EL GNOSTICISMO COMO LA ABOLICIÓN DE LA REALIDAD - 1 DE 2 - Parte III de "LA IZQUIERDA Y EL PODER"
Tercera parte de La Izquierda y el Poder
Autor: reaxionario Campeón del Mundo (@reaxionario)
Parte I
Nota original parte III: https://reaxionario.substack.com/p/el-gnosticismo-como-la-abolicion
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We are spirit bound to this flesh
We go round one foot nailed down
But bound to reach out and beyond this flesh
Become Pneuma
We are will and wonder
Bound to recall, remember
We are born of one breath, one word
We are all one spark, sun becoming
— Tool
Como hemos visto en las entregas anteriores, la principal motivación de la izquierda es el poder. La izquierda vive para el poder, y gran parte de esa obsesión está fundada en un conjunto de inclinaciones metafísicas. Como dijo Hobbes, los hombres actúan a partir de sus opiniones, y, si bien las personas de acercan a la izquierda por diversos motivos — desde cierto idealismo altruista hasta el puro resentimiento — creo que en su nivel más profundo el principal motor de la izquierda es el gnosticismo.
Por supuesto, el gnosticismo es demasiado amplio y complejo — además de mayormente irrelevante para nuestros propósitos — como para abarcarlo en un único ensayo. Hay abundante material en internet para quien esté interesado en un análisis histórico y filosófico exhaustivo.
En esta ocasión, sólo nos interesan los conceptos fundamentales, y en particular aquellos que han inspirado a la izquierda a tomar acción en el mundo real. Por suerte, ese trabajo ya está hecho: nos vamos a basar en Ciencia, Política y Gnosticismo de Eric Voegelin, publicado en 1968. No tengo la versión en castellano, pero iré traduciendo lo necesario. No puedo expresar en palabras lo mucho que lo recomiendo.
Ahora bien, como Voegelin murió hace unas cuantas décadas, no llegó a ver en todo su esplendor las bendiciones modernas del gnosticismo, por lo que complementaremos su obra con ejemplos de sus fechorías más recientes, dándonos una noción bastante decente de todo el asunto.
Más allá de todas sus variaciones y sus diferentes expresiones simbólicas, el elemento central del gnosticismo es la concepción del mundo como un lugar ajeno al que el hombre es arrojado, siendo su deber encontrar el camino de regreso al otro mundo — el que es suyo. En otras palabras, el hombre gnóstico no contempla con admiración el orden del universo, sino que lo percibe como una prisión de la que debe escapar.
Para el gnóstico, la salvación llega en la forma de gnosis — “conocimiento” en griego. Para los antiguos gnósticos, la gnosis se lograba a través de la ayuda del Dios verdadero, oculto detrás del Dios maligno o “demiurgo” de este mundo— arquitecto de la cárcel a la que el alma es arrojada.
Su variante moderna y atea, más allá de algunas obvias diferencias, es bastante parecida: la gnosis consiste en el pasaje de la alienación a la conciencia; de la opresión a la liberación; del hombre viejo al hombre nuevo. Al no haber un Dios verdadero a quien acudir, es el propio hombre quien debe encontrar la salida derribando los muros de la prisión, finalmente encontrándose a sí mismo como un dios.
En el marxismo clásico, por ejemplo, la prisión es obra del poder demiúrgico de la burguesía, que a través de la religión y el control de los medios de producción ejerce una cierta hipnosis sobre el proletariado. Por lo tanto, es el hombre el que debe, siguiendo la receta de un “profeta” poseedor de la gnosis, tomar conciencia de sí mismo, rompiendo sus cadenas y convirtiéndose en un hombre nuevo — el hombre socialista.
Actualmente, las nuevas corrientes del marxismo hablan de una prisión “interseccional” montada a partir de múltiples estructuras de dominación basadas en la raza, el sexo, el género, el aspecto físico o la religión. La gnosis en este caso consiste en estar “despierto” (woke) y ser capaz de percibirlas, combatirlas y en última instancia abolirlas.
Para el gnóstico moderno — que no espera una liberación después de la muerte — el objetivo es la destrucción del mundo actual para dar lugar a uno nuevo, el Paraíso en la Tierra, un concepto del que ya hemos hablado. Y la forma en la que el gnóstico construye su nueva realidad es mediante sistemas filosóficos, como el comunismo, la teoría de la justicia social de Rawls, o el positivismo de Comte.
Ahora bien, todo sistema es una imagen en baja resolución del universo, y uno debe por lo tanto ignorar ciertas cuestiones de la realidad para hacer que funcione, al menos en teoría. Por eso los gnósticos abordan las objeciones a sus especulaciones con la más tajante intolerancia, cortando de raíz todo tipo de cuestionamiento. Eso, según Voegelin, ocurre porque el gnóstico sabe en algún rincón de su conciencia que su sistema es una estafa.
Según explica el autor, el gnóstico crea su sistema como cuestionamiento a una realidad percibida como injusta, y de a poco va desarrollando una especie de truco retórico mediante el cual el sistema pasa a convertirse en la realidad, y la realidad en un cuestionamiento del cual el sistema debe ser resguardado. La opinión (doxa) pasa a ser ciencia (episteme), y la ciencia propiamente entendida es proscripta por anti-científica. Por dar solo un ejemplo, todos hemos oído hablar del infalible “consenso de la comunidad científica” respecto al cambio climático.
Volviendo a Marx, el hombre le debe su existencia al hombre, y la Historia es el hombre creándose a sí mismo. Ahora bien, ante la pregunta acerca del origen del hombre — es decir, si el hombre crea al hombre, ¿quién creó al primer hombre? — Marx responde en Manuscritos Filosóficos y Económicos (1844):
Tu pregunta misma es un producto de la abstracción. Pregúntate cómo has llegado a esa pregunta: pregúntate si tu pregunta no proviene de un punto de vista al que no puedo responder porque es absurdo. Pregúntate si ese progreso existe cómo tal para un pensamiento racional. Cuando preguntas por la creación del hombre y de la naturaleza haces abstracción del hombre y de la naturaleza. Los supones como no existentes y quieres que te los pruebe como existentes. Ahora te digo, prescinde de tu abstracción y así prescindirás de tu pregunta.
Para explicar esto, Voegelin habla de tres etapas psicológicas por las que pasa el “gnóstico especulativo”, categoría a la que Marx pertenece.
En la superficie existe el engaño en sí mismo — el modelo de la realidad creado por el pensador — que también es auto-engaño si su propio ideólogo lo cree.
En un segundo nivel, el pensador es consciente del engaño pero, motivado por su voluntad de poder, decide persistir en él.
Finalmente, la motivación subyacente termina revelándose como una rebelión contra el orden natural — contra Dios — momento en el que la estafa se transforma en mendacidad demoníaca.
En resumidas cuentas, el gnóstico se rebela porque, como Lucifer, quiere gobernar — quiere ser como Dios.
Marx revela esto último en su tesis doctoral, publicada en 1841:
La filosofía no oculta esto. La profesión de fe de Prometeo: “en una palabra, ¡yo odio a todos los dioses!” es la suya propia, su propio juicio contra todas las deidades celestiales y terrestres que no reconocen a la conciencia humana como la divinidad suprema.