JOKER II
En las raíces posmodernas de la "Alt-Right" (II)
Donde se habla, entre otras cosas, del arte del meme y del troleo (o provocación sarcástica, por si alguien aún no estuviera al tanto).
AUTOR: ADRIANO ERRIGUEL
Publicado en El Manifiesto Com
Nota de Hyspasia: Presentamos a ustedes un extracto de la columna de Erriguel. La nota completa se aprecia aquí. El Sr. Erriguel se expresa en jerga profesional y no en lenguaje llano, sin embargo, explica procesos que se desenvuelven todos los días ante nuestros ojos: política de DDHH, política de la víctima, política de las minorías, etc. Si pueden, no dejen de leer la nota completa.
“Prender fuego a la llanura” decía el camarada Mao Zedong. A veces una pequeña chispa es suficiente
Corría el año 2016. El Imperio del Bien relucía como un sol desde la capital del planeta. Barak Obama seguía dispensando sus progresistas efluvios sobre las masas liberales de todo el mundo. A pesar de algún que otro problema puntual –unas primaveras sangrientas por allí, otra guerra en Europa por allá, un califato terrorista, invasión de refugiados, Estados fallidos, precarización del empleo, pauperización de las clases medias (síntomas colaterales, todos ellos, de una evolución global positiva) las beatitudes de la globalización feliz derramaban su bálsamo sobre los creyentes. No había nada que pudiera contra la ola de tolerancia y de empatía, de buenos sentimientos y de extática esperanza que Obama simbolizaba: ¡Yes we can! Al fin y al cabo, la cruzada contra la xenofobia, el racismo, la misoginia y el sexismo iban viento en popa. Los gays celebraban su día cada vez en más capitales del mundo, pronto tendremos cuartos de baño unigender y los niños podrán elegir su sexo antes de hacerse adultos.
El sirope corría a raudales. Pero entonces algo ocurrió en el zoológico de Cincinnati.
Un padre desprevenido no pudo impedir que su hijo cayese en el recinto de un gorila. Para evitar males mayores, los empleados del zoo tuvieron que matar a tiros al infortunado animal. Su nombre era Harambé.
De forma casi inmediata, una oleada on-line de indignación animalista cayó sobre el zoo, sobre el padre y sobre el niño, causantes del asesinato de Harambé. La santa ira animalista llegó a exigir que padre e hijo fueran llevados ante los tribunales como merecido escarmiento por el crimen cometido. En change.org se abrió una petición de “Justicia para Harambé”, que se llenó de miles de firmas.
Y entonces algo comenzó a torcerse.
Internet empezó a poblarse de necrológicas de Harambé, con su retrato al lado de celebridades como David Bowie y Prince, fallecidos ese año. El rostro de Harambé apareció tallado en piedra en el monte Rushmore; se extendieron teorías de la conspiración sobre su asesinato, y una “Harambé-manía” recorrió todo el país, para alcanzar su clímax con la campaña “Dicks out for Harambé!”, una invitación poco ambigua a cascársela en homenaje al gorila de marras.
Desde sectores animalistas y políticamente correctos se reaccionó contra esta descerebrada e insensible parodia, con la acusación de estar provocada por “varones jóvenes y blancos que disfrutan de sus privilegios”. La respuesta no se hizo esperar. Internet se inundó de imágenes con el rostro de Harambé colocado junto al de destacados miembros de la comunidad afroamericana…
¡Abominación de la desolación! ¡Racismo! El tabú había sido transgredido, de forma masiva y sin escrúpulos de ningún tipo.
Más allá de la polémica y de la correspondiente shitstorm (“tormenta de mierda”) virtual, el episodio de Harambé simbolizaba la consagración de un fenómeno. Un signo de los nuevos tiempos. El “troleo” como guerrilla cultural y el “meme” como instrumento político.
Del Gamergate a MAGA
El episodio de Harambé es una anécdota, pero de las que hacen categoría. En realidad, llovía sobre mojado. Que las cosas empezaban a torcerse en la red –con la emergencia de una subcultura on-line, deseosa de incurrir en todas las blasfemias antibiempensantes– había quedado claro dos años antes, con la emergencia del llamado Gamergate.
