HACIA EL TRANSHUMANISMO

La ideología de género prepara el transhumano, objetivo final del capitalismo. Entrevista a Michel Onfray, por Samuel Pruvot y Hugues Lefèvre




El ensayista y filósofo Michel Onfray ha escrito un libro, Théorie de la dictature, en el que explica una teoría de la dictadura basándose en la obra de George Orwell. Afirma que hemos entrado en un nuevo tipo de sociedad totalitaria que destruye la libertad, elimina la verdad o bien niega la naturaleza.

¿No exagera usted cuando sostiene que la Europa occidental de 2019 se parece a la sociedad de 1984 de Orwell?

No, en absoluto. Incluso ponerlo en duda es la prueba de que estamos en ella. La dictadura tiene un largo pasado. Debe su nombre a Roma, donde se le daban a un hombre plenos poderes para que pudiera resolver un problema; plenos poderes que devolvía sin mayor resistencia una vez cumplida su misión. La dictadura dejó el mundo occidental con el emperador de Mongolia Genghis Khan en el siglo XIII. Vuelve a Europa con Savonarola en el siglo XV, después con Cromwell, Calvino, Robespierre y su Comité de Salvación Pública, etc.  Sin embargo, la mayor parte del tiempo, se piensa en la dictadura observando los fascismos pardos o rojos de Hitler, Lenin, Stalin, Mao, Pol-Pot. Nuestra incapacidad para comprender la cuestión a partir de la mirada larga nos obliga a no pensar en la dictadura fuera de nuestro pasado más reciente. Sin embargo, Hitler y Stalin no son la medida eterna y fuera de la historia de la dictadura.

¿Por qué se ha apoyado en la obra de Orwell para teorizar la dictadura?

Explico la hipótesis de que Orwell es un pensador político al igual que Maquiavelo, y que 1984 permite pensar en las modalidades de una dictadura postnazi o poststaliniana, y esto en unas formas cuya existencia examino en nuestra época. Cuando tuve que sintetizar mi trabajo, propuse el esquema de una dictadura de un nuevo tipo. Supone un cierto número de objetivos: destruir la libertad; empobrecer el lenguaje; eliminar la verdad; suprimir la Historia; negar la naturaleza; propagar el odio; aspirar al Imperio.

¿Dónde encontramos todo eso?

Para destruir la libertad, hace falta: asegurar una vigilancia perpetua; arruinar la vida personal; suprimir la soledad; alegrarse en unas fiestas obligatorias; uniformizar la opinión; denunciar el crimen por el pensamiento.

Para empobrecer la lengua: practicar una lengua nueva; utilizar el doble-lenguaje; destruir las palabras; hablar una lengua única; suprimir las lenguas clásicas.

Para eliminar la verdad: enseñar ideología; instrumentalizar la prensa; propagar las noticias falsas; producir la realidad.

Para suprimir la Historia: borrar el pasado; reescribir la Historia; inventar la Memoria; destruir los libros; industrializar la literatura.

Para negar la naturaleza: destruir la pulsión de la vida; organizar la frustración sexual; higienizar la vida; procrear médicamente.

Para propagar el odio: crear un enemigo; fomentar las guerras; psiquiatrizar el pensamiento crítico; acabar con el último hombre.

Para aspirar al Imperio: formatear a los niños; administrar la oposición; gobernar con las élites; esclavizar gracias al progreso; disimular el poder.

¿Quién puede decir que no estamos ya en esa situación?

Algunos cristianos han teorizado y practicado la resistencia espiritual contra el totalitarismo como los resistentes de la Rosa Blanca contra la Alemania nazi. ¿Es una fuente de inspiración para usted?

Sí, claro. Pero no hablamos de lo mismo. Nuestra dictadura no ataca a los cuerpos, destroza solo las almas, lo cual es otra manera de destruir los cuerpos dejándolos en vida…

En 2008, publiqué una obra de teatro, El sueño de Einchmann. Proponía la cuestión de la obediencia y la resistencia a la dictadura haciendo encontrarse en un sueño a Einchmann y Kant algunas horas antes de la ejecución del primero. El nazi había dicho en su juicio que justo se había comportado como un kantiano, lo que había recusado y rechazado Hannah Arendt en Eichmann en Jerusalén. Yo demostraba, al contrario, que Einchmann había leído a Kant…

Su libertad de palabra sobre la izquierda o bien sobre el islam molesta. ¿Hace falta asumir el riesgo de una palabra pública “sobre temas prohibidos” a pesar de ser linchado, como ha sido el caso de quienes se han pronunciado hace poco sobre la PMA (procreación médica asistida) o sobre el aborto?

