ARGENTINA UN PAÍS NUCLEAR
El sector nuclear argentino logró construir una política tecnológica que se expandió y diversificó en todo el país
Si bien los inicios del sector nuclear en Argentina se remontan al General Manuel Savio cuando en 1945 se decretó al uranio como mineral estratégico, a los ensayos realizados por el físico Enrique Gaviola para vincular al área nuclear con la física a partir de 1946, y a lo que se conoció como “Proyecto Huemul” (1948), el diseño e implementación de una política nuclear estratégica se inicia con la creación de la Dirección Nacional de la Energía Atómica (DNEA) en 1950, de quien dependieron las actividades de investigación y fiscalización respecto de la actividad nuclear. En 1954 toda esta estructura pasa a depender directamente de Presidencia de la Nación. Posteriormente, en 1956, se reestructuraría el sector mediante la absorción de la DNEA por la CNEA (Comisión Nacional de Energía Atómica).
Paradójicamente, durante uno de los períodos más largo de inestabilidad política del país, la CNEA mantuvo una orientación de corte autonomista con liderazgos estables. La política estratégica nacional en la materia, posibilitó el alto grado de autonomía institucional con el que contó la CNEA durante los años siguientes.
El campo nuclear se empezó a desarrollar en el país con la formación profesional en las ciencias y tecnologías asociadas; luego, se crearon laboratorios y se iniciaron actividades específicas, como la radioquímica, la metalurgia y la minería del uranio. Por ejemplo, en Abril de 1955, se firma el convenio entre la CNEA y la Universidad Nacional de Cuyo que dio origen al Instituto de Física, en Bariloche, que actualmente se denomina Instituto Balseiro.
Posteriormente, se desarrollaron actividades específicas para la construcción y operación de reactores de investigación y sus combustibles, la producción de radioisótopos y el empleo de las radiaciones ionizantes para diagnóstico y tratamiento médico, y se alcanzó la madurez con el acceso a la nucleoelectricidad, llegando a producir con solo 2 centrales el 8 % de la energía eléctrica del país.
En 1956 se establece el marco organizativo de la CNEA, y es reestructurada en 1994, manteniendo para sí las funciones de estudio e investigación sobre la producción de la energía nuclear. En simultaneo se crea el Ente Nacional Regulador Nuclear (ENREN), que ejerce la fiscalización y control de la actividad nuclear en el país, manteniéndose como autoridad autárquica en jurisdicción de la Presidencia de la Nación.
El ENREN, a partir de la sanción de la Ley 24.804 (Ley Nacional de la Actividad Nuclear), es reemplazado por la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN), organismo encargado de regular las actividades públicas y privadas que se desarrollen en el país en el campo nuclear. También se establece en la misma Ley las funciones que ejercerá el Estado Nacional a través de la CNEA y de la ARN.
Se crea la empresa Nucleoeléctrica Argentina S.A. (NA-SA), quedando en el ámbito de la Secretaría de Energía y de capital estatal. La misma tiene a cargo la generación de energía eléctrica de las Centrales de Atucha I y II, y la Central de Embalse.
La CNEA, a su vez, quedó a cargo a partir de la reestructuración del estudio, asesoramiento y explotación de yacimientos de minerales nucleares, y mantiene participación en empresas tales NUCLEAR Mendoza S.E. (sobre explotación minera), CONUAR S.A. (producción del combustible nuclear), INVAP S.E. (tecnología nuclear), FAE S.A. (fábrica de aleaciones especiales) y DIOXITEK S.A. (producción de dióxido de uranio).
En 1989 se inaugura ENSI S.E. (Empresa Neuquina de Servicios de Ingeniería, Sociedad del Estado), planta industrial de agua pesada para la refrigeración de los reactores, que se instala en Arroyito (Neuquén).
Durante la primera década del 2000 se logra por primera vez en Argentina la separación y purificación del radioisótopo estroncio 90 de fisión, con importantes aplicaciones en medicina e industria.
Se eleva al Congreso de la Nación el primer Informe Anual sobre Gestión de Residuos Radiactivos y Combustibles Gastados, en el marco de la Ley Régimen de Gestión de Residuos Radiactivos (Ley 25.018/98).
Se inician las obras de restitución ambiental en el predio del ex Complejo Minero Fabril Malargüe en la Provincia de Mendoza (Proyecto PRAMU) y se inaugura el Observatorio de Rayos Cósmicos del Proyecto Internacional Pierre Auger en Malargüe (Mendoza).
Durante esta década al igual que en la anterior, se firman numerosos contratos entre la empresa INVAP S.E., el OIEA y diversos países (Australia, Polonia, Cuba y Egipto entre otros) para la provisión de elementos combustibles a ser diseñados y fabricados por la CNEA con destino a reactores de investigación.
En la segunda década de este milenio se impulsa la construcción de un reactor nuclear íntegramente diseñado que se está construyendo en el país, el CAREM 25.
El Gobierno nacional y la empresa canadiense Candu Energy Inc. suscriben contratos para la extensión de vida de la Central Nuclear Embalse y se concluye la obra de Atucha II.
La central Atucha II se pone en marcha en el 2013, alcanzando su criticidad en el 2014 cuando se sincroniza con el Sistema Interconectado Nacional de energía eléctrica.
