JOKER






En las raíces posmodernas de la Alt-Right (I)
Trump es el único candidato verdaderamente cultural que han tenido los Estados Unidos desde hace décadas.


Autor: Adriano Erriguel
Publicado en El Manifiesto Com
Nota de Hyspasia: Presentamos a ustedes un extracto de la columna de Erriguel. La nota completa se aprecia aquí. Si bien el Sr. Erriguel se expresa en jerga profesional y no en lenguaje llano, lo que es de lamentar, porque constituye una barrera, es extremadamente interesante cómo explica procesos que se desenvuelven todos los días ante nuestros ojos: política de DDHH, política de la víctima, política de las minorías, etc. Si pueden, no dejen de leer la nota completa. 

En uno de los explosivos Tweets ...el Presidente Donald Trump viralizaba unas imágenes en las que...el magnate populista tumbaba en un ring a un contrincante con el rostro cubierto por un anagrama de la CNN. En su cotidiano ritual de odio y deshumanización del personaje, las grandes cadenas informativas “sostenes de la democracia” ­– y sostenes también de sus propietarios: los Slim, Bezos et allia – se rasgaban las vestiduras ante este ataque a la prensa y se santiguaban consternadas por la degradación de la dignitas y la gravitas presidenciales. Fumándose un puro, el propio Trump replicaba en un Tweet que “puede que esto no sea presidencial, pero sí es de un Presidente moderno”.
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Nuestra tesis es que la Alt-Right americana, desde sus orígenes posmodernos, discurre justamente en sentido contrario: de la idea de contracultura pasa al ataque contra la corrección política, de ahí a posiciones antiglobalistas, y de ahí –a través de una furibunda guerrilla cultural– a preparar el terreno para la victoria de Donald Trump.  
Es preciso relativizar el impacto de Trump en términos políticos reales. Frente a la ingenuidad de muchos (que esperaban grandes cambios en la política exterior americana), es muy difícil que un outsider –por muy incómodo que resulte para el sistema– pueda cambiar la naturaleza del sistema americano, férreamente controlado por una oligarquía cerrada. Pero su elección sí tiene un valor de síntoma: hay un malestar creciente contra la globalización, y la historia puede tomar derroteros insospechados. Cuando los ciberutopistas liberales hablaban del advenimiento de una ciudadanía global, no era precisamente a Trump y a la Alt-Right lo que tenían en mente. ...


El fiasco de la posmodernidad


Es bien sabido que, desde un punto de vista filosófico, la posmodernidad irrumpió como la muerte de los llamados “grandes relatos”: las construcciones ideológicas que suministraban explicaciones omnicomprensivas de la realidad: las religiones, el patriotismo, el marxismo, el progresismo, etc. ... Conviene tener presente que la posmodernidad filosófica se define, ante todo y por encima de todo, por los juegos de lenguaje. Desde sus presupuestos casi todo se reconduce a una cuestión de semiótica, al libre juego entre el significante y el significado, a la desacralización del lenguaje, que se ve expuesto como envoltura retórica con infinitos niveles de lectura. ... Siguiendo la semiótica posmoderna todo parecía indicar que, al negarse la univocidad y la objetividad del lenguaje, al reivindicarse su inagotable polisemia, se llegaría a un estadio de libertad absoluta en que sería posible decirlo todo, cualquier cosa, anything goes. Y sin embargo…
Al cabo de dos décadas un nuevo puritanismo –la Corrección Política– desencadenó una purga inquisitorial sobre el vocabulario; listas enteras de palabras quedaron proscritas, malditas, para ser sustituidas por una “neolengua” destinada a blindar los dogmas del sistema. La risa pasó a contemplarse con desconfianza, en cuanto casi siempre es irrespetuosa, suele ser cruel y es además susceptible de ofender a alguna minoría. Las sofisticaciones posmodernas cedieron el paso a un furor moralista y justiciero que todo lo invadía y que no toleraba ambigüedades. La empresa positiva de unificación benéfica de la humanidad no tolera bromas: autocensura y vigilancia, todos somos pecadores.
¿Eso era, a fin de cuentas, la posmodernidad? ...
¿Cómo pudo ser posible?


El fiasco de la Contracultura


Para comprender la razón de este giro posmoderno –la transición desde una cultura de la provocación al puritanismo correctista– debemos situarnos en un contexto más amplio: en el del despliegue del capitalismo consumista y sus condiciones culturales de reproducción. En realidad, la razón de fondo de esta evolución es bastante simple, y fue formulada hace años con claridad por los profesores canadienses Joseph Heath y Andrew Potter: “nunca hubo un enfrentamiento entre la contracultura de la década de los 60 y la ideología del sistema capitalista. Aunque no hay duda de que en los Estados Unidos se produjo un conflicto cultural entre los miembros de la contracultura y los partidarios de la tradición protestante, nunca se produjo una colisión entre los valores de la contracultura y los requisitos funcionales del sistema económico capitalista”.[1] ...
Desde el instante en que el individuo está desligado de todo vínculo trascendente, desde el momento en que se encuentra aislado de sus semejantes, se encuentra objetivamente en las condiciones morales y psicológicas de permeabilidad a todos los estímulos mercantiles”.[4]
No es extraño que, una vez caída la Unión Soviética y entronizado el “libre mercado” como dogma mesiánico, el potencial contracultural de la posmodernidad fuese puesto al servicio del blindaje ideológico del orden neoliberal. Y ello a través de un nuevo “Gran Relato” moral: la religión de los derechos humanos, el instrumento legitimador del intervencionismo neocon por todo el mundo.
Pero en la deriva que conduce la contracultura hacia los “derechos humanos” el eslabón central es, indudablemente, la corrección política.


