VAE VICTIS

 


vae victis
Loc. lat.; literalmente '¡ay de los vencidos!'.
1. loc. interj. U. para expresar la indefensión de los derrotados en alguna causa.

Organizaciones corruptas, a menos que sean derrotadas, se vuelven cada vez más descaradas y corruptas - no menos.


Autor: Curtis Yarvin (Gray Mirror) 

Nota original:  https://graymirror.substack.com/p/vae-victis

Traducción: Hyspasia


"Como todos los hombres en Babilonia, he sido preconsul; como todos ellos, he sido un esclavo".

Vae victis! Si esta elección fue efectivamente robada, fue un robo hecho y derecho. Cualquiera cosa que haya sucedido es tan final como el Bitcoin. 2020 quedará como un bocato di cardenale. Usted obtiene un año como éste una vez cada varias décadas.

La Corte Suprema mandó un claro y amoroso mensaje schmittionano. Ningún tribunal u otra autoridad oficial considerará alguna vez las imputaciones sobre fraude electoral en las elecciones de 2020 efectuadas por los republicanos. Todo será rechazado en base a defectos de procedimiento por los tribunales, y los republicanos recibirán burlas de máximo hauteur por la prensa legitimada. Tal vez alguna agencia gubernamental tendrá que ir a través de algún cansador kabuki para investigarse a sí misma.

Estas tácticas siempre funcionarán. Siempre lo hacen. Nunca habrá ninguna investigación sistemática o forense que sea neutral, oficial, en ninguna de las irregularidades reales o verosímiles - ni siquiera una como el cómico recuento solicitado por Jill Stein en el 2016. (Que tuvo que frenarse porque se encontró que alguien, presumiblemente ruso, había estado colocando cajas con boletas, o mejor dicho, tabuladores, en Wayne County).

Más aún, nadie hubiera pretendido algo diferente. Carl Schmitt nos dijo que "el soberano es quien decide la excepción". No hubo ninguna excepción aquí - por lo tanto el soberano ha decidido. Schmitt, un alemán y un caballero (si bien un poquito nazi) nunca lo hubiera dicho así: el soberano es quien puede decir "andá a cagar". Pero probablemente hubiera estado de acuerdo.

El mundo funciona de esta manera. Tiene que funcionar de esta manera. Debería funcionar de esta manera. Tenemos algunas cosas para decir - pero primero, le toca a usted repartir las cartas.


Las elecciones waterpolo de los EEUU

Enfrentemos los hechos. No hay nada históricamente a-norteamericano en las trampas electorales. No sólo es una tradición, sino que puede incluso ser lo apropiado. Si su partido es engañado, eso nos dice algo - al igual que si usted perdiera un torneo de cabezazos. Nos dice que el otro grupo es fuerte y que su grupo es débil.

¡El dolor es de los derrotados, dijo Brennus! Y tiró su espada sobre las balanzas - las que los golpeados romanos debieron equilibrar con oro. Quienes recordaron la flagelación por largo tiempo. Puede ser que obtuvieran un beneficio hacia el final.

Mientras hacer trampas está mal, en un sentido es lo correcto; porque una elección es una proxy de una guerra civil. Tal vez la mejor analogía sea el waterpolo. Arriba de la superficie del agua, el waterpolo es un deporte con un referee. Debajo del agua, cualquier cosa puede suceder - estos muchachos viven torciéndose los testículos los unos a los otros toda la tarde. (Y sus abogados le tuercen los huevos los unos a los otros por los reglamentos). También, si usted no juega el juego bajo el agua, usted juega mal al waterpolo y simplemente pierde.

Desde el momento de que las elecciones con boleta están en realidad diseñadas para destrozar información - el tema del secreto -, la última línea de cada elección, la línea de confianza debajo de la cual la seguridad puede importar - es pura gelatina; a partir de ese punto solamente queda dedicarse a retorcer testículos. La seguridad de una elección es la consecuencia del grosor de las distintas capas y debería ser tratada como tal. También, si usted no juega el juego bajo el agua, usted está jugando mal y usted simplemente perderá.

Si cualquier sistema electoral fuera a prueba de mierdas, ¿para qué necesitaría observadores electorales? También: ¿Hay algún sistema en todo los EEUU que pueda contar y trazar ciudadanos con precisión y confiablemente? También: ¿Existe algún sistema en los EEUU en el que usted confíe en que en forma mecánica se pueda distinguir la firma de una persona de un garabato al azar? También: ¿Quién puede prevenir en una oficina electoral de que una persona tire boletas al final del día, mientras apunta como emitidos nombres de personas que no fueron a votar? Hay abundante evidencia de que hay fraude electoral - y hay abundante evidencia de que nadie lo está buscándolo o que puedan llegar a encontrarlo.

Nosotros sabemos exactamente cómo un sistema de conteo genuinamente seguro tanto físico como electrónico se ve. Sabemos exactamente como se ve un sistema de votación genuinamente seguro en el SXXI. Se ve como el de Suecia, México o aún Irak.

El nuestro [por el de EEUU] luce como ninguna de estas cosas. Luce, de hecho, como un típico espectáculo de mierda norteamericano. (O, como lo puso el New York Times en el 2016, un horror show). Y cualquiera que carezca de rápidas y salvajes respuestas para cada una de las preguntas arriba efectuadas, no tiene la capacidad para enseñarnos a nosotros en estos resultados propios de una distribución normal [curva de Gauss].


La lotería en Albania

El Gran Cerebro sabe que los EEUU son un país del Tercer Mundo. El cerebro de la galaxia sabe que los EEUU siempre han sido un país del Tercer Mundo.

El último estudio científico ranquea a la integridad electoral de los EEUU por debajo de cualquier país de Europa; junto a México y Perú; arriba de Belice y abajo de Jamaica. Si el New York Times les hubiera contado a usted sobre las irregularidades en la elección para presidente de Jamaica, ¿lo hubiera shockeado?

Si uno mira la seguridad de las elecciones mejicanas - que, al igual que en Europa, está llena de simples salvaguardas mecánicas - sugiere que el ranqueo de nuestras elecciones está inflado. Nosotros parecemos más como...digamos...Albania. ¿Por qué sería difícil para Albania controlar una elección? Bueno...

Albania es un país en el cual la más confiable forma de identificación legal es todavía una factura de algún servicio "privado" [electricidad, teléfono, gas]. Su gobierno ni siquiera sabe cuántos seres humanos existen dentro de sus fronteras. Supone que unos 10 millones, más o menos. En el 2020, el estado de Albifornia envió 200 mil millones de leks en concepto de seguros de desempleo apócrifos. La idea de conducir algún sistema de conteo humano medianamente confiable en esa villa miseria de datos, específicamente luego de que el Servicio Postal de Albifornia (*) quede involucrado, es inherentemente hilarante.

(Por supuesto, Albifornia  inventó toda la moderna tecnología que utilizamos y tiene varias bases de datos privados sobre cuántos pelos tiene usted en su nariz. Esas bases de datos están ahí para atormentarlo con avisos publicitarios y no sirven a función cívica alguna).

Si alguien en este ecosistema le asegura que cualquier cosa es segura, trátelo como alguien que le dice a usted que el Ganges es potable y que usted puede beber agua de él. ¡Puede ser! Tiene un caso contra usted y no usted contra él. Nadie en ningún otro contexto de seguridad tiene el concepto de requerir prueba, excepto por sospecha de inseguridad. Y la falta de pruebas de inseguridad es cualquier cosa menos prueba de seguridad [integridad].


Teoría básica de las novelas de detectives

Cuando se investigan crímenes, los investigadores están entrenados para buscar la divina trinidad de motivo, propensión y oportunidad. Ya hemos hablado de la oportunidad. La motivación para ganar es obvia - ¿Pero...qué sucede con los motivos para querer violar las reglas con el fin de ganar?

Es simplemente confesar la propia deshonestidad.

El ganador de esta elección fue el partido de la ética consecuente: la creencia de que el fin justifica los medios. Sostener que nadie en EEUU cree que está bien que Trump gane y es importante salvar al país de Donald Trump, o que nadie cree que está bien y es apropiado tomar acción directa - como manipular algunas pequeñas piezas de papel - para salvar al país de Donald Trump; es simplemente confesar la propia deshonestidad.

Y sobre si EEUU tiene un registro histórico de fraude electoral, el estudiante disfrutará la información sobre las primarias de 1976. Si bien 1976 fue hace mucho tiempo, alguien ya era senador en ese entonces. ¿Por qué la misma organización política que demostró en 1976 que estaba dispuesta a hacer todo lo que fuera necesario, no iba a mostrar la misma disposición 44 años después? Organizaciones corruptas, a menos que sean derrotadas, se vuelven cada vez más descaradas y corruptas - no menos.

