término «mapuche» adoptado como seudónimo por Olascoaga, significa algo así como «paisano», «oriundo del lugar», coincidente con su etimología «gente de la tierra»; por lo tanto no designa a un grupo étnico específico.
Por otro lado, es interesante aclarar que Olascoaga, sin nombrarla, refiere una cuarta etnia, a la que pertenece el individuo que emplea el término «camapuche». Este indio, del que Olascoaga deja entrever que pertenecía a las tribus originales de la pampa, anteriores al «araucano», sería de raza «guenena kenk» o «tehuelches septentrionales»:
[…] llegó á la gruta que éste habitaba en el valle de Yayma un indio viejo y harapiento á quien acompañaban tres mujeres, sus esposas, las tres de mayor á menor en edad y en estatura. El socorrido esposo se nombró Antuñurri, antiguo capitanejo y Mátchi. En la barrida general de la pampa y cordillera terminada por el ejército hacía diez años, se había hecho caso omiso del expresado capitanejo, á causa de su edad muy avanzada y de que su residencia era detrás (de la línea) de fortines en la sierra de Cura Malal.[11]
Esta etnia es la que sufrió primero un aculturamiento gradual y luego violento por parte de los araucanos, al punto que usaban la lengua araucana en su vida diaria, como hace el personaje de Olascoaga. Esto no alcanza a ser entendido por Olascoaga, pues aún no se había estudiado el tema. En ese momento no quedaba claro que ese indio, que él diferencia claramente de los «araucanos», emplea, sin embargo, la lengua «araucana». Esta es una confusión habitual en los primeros investigadores. Vale recordar aquí, v. g., el «Vocabulario Pampa» de Juan Manuel de Rosas.
La conclusión es que la igualación de los términos «araucano» y «mapuche» es incorrecta, ya que obedecen a distintos conceptos. El término «araucano» designa a una etnia indígena, la proveniente del Arauco (voz, de hecho, nativa). En cambio, el término «mapuche», seudónimo de Olascoaga, indicaría una forma de dirigirse hacia el natural del lugar, al estilo de la palabra castellana «paisano».
De allí que es una maniobra maliciosa la de pasar de un término que identificaba a una etnia extranjera e invasora, porque marcaba claramente su origen («araucano»), a una palabra genérica que tiene un significado literalmente positivo («mapuche»).
En la novela de Olascoaga, para el historiador, hay varios otros aspectos de interés que señalan que en el momento de la Campaña al Desierto era vox pópuli la relación de los araucanos con las autoridades y comerciantes chilenos. Menciona, por ejemplo, dos combates sostenidos por las tropas argentinas, en territorio propio, contra tropas regulares chilenas que venían a proteger a los araucanos, la constante relación de los araucanos con los estancieros del sur de Chile a quienes vendían el ganado robado (y quienes muchas veces pergeñaban los malones), la anuencia de las escribanías públicas de Chile para dotar de títulos de propiedad escritos de terrenos en la Argentina a los caciques araucanos y otras situaciones como esas. De todos estos puntos Olascoaga da ejemplos históricos.
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Continúa en CONSIDERACIONES EN TORNO AL NOMBRE DE LA ETNIA ARAUCANA III.
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* Licenciado en Historia (UBA). Doctor en Relaciones Internacionales (AIU, Estados Unidos). Director ejecutivo de la Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG). Profesor de Inteligencia de la Maestría en Inteligencia Estratégica Nacional de la Universidad Nacional de La Plata.
Autor del libro “Inteligencia y Relaciones Internacionales. Un vínculo antiguo y su revalorización actual para la toma de decisiones”, Buenos Aires: Editorial Almaluz, 2019.
Embajador Académico de la Fundación Internacionalista de Bolivia (FIB).
Investigador Senior del IGADI, Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional, Pontevedra, España.
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Referencias
[1] Marcelo Javier de los Reyes. «Los hombres que nos dieron la Patagonia. Estanislao Zeballos y los derechos soberanos de la Argentina». Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG), 20/10/2017, https://saeeg.org/index.php/2017/10/20/los-hombres-nos-dieron-la-patagonia-estanislao-zeballos-los-derechos-sobera‐
nos-de-la-argentina/.
[2] Estanislao S. Zeballos. Viaje al país de los araucanos. Buenos Aires: El Elefante Blanco, 2005, p. 487-488.
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[3] Manuel José Olascoaga. El Sargento Claro o la guerra de Chile. Buenos Aires: Establecimiento tipográfico de la Agricul‐
tura, 1898, 249 p.
[4] Ibíd., p. 18.
[5] Ídem.
[6] Ibíd., p. 19.
[7] Ibíd., p. 144.
[8] Ibíd., p. 226.
[9] Ibíd., p. 169.
[10] Ibíd., p. 174.
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