El Gamergate (algo así como “el escándalo de los jugadores”) sacudió la industria de los videojuegos a partir de 2014. La polémica había brotado en la importante comunidad de jugadores on-line con una serie de acusaciones de corrupción contra la prensa especializada (acusada de connivencias con los fabricantes de videojuegos). Sea como fuere, el tema pronto derivó hacia una polémica con algunas feministas, que habían puesto la industria de videojuegos en su punto de mira. Por ejemplo: la crítica cultural Anita Sarkeesian, que encontraba “problemáticos” los videojuegos por su uso de la imagen femenina (cuando la corrección política dice que algo es “problemático” hay que esperar una llamada a la censura). Sabido es que los videojuegos suelen recurrir a una estetización de la violencia y de la guerra, en una atmósfera cargada de machomanes y testosterona. Sarkaasian encontraba reprensible que en ellos la imagen de la mujer (cargada de sexualidad en el esplendor de sus atributos) respondiese a estereotipos sexistas y machistas, ayunos de “perspectiva de género”. ...
Lo que ocurrió es que la comunidad gamer (compuesta en gran parte de varones jóvenes) tiene malas pulgas. El amago de venir a imponer reglas de género en los videojuegos, de controlar su uso de la violencia o de reeducar a los jugadores en los valores progresistas y multiculturales, desató una shitstorm de dimensiones bíblicas contra las feministas y el feminismo. Ante el acoso a través de los portales virtuales4Chan y Reddit, Sarkeesian tuvo que mudar de domicilio e incluso esconderse por amenazas de muerte. Una medicina que los Social Justice Warriors (Guerreros de la Justicia Social) progresistas llevaban administrando durante años a sus víctimas.[1]
Un fuego cruzado inmisericorde se abrió entre unos y otros, dando cancha abierta a los peores usos de Internet. ...
El Gamergate ha sido calificado como punto de inflexión en la disputa metapolítica por el alma de América. ... La cadena se extendió además a otros sectores en guerra a muerte contra la corrección política, el multiculturalismo y el feminismo: toda esa galaxia de pensamiento disidente que empezaba entonces a ser conocida bajo el apelativo de “Alt-Right”.
Según Milo Yiannopoulos, el Gamergate “fue la primera batalla de un movimiento anti-izquierda, culturalmente libertario y por la libertad de expresión que llevó directamente hasta la elección de Trump”.[4] ...
El arte del troleo
Corría el año 1996 cuando Alan Sokal, profesor de física en la Universidad de Nueva York, remitió un artículo a la revista Social Text –una publicación especializada en estudios culturales posmodernos–. El artículo en cuestión se llamaba “transgrediendo los límites: hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica”. El artículo fue aceptado y publicado con todos los honores por la revista, dirigida por luminarias académicas como Frederic Jameson y Andrew Ross. El contenido –repleto de indescifrable farfolla posmoderna– no tenía ningún sentido, y así lo reveló el propio Sokal el mismo día de su publicación– para bochorno de sus editores y regocijo del resto de los mortales. Pero el objetivo principal de Sokal –estaba claro– no eran los editores, sino todo un establishment académico que, desde la llegada de la french theory, el deconstruccionismo y los cultural studies, venía remodelando la filosofía americana desde hacía años. La insolvencia intelectual de gran parte de ese mundo –envuelta en logorrea pseudocientífica y oropel culterano– quedaba expuesta a la luz de manera rotunda, sin réplica posible, de una forma mucho más eficaz que con cualquier refutación sabiamente construida.
La “broma de Sokal” (Sokal hoax) es un ejemplo antológico de lo que hoy llamamos “troleo”. ...
Milo Yiannopoulos –autodefinido como “troll profesional”– define el troleo en función de los siguientes elementos:
1) el troll ideal conduce a su víctima hacia un cebo, del cual no hay escapatoria sin pasar por la vergüenza pública.
2) el troleo consiste en decir verdades que otros no quieren oír.
3) el troll crea espectáculo y entretenimiento público. El troleo –continúa Yiannopoulos– está siempre a medio camino entre el engaño y la crueldad. Pero no se trata de una crueldad gratuita, sino únicamente utilizable cuando los argumentos corteses y razonables han fallado. El troleo es especialmente recomendable...contra todas esas flores delicadas que, bajo la piel de una víctima, esconden a un/a activista profesional y sociópata. ...
Desde sus bien merecidos laureles, Yiannopoulos sólo reconoce a un troll que le aventaja en talento: el presidente Donald Trump,...
Las aventuras de una rana fascista
En su artículo “una guía de la Alt-Right para uso del establishment conservador”, Milo Yiannopulos categoriza lo que él llama “la brigada del meme” como una familia dentro de la Alt-Right.[7] ...
