INTERESADOS MÚLTIPLES



Autor: Santiago González (@gauchomalo140)

Nota original: https://gauchomalo.com.ar/interesados-multiples/

El oficialismo se muestra receptivo a la idea de cambiar el sistema de representación republicana promovida por los globalizadores


La primera vez que me encontré con el concepto de “interesados múltiples” fue a comienzos de este año cuando investigué la manera como la Organización Mundial de la Salud, en el pasado una entidad rectora en cuestiones sanitarias, terminó siendo un juguete en manos de las élites globalizadoras. La segunda vez fue esta semana, cuando el periodista Carlos Pagni puso en pantalla una disertación para mí desconocida de la vicepresidente Cristina Fernández, quien en 2018 proponía para la institucionalidad argentina un camino similar al que condenó a la OMS a la decadencia y el descrédito.

La trayectoria descendente del organismo sanitario mundial fue más o menos así: en sus 70 años de existencia multiplicó por mil su presupuesto inicial; ese despilfarro sin control superó la capacidad contributiva de los países miembros; aparecieron entonces los donantes privados (grandes fundaciones, laboratorios, etc.); pronto los aportes privados superaron a las contribuciones estatales, y los aportantes comenzaron a imponer condiciones; los conflictos entre médicos y financistas se multiplicaron, y en 2016, la junta directiva de la OMS aprobó un marco regulatorio para pasar de una gestión conducida por los estados a otra construida según el modelo de “interesados múltiples”. Interesados como Bill Gates, George Soros, Pfizer o Astra-Zeneca.

El modelo de los interesados múltiples es hijo del modelo de “partes interesadas” (stakeholders, en inglés), que surgió a fines de los sesenta en el ámbito de la administración de empresas y fue enriqueciéndose hasta quedar más o menos definido en el libro Strategic Management: A Stakeholder Approach escrito por R. Edward Freeman. De manera muy resumida, la teoría dice que la gestión de una empresa no sólo debe responder a sus accionistas (shareholders) sino a todas las partes interesadas: accionistas, pero también trabajadores, proveedores, usuarios o clientes, vecinos de sus instalaciones, etc. Como sucede con algunos virus, la idea saltó de una especie a otra y rápidamente fue a parar al ámbito de la teoría política.

Como ya hemos visto en estas notas, desde la década de 1970 las élites mundiales comenzaron a desconfiar de la democracia republicana y de la economía de mercado, instrumentos de organización que habían permitido en la mayor parte de Occidente el surgimiento de una vigorosa clase media, orgullosa, educada y emprendedora, con fuertes lealtades nacionales, culturales y confesionales, características todas diametralmente opuestas a los designios de homogeneización, globalización y dominación acariciados por esas élites. Provisoriamente acudieron a la corrupción y el soborno para desnaturalizar la representación democrática y la competencia económica, pero, conscientes que ese proceder era insostenible en el tiempo, buscaron la manera de legitimar formalmente su injerencia en los asuntos públicos.

Así fue que echaron mano del concepto de “partes interesadas” para proponer un modelo político de “gobernanza de interesados múltiples” (multi-stakeholder governance), de alcance global, en el cual los estados nacionales son apenas un actor más entre otros, tales como organismos multilaterales, empresas multinacionales, entidades académicas, minorías, organizaciones no gubernamentales, personalidades de la cultura, la ciencia o los medios, y todo el resto de la comparsa que el progresismo ha venido instalando en la sociedad para despojar de poder al ciudadano común y hablar y actuar en su nombre.

Se lo presentó en sociedad durante la Conferencia de Rio sobre Medio Ambiente de 1992; uno de sus primeros ejercicios prácticos fue la Alianza Global por las Vacunas y la Inmunización (GAVI) de Bill Gates, y su primer programa teórico estuvo contenido en Problema de Todos: fortaleciendo la cooperación internacional en un mundo más interdependiente, un informe de 600 páginas sobre las características de un gobierno de escala planetaria elaborado entre 2009 y 2010 por 750 expertos a pedido del Foro Económico Mundial.

El Foro, popularmente conocido como organizador de las reuniones de Davos, donde se congregan anualmente los dueños del poder económico, financiero y mediático del orbe, es uno de los principales promotores del llamado Nuevo Orden Mundial, que persigue la eliminación de los estados nacionales, la homogeneización cultural de sus poblaciones, la regulación de la natalidad y de la duración de la vida, la eliminación del dinero físico y la asignación de una remuneración universal básica sin otra contraprestación que la obediencia. La iniciativa más reciente del Foro ha sido el “gran reseteo”, nombre dado a un esfuerzo concentrado de los “interesados múltiples” para aprovechar el desbarajuste y la indefensión causados en las sociedades occidentales por la pandemia imaginaria e imprimirle aceleración al propósito de crear un “nuevo contrato social”. Así lo anuncian.

Lo cual nos devuelve rápidamente a casa. La idea de un “nuevo contrato social” apareció en la campaña electoral kirchnerista de 2019, y nadie entendió muy bien a qué se refería. La mayoría interpretó que encerraba el viejo propósito partidario de reformar la Constitución, más bien para asegurarse la impunidad que para mejorar la institucionalidad. Lamentablemente, cuando en noviembre de 2018 Cristina habló ante un público académico del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) no le prestamos atención. Ahora, gracias a este video reflotado por Pagni, nos enteramos de que la intención era más ambiciosa, y apuntaba directamente contra la democracia republicana, un sistema que según Cristina está muy viejo y debe ser reemplazado.

A su juicio un nuevo modelo de gobierno debe incorporar actores que no existían a fines del siglo XVIII cuando se diseñó el que nos rige. Dejando de lado algunas interpretaciones deliberadamente engañosas, como pretender que el carácter vitalicio de la designación de un juez es una “rémora de la monarquía”, Cristina afirmó que lo que se somete a voto, aquello sobre lo que el ciudadano decide, representa no más del 30% del poder. “El otro 70 u 80 está fuera”, dijo, “en organizaciones, organismos, sociedades y medios de comunicación, que no están regulados”. Esos nuevos actores deberían estar representados en un modelo de gobierno nuevo, sugirió. Lo que la presidente del Senado propuso, en pocas palabras, es el reemplazo de la democracia republicana y la economía de mercado por el modelo de gobernanza de interesados múltiples propuesto por las élites globalistas.

Hacia allí apunta el oficialismo cuando reclama “no una reforma judicial, sino una nueva Constitución”. Su intención es trastornar las bases mismas de la organización nacional, y esa intención tiene respaldo externo, político y financiero. Sus promotores son las mismas fundaciones y organismos que han volcado millones de dólares en apoyo de la campaña por la legalización del aborto, y tienen muchos millones más en la mano, tanto para aliviar la asfixia financiera del país como para comprar cuantas voluntades en venta encuentren. Son los mismos que, a través del FMI, otro de los “interesados múltiples”, le dictan al gobierno la política económica. Con una población atemorizada, desorientada y desorganizada, y con una conducción política corrupta y venal, la Argentina está a punto de caramelo para ser conejillo de Indias no sólo de alguna vacuna, sino del sistema de gobernanza de interesados múltiples, el nuevo sueño del viejo totalitarismo.


–Santiago González


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