EL ROL DE LOS ESTADOS EN LA CRISIS ENERGÉTICA (PARTE II)
Van a tener poco incentivo por hacer inversiones multimillonarias a largo plazo.
Autora: Laura V. Canale* (@LauVic)
En la primera parte del presente articulo
compartí ideas sobre la energía y realicé una breve síntesis de las etapas que
hemos vivido como humanidad según el recurso energético predominante. Me referí
a la transición energética según el factor tiempo que demandó históricamente en
realizar ese traspaso y las condiciones en que se dio todas las veces: un nuevo
recurso supera al antiguo en ser utilizado para generar energía pero el primero
no desaparece sino que coexisten hasta un lógico agotamiento (del recurso y de
la tecnología).
En esta segunda parte quiero destacar una
nueva problemática que afecta a todos pero perjudica especialmente a los
pueblos en vías de desarrollo en cuanto condiciona directamente a la cantidad
de energía necesaria para alcanzar un buen estándar de vida.
Ante la intervención de los estados o diferentes
entes de gobierno (regionales e internacionales) en el proceso de transición
energética, se produce un “trilema” para la autoridad. Los gobiernos
naturalmente buscan: 1) cubrir la seguridad energética (es decir, tener siempre
disponible la cantidad de energía que su economía y su población requieren, con
diversidad de fuentes y de proveedores), 2) lograr la equidad y la
accesibilidad (esto es: disponer de energía barata y accesible para todos) y 3)
lograr disminuir los impactos ambientales buscando la sostenibilidad.
Frente a la actual crisis energética, los
estados se están focalizando más en la última condición, y no lo están haciendo
eficientemente. La prueba es que pese a las inversiones billonarias que se
hacen en energías renovables en todo el mundo las emisiones de CO2 no solo no
disminuyen drásticamente sino que siguen aumentando.
Las políticas que se adoptan van en contra de la accesibilidad y la equidad ya que la energía se está encareciendo, dificultándose el acceso a la misma por parte de todos. Ejemplo: Europa sólo permitirá la venta de automóviles eléctricos en tan solo 12 años (a partir de 2035) con el costo marcadamente superior de esta variedad de automóviles, la poca autonomía de los mismos para largas distancias, y la demora y falta de logística para la recarga de las baterías.
También la energía se esta haciendo
artificialmente cara a través de los derechos de emisión de CO2, creación financiera
por la cual se pretende incentivar a las renovables a partir del aumento de las
fósiles y no del abaratamiento de las renovables, con la consecuente reducción
del potencial de crecimiento y la riqueza de un país.
Partiendo de la idea de que el 80% de la
energía primaria mundial es de origen fósil, si a los actores de esa industria
se les dice que su negocio a 25/30 años va a ser cero, van a tener poco
incentivo por hacer inversiones multimillonarias a largo plazo tales como las
que se hacen cuando por ejemplo se explora petróleo en aguas profundas o se
explora gas en nuevos yacimientos. No hay interés en invertir demasiado y solo
se intenta optimizar lo que ya se tiene. Por lo tanto, las grandes empresas
energéticas mundiales están invirtiendo poco y las que invierten son
fundamentalmente las empresas energéticas estatales. Se produce así un
desequilibrio estructural entre oferta y demanda de energías fósiles motivado
por las políticas climáticas de los estados. Ese desequilibrio desemboca
necesariamente en el encarecimiento de la energía. Para darnos una idea, la
revolución que introdujo la utilización de la técnica del shale oil y el shale
gas desde inicios del s. XXI, llevó el costo mundial de la energía a un 4% del
PBI global total, mientras que en 2022 el costo mundial de la energía estuvo alrededor
del 14% del PBI global total. El costo de la energía a nivel global más que se
triplicó en ese lapso de tiempo. La última vez que sucedió algo similar fue en la
década de los 70 con la crisis del petróleo (1973) y con la crisis de Irán
(1979) convirtiéndose en épocas muy duras en cuanto a desempleo e inestabilidad
geopolítica. La energía cara lleva a un desarrollo económico débil con todo lo
que ello implica.
Es posible que el encarecimiento de la
energía lleve a los políticos a eliminar trabas a la energía nuclear, que no es
particularmente barata pero una vez que se afronta el costo de la instalación
de un reactor, operar el mismo y el costo del combustible (el uranio) son dos
condiciones bastante accesibles. El proceso de construcción de la planta
nuclear es lo que encarece a esta fuente energética, además de la gestión de
los residuos que se generan. Por lo tanto el costo de la energía nuclear no es
barato pero es estable, es prácticamente fijo en el tiempo de vida útil de la
central nuclear. Se debería, por tanto, reconsiderar las limitaciones legales y
burocráticas a este tipo de energía. Sería positivo que el mundo vaya en ese
sentido y especialmente a partir de los nuevos desarrollos que significan los
reactores de tipo SMR (small modular reactor) que se fabrican por separado y
luego se ensamblan en el lugar de destino permitiendo incluso la anexión de
nuevos módulos según la necesidad energética.
En materia energética cualquier proyecto
que se elabore no es algo de rápida concreción. Por ejemplo, al construir una
central nuclear desde que se plantea el proyecto hasta que produce el 1r KW/h transcurren
como mínimo entre 10 a 12 años. En China, donde la inversión la realiza el
estado, la regulación normativa la hace el gobierno sin mayores consultas y las
centrales son operadas por ellos mismos, la construcción lleva aproximadamente
5 a 6 años.
Y tampoco ayudan las medidas que van
adoptando los estados en este sentido a garantizar la seguridad energética
porque si bien la energía se produce localmente, los recursos naturales así
como las materias primas y muchos de los componentes para, por ejemplo, los
paneles solares y los aerogeneradores y sus baterías están en manos o se
producen principalmente en un solo país: China.
Alrededor de dos tercios de las baterías
para automóviles eléctricos del mundo y casi las tres cuartas partes de todos
los módulos solares se producen actualmente en China, según la Agencia
Internacional de Energía. Occidente, entonces, pasaría a depender de una
dictadura bastante perfecta y férrea como lo es ese país asiático.
Es incomprensible elaborar un programa de
transición para llevar a cabo con tanta celeridad donde se busca reemplazar la
energía fósil principalmente por la solar y la eólica en menos de 25 años. Esta
transición a las apuradas no podrá sostener esas tres máximas mencionadas
anteriormente.
La humanidad ha vivido en el último siglo y
medio varias revoluciones (el automóvil a fines del S.XIX, la informática en
los años 60/70, la revolución de internet, la revolución del smartphone) donde
el producto nuevo es aceptado por el consumidor por que ofrece muchas ventajas
inherentes enormes.
La revolución a la que los estados están
empujando a la gente en estos últimos años no solo en el ámbito energético sino
también, por ejemplo, en la movilidad con el vehículo eléctrico, está siendo
dirigida (no solo apoyada) desde los mismos estados y entes de gobierno sin
tener en cuenta si el producto final es mejor o no.
El ser humano quiere vivir cada vez mejor.
Ya no se conforma con vivir igual que hace 20 o 25 años atrás. Y esto no
coincide con la estrategia energética que estan llevando adelante Europa y
otras naciones.
* La autora es Abogada Especialista en Derecho Ambiental por la Universidad de Buenos Aires, Asesora en cuestiones ambientales y Docente Universitaria.
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