Si bien esto es una buena muestra de propensión, oportunidad y motivo, estos tres factores no son suficientes para investigar un supuesto crimen. El soberano nunca debe embarcarse en excursiones de pesca.  Antes de que nos preguntemos quién es el sospechoso, debemos preguntarse si algo sucedió. No hay crimen si no hay un hecho real y concreto.


Algo movió la aguja

Los mayores movimientos de mercado, por lo tanto, corresponden a información nueva e inesperada.

¿Algo sucedió entre el martes a la noche y el miércoles a la mañana? Dos cosas sucedieron. Una de ellas tiene explicación.

Sabemos que dos cosas sucedieron porque tenemos un sismógrafo casi perfecto de los eventos: la predicción del mercado sobre los resultados electorales, ahora enorme y sofisticado. En cualquier mercado sofisticado y líquido, los eventos esperados no mueven el mercado. Los mayores movimientos de mercado, por lo tanto, corresponden a información nueva e inesperada.

Comprobamos dos grandes reversiones de la predicción de los mercados, que fueron, a grandes rasgos, de 15-85 a 85-15 y se revirtieron una vez más. Una vez el martes a la noche y luego el miércoles a la mañana. El martes a la noche el mercado se enteró de que Trump estaba superando con largueza los cómputos electores. [N. de T.: por eso cambiaron de 15-85 a 85-15] ¿De qué se enteraron el miércoles a la mañana?

Cualquiera fuera el evento, no era esperado. Al menos, cualquiera que lo esperara hubiera podido hacer un montón de dinero. Nadie hace dinero al saber qué condados envían los conteos más tarde. Y la información disponible para los traders de la bolsa es tan buen como la que tienen los medios de comunicación y los responsables de las campañas electorales. El equipo de campaña de Trump creyó que ganaba. ¿El equipo de Biden creyó que ganaba? O...

Aún así no es imposible para mí imaginar que este segundo evento era, de alguna manera, más sutil, fresco, bello y limpio, como si un grupo de mujeres de barrio cerrado, ésas que beben vino y son republicanas, se dieran cuenta que las vidas de los negros importan (Black Lives Matter) y salieran corriendo a votar a último momento por correo. La ciencia también puede demostrar esta teoría - verificando boletas al azar y hallar gotas de pinot-noir manchando el papel...

Yo creo que yo pienso como un científico. Sé que algo sucedió. Sólo quiero saber qué sucedió y por qué. Desde mi conocimiento y experiencia de Historia de los EEUU - si es que uno todavía puede decir eso en internet - no ha habido ningún período en nuestra historia donde las elecciones estuvieran libres de fraude. Por lo tanto encuentro el fraude electoral de los EEUU como una conducta normal, en términos estadísticos, dentro de la campana de Gauss. Pero, así como los ciudadanos de Starship Troopers, me gustaría saber más.

el Partido Demócrata muestra que todavía existe, que todavía puede lograrlo, que todavía puede jugar el juego y que merecer regir el país.

 

Si esta tesis demuestra ser verdadera, es cool que ya entrados 20 años en el SXXI, los fantasmas de LBJ y de Ballot Box 13 estén todavía con nosotros. Peleando y ganando la guerra del fraude, juntando a los viejos herederos de Tammany una vez más, el Partido Demócrata muestra que todavía existe, que todavía puede lograrlo, que todavía puede jugar el juego y que merecer regir el país.

Los jugadores de fútbol lo denominan "poner el cuerpo". Si usted sigue siendo un cornudo electoral, le ofrezco este argumento y se lo ofrezco gratis: es el mejor caso que puedo hacer por su pobre y patética alma.  El caso que puede hacer que todo esto sea correcto es que es extremadamente sensato - ¿por qué no directamente venir y hacerlo?


El objeto del pensamiento difícil

Por lo tanto tenemos un evento que explicar y una tesis para explicarlo.  Nuestra tesis justifica satisfactoriamente el motivo, la propensión y la oportunidad. También toma en consideración testigos presenciales - como los OVNIS, por supuesto, y Pie Grande. Tal vez igual sirvan.

Pero el paralelismo entre la reversión de las predicciones del mercado bursátil y la (supuesta) pausa en el conteo de votos (estaría más seguro de la "pausa" ya que la he visto con mis propios ojos, pero a ese momento había pasado a valores la suficiente cantidad de cognac como para matar a Pie Grande), y las famosas "pausas" en elecciones amañadas en la historia reciente - notablemente en "México" donde "se cayó el sistema" [en castellano en el original] en las elecciones de 1988, tan sensiblemente contadas en Narcos Mexico - es demasiado conmovedora como para ser ignorada.

Usted puede ser un cornudo. Pero a cierto punto, usted se tiene que preguntar si su mujer le engaña. Esta investigación es sistemática y objetiva - y usted quiere que la respuesta sea no. Si usted quiere que sea , usted ni siquiera necesita investigar.

Las razones para entender este problema no es de alguna manera re-elegir a Donald Trump. Nadie que yo conozca es más pro-Biden que yo - todo mi net worth está en futuros de pochoclos. También, es imposible ahora, de todas formas. Técnicamente él todavía puede legalmente ganar, si persuade a Mike Pence contar únicamente sus propios electores. Él tendría que tener huevos y no los tiene.

La razón es recuperar nuestra habilidad de pensar con calma, razonable, colectivamente y en público, cuando estamos en presencia de un vasto tornado de miedo y odio. Si podemos meditar sobre esto, podemos pensar sobre cualquier otro tema; y sólo recuperaremos nuestras habilidades usándolas.

El tiempo pasa rápido luego de una elección. El valor de las quejas luego de "EL ROBO" es de corto aliento. A medida de que pasa el tiempo, el problema pierde importancia. Es consistente con la ley de Patmore, a medida de que reduce su importancia, se vuelve más fácil poder hablar del tema. Por lo tanto, éste es el momento para hablar sobre esto - no porque sea útil, sino porque no lo es; solamente porque todavía es difícil.

Pero hemos dicho lo suficiente sobre las elecciones. Movámosnos sobre el tornado que hay a su alrededor. Mientras el tornado quiere pensar sobre nosotros - nosotros, mejor, pensamos sobre él.


El mensaje y la lógica del Poder

Es importante reconocer lo que los tribunales literalmente nos dicen. Cuando un tribunal usa la doctrina de legitimación activa - que no se trata de una antigua perla de la common law inglesa sino una invención política de los jueces progresistas de 1920, de hace un siglo atrás - para declinar un caso, nos dicen una o ambas de estas dos cosas:

La primera es que ninguno de los que pide tiene derecho a pedir. La segunda es que el proceso legal en este caso sería una pérdida del tiempo de los tribunales. Esta misma y augusta Corte Suprema sí tiene tiempo para declarar a favor de un pedófilo que la mitad de Oklahoma es legalmente una reserva indígena.

A este mensaje hay que complementarlo con lo que dicen las encuestas; que la mayoría de los votantes que votaron al partido perdidoso creen que hubo fraude electoral. El mensaje para estas personas - al menos dos tercios de los votos republicanos, es decir unos 50 millones - es claro:

Son ignorantes y trastornados. Son gente que no importan. No importan. No pueden importar y nunca van a importar. No tienen derecho a peticionar. No tienen derecho a pedir justicia. Intentar darles una respuesta es una pérdida de tiempo. Objetivamente, todas estas frases son completamente verdaderas.

Igual, aún así, 50 millones de personas sigue siendo un problema. Una democracia en la cual el partido que pierde rutinaria y efectivamente deslegitimiza la elección, no es una democracia estable. A nadie le emociona de que esto sea la nueva normalidad [the new normal]. No sorprende entonces de que el establishment intente resolver este problema, ya que es un problema real. Nosotros podemos aprender algo con esta aproximación.

Si usted siente confianza en la integridad de algún sistema, y alguien duda sobre dicha integridad, su impulso natural es chequear la integridad una vez más, en forma tan exhaustiva y transparente como sea posible - aunque usted crea que no es importante convencer a nadie.

El establishment realmente cree que el problema de convencer a 50 millones de personas, muchos de ellos altamente armados y mentalmente inestables, importa. ¿Qué sucedería si existiera una reacción genuina de 10 millones de ellos? Esto es como, qué se yo, 200 divisiones armadas.

