EL TERROR COMO POLÍTICA DE ESTADO



¿Acaso todo esto puede tomarse como desidia y ausencia del estado?

Autor: Juan Martín Perkins  


Hace unos días recibí de un amigo un escrito titulado “Ya nada será igual”

Con palabras cargadas de sentimiento, Florencia relata la historia de su casa, de su cielo y el edén en donde la naturaleza poseyó a su familia por completo.


El escrito describe lo magnífico que supieron construir, a pura fuerza de voluntad y con sus propias manos, en el medio de la cordillera patagónica junto a la Laguna Larga, en Mascardi, provincia de Rio Negro, República Argentina. 


Florencia habla del edén que eligieron y construyeron porque primero el edén los eligió a ellos…  y les permitió conocer el cielo en vida.


Hasta que, dice Florencia, llegó “el odio y la desidia” con su fuego implacable y todo fue devorado…  hasta “el abuelo”, ese ciprés de 500 años que era el dueño y señor de la estancia, montando guardia en la tranquera de entrada.


El odio y la barbarie siempre a la orden del día, protegidos y financiados por los poderes del estado para limpiar la cordillera de pobladores, con la fuerza del terrorismo.


Sin razón y sin piedad, como en los 70, con los mismos métodos.


Sólo un párrafo no puedo compartir en el escrito de Florencia, aunque si, todo su sentimiento de dolor e impotencia.


No comparto cuando dice que su casa fue quemada por LA AUSENCIA DEL ESTADO.


No comparto porque tengo el conocimiento y la certeza de que no existe ninguna ausencia del estado y, por el contrario, hay una expresa política del estado funcional a impulsar y proteger al terrorismo que está asolando la cordillera y disputando la soberanía.


¿Acaso no creen ustedes que existe una relación entre todos los actos que vienen desarrollándose desde hace 40 años?


El desarme y la humillación de las FFAA y de Seguridad que los aplastaron en los 70, el revisionismo histórico sobre figuras claves en la integración de la Patagonia al territorio Nacional, la demonización de la figura del presidente Julio Argentino Roca y las campañas al desierto, la vandalización y humillación del centro cívico de Bariloche, la suspensión del homenaje que hacían las lanchas a su paso por la tumba del perito Moreno en la isla Centinela del Nahuel Huapi, las usurpaciones incendios y atentados a la propiedad privada, la humillación de los Regimientos de Frontera, las diatribas y sermones humillantes a los que Estela Carlotto, desde el palco, sometía a los soldados formados en la plaza durante los aniversarios de su fundación, la bandera mapuche flameando a la misma altura que la Argentina junto al monumento de San Martín en la plaza frente a la intendencia de San Martín de Los Andes, todas las secciones pertenecientes a Parques Nacionales con cartelería del estado nacional, entregando soberanía a la “Nación mapuche”, la justicia como poder del estado totalmente al servicio de la protección del terrorismo y no de sus víctimas, los ciudadanos argentinos…¿Acaso todo esto puede tomarse como desidia y ausencia del estado? Ninguna ausencia de estado, sí mucha desidia. 


Mucha desidia por parte nuestra, 40 millones de argentinos que miramos para otro lado pensando que a nosotros no nos iba a tocar. Como seguramente habrá pensado Florencia cuando hizo su casa con sus propias manos, en el jardín del Edén.


Desidia por votar mal, por permitir un estado elefantiásico con una justicia injusta al servicio del terror. Por permitir que los que nos libraron del terrorismo en los 70 se hayan podrido en la mazmorra. Desidia por pretender que luego de 40 años de indiferencia, vuelvan a jugarse el pellejo por nosotros.


“Ya nada será igual” titula Florencia Bengolea y es verdad, el ciprés abuelo ya no está.

Hay que dejar de lado la desidia y entender que en la Argentina NO HAY NINGUNA AUSENCIA DEL ESTADO. Por el contrario, es omnipotente y está lleno de mañas y vicios que habrá que enfrentar.


Juan Martín Perkins.


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Agradecemos la difusión del presente artículo:  

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