Uno de los logros no menores de la brigada del meme fue conseguir que la América liberal le declarase la guerra a una rana. “Pepe” –un batracio de extraña sonrisa adoptado por la Alt-Right– se convirtió en el protagonista de la “guerra de memes” de 2016 y en verdugo virtual de Hillary Clinton y su campaña electoral. Como era previsible, la rana en cuestión terminó siendo declarada “símbolo de odio”, en un tratamiento equivalente al de la esvástica o las cruces del Ku-Kux-Klan.[10]
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¿Funciona hoy esto todavía, en un momento en el que la vulgaridad, la chabacanería y la transgresión están a la orden del día? Rotundamente sí, ... La hora del Joker.
Situacionismo de derechas
El troleo y el meme, como formas de “guerrilla cultural”, responden a un mismo objetivo: a “la creación de situaciones subversivas en forma de escándalo, a la intervención en lo público de una manera ‘terrorista’, a la interrupción de la cotidianidad mediante una manera espectacular de no tomar nada en serio y de burlarse de todo”.[11] ...
El “desvío cultural” (détournement) y el “atasco cultural” (culture jamming)inventados por los situacionistas se reencarnan en la nueva contracultura de derechas. Cuando el meme utiliza símbolos, objetos y representaciones iconográficas de la cultura hegemónica –liberal, progresista y políticamente correcta– lo hace para distorsionar/desviar su significado original y producir un efecto crítico o hilarante. ...
Toda esta “guerrilla de la comunicación” supone, indudablemente, una vuelta a los albores de la posmodernidad, una reactivación de los oxidados reflejos de la contracultura. Y todo ello en cuanto persigue: 1) una desacralización de la mitología dominante (en nuestro contexto: la “sociedad multicultural”, la “ideología de género”, la globalización feliz, el “sinfronterismo”, etcétera); 2) un ataque a la clase hegemónica (las élites transnacionales globalizadas) y 3) una demostración frente al establishment de que, aunque su poder es inmenso y tiene todas las de ganar, tampoco es infalible y es posible engañarle.
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Por el contrario, la nueva contracultura de derechas exhibe una incompatibilidad real con los poderes hegemónicos, en cuanto desacraliza la mitología del mundialismo y, sobre todo, en cuanto demuestra lo que es capaz de hacer cuando engarza en una dinámica populista.
Para neutralizar esa amenaza, los poderes hegemónicos sólo tienen una opción: empujar con todas sus fuerzas a esa contracultura de derechas hacia una identificación sin matices con el Mal absoluto (la extrema derecha, el racismo, los neonazis, la violencia, etc.), ...
Ésta es la encrucijada en la que se sitúa, en estos momentos, la Alt-Right americana.
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[1] Social Justice Warriors (o, más comúnmente, SJW) es el término popularizado por la Alt-Right para referirse a los activistas más radicales de lo políticamente correcto.
[4] Milo Yiannopoulos, Dangerous. Dangerous Books 2017. Edición Kindle.
El Gamergate dió ocasión para que los protagonistas de la guerra cultural que se avecinaba templaran sus armas. Fue en ese contexto que Milo Yiannopoulos perfeccionó lo que sería su imagen de marca: convertirse en el hipervillano par excellence de las redes sociales, a base de provocaciones que le situan en el blanco de los guardianes de la moral oficial.
[7] Milo Yiannopoulos: “An establishment conservative’s guide to the Alt Right”. Traducido al español en este mismo periódico como: “El Manifiesto de la Alt Right”.
[10] La rana Pepe fue creada en 2005 por el dibujante Matt Furie, con una muletilla que expresaba su filosofía: “feels good, man” (algo así como: “que bien me siento, hombre”). El personaje fue rápidamente adoptado por el ambiente 4Chan como icono en todo tipo de gamberradas. Cuando los usuarios de 4Chan empezaron a apoyar masivamente a Trump, Pepe apareció en varios memes como uno más de los “deplorables” (en homenaje a la frase de Hillary Clinton en la que calificaba a Trump y sus seguidores como una “cesta de deplorables” machistas, racistas, sexistas, homófobos, misóginos, etcétera). La propia Hillary acusó al bicho de símbolo racista, lo que fue recibido con salvas de júbilo por 4Chan que, inmediatamente, inundó la red de Pepes vestidos de Ku-Kux-Klan, con casco de la SS y demás parafernalias malditas. Por supuesto, Matt Furie tuvo que renegar de su rana e incluso “matarla” oficialmente en un comic.
[11] Valentina Ivaylova Dimitrova, El punk como resistencia: el arte, el estilo de vida y la acción política del movimiento como camino para crear un nuevo mundo. Institut Universitari de Cultura. Universitat Pompeu Fabra, Barcelona. Septiembre de 2015.