Si usted se asusta de lo que puede encontrar, sin embargo, usted inicia una táctica diferente. Usted utiliza cada posible enfoque para evitar cualquier tipo de investigación, excepto las "buenas". Buenas investigaciones son superficiales y amistosas. Malas investigaciones son adversas y profundas.

Ninguno ha hecho ningún tipo de investigación adversa o una auditoría forense sistemática de las elecciones en EEUU a nivel nacional o estadual. Nadie puede decir responsablemente que tienen alguna idea de lo que una investigación de esas características pueda encontrar.

Y sin los plenos poderes de la KGB o de la Gestapo en su mejor momento, ninguna de esas cosas concebiblemente ha sido hecha entre noviembre y enero. Por lo tanto la Corte Suprema, en un sentido, tiene razón - pero no en el sentido de lo que literalmente todo el mundo cree o se anima a decir. Esto es lo que convierte en cool robar la elección a la Presidencia: es fácil que no le suceda nada a los perpetradores. No hay castigo (legal).

Aún desde la perspectiva de la oposición oficial, el camino para investigar las elecciones es inherentemente un gigantesco quilombo, cuyos dos posibles resultados serían (a) fallar de todas maneras o (b) tener éxito, lo que a su vez crearía un mayor quilombo aún - una segunda administración Trump, inherentemente comenzaría en un estado de cuasi guerra civil. Desde una perspectiva oficial, (a) es un éxito menor (b) es un (histéricamente exagerado) un desastre de proporciones mundiales e históricas. El resultado: nadie quiere terminar ahí.

Por lo tanto, con el deseo de cambiar la mentalidad de los hobbits, y reacios a asumir el riesgo de auditar una elección en Albania/Albifornia/EEUU que pueda resultar favorable pero también pueda dar lugar a un quilombo sideral, el establishment recurre a su usual Plan B. Activar...el Gigáfono. 


Totalmente listo y operacional

Este sistema activo de negación, el coronado logro de la guerra psicológica y tecnológica del SXX y columna vertebral de la democracia del SXXI, es como un gigantesco megáfono como para bombardear París a pura prueba asertiva.

https://www.youtube.com/watch?v=suCeNgAzQhA&feature=emb_logo


A cierto calibre, la afirmación no es más una afirmación. Es insistencia. Si aumenta el volumen aún más, se convierte en tortura. El Gigáfono puede, de hecho, demostrar la seguridad de la elección. Si se le da poder arbitrario - puede demostrar cualquier cosa.

El enorme disco de microondas del Gigáfono inunda a la revoltosa masa de hobbits con insoportables niveles de desprecio al rojo vivo. Con su acelerador girado a 11, los encabezados de The New York Times parecen sacados de Rodong Sinmun [N. de T. diario oficial norcoreano], solteronas profesoras de secundario que leen The New York Times esperan a paracaidistas de las Waffen-SS tirarse a través de sus cielorasos, y los aeropuertos de todo el país, de sala de espera a sala de embarque son inundados con los sutiles sonidos de Mille Collines a través de los monitores de TV (todo esto completamente descentralizado, por supuesto; nadie lo ordena - sólo sucede).

Al hobbit se lo avergüenza al punto de que se somete a su superiores elfos. Las ideas en las que él cree se convierten en peligrosas enfermedades mentales. El diagnóstico está escrito en la historia. Cuanto más rápido abandone el hobbit este disparate, mejor. Para ayudar a convencerlo, haremos que esta idea sea cuasi-ilegal. Cuanto más rápido abandone el hobbit su capricho, menos su vida sufrirá. Eventualmente, él podrá ser despedido por ser un idiota. Todo el mundo estará de acuerdo en que se lo merecía.

Esta es la paradoja de la tolerancia de Popper. Popper descubre que todo régimen real tiene que tener algún tipo de aparato de Inquisición en su bolsillo trasero. Si duda en desplegarlo, será reemplazado por un régimen que no tenga semejantes pru ritos.

Popper, lógicamente, aconseja a los nazis a reprimir a los comunistas, a los comunistas a reprimir a los nazis, a los liberales a reprimir a ambos y a ambos a reprimir a los liberales. Partiendo desde "open society" da toda la vuelta y llega a Hobbes, Schmitt y Maquiavelo. Después nos dirán, en esperanto, que "la tierra no es otra cosa que un vasto altar de sangre".

Hay sólo dos problemas con el Gigáfono. Uno es que no tiene que tener razón para funcionar. No le da cuentas a nadie aún ni frente a la realidad. Su único límite es el poder. Si no se le ponen restricciones, puede hacer explotar cualquier cosa sobre la cabeza de todos.

El segundo problema es que el Gigáfono no tiene infinito poder. Tiene un calibre finito. Llega a 11. Actualmente se está operando a 11 ó cerca de 11. A 11 casi seguro que va a funcionar. ¿Qué sucederá la próxima vez si el establishment necesita que funcione a 12?

La elección y Trump mismo son casi cosa del pasado. Están fritos. Trump se paró frente al haz de luz demasiadas veces y se le acabó la suerte.  No hay razón alguna para permanecer en el cono de energía del Gigáfono. Pero se ha expuesto a la población cuál es la totalidad del poder del Gigáfono, y no solamente esta vez - y eso no se puede volver atrás.


La Constitución y la Prensa

No existe una institución en los EEUU, más seria o más importante, la Corte Suprema incluida, que esté dispuesta a desafiar a los medios de prensa.

Hemos aprendido algo más sobre la verdadera constitución de los EEUU: esto es, que es la prensa y no los tribunales, con su consagrado poder, quienes inscriben oficialmente la realidad. El Cuarto Estado es el más alto estado de todos, no el menor - y siempre lo ha sido.

Esta elección del 2020 y su consecuencia nos recuerda a nosotros, una vez más, que no existe una institución en los EEUU, más seria o más importante, la Corte Suprema incluida, que esté dispuesta a desafiar a los medios de prensa. No hay nada mínimamente novedoso en esto.

Cuando escribe el New York Times, en un tweet sincericida, (poco después eliminado), que el rol de declarar al ganador de las elecciones presidenciales recae sobre los medios de comunicación - tal vez como antes el rol de declarar al ganador de una elección Imperial en la Roma Imperial recaía en la Guardia Pretoriana - declama fuerte y claro.

Fundamentalmente, el Times tiene razón. Y sólo unas pocas semanas después, veremos que prueba que tiene razón - como si tuviera derecho a hacerlo. "La fuerza lo hace correcto" no es un ideal sino un hecho. Pero fuerza es poder y poder es gobierno. El Times no podrá jamás cambiar ese círculo. "Cabalga una vez con el rey, joven, y las marcas de la montura jamás dejarán tu trasero".

La prensa es fundamentalmente un órgano de gobierno. Cada gobierno tiene un ministro de la Verdad o alguna agencia como esa. Un ministerio de la verdad descentralizado, como el nuestro, funciona mejor.  Estamos acostumbrados a pensar que las cosas no centralizadas son mejores, porque hay más variedad. Si una prensa descentralizada coordina en una perspectiva, estaría centralizada - ni siquiera necesitamos entender por qué o cómo se autocoordina.

Podemos, entonces, tratarlo tanto como una estructura nominalmente descentralizada, y como nominalmente con un estado no gubernamental, como fundamentalmente ficticia. Considerando que la prensa legitimizada como un brazo camuflado del estado sugiere nuevos caminos para la rendición de cuentas sistematizada. También explica observaciones anómalas si bien verdaderas - como el desafortunado tweet de The New York Times.

En nuestra constitución real, los "medios de comunicación" son mucho más importantes y poderosos que la Suprema Corte - ni nos ocupemos del patético y totalmente farsante "colegio electoral", ese extraño juego de ajedrez humano del SXVIII. Es totalmente correcto y apropiado para el Departamento de la Verdad declarar la verdad de la elección. En forma similar, el Departamento de Defensa está ahí defendiéndonos y el Departamento de Agricultura que se ocupa de, digamos, plantas - bah. ¿No es claro que de todos los departamentos, el de la Verdad es el más poderoso?

El Times tiene su propia forma de gobierno: literalmente, una monarquía hereditaria. Es una elección curiosa para el centro del centro del poder de un país democrático. ¿Será así como se sientos los chinos sobre el sistema denominado comunismo capitalista?

Para los norteamericanos comprobar que este reino medieval no sólo compara manzanas con manzanas frente a la Corte Suprema, sino que, de hecho, es más importante que la Corte Suprema, en una completa violación de toda la tradición política de los EEUU. Sin embargo esta idea no es nueva. Es más vieja que la Constitución.

