La pureza revolucionaria se condensa en callarse y esperar órdenes

Entrevista a Antonio Escohotado por JESÚS FERNÁNDEZ ÚBEDA  Fotos: Jeosm

Versión original completa: https://www.zendalibros.com/antonio-escohotado-la-pureza-revolucionaria-se-condensa-callarse-esperar-ordenes/

Antonio Escohotado (Madrid, 1941) dice que el prejuicio más común y obstinado es la imparcialidad: “Sólo los asuntos anodinos se observan con algún grado de distancia crítica, y en los demás cualquier perspectiva vagamente ecuánime debe conquistarse pasando de la desinformación al detalle, sin aspirar a cosa distinta de una precisión superior”. Con el autor de los imprescindibles Historia general de las drogas o Los enemigos del comercio, quien escribe estas líneas no puede ser neutral. Jesús Quintero describió a este jurista, filósofo, sociólogo y escritor de éxito como “el hombre más inteligente que conozco”. Yo, que no tengo ni la agenda ni la experiencia del que, en mi opinión, es el mejor entrevistador de España, afirmo que Escohotado es un genio y, para justificarme, remito a su obra a los lectores de Zenda.


P: El sábado 26 de agosto, a propósito de la manifestación contra el terrorismo en Barcelona, me acordé muchísimo de usted y de su penúltimo libro, Frente al miedo (Página Indómita, 2015). El lema era “No tinc por”. ¿Usted se lo cree?

R: ¿De los catalanes, ahora? (Risas) ¡Qué dices! ¡Rebosan “por”! Tampoco han sido un pueblo destacado por hechos heroicos, sino por introducir el derecho mercantil en la Península. Barcelona era ya una gran urbe en el año 1000, esencial para el tráfico del califato cordobés con Venecia y hasta Bizancio. Los catalanes han destacado unas veces por laboriosos y otras por cosmopolitas, pero lo actual no es denodado y ni si siquiera fiel a su tradición cívica, sino una rabieta por no ser ellos la lingua franca del mundo, urdida por paletos en el casino de Manresa.

P: La CUP y otras fuerzas secesionistas aprovecharon el evento para manifestar su odio hacia España, señalando como culpables no a los terroristas islamistas, sino al presidente Rajoy o al rey Felipe VI, y, por ello, también recordé aquello que usted me dijo una vez: “Hay una convergencia del integrismo islámico con el comunista”. ¿Hay una convergencia del integrismo islámico con el nacionalismo de izquierdas?

R: Con certeza, y por eso se niegan a condenarlo. Están contra el Imperio, aunque no se han dado cuenta de que la China de Mao o la Rusia soviética, por no decir el Islam, han sido sus formas más puras y ruinosas. Quieren acabar con el ogro imperial, sin reparar en que luchan contra la virtud, la belleza, el honor, la dignidad, según ellos  cosas capitalistas, burguesas. Anteayer (La entrevista se hizo el jueves 31 de agosto) me consoló enormemente ver la portada de El País, donde cuatro prebostes de la CUP declaraban no sé qué. Me di cuenta de que su fealdad era tan extrema de que, difícilmente, ganarán algún comicio (Risas). Como los de Bildu, son un caso insólito de gracia humana disminuida.

P: ¿El atentado de Estado Islámico fue, como expresó la formación de Anna Gabriel en su comunicado de condena, una obra del “terrorismo fascista fruto de las lógicas internacionales del capitalismo”?

R: (Risas) Genial esta señorita. No se ha dado cuenta de que el fascismo es un gemelo univitelino del bolchevismo. Y tampoco se ha dado cuenta de que llama “capitalismo” al simple estado general de cosas en el planeta, con las excepciones de Maduro, Castro o el capón coreano. Vive del dinero público, sin reparar en que el problema de fondo es un contrasentido como la clase política, sobre todo cuando llegó internet. Comparemos el dinero y la influencia de Alfonso Guerra ejerciendo como perito y como vicepresidente del Gobierno. En colectivos realmente cívicos el cargo público es un deber duro, compensado solo por ser breve. Patrimonializar indefinidamente el cargo público provoca el mismo efecto paradójico que patrimonializar la enseñanza. Muy pocos conservan la vocación tras obtener la venia docendi, que no incluye nada parecido a una exigencia de mantenerse al día en la materia, y menos aún conservan la función pública como un peligroso incordio, cuya única contrapartida lícita será el reconocimiento de una gestión honrada y ecuánime. En zonas latinas, sobre todo, el gran problema es que la clase política pretende ser tan legítima como las clases productivas, inmiscuyéndose en la complejidad económica sin la menor experiencia o siquiera buena fe en ese campo, hasta funcionar como un tremendo lastre para la iniciativa y el desarrollo. Para rematar los males, la estructura partidista descarta en cada uno a los que por formación y amor a la independencia son potenciales estadistas, en vez de trepadores.


