LLEVAR NUESTRO ORGULLO AL CINE Y TENER UN CINE DEL CUAL ESTAR ORGULLOSOS

 


Los Episodios nacionales argentinos deben convertirse en cine para nuestro orgullo y de cara al mundo.



Autor: Germán Masserdotti (@GermanMasser)



En la columna “Embajada en el purgatorio”, publicada el pasado 5 de febrero en La Gaceta de Íberosfera, don Enrique García-Máiquez plantea “la amarga pregunta de por qué España no ha hecho cine de su vibrante historia”


La afirmación viene a cuento luego de haber hecho referencia al anuncio de la película francesa Vaincre ou mourir, dirigida por Paul Mignot y Vincent Mottez, cuyo argumento gira en torno a la vida (… y la muerte) de François-Athanase Charette de La Contrie, el general monárquico protagonista de la epopeya de la Guerra de la Vendée, cuya intepretación está a cargo de Hugo Becker. 


En la Argentina, nuestra Patria, el P. Alfredo Sáenz, S. I. ha escrito un libro sobre esta epopeya.  Forma parte de la colección “La Nave y las tempestades”. Se trata del 10° tomo: La Revolución Francesa. Cuarta parte: la epopeya de La Vendée, Buenos Aires, Gladius, 2020 (2° edición).


Don Enrique comenta, seguidamente, una gran película española: Embajadores en el infierno, dirigida por José María Forqué en 1956. Como nos lo recuerda el mismo autor, la película está basada en Embajador en el infierno. Memorias del capitán Palacios, escrito por Torcuato Luca de Tena. La historia se ocupa de los soldados españoles –de la División Azul, falangistas todos ellos– que lucharon contra la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial. Sin entrar en detalles que funcionarían como spoilers, García-Máiquez concluye: 


La emoción de las escenas finales es intensa y viril. Rara mezcla que quizá en el puzzle de las emociones cinematográficas también sería una pieza única y valiosa. A mí Embajadores en el Infierno me ha interesado por sus cuatro puntos cardinales: historia de España, valores eternos, género cinematográfico y teoría del liderazgo. Creo que con que interese uno de estos temas, la película ya merece verse”.


Tanta introducción viene a cuento porque, lo mismo que él se pregunta sobre España, su Patria –dicho sea de paso, nuestra Madre Patria–, también podemos plantearlo respecto de la nuestra, la Argentina: la amarga pregunta de por qué no hemos hecho cine de nuestra historia.


Sobran ejemplos para hacer cine con nuestros “episodios nacionales” –con la licencia de don Benito Pérez Galdós que escribió sobre España–. Apunto algunos: la Guerra de la Independencia (me imagino historias a propósito de San Lorenzo, Tucumán, Salta, el Cruce de los Andes, la Guerra Gaucha, etcétera), la Vuelta de Obligado… y la silenciada Punta Quebracho, ambas campañas al Desierto, La Guerra de las Malvinas, y tanto más para convertir en formato cinematográfico nuestra épica nacional. Y, como protagonistas de nuestros “episodios nacionales”, a tantos que honran nuestra historia patria –nombro los más conocidos, pero debería hacerse también justicia a tantos otros–: los generales San Martín, Belgrano, Güemes, Rosas, Mansilla, Roca, el capital Giachino –y su madre, doña María Delicia Rearte de Giachino–, el teniente primero (post-mortem) Estévez, el sargento Mario “Perro” Cisnero… y podría seguir, y seguir, y seguir…





Los yankees, en este sentido, son un ejemplo en el que inspirarse. Una y otra vez le dan una vuelta de rosca a su Guerra de la Independencia, a la Conquista del Lejano Oeste, a la primera y la segunda guerras mundiales, y tantos otros “episodios” suyos o apropiados con el fin de persuadir de la razonabilidad del Destino manifiesto.


Entonces, ¿qué esperamos? Sugiero un primer paso a la luz de mi experiencia como padre de una niña de tres años: comencemos nosotros por contarles nuestra historia a nuestros hijos. Nosotros-nuestra-nuestros: no se trata de una simple repetición a falta de otros giros. Nadie ama lo que le resulta ajeno. Se trata de la historia gloriosa de nuestra Patria de la que formamos parte tanto nosotros, como nuestros padres y abuelos como nuestros hijos.


¡Vaincre ou mourir! ¡Vencer o morir!, en palabras del Gral. Charette. De eso se trata.



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