Cualquiera que haya terminado la escuela secundaria  ha escuchado el término "cuarto estado". Y para cualquiera que haya estudiado introducción a la historia de Europa sabe que "estado" significa "rama del gobierno". No hace falta que esté Aristóteles para darse cuenta que, al poner la rama más fuerte del gobierno - su ministro de la verdad - fuera del gobierno, la arquitectura constitucional de los EEUU ha logrado crear un gobierno que no rinde cuentas por encima del gobierno. Seguramente la Guardia Pretoriana en su momento no era menos soberan, aunque yo particularmente, confío más en el The New York Times.

Ninguna sorpresa entonces que en este histórico y central epi-gobierno, encontramos una monarquía hereditaria arrogante, capaz y que no tiene que rendir cuentas. Jorge III de Inglaterra, tienen algo que decirle.


The robed conservacon

Junto a esa gran tradición, ¿qué pueden significar unos pocos abogados vestidos con batas negras? No son nada - "hombres que se permiten no ser nada" en las famosas palabras de VS Naipaul.

Cuando pensamos en la energía emocional que ha sido volcada en el Partido Republicano - que mayormente consiste en gente que sinceramente siente que la razón por la que votan, les importa y donan dinero es proteger su mundo completo y su forma de vida - vemos toda una generación boomer (**) que convencida del poder de la Corte Warren de convertir los EEUU de 1950 en los de 1970, genuinamente creía que el propósito real de la victoria en las elecciones a presidente tiene menos que ver con "política", sino sobre lentamente, con seguridad, tachando sin orden preestablecido los 9 objetivos de una tabla (scoreboard). Un juego generacional, como el lento crecimiento de la izquierda...

La suerte biológica de la derecha en este juego es, francamente, sorprendente. Casi tan asombrosa como para ser sospechosa. Y luego miran hacia atrás y ven que cuando han ganado esos puntos, al costo de la energía y emoción de una generación, ellos ganaron...nada. Ni siquiera ganan cuestiones; a veces pierden, a veces quedan frenados. Nunca ganan el poder.

En los '80 los republicanos se dieron cuenta de que la revolución de los '60 había borrado todas las instituciones prestigiosas de los EEUU y no había quedado nada. Como todavía les queda una buena dosis de la energía del SXX, se lanzarona producir una nueva clase dirigente. La crema de esta cosecha - al absoluta crema, las personas más top, más en la cumbre, filosos como una chinche - están en la mayoría de la Corte Suprema: Roberts, Kavanaugh, Gorsuch y Barret.

Los conservadores profundos en la Corte - Thomas y Alito - vienen de la época en que no había un establishment de derecha. Por lo tanto tuvieron que aprender a pensar por sí mismos. Como muchos, se volvieron adictos a este desagradable hábito. Aún en los casos en que no les convenía, no pueden dejar de pensar por sí mismos.

Todos los "conservacons" - el establishment republicano entero - no sirven en los más mínimo para el objetivo de lograr el poder.  Uno sólo tiene que mirarlos para darse cuenta de por qué. Dejaron de lado su vocación. Deberían ser agentes inmobiliarios. Todos los jueces de la Corte conservadores hubieran sido de los mejores vendedores - en el 1%.

La mayoría de los republicanos no entienden su liderazgo durante los '80 y la filosofía de los '80. Más allá de sus almas de vendedores inmobiliarios - seres humanos sin imaginación y gentiles y amables, no inconsistentes con altos niveles de energía e inteligencia, en absoluto material para hacer revoluciones - su principal defecto es filosófico y educacional. Simplemente les han enseñado las cosas incorrectas. Esa mala filosofía se les ha introducido en sus sesos y quemado células; ahora simplemente son demasiados viejos como para poder arreglarlo.

A los jóvenes conservacons les han enseñado de que los EEUU tienen el mejor gobierno del mundo de todos los tiempos; que estas ideas son las mejores ideas del mundo de todos los tiempos; y que estas instituciones son las mejores instituciones del mundo de todos los tiempos. Sí, tristemente, estas instituciones están fallando. Pero no es su presenta forma la ideal - sólo su forma ideal es ideal, por supuesto...

Esa Norteamérica ideal puede ser restaurada por nuestro establishment conservacon, que se ve a sí mismo como una fuerza de élite conformada por células regenerativas, implantada en esas instituciones con el fin de restaurar su frescura y juventud y disponer de la leucemia que pueda haber dando vueltas. La visión de la Federalist Society es que sus acólitos obtienen esos puestos importantes, y los hacen bien - hacen America América Again [hacen que los EEUU sean los EEUU nuevamente]; digamos. ¿Pero...está funcionando?

El poder de la Federalist Society de conseguir trabajos para sus miembros no está en duda. Si se mide por este estándard, la Federalist Society es un aclamado éxito. Y por el hecho de hacer su trabajo bien - ¿qué es lo que eso significa? Cuando llegas a ocupar ese puesto - ya ni siquiera sabes lo que significa.

Puede ser que usted no sepa lo que eso significa. Usted sí sabe lo que significa obtener mala prensa, sin embargo. Así como buena prensa. Su institución es lo que es; naturalmente, hacer su trabajo bien significan defender sus instituciones.  Lo que significa obtener buena prensa para la institución...y pronto, usted está moviendo el rabo como un perro en la puerta del Departamento de la Verdad.

Sin embargo, por lo menos desde los '80, se ha vuelto obvio aún para los perros callejeros que la decadencia humana en los EEUU es causado no por el daño de sus ideas e instituciones, sino por esas ideas e instituciones en sí mismas.

Un conservacon nunca llegan a ningún lado, no porque sea una mala persona, sino porque tiene los objetivos equivocados. Está tratando de reparar lo debería estar tratando de eliminar. Hace caso omiso de lo que sí debería preservar, que no es justamente las ideas basura y nuestras corruptas y sobredimensionadas instituciones. sino nuestra hermosa tierra y maravillosa gente. ¿Puede ser que los EEUU prevalecieron no por su filosofía sino a pesar de ella? Una idea fuerte, amigo.

La inclinación espiritual del conservacon de ignorar los problemas obviamente insolubles es por lo tanto intensa; y esa es la razón probablemente detrás de la actitud desentendida frente a las artimañas electorales. Al final, el origen de los errores prácticos es la falsedad de la historia que él cree, que lo deja peleando en un paisaje que constantemente lo sorprende. Si bien es duro ser un general si un mapa, es aún más difícil ser un general con el mapa equivocado.

Un claro ejemplo es la lucha contra la Corte Warren y sus consecuencias. Desde los '50 y los '80 una casa llena de jueces liberales [progres] escribió toda una revolución liberal [progre] en la ley. Pero ellos nos inventaron esta revolución. Simplemente la anunciaron.

Si la biología hubiera provista en la misma época una cosecha de hombres centenarios de la administración Harding en lugar de entregar la credibilidad de la Corte Suprema a la revolución, esa misma revolución hubiera usado el latiguillo "esos nueve ancianos"  para hostigarlos o ignorarlos.

La verdad es que el premio no es el que parece. La visible absoluta soberanía de la Corte Suprema es altamente engañosa. Mientras parece que la palabra de la Corte Suprema es final, la experiencia general de la historia de los EEUU es que puede ser usada la Corte para endorsar poder [para apoyar el poder existente]; puede ser usada para demorar o resistir al poder; pero no puede ser usada, al menos no convencionalmente, para derrotar al poder.

En la década de 1850. los jueces de la Corte Suprema intentaron frenar la Guerra Civil utilizando la supuesta soberanía de la Corte para permanentemente aplastar lo que ellos veían como la causa de la guerra en ciernes: el movimento antiesclavista. En 1930, los miembros de la Corte Suprema intentaron frenar el New Deal al usar su soberanía para introducir el libertarismo en la ley constitucional.

En el primer caso, los dejaron de lado y en el segundo caso la Corte Suprema se rindió. Sólo un tonto no prestaría atención a estas lecciones de la Historia, y no hay bancas en la Corte Suprema cubiertas por tontos. De hecho, es muy difícil lograr el nombramiento de un tonto. Vae Victis!

Y si este análisis es verdadero, miren qué nos dice de los conservacons. La mentalidad general de un conservacon en los '80, es la de Moisés guiando a su pueblo a través del desierto; bastante entendible considerando el shock de la revolución cultural. Todo bien; pero Moisés tiene una gran responsabilidad. Él necesita saber a dónde van. Él necesita saber qué hay al otro lado del desierto.