Políticas de identidad


La posmodernidad se consagra en los Estados Unidos con la recepción de la llamada “french theory” en las universidades, a partir de los años 80. ...¿Dónde mejor podían saciarse todas aquellas “multitudes” impulsadas por flujos irresistibles de deseo, teorizadas por Deleuze, Guattari y por el último Foucault?... Pero el ensamblaje definitivo de la posmodernidad con la corrección política –y de ahí a los “derechos humanos”– se daría a través de la teoría deconstruccionista y su aplicación a la ingeniería social: las políticas de identidad.
Quede claro que, desde una perspectiva posmoderna, la preocupación identitaria incide no tanto sobre las identidades colectivas (históricas, nacionales o culturales) como sobre las identidades individuales (género) o grupales (étnicas, religiosas), siempre que el grupo en cuestión constituya una “minoría” o “subcultura”. ... El buque insignia de toda esta empresa fue –como es bien sabido – la “ideología de género”, hoy convertida en poco menos que reserva espiritual de Occidente.
La ideología de género reposa, como es sabido, sobre la disociación entre sexo y género. ... Un nuevo puritanismo se impone sobre el cuerpo social, pero esta vez no para ocultar el sexo, sino para deconstruirlo. ...
Con el paso del tiempo los resultados hablan por sí solos. ...
La revolución de las víctimas
...La corrección política propulsó una floración de minorías que salieron a la luz para denunciar sus marginalizaciones y opresiones, para exhibir sus agravios históricos contra la “identidad hegemónica” – blanca, occidental y heteropatriarcal– y para imponer códigos de conducta al resto de la sociedad. Es la “revolución de las víctimas”, impulsada por una multiplicación de disciplinas que en los campus norteamericanos se identifican con el apelativo de “cultural studies”: women’s studies, queer studies, disability studies, post-colonial studies, black studies, chicano studies, fat studies, etc., etc. En el contexto de la agenda mundialista, la vocación de los “studies” es suministrar empaque académico a la deconstrucción de la cultura de raíz europea – por homófoba, machista, racista– y enterrar su canon literario y artístico (los odiados “dead white men”) bajo una capa de oprobio...
En cuanto a los individuos no comprendidos en ninguno de estos grupos -los varones blancos, heterosexuales y sanos–, éstos fueron conminados a reconocer su estatus de inmerecido privilegio (“check your privilege”, decía Hillary Clinton) y a pasar el resto de su vida haciendo penitencia. ... De igual manera, el hecho de destacarse como un virtuoso delator de opresiones e injusticias (virtue signalling) se afianzó como un método eficaz para cimentar carreras personales (un tema sobre el que algunas ONGs podrían escribir enciclopedias).
Auto de Fe, Museo del Prado, Rinzi.

Los autos de fe y la represión de las opiniones discrepantes pasaron a manifestarse en un síndrome maníaco-legislativo que Philippe Muray denominó en su día “erótica de lo penal”, y cuya quintaesencia práctica es el “delito de odio”. La acusación de “discurso de odio” (hate speech) es hoy el estigma adecuado para suprimir de raíz cualquier crítica no amaestrada.
Toda esta cultura del agravio y la reparación … Michel Maffesoli denomina “la dictadura de los Buenos Sentimientos”: un conformismo moral de simplicidad bíblica que se baña en un derecho-humanismo pretencioso, arrogante y pagado de su Virtud. Sólo en ese contexto se explica el frenesí victimista, el exhibicionismo lacrimógeno, el desenfreno dolorista que se manifiesta en las redes sociales, en la retórica oficial o en la cobertura mediática sobre cualquier asunto o polémica. Paradójicamente, todo ese desbordamiento de buenos sentimientos contrasta con la violencia y el ensañamiento que los policías de la Virtud emplean con todo aquel que se les cruza en el camino, en una rutina del odio que se practica con la buena conciencia de las víctimas profesionales y de los luchadores por la Justicia universal. ...
El narcisismo moral es el ansia de reconocimiento de los mediocres.


Sinfronterismo redentor


Entre los publicistas conservadores suele darse una confusión frecuente: la de identificar la corrección política, el feminismo y el multiculturalismo con el llamado “marxismo cultural”. Este es un equívoco que tiene poco fundamento. ...
“El sinfronterismo de izquierdas y el librecambismo de derechas –escribe Alain de Benoist– confluyen para interpretar la globalización como una hibridación generalizada”.[11] No es nada casual que la corrección política se vea impulsada por una “sociedad civil” patrocinada por especuladores internacionales. Porque al final del camino, toda esta agenda de ingeniería social se reconduce al mito de la globalización redentora; al sinfronterismo “bien gestionado” por las élites transnacionales; a la gobernanza mundial conjugada en la retórica fofa de los “valores” –que nunca son precisados y siempre son referidos a conceptos algodonosos: el “diálogo”, el “humanismo”, la “tolerancia” (¿la tolerancia de qué?).


Y éste es el escenario en el que irrumpe el Joker.



(Continúa aquí, en Joker II y luego en Joker III).
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[1] Joseph Heath / Andrew Potter, Rebelarse vende. El negocio de la contracultura. Taurus, 2005, p. 13.
[4] Charles Robin, La gauche du capital. Liberalisme culturel et idéologie du marché. Editions Krisis, 2014, pp. 120-121. No se entenderá nada del liberalismo si no se admite que éste “constituye ante todo una carcasa filosófica en la cual se pueden insertar una multiplicidad de contenidos particulares que afectan potencialmente a la integralidad de dimensiones de la existencia humana” (p.111).
[11] Alain de Benoist, Les démons du bien. Pierre Guillaume de Roux, 2013, p. 69.


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