ORACIÓN
En sus declaraciones Isabel menciona a Orwell y su policía de pensamiento
Autor: Bernardino Montejano
Nota original: https://gauchomalo.com.ar/oracion/
Nota de Restaurar: Publicaremos tres notas sobre el encarcelamiento de Isabel Vaughan-Spruce en Birmingham. ¿Su delito o contravención? Orar en silencio frente a un abortorio. El lobby abortista cambia leyes y maneja el poder de represión del estado a su antojo.
Presentamos ORACIÓN, de Bernardino Montejano, CRIMINALIZAR LA NACIÓN NO TIENE LUGAR EN UNA NACIÓN LIBRE, editorial de ReactionLife y por último CRITICAR EL ABORTO YA ES UN CRIMEN DE PENSAMIENTO EN GRAN BRETAÑA, por Georgia L. Gilholy.
La virtud de religión, que mueve al hombre como criatura a tributarle a Dios como Creador y primer principio de ser y de gobierno, el culto exclusivo de latría o adoración, es la primera de las virtudes morales.
Esta virtud tiene actos internos y externos. Los primeros son dos: la devoción y la oración. Los segundos son la adoración, la ofrenda, el sacrificio, el voto (como promesa de algo futuro y mejor y no la papeleta que se mete en una urna el día de los comicios) y el juramento.
Con motivo de los gravísimos sucesos ocurridos en Inglaterra, con la orante Isabel Vaughan-Spruce, la mujer detenida por rezar en silencio, me ocuparé en esta nota de la oración como acto interno de la virtud de religión.
¿Qué es la oración? Responde san Buenaventura: es la elevación de la mente a Dios.
Existen dos modos de oración: vocal, en la cual se utiliza una forma aprobada de palabras leídas o recitadas: por ejemplo, la señal de la Cruz, el Ángelus, la Liturgia de las Horas, tantas veces citada en estas notas, y mental, que se hace sin emplear palabras o fórmulas, en silencio.
La segunda era el modo a través del cual Isabel elevaba su alma a Dios frente a los abortorios, sin manifestación exterior alguna, sin provocaciones, ni desórdenes.
Sin embargo, tal es la fuerza y la influencia de las organizaciones que negocian con los abortos y la comercialización de los restos trozados de las víctimas, que esta buena mujer fue detenida un par de veces. Por eso hoy es un símbolo de la lucha por la vida y por la libertad, una libertad concreta y no la libertad abstracta, que invoca nuestro presidente en su vacío grito carajil.
Isabel recurrió a la administración de justicia, para protestar contra la prepotencia policial y la violencia de la cual fue víctima. La denuncia prosperó y la policía tuvo que pagarle trece mil libras esterlinas por el trato injusto recibido y la violación de sus derechos, arrestos y encarcelamientos, agresión y lesiones.
Gracias a “Religión en Libertad” de ayer, me entero de este singular entuerto policial. Según la Alianza para la Defensa de la Libertad del Reino Unido, es el primer caso de delito de pensamiento en la Gran Bretaña del siglo XXI. En el segundo arresto paticiparon seis policías, uno de los cuales sin rodeos le dijo: “Has dicho que estás rezando, lo cual es un delito”.
Después de su victoria judicial la pacífica resistente manifestó: “No hay lugar para la policía del pensamiento de Orwell en la Gran Bretaña del siglo XXI. Sin embargo, me preocupa profundamente que esta violación pueda repetirse a manos de otras fuerzas policiales”.
El gobierno laborista de Inglaterra se ha sacado la careta de neutralidad y respeto por la libertad religiosa y está instrumentando una ley de orden público que prohibirá toda presencia sospechosa a menos de 150 metros de cada abortorio.
La pacífica resistente habla de sus raíces familiares y de su hogar en el cual le enseñaron a “no deshumanizar al niño no nacido”. El nasciturus es una criatura creada por Dios y redimida por Cristo y tratarlos como basura es “un insulto a Dios”.
En sus declaraciones Isabel menciona a Orwell y su policía de pensamiento. En su libro “1984” el escritor inglés anuncia que el disidente será torturado y vaciado en su interioridad para transformarlo: “Todo habrá muerto en tu interior. Nunca más serás capaz de amar, de amistad, de disfrutar de la vida, de reírte, de sentir curiosidad por algo, de tener valor, de ser un hombre íntegro… Estarás hueco. Te vaciaremos y te rellenaremos de nosotros.” (Destino, Barcelona, 1981, págs. 270 y 271).
Como tengo una amiga, María Esnaola, que gracias a un aparatejo que lleva como adherido a su cuerpo, consigue cualquier libro, les recomiendo unos de anticipación que son: “La bomba increíble”, de Pedro Salinas, (Sudamericana, Buenos Aires, 1965) ; “Las doradas manzanas del sol” y “Fahrenheit 451”, de Ray Bradbury (Minotauro, Buenos Aires, 1973 y 1974, respectivamente). Ellos me ayudaron para mi libro “Familia y Nación histórica” (Cruzamante, Buenos Aires, 1986), cuyo tercer capítulo versa sobre el futuro y se titula: “Porvenir de la Familia Argentina y su Nación histórica ante el ataque de sus enemigos”.
De retorno a la oración, ella es un acto de la razón práctica (del latín, oratio), por el cual nos dirigimos a Dios en forma de súplica. Debe el hombre tomar conciencia de quién es él y de quiénes somos los hombres; de allí, la oración de San Agustín: “Dios mío, siempre el mismo, conózcate a Ti, conózcame a mí, he aquí mi plegaria”.
Dios es la fuente de todos nuestros bienes y la oración expresa la necesidad que tenemos de Él, a quien nos dirigimos, para adorarlo, darle gracias por los beneficios recibidos y pedirle bienes “que causan nuestra bienaventuranza” y así conformamos nuestra voluntad a su deseo, ya que Él quiere que “todos los hombres se salven”.
También podemos pedirle bienes temporales, que, como enseña el Aquinate, es lícito desearlos “como sostén de la vida temporal y en cuanto nos sirven de instrumentos para realizar la virtud” (Suma Teológica, 2-2, q.86, a. 6).
La oración es un acto propio del hombre, dotado de razón y con un superior a quien orar. Dios y los animales no rezan en sentido estricto; los animales carecen de razón y Dios no tiene superior a quien dirigirse. El es caso de Cristo es único, porque reza como verdadero hombre.
Toda sociedad verdaderamente humana debe respetar la dimensión religiosa del hombre, jamás ignorarla o combatirla. Debe establecer las condiciones que hagan posible la vida de oración, que “necesita un mínimo de tiempo, de soledad, de vida personal”. Por eso, escribe Saint-Exupéry: “Al frente de mi ciudad colocaré poetas y sacerdotes, que harán ensancharse el corazón de los hombres”.
La restauración de los lazos con Dios, del sentido de lo sagrado, implica la plegaria, como “un encuentro personal con Dios vivo”. Es lo que escribe el cardenal Jean Danielou en su hermoso libro “Religión y política”, a quien cito de memoria. Es el encuentro que quieren evitar esos policías ingleses, jenízaros al servicio de las atrocidades del Nuevo Orden Mundial.
* Presidente del Instituto de Filosofía del Colegio de Escribanos y del Instituto de Filosofía Práctica.
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