Me da igual lo que la prensa del poder piense de mí, así como cualquier prensa, aunque sea de la oposición. Ningún periodista va a frenar mi pluma o mi palabra, como tampoco nadie que esté en el poder. Si hay que pagar esta libertad con una expulsión del servicio público sin que ningún periodista se conmueva, acabo de pagarlo. La medida de mi valor se encuentra en la opinión y el juicio de tres personas de las que solo una está viva todavía, aunque escribo todavía bajo la mirada de los dos que se han ido. A partir de ahora ya no pienso, ni hablo ni escribo más que bajo la mirada de una sola persona, es el lujo infinito de la verdadera libertad, soy bien consciente…

La ideología de género, ¿es el producto de una sociedad totalitaria?

Es el producto de una sociedad cuyo objetivo es una guerra total a la naturaleza con el fin de hacer que todo, absolutamente todo, se convierta en artefacto, producto, objeto, cosa, artificio, utensilio, es decir: valor de mercado. Es la posibilidad de un capitalismo integral en el que todo se producirá, por lo que todo se comprará y todo se venderá. La ideología de género es una de las primeras piedras de este penitenciario planetario. Prepara el transhumano que es el objetivo final del capitalismo. En otras palabras: no la supresión del capital, como lo creen los neo-marxistas, sino su afirmación total, definitiva, irreversible.

Aprobando la PMA para las parejas de mujeres, la filiación biológica sería sustituida por una “filiación de intención”. Según usted, ¿esto facilitaría la instauración de una sociedad totalitaria, como es el caso en 1984?

Es una cuestión a integrar en el proceso de desnaturalización y de artificialización de la realidad. Se niega la naturaleza, se la destruye, menosprecia, se la ensucia, la explota y se la contamina; después, se la reemplaza por lo cultural. Por ejemplo, con los cuerpos: más hormonas, más glándulas endocrinas, más testosterona, pero siguen siendo perturbadores endocrinos igualmente. No hay quien entienda nada. O bien inyecciones hormonales para aquellos que quieran cambiar de sexo. Este odio a la naturaleza, esta guerra de destrucción declarada a la misma, es consustancial al proyecto transhumanista.

Por otra parte, no estoy contra la “filiación de intención”, pero todo debe hacerse en una lógica donde no se prive al hijo de las referencias a las que tiene derecho. Me encuentro en el combate de algunos psicoanalistas que se oponen a esta desaparición del padre ya sea en la promoción de un doble padre como en la de una doble madre.

El incendio de Notre-Dame fue un eletrochoque para muchos. Pero ha sido también la ocasión para redescubrir una herencia arquitectural y espiritual. ¿Ha supuesto un frenazo a la “sociedad nihilista” que usted denuncia?

Me he opuesto a la lectura de comentarios que reciclaban las viejas ideas del pensamiento mágico (castigo divino, signo enviado por Dios, advertencia enviada a los malos creyentes… Incluso he oído que la mano de Dios había protegido la famosa corona de espinas de Cristo sin que pueda comprender cómo esa misma mano ha podido al mismo tiempo dejar empezar el cortocircuito culpable).

Sin embargo, yo cuento en mi libro Decadencia que la aventura de la Sagrada Familia de Barcelona tenía sentido: decidida y comenzada en el siglo XIX, sin poderse terminar en el siglo XX, bendecida por un Papa que ha abdicado en el siglo XXI, escenario de un atentado islamista felizmente frenado, es también un concentrado de la historia del cristianismo decadente. Desde la ventana de mi despacho veo la abadía construida por Guillermo el Conquistador hace mil años: en unos treinta años construyó dos abadías en esta sola ciudad, sin contar con el castillo y otros edificios laicos… ¡Para que veamos que la velocidad del Paráclito ya no es hoy la misma! Pero el incendio de Notre-Dame entra en otra perspectiva: a la espera de las conclusiones de la investigación, se trata de un accidente en el cual Dios no tiene más poder que el espíritu de los tiempos…

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