MI CAPITAL, TU CAPITAL


Una de las razones por la cual exportamos trigo y no galletitas es que el estado da todas las señales posibles para que exportemos trigo y no galletitas.



Autora: Iris Speroni (@SperoniIris)


Tanto Cristina Fernández como Mauricio Macri enunciaron el slogan “Argentina debe ser el supermercado del mundo”.

Traduzcamos. En lugar de exportar maíz o cebada, exportar aceite embotellado (no a granel) o cerveza en botellas.

Suena lindo.

Sin embargo, estamos muy lejos de esa posición. Vemos cómo los restantes países del Mercosur como Brasil, Paraguay y Uruguay nos superan en los volúmenes de exportaciones de carnes de toda especie, cueros y en cualquier momento, yerba mate.

Hay varias razones. Una la intenté explicar hace varios años, cuando escribía en La Prensa. Tiene que ver con los impuestos. La nota está acá.

Haré un breve resumen.

Si una industria exporta madera, aluminio o acero, está exenta de impuesto al valor agregado (IVA) a la venta, impuesto a los ingresos brutos (IIBB) y paga impuesto a las transacciones bancarias de 0,6% solamente. Si exporta desde algún puerto patagónico, intermitentemente reciben subsidios específicos.

Ahora bien si se quieren exportar perfiles, o peor aún aberturas como ventanas y puertas, le tiene que vender su producto a quien fabrica perfiles o a la maderera, que a su vez lo vende a la fábrica de aberturas. Ahí pagan dos veces IIBB (5%+5%), impuesto a las transacciones bancarias (0,6%x4), más el IVA sobre todo, que si bien se recupera, no deja de ser un costo financiero, porque aumenta mi necesidad de capital de trabajo en un 21% y el estado no lo financia [1]. Además se agrega el costo de fletes entre todas esas fábricas, que en Argentina es carísimo porque no hay FFCC, los camiones salen el doble que en otros países y las rutas están rotas.

Cada paso de industrialización en Argentina implica una catarata de impuestos. El sistema actual impositivo, como está diseñado, incentiva a sacar al producto del país lo antes posible. Cuanto menos elaborado, menor carga impositiva. 


Quiere decir que el sistema fiscal provoca el efecto contrario que el enunciado por los discursos presidenciales: ellos podrán decir que quieren exportar productos elaborados, pero en los hechos, todas las políticas públicas (impositivas, de transporte, energéticas, laborales, regulatorias, financieras) provoca el efecto contrario.

Así que una de las razones por la cual exportamos trigo y no galletitas es que el estado da todas las señales posibles para que exportemos trigo y no galletitas. 

Las políticas públicas son enemigas de la exportación en general y de la exportación de productos elaborados en particular. Digo que es enemiga de la exportación porque hace décadas que los gobiernos sostienen una política de atraso cambiario permanente.


El Capital

El segundo tema es el capital. Una industria puede ser provista por una industria grande y concentrada (acero, aluminio, plásticos) o por una cuyos proveedores estén atomizados (caña, maíz, madera, cebada, leche).

De una manera u otra toda fábrica trabaja con su propio capital (instalaciones, maquinaria, necesidades de fondos) y con el de sus proveedores. Esto es, el capital que necesitan los proveedores para producir los insumos que esta fábrica requiere.

Voy a dar dos ejemplos.

En Misiones y Corrientes existen grandes empresas elaboradoras de té y mate. Compran la materia prima a productores locales, la unen a la producción propia, seleccionan, secan, fraccionan, empacan y comercializan. Para hacerlo requieren instalaciones, maquinaria, cadena de comercialización y a veces flete propio. Además necesitan disponibilidades de fondos para comprar la mercadería una vez al año y venderla espaciadamente durante 12 meses.

Ahora bien, para disponer de toda esa materia prima, trabajan con su propio capital, y también con el capital ajeno necesario para producir los insumos que necesitan. Capital en tierra y maquinaria o herramientas de cientos de productores. Ese capital debe ser remunerado, al igual que lo es el de la gran empresa.

