GANADERÍA OVINA

Oveja "PampINTA", especie diseñada por el INTA.
Ejemplar en Provincia de La Pampa.

Autor: Marcelo Posada (@mgposada)

Los ovinos fueron introducidos en el actual territorio argentino en el siglo XVI, provenientes de asentamientos españoles en los actuales estados de Paraguay, Bolivia y Chile. Inicialmente, las ovejas se adaptaron al entorno e iniciaron un proceso de asilvestramiento que se revirtió en los primeros años de la Independencia, cuando comenzó a mejorarse genéticamente el rodeo con la introducción de reproductores europeos.

Hacia mediados del siglo XIX, en lo que hoy es la Provincia de Buenos Aires, la ganadería ovina tenía una importancia crucial. En la primera década de ese siglo se contabilizaban unas 2 millones de cabezas ovinas, la mayoría criollas o pampas (descendientes de las churras españolas introducidas siglos atrás). Poco después comienzan a importarse reproductores de España y Gran Bretaña, y la explotación ovina pasa a adquirir un tinte más organizado, lo que permitió incrementar el rodeo y mejorar la calidad de la lana obtenida. En este proceso juegan un papel central los inmigrantes irlandeses, escoceses e ingleses que llegan al país a partir de 1825. Dado que carecían del saber técnico y las destrezas operativas para dedicarse a la ganadería bovina, y siendo la actividad pecuaria clave en la economía bonaerense en ese momento, optan por abocarse a la ganadería ovina, la cual les era conocida desde sus países de origen, no requería de tantas habilidades ecuestres como los vacunos, y podía ser llevada en forma directa, apenas con asalariados temporales. Tal como señala un viajero inglés de aquellos años, esos productores ovinos, de origen inmigrantes y que explotaban propiedades mucho más pequeñas que la típica gran estancia vacuna, conformaban una particular clase media rural [1]. 
Ganado ovino criollo, circa 1920.

A mitad del siglo XIX, el rodeo ovino bonaerense superaba las 5 millones de cabezas, genéticamente muy superiores a las existente tres décadas antes. En el lapso de esos 30 años, las exportaciones de lana por el puerto de Buenos Aires pasan de 385 tn. anuales a casi 7.700 tn. al año, pese a lo cual seguía siendo un producto secundario frente a la exportación de cueros y tasajo bovino. Al afianzarse el desarrollo de la industria frigorífica, a inicios de la década de 1880, la ganadería ovina bonaerense vive un período de auge y cambio. En pos de trabajar con animales de mejores rendimientos carniceros, se inicia la desmerinización, es decir, el abandono de la raza Merino y su reemplazo por la Lincoln, de neto perfil carnicero.

Este cambio es de importancia crucial para entender la configuración actual de la producción ovina argentina. Esa desmerinización se profundiza en Buenos Aires, Sur de Entre Ríos y Santa Fe y Sudeste de Córdoba, que eran las áreas de influencia de las plantas frigoríficas. En cambio, el Norte de Entre Ríos y Corrientes continuaron con rodeos orientados a la producción de lana, con predominio de la raza Merino. La lana constituía un producto de alta demanda en el mercado mundial –junto a la carne congelada-, por lo cual el rodeo destinado a continuar la producción lanera se asentó en las áreas sin competencia de la demanda frigorífica, consolidándose, fundamentalmente, dos núcleos laneros: por un lado, el tradicional del Litoral, entre el Norte de Entre Ríos y el Centro-Sur de Corrientes, y por el otro, el territorio patagónico, recientemente puesto bajo la efectiva soberanía argentina.

Así, entre el rodeo carnicero y el rodeo lanero, la ganadería ovina llegó a detentar 74 millones de cabezas a fines del siglo XIX. Una combinación de sucesos diversos (prohibición inglesa de importar ganado bovino en pie, necesidad de rentabilizar las inversiones frigoríficas inglesas en Argentina, inundaciones que afectaron las zonas de producción ovina bonaerense generando una mortandad muy elevada, el perfeccionamiento del sistema de rotación agrícola-ganadera, etc.) dio lugar a que la industria frigorífica se avoque al congelado y exportación de reses bovinas, relegando el peso de la ganadería ovina en el área pampeana.