P: Hay quien dice que los mejores bolardos para este tipo de terrorismo son los libros. ¿Tienen razón, o estamos ante una cursilada?

R: Es una cursilada. Los terroristas son como el bacilo del tifus, hay que acabar con ellos… pero es sorprendente, que no hayan hecho algún prisionero, a efectos de interrogarle… Me recuerda a Oswald y los demás liquidados a raíz de matar al primer Kennedy. Más raro aún es no ponerse las pilas tras la tremebunda explosión en un pueblo de Tarragona, cuya nube se pareció a las atómicas… En fin.

P: En noviembre del año pasado, el papa Francisco dijo que “son los comunistas los que piensan como los cristianos”. Estas declaraciones escocieron a muchísimos feligreses católicos en España, tradicionalmente conservadores y de derechas. Sin embargo, leyendo el primer tomo de Los enemigos del comercio, uno se da cuenta de que el pontífice argentino tiene razón.

R: Totalmente. Francisco es muy fiel a sus creencias, y un destacado teólogo de la liberación desde cuando fue párroco y obispo. Con eso está dicho todo. El rechazo de la riqueza, vista como miasma, impuso que se extiende como una gota de aceite infernal, arruinando la vida del hombre y su alma, hasta depositarlo en el Infierno.

P: Tras leer la parte que dedica en ese volumen a los primeros cristianos, pensé: no hay creyentes con pedigrí; salvo que haya algún asceta, todos los creyentes, al menos, de Occidente, son “jóvenes ricos”.

R: Que el buen cristiano debe ser próspero no cunde hasta la Reforma, cuando se percibe que en el Nuevo Testamento sobran textos como las profecías de Daniel, el Apocalipsis y la Epístola de Santiago, donde “los ricos engordan para el día de la matanza”. De milagro no se lanzaron Lutero y Calvino a expurgar los propios evangelios en las partes donde maldicen no solo al próspero sino al previsor, o las propias flagelaciones de mercaderes protagonizadas por Jesús.  En la primera se juega la vida, pero en la segunda intimida con miles de campesinos amenazadores. “Tememos una insurrección”, dice el sanedrín, aunque tampoco mandó nunca, y es ridículo atribuirle la crucifixión. Fue una especie de autoridad tan formal como ahora Rajoy en Cataluña (Risas). Quienes mandaban eran los romanos, en este caso, CUP-ERC-Junts pel Sí y Podemos.


P: ¿Qué une a comunistas y a islamistas y qué separa a los primeros de los cristianos? Por ejemplo: entre los cinco puntos de noviembre de Lenin, encontramos el de “expropiar los bienes eclesiásticos”; sin embargo, cuando en abril de 1920 se dispone a conquistar Chechenia, insta a sus generales a que muestren “del modo más enfático nuestra simpatía por los musulmanes”. El cambio de lenguaje es considerable.

R: La brújula permanente es odio al mérito. El integrismo —comunista o islámico— está con los “condenados de la Tierra” que decía Fanon, o “los pobres de espíritu” del Evangelio… (Piensa) En Brasil y Portugal hay una expresión muy graciosa: “el amigo de la pantera”, aparentemente tu amigo pero en realidad partidario del jaguar, que se posicionará por sistema en tu contra cuando aparezca un adversario. El mesiánico odia la realidad en cuanto tal. Quiere que su “deber ser” prime sobre el “ser”, y todo cuanto no sea imponerse es una tremenda frustración, no ya ahora, desde siempre.

P: Lukács describió al proletariado como alguien que “aterroriza al mundo para salvarlo”.