Para el líder que guía a su rebaño no a través del desierto, sino en el desierto - ¿Qué podemos decir? La carga de todos los líderes - o de las clases dirigentes - es especial. Para el líder que sólo pretende ser un lider, que maltrata a su rebaño, lo lleva hasta el valle de la muerte y los expolia cuando caen - sólo merecen el más frío de los círculos del infierno. Ahí alega que fue un accidente y que no pudo hacer nada mejor. Probablemente esté mintiendo.

Por supuesto, conquistar la Corte Suprema no está en los planes de los conservacon. Todos los otros planes son estériles y están condenados al fracaso. Para ser justos, los conservacons eran más defendibles en los '80.


Al mercado por sueños

Ross Douthat, el intelectual de la casa en el The New York Times, habla del  "dreampolitik"  de MundoTrump. T.E. Lawrence escribió: todos los hombres sueñan, pero "no todos lo hacen igual". Es cierto que Trump vendió a sus votantes un sueño. Pero, ¿El NYT no vende sueños, Ross?

Como a menudo vemos en los conflictos humanos, si la comprensión de los conservacons por parte de los trumpistas es esencialmente correcta, el entendimiento de los conservacons sobre los trumpistas es esencialmente correcta. Sus lecciones también están escritas en la pared.

Todos los hombres sueñan - algunos con sus ojos abiertos, algunos con sus ojos cerrados. Como dice Lawrence, son los soñadores de ojos abiertos los que son peligrosos, porque ellos llevan adelante sus propios sueños. Los hombres con los ojos cerrados, sin embargo,  también han llevado adelante sus propios sueños. Y estos hombres también son peligrosos - pero mayormente para sí mismos.

La ironía es cómo esto sucede. Sobre todas las palabras tristes  enunciadas, las más tristes de todas son éstas: él creía en sus propios recortes de diarios. Este error es común, y entendible, entre aquellos a los cuales la prensa halaga. Pero una versión más sutil también afecta a aquellos a los cuales azota.

La prensa se ha abusado tanto de Trump que, mientras escribo este artículo, sus contadores han entrado en pánico - tal vez congratulándose de que la conspiración de impulsar a Biden haya sido exitosa, pero también preguntándose sutilmente si es posible, tal vez, quizás, en una de ésas, la próxima vez, para cambiar, que algún pajarito programa las máquinas Dominion para elegir a Mussolini, Franco, incluso Jorge III de Inglaterra - si es posible para la elección de mitad de término. Pls. Thx. [Por favor. Gracias].

Pero dinero no es todo lo que hacen. Han hecho que Trump y sus seguidores les crean a ellos. No es que la prensa haya convencido a los trumpistas de que los trumpistas sean malos - eso nunca sucederá. La prensa convención a los trumpistas - y a Trump - de que Trump importa.

En realidad, el 99,9% de las personas del poder ejecutivo bajo las órdenes de Trump hicieron exactamente lo mismo que hubieran hecho "bajo" las órdenes de la Sra. Clinton. Todo lo que ha hecho al ganar las elecciones en el 2016 es estar más cerca de importar.

Pero eso es un paso demasiado cerca. ¿Cómo puede el poder impedir que Trump dé otro paso más cerca aún? Convenciéndole de que él ya está ahí, que ya llegó, que realmente importa. Desde el momento en que esto es lo que querían escuchar, no fue muy difícil. La guerra psicológica es un arte brutal, como el aikido; le encanta romperte las articulaciones explotando tu propio momentum.

Cada montaña que Trump tocaba era una pequeña colina. Sus enemigos hicieron que fuera una montaña en sus mentes. Él y sus amigos, como son gente débil y pequeña que no merecen gobernar, eligieron creerles. Ahora sus codo giran en la dirección incorrecta.

Típicamente, la Administración Trump deja un legado Ozymandiano: una cerca a medio terminar, a través de la mitad de la frontera con México. Cualquiera al que hayan convencido de "las barreras naturales" nunca escuchó la parábola de la tumba de Nasreddin. El muro de Trump puede ser agujereado en minutos con herramientas baratas, y puede convertirse en irrelevante con sólo no reparar esos agujeros. Aparentemente era esencial, por razones de seguridad, que pudiera verse a través de él. Se lo pintó de negro, sin embargo; como Trump ordenó.

Hay una fina línea entre un sueño y una broma. Los sueños a menudo son divertidos. Las bromas a veces son surrealistas, con lógica onírica. La distancia entre donde los EEUU están, y donde los EEUU deberían estar, es una distancia demasiado vasta para cualquier ejercicio de razomiento. Es la distancia de un sueño - o de una broma.

El problema no es que Trump haya soñado, y que sus partidarios hayan soñado con él. El problema es que fue sólo un sueño. Mientras todos los hombres sueñan con los ojos cerrados, esos sueños son ciegos, y se evaporan con la luz; y hacemos bien en dejar que se esfumen.  Si nos abrazamos a ellos, o si tratamos de llevarlos a cabo, estamos escribiendo el guión de nuestra propia destrucción.

Soñar con los ojos abiertos es una gran responsabilidad. No puede hacerse con sueños ciegos. Soñar con los ojos abiertos incluso puede ser divertido. Pero la broma no puede estar sobre el soñador [N. de T.: el punto no puede ser el que sueña].

¿Fueron los demócratas los que efectivamente robaron la elección? Puede ser por aproximación - pero no en ningún sentido espiritual serio.  Un evento de semejantes dimensiones sólo puede ser atribuido a un partido. Fue Dios - uno de nuestros dioses más importantes, el dios del fracaso. (Robert Graves una vez bromeaba que si los romanos hubieran tenido bicicletas, hubieran adorado a la diosa Punctura).

No había forma de que Trump tuviera éxito, por lo tanto cuanto antes fracasara, mejor. Dios hizo que fracasara. Dios manipuló las máquinas de votación. Dios ejecutó un experimento. Dios obtuvo los resultados. Y Dios sacrifió el animal.

¿Y qué es lo que Dios nos enseñó? ¿Para qué era Trump? Dios, en mi humilde opinión (soy ateo), nos enseñó algo asombroso - que absolutamente vale el precio de admisión - una lección eterna absolutamente digna de la legandaria reputación de Dios.

MIentras Charles Maurras llamó la derrota de Francia en 1940 "una sorpresa divina" nuestro corto, hilarante Trumpereich fue un experimento de marketing divino. El objeto mundial para todos los tiempos de Trump fue validar que existe un mercado para la dreampolitik.

Como Trump como su instrumento, Dios nos enseñó, más allá de toda duda, jodidos como los EEUU pueden estar, jodidos como los EEUU están, que todavía tenemos un mercado para los sueños. Es más, estamos tan jodidos que sólo los sueños nos pueden salvar. Vamos a necesitar mejores sueños, sin embargo.

Notas de la Traductora:

Agradecimientos: A @peripicchio y a @atuviejalegusto por auxiliarme en traducir la jerga legal.

(*) El autor continúa el uso de "Albania" como sustituto de "California" y abandona el neologismo "Albifornia" a partir de este punto. Decidí mantener "Albifornia" porque responde mejor al concepto del autor.

(**) Nacidos entre 1946 y 1964; no muy estrictamente, entre el final de la Segunda Guerra Mundial y el asesinato de Kennedy.

* * *

Vae victis

"Like all men in Babylon, I have been proconsul; like all, I have been a slave."


Vae victis! If the election was indeed stolen, it was stolen fair and square. Whatever happened is as final as Bitcoin. 2020 remains a chef’s kiss from history’s meat-kitchen. You do get a year like this every few decades.

The Supreme Court has sent a clear and lovely Schmittian message. No court or other official authority will ever consider the substance of Republican allegations of voter fraud in the 2020 elections. All will be rejected on procedural grounds by the courts, and mocked with maximal hauteur in the legitimate press. Maybe some agency will even have to go through the tiresome kabuki of investigating itself.

These tactics will always work. They always do. There will never be any kind of neutral, official, systematic or forensic investigation into any real or apparent irregularities—not even one that goes as far as the comical 2016 Jill Stein recount. (Which had to stop because it found that someone, presumably Russians, had been stuffing ballot boxes (or more precisely, tabulators) in Wayne County.)

Moreover, no one should have ever expected anything else. Carl Schmitt told us that “the sovereign is he who decides the exception.” There was no exception here—so the sovereign has decided. Schmitt, a German and a gentleman (if a bit of a Nazi), would never have said: the sovereign is he who can say, “fuck you.” But he’d probably agree.

The world works this way. It has to work this way. It should work this way. We do have a few things to say—but first, you have to deal.