La valorización de la producción en las mejores tierras bonaerenses, en base a la mencionada rotación agrícola-ganadera y a la demanda constante de reses bovinas por parte de los frigoríficos, impulsó el desplazamiento ovino hacia áreas marginales como las mencionadas Patagonia y Norte de Entre Ríos y Centro-Sur de Corrientes. En ambas, la producción ovina se concentra en la obtención de lana, no de carne, por lo cual genéticamente se verificó (en particular, en Patagonia) un proceso de remerinización, puesto que esa raza es la productora de lana más adecuada para las condiciones locales. Así, a lo largo de la primera década del siglo XX, la Patagonia pasa de un rodeo de cerca de 1,8 millones de cabezas, a otro de 11,2 millones, configurando lo que algunos autores llaman monoproducción ganadera. 

Pero a la par que se incrementaba el stock ovino patagónico, el rodeo nacional fue disminuyendo a lo largo del siglo XX, hasta tocar su mínimo de 11 millones de cabezas en los primeros años 2000, estabilizándose actualmente en torno a los 14 millones de cabezas. El declive del rodeo a nivel nacional toma impulso desde mediados de la década de 1970, y obedece a diversas causas, algunas de carácter estructural y otras de índole coyuntural.

Entre las primeras, la disminución de la demanda de fibras naturales (como la lana) por parte de la industria textil ocupa un lugar central. Actualmente, la lana representa el 1,2% de la demanda mundial de fibras textiles, la cual se concentra en los sintéticos [2], fundamentalmente.  La mutación de la presencia de la lana en la demanda de la industria textil mundial toma un doble carácter. Por un lado, disminuye en cantidad (llegando a ese 1,2% señalado), y por el otro, se concentra en un producto de consumo para los sectores de mayor poder adquisitivo, y por ende, las lanas finas y superfinas pasan de ser un commodity a conformar un speciality [3]. 

Desde la perspectiva coyuntural, distintos acontecimientos impactaron negativamente en la producción ovina argentina. En primer lugar, debe señalarse la situación del mercado mundial de lanas en la década de 1990, en el que los precios cayeron notoriamente, producto de la intervención en la década anterior del Estado australiano, generando un stock que hasta su liquidación (en 2002) mantuvo los precios deprimidos. Esos menores precios percibidos por los productores de lana se agravaron, en el caso Argentino, por el atraso cambiario verificado en los años ’90. Más allá del funcionamiento de los mercados, coyunturalmente desde la década de 1990 la Patagonia sufrió una serie de acontecimientos naturales (caída de cenizas volcánicas, fuertes nevadas, sequía extrema) que afectaron negativamente a la producción.
Justa SRA de Mercedes, Corrientes.

La ganadería ovina argentina actual tiene una impronta netamente lanera, concentrada en Patagonia y, en menor medida, en el núcleo productor del Norte de Entre Ríos y Centro-Sur de Corrientes (en el Litoral en combinación con la ganadería vacuna). En el Noroeste existe un desarrollo de esta ganadería, en la región de la Puna, en combinación con la de los camélidos, pero tiene un carácter de subsistencia, conectándose solo marginalmente con el mercado. En la otrora región ovina pampeana, esta producción debe competir en rentabilidad con la ganadería bovina y con la agricultura, por lo cual el rodeo existente está asentado en las zonas agroecológicas más desfavorables para las otras actividades, a la par que en buena medida se destina para el autoconsumo local de carne (del establecimiento agropecuario y/o de los poblados cercanos). Debe señalarse, sin embargo, que en esas zonas pampeanas donde las otras actividades productivas compiten desfavorablemente con la ganadería ovina, ésta representó un papel destacado hasta hace pocos años, generando ingresos complementarios a la cría bovina, tanto por la venta de lana como por la de corderos.

La producción ovina patagónica (que encierra dos tercios del rodeo nacional actual) se maneja extensivamente, sobre pastizales naturales a lo largo de todo el año. La carga animal por unidad de superficie varía según la zona, entre 1 ovino/ha a 0,1 ovino/ha, exponiendo así la diversidad ambiental, pero también la fragilidad natural de la zona. Tal como señala un estudio del INTA, dada esa fragilidad, la producción ovina patagónica no tiene excesivo margen de expansión, aunque sí posee un buen potencial de crecimiento vía mejoras en la productividad animal [4].  La producción ovina en esta zona depende, fundamentalmente, de los factores climáticos, por lo cual la mejora del manejo del rodeo se torna un requisito vital para afianzar y expandir a la actividad, más allá de los efectos derivados de la propia evolución del mercado mundial de lanas antes mencionados.