R: Y Gorki que por la fuerza será llevado el hombre a la felicidad. Se trata por lo general de personas cortas de medios, elocuencia, sapiencia o paciencia… Les falta algo, y quieren que a los demás les falte lo mismo, e igualan siempre hacia abajo. La exigencia primaria es ser pobre de espíritu, esto es: pedir sin dar y recibir con ingratitud, cosa que proyectada como bien universal depara una sociedad atroz. Toda la Alta Edad Media, y hablamos de siete u ocho siglos, es culto a la Santa Pobreza, con la inmensa hipocresía de las castas altas declarando que el bueno es el mendigo y ellos son pecadores. Unos se lo creen, otros no, pero nadie desafía el imperio de ese embuste. Si quieren irse al Cielo, ¿por qué temen tanto morir? Santa Teresa de Ávila escribe “y tan alta vida espero / que muero porque no muero”. Pero ¿y los demás, cómo mueren 99 de cada 100? Pues demostrando con su hipocondría que no creen en lo que creen. Hegel llamó a eso “conciencia infeliz”, “conciencia desventurada”: un alma desgarrada entre el más acá despreciado y el más allá desmentido por su propio apego a la existencia maldita. Gordo conflicto.

P: Al leer el tercer volumen de Los enemigos del comercio, uno se sorprende al descubrir que, en la URSS, la homosexualidad, causa abanderada por la izquierda democrática occidental, o la pornografía, eran consideradas “libertinaje decadente” y se penaban con una inigualable estancia en un campo de concentración.

R: Como en Cuba o Corea. Hay un puritanismo ostensible en todas estas soluciones. El Edicto de Milán, del 313, no se lo sacude Occidente hasta amurallarse los burgos, en el siglo XIV. Reyes, emperadores y señores feudales  se pasan un milenio persiguiendo el comercio, mientras palabras como “lucro”, “comerciante”, “negocio” o “negociante” desaparecen del lenguaje escrito por obscenas. ¿Cómo es posible vivir así mil años? Pues también lo sabemos: vendiendo a sus hijos o las los del vecino como “cautivos” a bizantinos y a árabes, en territorios donde lo único más abundante que ermitas son leprosarios. La impureza se ha disociado de la mugre, y alimentos en descomposición son los favoritos de Dionisio Cartujano, el venerado asceta, mientras el tráfico de reliquias (cuanto más gore mejor) y personas sustituye al de mercancías. ¡Qué liberación estar liberado del fetichismo unido al valor de cambio!

P: También encontramos grandes dosis de machismo. En el segundo tomo, recoge un cuestionario que le hacen sus hijas a Marx. Cuando éstas le preguntan por su virtud preferida en una mujer, él responde: “La debilidad”.

R: Otra vez la pobreza de espíritu. Por lo demás, he comprobado que hay una profunda divergencia en el movimiento feminista. Cuatro quintas partes de las feministas son razonables, hayekianas, por decirlo de algún modo, que están indignadas con el giro hacia la “falocracia” y el  indigenismo comunista, también llamado “chicano”. Las mujeres se encargarán de limpiar su casa, y probablemente antes que los hombres.

P: “En la sociedad comunista –escribe Marx– podré dedicarme hoy a esto y mañana a aquello, cazar por la mañana, pescar después de comer, criar ganado al atardecer y hacer crítica literaria a la hora de la cena, sin necesidad de convertirme en cazador, pastor o crítico”. La Historia no le ha dado la razón…

R: (Risas) No. Lo más gracioso es que Lenin decreta “reclutamiento industrial obligatorio”. Se acabó la posibilidad de pensar dónde o en qué trabajaré: o te mueres de hambre, o te meto en un campo de concentración si no haces lo que yo mando. Y lo que Lenin manda es trabajar por una quinta parte de lo que se obtenía en tiempos del zar. Lo hace por el bien del proletariado, exclusivamente por eso.

P: ¿Es incompatible el marxismo-leninismo con la democracia? Cuando Fernando de los Ríos, en 1921, pregunta a Lenin cómo y cuándo cree que, en Rusia, podrá pasarse a un “régimen de plena libertad para sindicatos, prensa e individuos”, éste responde: “¿Libertad para qué?”.