America’s water-polo elections

Let’s face facts. There is nothing historically un-American about election skulduggery. Not only is it traditional, it may even be proper. If your party gets outskulduggled, that tells us something—just as if you lost a real head-bashing contest. It tells you that the other side was strong and your side was weak.

Woe to the defeated, Brennus said! And chucked his sword upon the scales—which the whipped Romans had to balance in gold. They remembered that whipping for a long time. Maybe they even turned a profit on it in the end.

While skulduggery is wrong, in a sense it is right; because an election is a proxy for civil war. Perhaps the best analogy is water polo. Above the water, water polo is a sport with a referee. Under the water, anything goes—these guys are twisting each others' balls all afternoon. (And their lawyers are twisting each others’ balls about the rules.) Also, if you do not play the underwater game, you are playing wrong and will just lose.

Since balloted elections are actually designed to destroy information—that secret-ballot thing—the bottom layer of every election, the trust layer below anything the security layer can touch—is pure agar for any and all ball-twisting fuckery. The security of an election is a consequence of the thickness of this layer and should be treated as such. Also, if you do not play the underwater game, you are playing wrong and will just lose.

If any election system were fuckery-proof, would it need election observers? Also: is there any system in America that counts or tracks citizens precisely and reliably? Also: is there any system in America that you would trust to mechanically distinguish everyone’s signature from some random scrawl? Also: what stops anyone running a voting station from slipping ballots in at the end of the day, while crossing off the names of people who didn’t vote? There is plenty of evidence that there is no election fraud—and plenty of evidence that no one is looking for it, or even could find it.

We know exactly what a genuinely secure physical and electronic counting system looks like. It looks like Vegas. We know exactly what a genuinely secure 21st-century voting system looks like. It looks like SwedenMexico or even Iraq.

Ours looks nothing like any of these things. It looks, in fact, like a typical American shitshow. (Or, as the New York Times put it in 2016, horror show.) And anyone who lacks quick and savage comebacks for the above questions is ill-positioned to educate us out of this Bayesian prior.

The lottery in Albania

The big brain knows America is a Third World country. The galaxy brain knows America has always been a Third World country.

The latest scientific study ranks US election integrity below every country in Europe; with Mexico and Peru; above Belize, and below Jamaica. If the New York Times told you about irregularities in the election for President of Jamaica, would it shock you?

A look at Mexican election security—which, like Europe’s, is full of simple mechanical safeguards—suggests that our grade is inflated. We seem more like… say… Albania. Why would it be hard for Albania to run a secure election? Well…

Albania is a country in which the most trusted form of legal identification is still a bill from your “private” utility company.  Its government does not even know, to within 10 million people or so, how many human beings are even inside its borders. In 2020, the state of Albifornia sent out 200 billion Albanian leks in bogus unemployment claims. The idea of conducting any reliable human count in this data shantytown, especially once the Albanian Postal Service gets involved, is itself inherently hilarious. 

(Of course, Albania invented all of modern technology and has many private databases which know how many hairs are in your nose. These databases are there to torment you with ads and serve no useful civic function.)

If anyone in this Albanian security environment assures you that anything is secure, treat him like someone who tells you that the Ganges is clean enough to drink. So it might be! He has a case to make to you, not you to him. No one in any other security context has any concept of requesting a proof, except by demonstration, of insecurity. And a lack of insecurity demonstrations is anything but a security proof.

Basic detective-novel theory

When searching for malfeasance, investigators are trained to look for the holy trinity of motivation, propensity and opportunity. We have just talked about opportunity. The motivation to win is obvious—what about the motivation to break the rules to win?

The winner of this election was the party of consequential ethics: the belief that the ends justify the means. To claim that no one in America believes it is right and important to save the country from Donald Trump, or that no one believes it is right and proper to perform direct action—such as diddling some little piece of paperwork—to save the country from Donald Trump, is just to confess one’s own disingenuity.

As for whether the United States has a historical record of election skulduggery, the student will enjoy this primary source from 1976. While 1976 was a long time ago, someone was already a senator then. Why shouldn’t the same political organization willing to do whatever it had to do in 1976 exhibit the same propensity 44 years later? Has this stuff stopped happening, or has it just stopped being talked about? Corrupt organizations, unless really defeated, grow more brazen and corrupt—not less.

While this is a good picture of propensity, opportunity and motivation, these three factors are not sufficient to investigate a potential offense. The sovereign should never go on fishing expeditions. Before we ask whom to suspect, we have to ask whether anything has happened at all. There is no crime without an actual and concrete event.

Something moved the needle

On Tuesday night and Wednesday morning, did something happen? Two things did. One of them has an explanation.

We know that two things happened because we have a nearly-perfect seismograph of events: the election prediction market, now large and sophisticated. In any liquid and sophisticated market, expected events do not move the market. Major market moves therefore correspond to new and unexpected information.

We saw two major reversals of the prediction markets, which went from roughly 15-85 to 85-15 and back again: one on Tuesday evening, and one on Wednesday morning. On Tuesday evening, the market learned that Trump was outperforming the major polls. What did it learn on Wednesday morning?

Whatever that event, it was not expected. At least, anyone who expected it could have made a lot of money. No one makes money by knowing what counties report late. And the data available to professional traders is just as good as that available to both the media, and the campaigns. The Trump campaign thought it was winning. Did the Biden campaign think it was losing? Or…

Yet it is still not impossible for me to imagine that this second event was somehow something subtle, fresh, beautiful and clean, like a raft of suburban Republican wine moms realizing, at the last possible moment, that Black lives matter, and rushing to cast their last-minute postal votes. Science, too, can prove this theory—auditing a random sample of ballots, for the telltale pinot-grigio stains…

I do think I think like a scientist. I know something happened. I just want to know what happened, and why. From my knowledge and experience of American history— if I can still say this on the Internet—there has never been a historical period when our elections were clearly free from fuckery. I therefore find fuckery to be a reasonable Bayesian prior. But, like the citizens in Starship Troopers, I would like to know more.

If this thesis is true, it’s actually kind of cool that 20 years into the 21st century, the ghosts of LBJ and Ballot Box 13 are with us still. By fighting and winning the fuckery war, by cranking up the old heirs of Tammany one more time, the Democratic Party shows that it is a still a thing, it can still bring it, it can still play, it deserves to rule.

Soccer players call this being “physical.” If you remain an electioncuck, I offer you this argument for free: it is the best case I can make for your sorry quisling soul. The case that might makes right is in fact extremely sound—why not just come out and make it?

The purpose of difficult thought

So we have an event to explain and a thesis that explains it. Our thesis has satisfactory cases for motivation, propensity and opportunity. It also has considerable eyewitness support—as do UFOs, of course, and Bigfoot. Perhaps it would anyway.

But the parallel between the prediction market reversal, the (supposed) counting pause (I might be more sure of “the pause” had I seen it with my own eyes, but I had already demolished enough cognac to kill Bigfoot), and the famous pauses of ganked elections in recent world history—notably the Mexican “se cayó el sistema” election of 1988, so sensitively retold by Narcos Mexicois far too poignant to ignore.

You may be a cuck. But at a certain point, you really do have to ask whether your wife is cheating on you. This investigation is a systematic and objective one—and you want the answer to be no. For if you want it to be yes, you don’t even need to investigate.

The reason to understand this question is not to somehow re-elect Donald Trump. No one I know is more pro-Biden than me—my whole net worth is in popcorn futures. Also, it’s now impossible, anyway. Technically he could still legally win, by persuading Mike Pence to count only his own electors. He would have to have balls and he doesn’t.

The reason is to regain our ability to think calmly, reasonably, collectively and in public, in the presence of a vast tornado of political fear and loathing. If we can think about this, we can think about anything; and we only regain abilities by using them.

Time passes quickly after an election. The statute of limitations on “the steal” is short. As time passes, this question grows less important. Consistent with Patmore’s law, as it grows less important, it grows easier to talk about. Therefore this is the right time to talk about it—not because it is still useful, for it is not; only because it is still hard.

But we have said enough about the election. Let’s move on to the tornado around it. While this tornado wants to think about us—we would rather think about it.

The message and logic of power

It's important to recognize what courts are literally saying. When a court uses the doctrine of standing—not a timeless pearl of the ancient English common law, but a political invention by progressive judges in the 1920s—to decline a case, they are literally saying one or both of two things.

The first is that no one asking is entitled to ask. The second is that any legal process in this case would waste the court’s time. This same august Court has time to declare on behalf of a pedophile that half of Oklahoma is legally an Indian reservation.

This message goes well with polls that tell us that most of the loser's voters think the election was stolen. The message to these people—at least two-thirds of Republicans, say 50 million—is clear.