El circuito productivo lanero se inicia con la crianza del rodeo ovino y la obtención de la lana en el mismo establecimiento mediante la esquila. Esa lana es posteriormente vendida a acopiadores locales, o bien a corredores de la industria que recorren los campos. Esas ventas se realizan mayormente en licitaciones privadas. Los productores primarios cuentan, si cumplen determinados requisitos de calidad de su lana, con un precio de referencia dado por el INTA a través de su programa PROLANA [5], sobre el cual se efectúa dicha licitación.  Ese precio es, a su vez, referenciado en el precio de la lana en Australia, que es el mercado formador de precios a nivel mundial. Sobre el precio australiano, la lana argentina tiene, en general, un descuento del 25%, fundado en motivos de la calidad final del producto, pese a que la misma es de buena a muy buena [7]. 

El 95% de la producción de lana (que en las últimas campañas rondó las 45.000 tn, base sucia) se exporta y el resto se destina al mercado interno. Un tercio de la lana exportada es “lana sucia”, el 7% es “lana lavada”, y el resto es “lana peinada” y/o hilada.

Argentina es el 6º exportador mundial de lana sucia, el 10º de lana lavada y el 6º de lana lavada y peinada. El núcleo motor de esas exportaciones, relevantes localmente pero muy alejadas de los primeros lugares en el ranking mundial, está en el polo lanero de Trelew, desde donde cinco empresas concentran el 75% de las exportaciones.

Más allá de su trayectoria histórica, la producción de carne ovina es una actividad prácticamente marginal dentro del sector. Si bien desde hace más de dos décadas se intenta posicionar a un producto en concreto (el cordero patagónico), el consumo de carne ovina es muy bajo: aún considerando a la totalidad de la faena (registrada y no registrada [8]), no llega a 1,5 kg/hab./año. Por supuesto, con variaciones regionales muy importante, como es en la misma Patagonia, donde el consumo ronda los 30 kg/hab./año.

La producción de carne ovina que se vuelca al mercado es marcadamente estacional (concentrándose entre diciembre y marzo) y está focalizada en un producto: cerca del 60% del total de la faena es de corderos livianos.

La exportación de carne ovina no llega a compensar el escasísimo consumo interno. Argentina participa de este mercado en un 0,1%, frente al, por ejemplo, 38% de Australia y el 35% de Nueva Zelanda; incluso, Uruguay participa siete veces más que Argentina en las exportaciones mundiales de carne ovina.

Pese a que Argentina dispone de la posibilidad de exportar a la Unión Europea un cupo de 23.000 tn. de carne ovina proveniente de la Patagonia, en los últimos años la exportación total de carne ovina no llegó a las 1.600 tn. (mayormente, congelada y sin deshuesar).

La combinación de un tipo de cambio real no competitivo, sumada a la escasa producción de carne ovina, impacta en la baja performance exportadora del sector, además de generar capacidad ociosa en las plantas frigoríficas habilitadas.
Fiesta Nacional del Cordero.

Pese a que el consumidor la considera una carne aún más sabrosa que la vacuna y la aviar (apenas por detrás de la porcina), su consumo ha ido decreciendo con los años, concentrándose para la época de las fiestas de fin de año, coincidente con la sobreoferta estacional del producto. Pese a esa buena valoración gustativa, esta carne ocupa el último lugar en las opciones de compra del consumidor debido al desconocimiento de los cortes disponibles y de su potencial culinario [9]. 

La producción ovina, en vista de lo señalado, enfrenta una coyuntura problemática. Su subsector lanero, aún con cierta buena trayectoria e inserción internacional, debe asumir que la tendencia a la utilización de fibras naturales se seguirá reduciendo, generando un movimiento de pinzas: por un lado, exigiendo una elevación mayor del estándar de calidad de la lana fina ofertada, y por el otro, profundizando la concepción de speciality que ha adoptado este producto. Por ende, el horizonte expansivo –más allá de las limitantes naturales propias de la región patagónica- se ve severamente acotado.

El subsector carnicero, en cambio, que encuentra potenciales escenarios positivos con el incremento de la demanda de proteína animal en los países asiáticos, además de contar con la posibilidad de exportar a la UE sin arancel, se ve limitado en su desenvolvimiento por la escasa producción, por la inadecuada forma de organizarla (tanto en Patagonia como en las otras regiones productoras del país), y por falta de capacidad competitiva derivada de las condiciones globales de funcionamiento de la economía argentina (tipo de cambio, dotación de infraestructura, costos logísticos, etc.).