Situación similar se da, por ejemplo, con la caña de azúcar o el girasol, maíz y soja para las aceiteras. Se requiere capital para el ingenio o la aceitera; se requiere capital para producir los insumos que el ingenio o la aceitera compran. La diferencia entre unos y otros es que el ingenio o la aceitera son empresas grandes (de uno o más dueños) y los proveedores son una pléyade de pequeños y medianos productores atomizados.

Veamos el caso de una usina láctea. Ejemplo: una usina láctea se construye con 20 millones de dólares (supongamos). El capital necesario para producir la leche que la usina requiere diariamente asciende a 400 millones. En el primer caso la propiedad está unificada (en una familia, en un fondo de inversión o en accionistas). En el segundo caso la propiedad de los 400 millones de dólares distribuido en mil o dos mil propietarios. Pero para que la usina pueda vender leche requiere de una inversión de 420 millones de dólares. Let’s that sink in! De todo el capital necesario para exportar leche en polvo, el 4,76190% pertenece a la usina y el 95,238095% a los tamberos.

Ahora bien, por los tamaños de los jugadores, la usina decide el precio de compra y las formas de pago. Enfrente tiene tamberos atomizados. Puede poner precio y condiciones financieras. Son contratos de adhesión. Que en el caso de la leche ni siquiera pagan al contado, como debería ser un suministro sin papeles.

¿Qué significa que la usina (ingenio/aceitera/molino/bodega/etc.) fije el precio? Que decide el margen de ganancia propio y el de su proveedor. Decide en qué jugador queda el margen de toda la cadena. 

No se queda con su propio margen (lo que está bien) sino con el propio y el de sus proveedores (lo que constituye un abuso).

Si el comprador compra al costo variable del productor (lo que éste necesita para pagar alimento de las vacas, electricidad, personal, impuestos), no remunera el capital del productor. La remuneración que recibe el productor por su capital invertido es cero. 

Por lo tanto, se queda con el rendimiento de sus 20 millones de capital y también con la remuneración al capital de los 400 millones de dólares ajenos (de sus proveedores).

Visita de Onganía a un ingenio.

Estas cosas suceden cuando existe disparidad de tamaños de los distintos eslabones. Si una gran bodega le compra a pequeñas fincas, por ejemplo. No sucede si la negociación es entre FATE y Química Dow, para dar un ejemplo. O entre FATE y Banco de Galicia. Sucede cuando los tamaños son dispares.

Es por eso que para que un sector pueda exportar y prosperar, hay que remunerar el capital de todos los agentes: el de los chicos, medianos y grandes. Eso les permite a todos tener ganancias que pueden reinvertir y así aumentar su producción. Para exportar se necesita capital para el elaborador, pero también para aumentar la producción de todos los otros eslabones. Ese ciclo virtuoso, donde todos ganan, es el que hay hoy en Brasil; que a Brasil le ha dado tantas ganancias.

Los problemas intracadena no se resuelven con “el mercado”. El mercado existe cuando ambos, comprador y vendedor, son pares.

Si queremos ser un país productor, tener 200 millones de cabezas de ganado, convertir a la Patagonia y al Chaco en un vergel y exportar mucho y ser todos ricos, deberemos resolver este problema como sociedad.

Los grandes, así como están, están cómodos.

Si queremos tener un país que crezca, que exporte, con altos sueldos promedio, con aumento de reservas y pagar toda la deuda externa, la iniciativa deberá estar en otro lado.

Nuestro problema no lo resolverán los que hoy están cómodos.


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Nota:

[1]

Primero pago el impuesto y luego obtengo la mercadería. Es de un gigantesco daño, pero vaya uno a tratar de explicar esto a algún burócrata.


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Nota relacionada:

IMPOSIBLE EXPORTAR CON EL LASTRE DE LOS IMPUESTOS


 
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