R: El marxismo-leninismo es una doctrina mesiánica y, como tal, no puede contar con el asentimiento de los salvados, que irán descubriendo poco a poco la inmensa ventaja de salvarse. No en vano tienen la mala costumbre de querer preservar su iniciativa y su fuero interno, dos rémoras incompatibles con la salvación.

P: ¿Los enemigos del comercio lo son también de la cultura libre?

R: Por supuesto. Son los mismos que inventaron la censura, que por cierto ya estaba en la democracia ateniense, con el precepto de castigar la irrreverencia moral o religiosa. Así se cargaron a Sócrates, tras intimidar a Esquilo. La tomaron con glorias literarias y artísticas. Fidias murió en un calabozo. Anaxágoras, Protágoras o Aristóteles tuvieron que exiliarse porque les acusaban de impiedad. Aristóteles se fue diciendo aquello de “no quiero que la ciudad se cargue con una injusticia por mi culpa”. La grandiosa iniciativa que hizo de Atenas una democracia también conservó ese rencor popular, ese rasar a la baja, ese reino de la envidia. Dicho sentimiento no vaciló en atormentar al hombre más respetado, a Pericles, imponiéndole suplicar de rodillas por la vida de su mujer y sus amigos filósofos, ante la displicente Asamblea. Ese elemento demagógico acabaría perdiendo la guerra del Peloponeso cuando la acusación de impiedad recayó sobre su general en jefe, como si tal cosa no le invitara a mudarse de bando. La democracia es por una parte el gran invento político, y por otra un semillero de obstáculos y trampas, aprovechado por sus enemigos para atacar desde dentro, como el imán de Ripoll o la CUP. En aquella Atenas no consiguieron prevalecer; ahora tampoco. Pero en el siglo XX prevalecieron mucho, hasta contar con la mitad de la población mundial. O te arrodillas ante ellos o te lías a tiros.

P: ¿Y del libre consumo de drogas?

R: El puritanismo más extremo caracterizaba a la dictadura de Lenin. Una enfermera se suicidó tomando unos gramos de cocaína y, cuando se enteró hizo retirarla del vademécum, mucho antes de 1971, cuando Nixon consiguió que la ONU aprobase la Convención Internacional sobre Sustancias Psicotrópicas. Hasta entonces, sólo había cuatro o cinco drogas prohibidas; con el convenio, pasaron a ser cientos; ahora son cientos de miles. Además, los estadounidenses aprobaron una ley llamada de análogos en la que cualquier compuesto con capacidad eufórica queda automáticamente excluido.

P: ¿Están en horas bajas los cruzados contra las drogas?

R: Por primera vez en más de cien años, quien apoya la cruzada no son los órganos del Estado, la policía o la medicina, sino la plebe, la parte más desinformada del pueblo, la que, como decía Hegel, “no sabe lo que quiere”.

P: En un diálogo de Las fenicias, afirma Yocasta: “Propio de esclavos es no decir lo que se piensa”. ¿Hasta qué punto está penado decir lo que se piensa?

R: En mi caso, por ejemplo, o en el de cualquiera que persiga la independencia, quedar de outsider, en fuera de juego. Hay que pagar un peaje por la independencia. También es absurdo decir “soy independiente” y que no te vaya a costar algo. Estás rodeado de personas dispuestas  en todo instante a vender su independencia por poder y dinero.

P: ¿Ha sido o se ha sentido alguna vez censurado o, al menos, apartado?

R: Por supuesto. La última de una larga serie es no conseguir ser emérito.  Jesús dijo: “Me habéis odiado sin causa”. Podía haber dicho “Me han odiado por ser independiente, por tener ideas propias”. Me parece ingenuo quien pida libertad sin reparar en que muchos no quieren libertad, sino dinero y mando sobre el prójimo, probablemente para vengar frustraciones personales.


P: Amparándose en la Ley de Memoria Histórica, algunos ayuntamientos han amagado —la mayoría, finalmente, no se han atrevido— con eliminar de los callejeros  a, entre otros, Gerardo Diego, Agustín de Foxá o Pedro Muñoz Seca por franquistas. Sin embargo, se reivindica, por ejemplo, a Pasionaria, quien dijo que “cuando la vida de un pueblo está en peligro es mejor condenar a cien inocentes antes que absolver a un solo culpable”.