They are ignorant and deranged. They do not matter. They cannot matter and they will never matter. They are not entitled to ask. Pretending to answer would be a waste of time. Objectively, all these statements are completely true, or almost completely true.

Yet the 50 million are still a problem. A democracy in which the losing party routinely and effectively delegitimizes the election is not a stable democracy. No one is thrilled that this seems to be the new normal. It is not surprising that the system tries to solve this problem, for it is a real problem. But we can learn something by its approach.

If you feel confident in the integrity of some system, and someone questions that integrity, your natural impulse is to check its integrity one more time, as exhaustively and transparently as possible—unless you think being convincing is unimportant.

The system does think the problem of convincing 50 million people, many of them heavily armed and mentally unstable, matters. What if a sincere, ingenuous response would only convince 10 million of them? That's still, like, 200 army divisions.

If you are afraid of what you might find, though, you take a different tack. You use every possible approach to avoid any kind of investigation, except good ones. Good investigations are shallow and friendly. Bad investigations are adversarial and deep.

No one has ever done any kind of adversarial investigation or systematic forensic audit of American elections at a national or even state level. No one can responsibly say they have any idea what any such investigation would find.

And without the full powers of the KGB or the Gestapo in their prime, no such thing could conceivably be done even between November and January. So the Court is in a sense right—but not in a sense that anyone literally believes or would dare to say. This is what’s so cool about stealing the Presidency: though hard, it’s easy to get away with.

Even from the perspective of the official opposition, the path of investigating the election is inherently a giant shitshow, whose possible outcomes are (a) failing anyway, or (b) succeeding, and creating a bigger shitshow—a second Trump administration, which would inherently start in a state of near-civil war. From the official perspective, (a) is a minor success and (b) is a (hysterically exaggerated) world-historical disaster. The result: no one serious wants to go there.

Therefore, greatly desiring to change the hobbits’ minds, unwilling to take the risk of actually auditing an Albanian election, which might even turn out fine but also could emit a shitshow of almost arbitrary scope, the system reaches for its usual plan B. It activates… the Gigaphone.

Fully armed and operational

This active-denial system, the crowning achievement of 20th-century psychological warfare technology and the fundamental backbone of 21st-century democracy, is a kind of gigantic Paris-shelling railroad-gun bullhorn of pure proof by assertion.

At a certain caliber, assertion is no longer assertion. It is insistence. Increase the volume still further, and it becomes torture. The Gigaphone can indeed demonstrate the security of the election. Given arbitrary power—it can demonstrate anything.

The Gigaphone’s huge microwave dish hoses the unruly hobbit-mob with unendurable levels of red-hot contempt. With its throttle turned up to 11, the NYT's headlines are ripped from the Rodong Sinmun, cat-lady middle-school teachers reading the New Yorker expect Waffen-SS paratroops to crash through their skylights, and the nation's airports resound from lounge to lounge with the subtle sounds of TV Mille Collines. (All this is completely decentralized, of course. No one orders it—it just happens.)

The hobbit is simply embarrassed into compliance by his elven betters. The ideas he believes become a dangerous mental disease. This diagnosis is written into history. The sooner he gives up this nonsense, the better. To help convince him, we'll make this idea quasi-illegal. The sooner he gives it up, the less his life will suffer. Eventually he can be fired for staying an idiot. Everyone will agree that he deserved it.

This is Popper’s paradox of tolerance. Popper discovers that every real regime must have the apparatus of the Inquisition in its back pocket. If it hesitates to deploy its intellectual rack and thumbscrew, it will be replaced by a regime with no such qualms.

Popper, read logically, advises the Nazis to repress the Communists, the Communists to repress the Nazis, the liberals to repress both and both to repress the liberals. From his “open society” he comes all the way around to Hobbes, Schmitt and Machiavelli. Next he will tell us, in Esperanto, that “the earth is nothing but a vast bloody altar.”

There are only two problems with the Gigaphone. One is that it does not have to be right to work. It is unaccountable even to reality itself. Its only limit is power. Given infinite power, it can blast anything into everyone’s head. 

The second problem is that the Gigaphone does not have infinite power. It has a fixed caliber. It only goes to 11. It is currently being operated either at, or close to, 11. 11 will almost certainly work. What if next time the system needs 12?

The election and Trump himself are already in the past. They are cooked. Trump stepped in front of the beam one too many times, and ran out of his famous luck. There is no reason to remain in the energy cone of the Gigaphone. But he made it show its full power level, and not just this time—and that it can never take back.

The constitution and the press

We learned something else about the real constitution of America: that it is the press, not the courts, with the sacred power to inscribe official reality. The Fourth Estate is the highest estate, not the lowest—and always has been.

This election and its aftermath have once again reminded us that there is no serious or major institution in the United States, the Supreme Court certainly included, willing to challenge the mainstream press. There is nothing even slightly new about this.

When the New York Times wrote, in an overly-frank tweet it later deleted, that the role of declaring the winner of a presidential election falls to the news media—perhaps much as the role of declaring the winner of an Imperial election once fell to the Praetorian Guard —it said the quiet part out loud.

Fundamentally, the Times was right. And just a few weeks later, we would see it prove itself right—as might has a right to do. “Might makes right” is not an ideal but a fact. But might is power and power is government. The Times can never remove that ring. Ride once with the King, young man, and the saddle-marks will never leave your ass.

The press is a fundamental organ of government. Every government has a ministry of truth or some agency like it. A decentralized truth ministry, like ours, works the best. We are used to thinking of centerless things as better, because they are more varied. If a decentralized press coordinates on one perspective, it might as well be centralized— we do not need to understand why or even how it self-coordinates.

We can therefore treat both its nominally decentralized structure, and its nominally nongovernmental status, as fundamentally fictitious. Considering the legitimate press as a camouflaged arm of the state suggests new paths to systemic accountability. It also explains anomalous yet true observations—like the Times’ unfortunate tweet.

In our real constitution, the “news media” is much more powerful and important than the Supreme Court—let alone the totally fake and lame “electoral college,” this weird 18th-century game of human chess. It is quite right and proper for the Department of Truth to declare the truth of the election. Similarly, the Department of Defense is out there defending us and the Department of Agriculture takes care of, like, plants—duh. And is it not clear that, of all the departments, Truth is the most puissant?

The Times has its own form of government: literally, a hereditary absolute monarchy. This is a curious choice for the center of the center of power in a democratic country. Could that be how Chinese people feel about their system of capitalist communism?

For Americans to see that this medieval kingdom not only compares apples-to-apples with the Supreme Court, but in fact matters much more than that Court, is a complete violation of the whole American political tradition. Yet this idea is not at all new. It is older than the Constitution.

Everyone with a high-school education has heard the term fourth estate. And anyone who did AP Euro knows “estate” means "branch of government." It doesn’t take no Aristotle to realize that, by putting its strongest branch of government—its ministry of truth—outside the government, the American school of constitutional architecture has only managed to create an unaccountable government above the government. Surely the Praetorian Guard in its day was no less sovereign, though I trust the Times more.

No surprise that at the historical and reputational core of this epi-government, we find an arrogant, capable, unaccountable hereditary monarchy. George III, call your office.

The robed conservacon

Next to so grand a tradition, what are a few lawyers in black robes? They are nothing—”men who allow themselves to be nothing,” in the famous words of VS Naipaul.

When we think about the emotional energy that has been poured into the Republican Party—mostly consisting of people who feel sincerely that the reason they vote, they care, and they donate is to protect their whole world and way of life—we see a whole boomer generation that, convinced by the power of the Warren Court to turn 1950s America into 1970s America, genuinely thought of the real purpose of Presidential election victories as less about “policy,” then about slowly, surely, randomly racking up points on this nine-point scoreboard. A generational game, like the left’s slow rise…

The right's biological luck in this game has been, frankly, amazing. Almost amazing enough to be suspicious. And then they turn around and see that when they win these points, at the cost of generations of energy and emotion, they win—nothing. They do not even win issues; sometimes they lose, sometimes they stall. They never win power.

In the 1980s, Republicans realized that the revolution of the 1960s had swept away all of America’s prestigious institutions, and nothing was left. Since they still had a fair dose of 20th-century energy left, they set about producing a new leadership class. The cream of this crop—the absolute cream, completely top people, sharp as a tack—are the Court's core conservacon majority: Roberts, Kavanaugh, Gorsuch and Barrett.