La ganadería ovina, en particular la destinada a carne, puede constituir una alternativa productiva importante para zonas marginales si se alinean los incentivos, comenzando por una reactivación del mercado interno y por mejorar la estrategia productiva. La disponibilidad de diversas genéticas adecuadas a distintos ambientes (como la raza Santa Inés, de origen brasileño para zonas áridas y cálidas, como puede ser el Oeste de Formosa), abre posibilidades productivas en regiones donde otras actividades se ven severamente limitadas.
Ovejas, Entre Ríos.
La política pública de apoyo a la ganadería ovina está sustentada en la Ley 25.422, y en su prórroga por la Ley 26.680 [10]. Pese a los cuantiosos recursos que se destinaron desde su sanción en 2001 a solventar créditos “blandos” y aportes no reembolsables, pese a los numerosos recursos no monetarios puestos en función de esa ley (personal, logística, etc.), los impactos de esa normativa no han sido evaluados fehacientemente. Análisis pormenorizados del funcionamiento del marco institucional derivado de dicho régimen arrojan severas dudas acerca de la utilidad final del mismo, como así también acerca de la transparencia de su funcionamiento [11]. 

La ganadería ovina encuentra en la producción de carne su mayor ventana de oportunidades, apalancándose en las ventajas que puede tener el producto final argentino frente al de sus competidores principales (Australia y Nueva Zelanda): la producción a pasto. Pese a que la propia Cámara de Frigoríficos Ovinos impulsa la producción en feedlot [12], tal como hacen aquellos países mencionados, intentar competir en el mismo nicho, sin diferenciar el producto, es inconducente, dado el diferencial de capacidad competitiva que poseen esos países respecto de la situación argentina.

La organización del sector es fundamental para alcanzar el desarrollo carnicero ovino. La experiencia de FarmIQ y de Beef+Lamb de Nueva Zelanda [13] puede ser una guía para la acción. Organización para productores nacida e instrumentada desde los productores, que involucran al resto de los agentes de la cadena, sin clientelismo estatal en base a créditos y dádivas de diferente tipo, pero sí con el apoyo del sector público a partir de su sistema de ciencia y técnica puesto al servicio de la producción orientada al mercado.

Al igual que en otras muchas producciones argentinas, la ruptura de la cultura clientelar y el surgimiento y afianzamiento de una cultura de la auto-organización, nacida desde los propios agentes privados, es una condición ineludible para que la potencialidad productiva del sector ovino se plasme en la realidad.


Patagonia, Foto de Celine Frers.

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[1] http://www.biblioteca.org.ar/libros/132900.pdf 
[2] Téngase presente que a inicios del siglo XX, el 20% de la demanda de fibras textiles era satisfecha por la lana, lo cual expone claramente que la disminución de dicha demanda es un proceso de cambio estructural.
[3]   Las lanas de diámetro medio se destinan a “cortes” con otras fibras textiles. Las lanas gruesas son empleadas, fundamentalmente, para la fabricación de alfombras. Y las lanas finas y superfinas se destinan a la confección de prendas de calidad para los sectores del consumo más acomodados.
[4] https://inta.gob.ar/sites/default/files/script-tmp-inta-_produccin_ovina_en_argentina.pdf
[5] https://prolana.magyp.gob.ar
[6]   Los lotes se venden “al barrer”, es decir, con todo el tipo de lana que tienen dentro, por lo cual la homogeneidad de la producción es fundamental para obtener el certificado de PROLANA y así contar con ese precio de referencia. Otras modalidades de venta son “sobre el lomo”, es decir, una venta anticipada a la esquila, y “en consignación”, por la cual el vendedor entrega la lana a un consignatario que le pagará en función del precio que él obtenga en la venta a la industria.
[7] http://www.creebba.org.ar/iae/iae74/Ganaderia_ovina_situacion_y_perspectivas_IAE_74.pdf 
[8]   Estimaciones oficiales calculan que alrededor del 75% de la faena ovina se realiza fuera del circuito formal, regulado por la normativa estatal.
[9] http://www.ipcva.com.ar/vertext.php?id=791
[10] http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/65000-69999/66876/texact.htm; http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/180000-184999/182649/norma.htm 
[11] https://www.researchgate.net/publication/322520542_Ley_Ovina_en_la_Patagonia_2001-2016_el_proceso_de_la_politica_publica 
[12] http://producirconservando.org.ar/intercambio/docs/OVINOS.pdf
[13] https://farmiq.co.nz; https://beeflambnz.com

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