R: Inventar culpables y matar inocentes es un rasgo permanente del mesiánico, pero es curioso que la mal llamada Ley de Memoria Histórica —de hecho, su finalidad es consagrar la amnesia y la tergiversación— me imponga vivir en la calle Margarita Nelken, ayudante de Carrillo y responsable directa de los miles de presos asesinados en Paracuellos del Jarama, entre ellos el humorista Muñoz Seca, cuyo crimen fue ser monárquico. Si Pasionaria fuese un poco menos trivial habría reconocido que desde Lenin y su venerado Stalin desaparece en realidad la diferencia entre culpable e inocente. La única diferencia efectiva es la que separa a obedientes incondicionales y obedientes a la fuerza. La pureza revolucionaria se condensa en callarse y esperar órdenes del Comandante Supremo. Por supuesto, esto lo reclamaba ya Mahoma, y es lo que demandan el imán X o Raúl Castro. El refinamiento bolchevique  consistió en reeditar la herejía como revisionismo, cuando la verdad revelada parecía patrimonio de creyentes religiosos. Desde entonces sería compatible con ateos, sin alterar el castigo de morir o ser recluidos.

P: ¿Recuerda el primer libro que leyó?

R: El Quijote, y por consejo paterno, con siete años. Por eso mismo se me olvidó en gran medida, y al poco me di cuenta de que podía honrar a mis padres leyendo lo que ellos tenían por más rollo: historias de la filosofía, enciclopedias… Ahí empezó la larga empresa de aprovechar mi memoria.

P: Dígame tres libros que para usted sean indispensables.

R: Libros IV y V de la Ética de Spinoza, los Ensayos políticos y económicos de Hume, las Lecciones sobre filosofía de la Historia Universal de Hegel, pero me vas a permitir un tres más uno: La nueva alianza de Prigogine, que es un gigante.

P: Ahora, alguna obra que deteste.

R: Los Principios de Economía Política de Ricardo, por su increíble aridez y retorcimiento, aunque contengan un par de intuiciones sustanciales. Lo insufrible es su forma de escribir. Tampoco puedo con el camelo posmoderno, desde Lacan en adelante.

P: En ese sentido, ha criticado que Mein Kampf  haya estado prohibido hasta hace nada, mientras que las obras de Lenin se pueden encontrar en cualquier librería. ¿Está mejor visto el genocidio de clase que el de raza?

R: Es increíble que así sea. El pueblo judío ahora rondará los 12 millones de habitantes, aproximadamente lo que tenía cuando Hitler se lanzó a por él. La clase media universal no tendrá menos de 700 o 1.000 millones de personas. La magnitud de genocidio pretendido a la hora de acabar con cualquier clase que no sea la proletaria es la forma de exterminio más ambiciosa jamás imaginada, con mucha diferencia. Y es curioso que el origen de afirmar que sólo puede subsistir el proletario fuese una pandilla de 8 o 10 señoritos, todos definidos por no haber dado palo de agua, ni trabajar jamás en un banco de taller. ¡Asombroso! ¡Lecciones te dará la Historia!

P: ¿Le han proporcionado los libros alguna verdad fundamental?

R: Casi todas. Había una parte de mi ánimo que probablemente amaba la libertad y la aventura antes de que los libros lo aconsejasen; pero fueron ellos quienes confirmaron dicha actitud.

P: ¿La cultura nos hará libres?

R: En cierto modo. El peligro, como decía Hegel, es que la cultura acabe representando el “espíritu sin espíritu”. Por ejemplo, un alcalde inaugurando una estatua a Moratín en su ciudad natal. La cultura te remite a paideia, a educación, crianza y, por supuesto, todo lo que nace necesita ser educado.

P: ¿Cuál es la mayor conclusión que ha obtenido en su vida?

R: He descubierto que la proporción de esclavitud en una sociedad determina todo lo demás. Ha sido lo más imprevisto e iluminador para mí. La servidumbre merma todo: renta per cápita, creatividad, salud…

P: Y, para finalizar: ¿llegará el momento en que los ojos de los seres humanos se abrirán y seremos como dioses?

R: (Risas) No lo veré yo. Pero sí tenemos más a mano convertir el estar en ser, el fértil equilibrio entre aquiescencia y lucha.

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