El Complejo Tecnológico Pilcaniyeu (Río Negro), alcanza los valores que acreditan el enriquecimiento de Uranio 235 para uso en combustibles nucleares.
En esta misma década, Argentina y China firman un contrato marco para la provisión de equipamiento y servicios destinados a la construcción de Atucha III.
La CNEA posee, además, centros atómicos de investigación en Ezeiza, Bariloche y Ciudad de Buenos Aires (Centro Atómico Constituyentes), y de desarrollo de la actividad docente en el Instituto Balseiro (Río Negro).
La actividad nuclear en Argentina no se limita a la generación de energía nucleoeléctrica. La investigación y el desarrollo de aplicaciones de la tecnología nuclear con fines pacíficos también se pueden encontrar en el agro, la industria y la medicina.
La Planta de Irradiación Semi-Industrial (PISI) que posee la CNEA en el Centro Atómico Ezeiza (CAE), brinda servicios de irradiación de productos y materias primas en escala industrial y preindustrial utilizando radiación gamma. Se irradian productos de uso médico, alimentos, banco de tejidos, productos odontológicos y farmacéuticos, cosméticos, material apícola y papel, entre otros.
En lo referido a las aplicaciones agronómicas, se estudia la erosión hídrica y se busca adecuar la fertilización de los suelos al sistema de labranza, evitando la pérdida de materia orgánica y asegurando un uso eficiente de los fertilizantes. En cuanto a las aplicaciones pecuarias, hay aplicaciones referidas a la sanidad, nutrición y reproducción de los animales, y otras que aportan soluciones para el control sanitario en apicultura. Así mismo, a través de la implementación del Manejo Integrado de Plagas mediante la Técnica del Insecto Estéril (TIE), con la irradiación se logró un método de supresión o erradicación de plagas a partir del apareo de insectos estériles, impidiendo de esta forma su proliferación, impactando de manera beneficiosa en los sectores frutihortícola y vitivinícola del país.
En 1961 se creó el Servicio de Asistencia Técnica a la Industria (SATI) a través del cual, el sector nuclear logró la articulación y vinculación con la industria metal mecánica local y consolidó una consistente infraestructura nuclear. Así, brindó y brinda servicios de asistencia tecnológica con transferencia de conocimiento a empresas de los sectores farmacéutico, agropecuario, petrolero, químico, energético, pesquero, lácteo, automotriz, plástico, metalúrgico, alimentos, hospitalario y sanitario, textil, agroquímico y transporte.
La actividad nuclear en Argentina también hace aportes a la mejora de la calidad de vida de la población desarrollando investigación y aplicación de técnicas nucleares en el diagnóstico y terapia de enfermedades, principalmente oncológicas, siendo referente en América Latina en materia de medicina nuclear, y además de ser uno de los principales productores locales, regionales y mundiales de radioisótopos para uso médico.
En el Hospital de Clínicas José de San Martín de la Ciudad de Buenos Aires, se instaló a fines de los años 50´ el Laboratorio de Radioisótopos para estudios hematológicos que poco tiempo después se transformó en el primer Centro de Medicina Nuclear del país.
A partir de ese momento el desarrollo de la medicina nuclear se expandió por todo el territorio creando una amplia red de instituciones públicas y privadas. Encontramos así centros y escuelas de medicina nuclear, centros de cobaltoterapia, centros de radioterapia, centros de braquiterapia, laboratorios de radioinmunoensayos y aceleradores lineales.
La CNEA, en su reactor de investigación y producción RA-3 localizado en Centro Atómico Ezeiza, produce alrededor del 90% de los radioisótopos que consume el país. Se suma en el mismo predio la construcción de un nuevo reactor de investigación multipropósito RA-10 con la intención de expandir estas posibilidades.
El siguiente cuadro localiza los principales puntos de actividad nuclear en el país. Son en total 339 instalaciones con aplicaciones industriales, 813 centros de medicina nuclear, 4 centros de medicina nuclear que controla la CNEA, 3 instituciones de formación académica (con instrumentos nucleares en sus instalaciones), 1 planta de enriquecimiento de uranio, 7 reactores de investigación, una planta de producción de agua pesada (virtualmente desactivada), 1 reactor Carem 25, 1 planta de producción de uranio y 1 complejo minero fabril (otro desactivado y otro proyectado).
El relevamiento no cuenta los equipos radiológicos medicinales, veterinarios, odontológicos o industriales, ni la planta de esterilización y desinsectación de Ezeiza.
Todos los sitios producen residuos nucleares que deben ser cambiados, retirados, tratados y depositados en instalaciones especiales, según su nivel de emisión de radiaciones.
Considerando lo descripto en este articulo podemos afirmar sin duda alguna que Argentina es un país nuclear. El sector nuclear argentino logró construir una política tecnológica que se expandió y diversificó en todo el país en muchos sectores: desde la producción de radioisótopos para la medicina y la agricultura, hasta la generación nucleoeléctrica, la exportación de reactores de investigación y la construcción de tecnología de primera línea como son el CAREM y el RA-10 contribuyendo al desarrollo económico y colocando a nuestro país a la vanguardia de los países fabricantes de tecnología nuclear con fines pacíficos. Con la inversión y el presupuesto adecuados, continuemos por este camino.
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*La autora es Abogada especialista en Derecho Ambiental por la Universidad de Buenos Aires, docente universitaria y socia del Estudio Traverso, Canale y Asociados.
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