The deep conservatives on the Court—Thomas and Alito—came of age when there was no right-wing establishment at all. So they had to learn to think for themselves. Like many, they became addicted to this awful habit. Even when it is obviously not in their best interest, they cannot give up thinking for themselves.

All the conservacons—the entire Republican establishment—are absolutely worthless for the purpose of obtaining power. You need only look at them to understand why. They missed their life calling. They should have been real-estate agents. Every one of the conservacon Justices would have been a top performer—in the statewide 1%.

Most Republicans do not understand their ‘80s leadership class and its ‘80s philosophy. Besides their realtor souls—a charming, unimaginative type of human being, not at all inconsistent with the highest levels of energy and intelligence, not at all revolutionary material—their primary flaw is philosophical and even educational. They have simply been taught the wrong things. This bad philosophy has burned itself into their brains and they are too old to fix.

Young conservacons are taught to believe that America has the best government in the world, ever; that its ideas are the best ideas in the world, ever; and that its institutions are the best institutions in the world, ever. Yes, sadly, these institutions are ailing. But it is not their present form that is ideal—only their ideal form is ideal, of course…

That ideal America can be restored by our new conservacon establishment, which sees itself as an elite force of regenerative stem cells, planted in these ailing institutions to restore their freshness and youth and squeeze out any lurking leukemia. The vision of the Federalist Society is that their acolytes get these important jobs, and do them right—making America America again, you might say. But is it working?

The power of the Federalist Society to get jobs for its members is not at all in question. By this standard, the Federalist Society is a smashing success. As for do them right—what does that even mean? When you get there—you don’t even know what it means.

Maybe you don’t know what it means. You do know what it means to get bad press, though. As well as good press. Your institution is what it is; naturally, doing your job well means defending your institutions. Which means getting them good press... and soon, you’re wagging your tail like a dog at the offal-door of the Truth Department.

And yet since at least the ‘80s, it has been obvious to even the dogs in the street that America’s clear human decline is caused not by damage to her ideas and institutions, but by those ideas and institutions themselves.

The conservacon always gets nowhere, not because he is a bad person, but because he has the wrong goals. He is trying to repair what he should be trying to obliterate. He is oblivious to what he should be trying to preserve, which is not our garbage ideas and our corrupt, bloated institutions, but our beautiful land and wonderful people. What if America prevailed not because of its philosophy, but despite it? A heavy thought, man.

The conservacon’s spiritual inclination to just ignore obviously unsolvable problems is therefore intense, and probably has much to do with his nonchalant attitude toward election shenanigans. Ultimately the source of his practical errors is the bogus history he believes, which leaves him fighting with a landscape that constantly surprises him. While it’s tough to be a general without a map, it’s even tougher to be a general with the wrong map.

A fine example is the struggle against the Warren Court and its consequences. From the ‘50s to the ‘80s a full house of liberal Justices wrote a liberal revolution into law. But they did not invent this revolution. They merely announced it.

Had biology provided that same era with a crop of centenarians from the Harding administration, instead of lending the Court’s credibility to the revolution, that same revolution would have used the “nine old men” as a foil, then beaten or ignored them.

The truth is that the prize is not what it seems. The apparent absolute sovereignty of the Court is highly misleading. While it appears that the Supreme Court's word is final, the general experience of American history is that it can be used to endorse power; it can be used to delay or resist power; but it cannot be used, at least not conventionally, to defeat power.

In the 1850s, the Justices attempted to prevent the Civil War by using the supposed sovereignty of the Court to permanently quash what they saw as the cause of the impending war: the antislavery movement. In the 1930s, the Justices tried to stop the New Deal by using their sovereignty to write libertarianism into constitutional law.

In the first case they were brushed aside and in the second they surrendered. Only a fool would disregard these history lessons, and there are no Supreme Court seats set aside for fools. In fact, it may even be difficult to get a fool appointed. Vae victis!

And if this analysis is true, look at what it says about the conservacons. The general mindset of the ‘80s conservacon, quite understandable considering the shock of the cultural revolution, is the mind of Moses leading his people through the desert. All good, but Moses has a big responsibility. He needs to know where he’s going. He needs to know what’s on the other side of the desert.

For the leader who leads his flock not through the desert, but into the desert—what can we say? The burden of all leaders—or leadership classes—is a special one. For the leader who only pretends to be a leader, who harrows instead his flock, who leads them into death valley and fleeces them as they drop—there is only the coldest circle of hell. There he pleads that it was an accident and he could do no better. He is probably lying.

Of course, winning the Supreme Court is not the only conservacon plan. All the others are sterile and doomed, too. To be fair, they were much more defensible in the ‘80s.

The market for dreams

Ross Douthat, the Times’ house intellectual, talks of Trumpworld’s “dreampolitik.” T.E. Lawrence wrote: all men dream, “but not all equally.” True it is that Trump sold his voters a dream. And does the Times sell any dreams, Ross?

As we all too often see in human conflicts, if the Trumpist view of the conservacons is essentially correct, the conservacon view of the Trumpists is also essentially correct. Their lessons too are written on the wall.

All men dream—some with their eyes open, some with their eyes closed. As Lawrence said, it is the open-eyed dreamers who are dangerous, for they act their own dreams. Men with closed eyes, though, have also been known to act their dreams. These men too are dangerous—but mainly to themselves.

The irony is how this happened. For all sad words of tongue and lips, the saddest are these: he believed his own clips. This error is common, and understandable, among those the press flatters. Yet a subtler version afflicts also those it scourges.

The press made such bank off Trump that, as I write, their accountants are panicking—perhaps congratulating the conspiracy on pushing Biden through, but also inquiring subtly as to whether it might be possible, maybe next time, like for a change, for some little bird to program the Dominion machines to elect Mussolini, Franco, even George III—if possible in the midterms pls thx.

But money is not all they made. They made Trump and his supporters believe them. Not that the press convinced the Trumpists that they themselves were bad—that never happens. The press just convinced the Trumpists—and Trump—that Trump mattered.

Actually he was orders of magnitude from mattering. 99.9% of “his” employees in the “executive branch” did exactly what they would have done “under” Mrs. Clinton. All he had done by winning the election was to come one step closer to mattering.

But that was one step too close. How could power keep Trump from coming another step closer? By convincing him that he was already there, and already mattered. Since this was what they wanted to hear, this wasn't hard. Psychological warfare is a brutal art and, like aikido, loves to snap your joints with your own momentum.

Every mountain Trump touched was a molehill. His enemies made it a mountain in their minds. He and his friends, being small and weak people who did not actually deserve to rule, chose to believe them. Now their elbows bend in the wrong direction.

Typically, the Trump Administration leaves one true Ozymandian legacy: a half-finished fence, across half the Mexican border. Whoever let himself get snowed by the “natural barriers” dodge had never heard the parable of Nasreddin’s tomb. Trump's fence can be pierced in minutes with cheap power tools, and can be rendered irrelevant simply by not fixing these holes. Apparently it was essential, because security, to be able to see through it. It is painted black, though, as Trump ordered.

There is a fine line between a dream and a joke. Dreams are often funny. Jokes often have a surreal, dreamlike logic. The distance between where America is, and where America ought to be, is too vast a distance for any exercise in reason to span. It is the distance of a dream—or a joke.

The problem was not that Trump dreamed, and his supporters dreamed with him. The problem was that it was only a dream. While all men dream with closed eyes, these dreams are blind, and evaporate in the light; and we are right to let them do so. If we hold on to them, or we even act them out, we are scripting our own destruction.

To dream with open eyes is a great responsibility. It cannot be done with blind dreams. The open-eyed dream can be even be funny. The joke cannot be on the dreamer.

Was it even the Democrats who stole the election? Maybe proximately—but not in any serious spiritual sense. A event so great can only be attributed to one party. It was God —one of our most important gods, the god of failure. (Robert Graves once joked that if the Romans had bicycles, they would have worshiped a goddess Punctura.)

Trump had no way to succeed, so the sooner he failed the better. God made him fail. God hacked the voting machines. God performed the experiment. God got the results. And God sacrificed the animal.

And what has God taught us? What was Trump for? God, in my humble opinion (atheist here), has taught us something amazing—absolutely worth the price of admission—a timeless lesson absolutely worthy of God’s legendary reputation.

While Charles Maurras called the defeat of France in 1940 a “divine surprise,” our short, hilarious Trumpenreich was a divine marketing experiment. The world-historic purpose of Trump was to validate the market for dreampolitik.

With Trump as his instrument, God has taught us beyond any doubt that, fucked as America may be, fucked as America is, we still have a market for dreams. Indeed we are so fucked that only dreams can save us. We’re going to need better dreams, though.

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