RESTAURACIÓN








Autor: James Delingpole (@JamesDelingpole)
Traducción: Hyspasia (@Hyspasia)
Nota original: https://www.breitbart.com/europe/2019/07/28/boris-has-restored-merrie-england-about-time-too/


Nota de la traductora:
El sueño de muchos de nosotros, que suba un gobierno que vuelva a poner todo en su lugar. La fruta en la heladera, los libros en la biblioteca, las sábanas limpias en el armario de blanco. Porque hace mucho tiempo que todo está revuelto y trasvestido. Como dice Delingpole en una nota anterior: Gran Bretaña está sobrevendida, es hora de empezar a comprar (usando jerga de la Bolsa). "In financier-speak Britain has been oversold for too long. Now it is most definitely a BUY".
Me da un poco de envidia porque supongo que no estoy sola en pensar que esto era lo que queríamos que sucediera cuando asumió Macri. Otra vez será.
Nosotros todavía no estamos en ese punto. Tal vez lo estemos en cuatro u ocho años. Pero hay que empezar a trabajar ahora.

Por otro lado leo horrorizada con qué naturalidad describen las diferencias de clase que en una sociedad sin deferencia como la Argentina serían inaceptables y me alegro de ser criolla y no nacida allá. Tal vez la mejor herencia de la Revolución de Mayo, según Oscar Terán y María Sáenz Quesada, sea la ausencia de deferencia. Se lo debemos a nuestros paisanos y caudillos de la pampa húmeda y del litoral. Gracias a todos ellos.
Hyspasia.

* * *
Delingpole: En la Corte Restauradora del Rey Boris, los puritanos no tienen la más mínima oportunidad...

Boris

Victoria Jones - WPA Pool/Getty Images
James Delingpole

El Líder de la Cámara de los Comunes y el Lord Presidente del Consejo, Jacob Rees-Mogg emitió una guía de estilo para el personal de su staff.

Éste incluye:

- Los destinatarios varones deben ser invocados en las comunicaciones como "Esq." (abreviación de señor  o caballero - esquiere).
- Las medidas deben ser expresadas en sistema imperial y no métrico decimal.
- Cualquiera que use las expresiones "ir hacia adelante" o que sea escuchado pronunciando la letra "h" como "haitch" serán enviado en cadenas a las Colonias.

Desgraciadamente, la última medida no es verdad, pero sí captura el espíritu de los que Moggster está haciendo aquí: restaurando algunas de las tradiciones y cortesías y rigores del glorioso pasado de Gran Bretaña mientras, simultáneamente, trolea a la oposición como un Jefe.

Y funciona:



El miembro de la Cámara de los Comunes (MP) David Lammy cree que está haciendo daño con este tuit cuando en realidad está promocionando al nuevo régimen. 

Primero, muchos si no la mayoría de los británicos realmente aman sus pintas, millas, yardas u onzas (una de las cosas que la Unión Europea ha tratado repetidamente de robarles).


Segundo, la gente encuentra a los casi autoparódicos arcaísmos de Rees-Moog seductores más que enojosos, razón por la cual la frase "Honorable Miembro para el Siglo XVIII" es una broma que habitualmente se hace a sí mismo.


Tercero - y sé que esto va a irritar a algunos de los más resentidos comentadores fuero de tono, pero, chúpenla, molesta porque es cierto - la gente en este país todavía ama a un petitero.
Recuerdo haber tenido una discusión sobre esto en una cena dada por un viejo compañero de escuela de Rees-Mogg, William Sitwell. Otro invitado insistía que Mogg era demasiado bienudo para alcanzar altos niveles en la política. Pero la persona que hacía esa aseveración era un Remainer [una persona que quiere que GB se quede en la UE] que en realidad estaba proyectando sus prejuicios de élite  "progre". Afuera, en el país en su totalidad, sin embargo, la gente no tiene esa actitud resentida. De la misma forma que la gente en el batallón a menudo prefiere que el comandante del batallón sea alguien con el adecuado acento de escuela privada, de igual manera los votantes - como es el caso de los de North-East Somerset que colocaron a Jacob en su asiento del Parlamento - tienen inclinación por lo anticuado, los buenos modales típicos del señor-dueño-del-castillo, maestría en el uso del idioma y respeto por las tradiciones británicas.

Esta es una de las cosas que han hecho que se disfrute ver la administración Boris Johnson en acción. Es como ver a Odiseo volver a Ítaca y limpiar la corte de ladrones, abusadores, garcas, derrochones, avivados que han tomado su lugar en su ausencia; es como presenciar la Restauración de Carlos II de Inglaterra, después de años en los cuales Gran Bretaña ha sido sometida por los Puritanos; es como si Gran Bretaña una vez más se ubicara en el lugar que conocíamos y amábamos antes de que los guerreros de la justicia social y los perseguidores  de supuestos racistas y los llorones autovictimizados y los comisarios políticos de la diversidad y de la sustentabilidad vinieran y casi arruinaran todo.



Viendo a esta nueva banda - especialmente a Boris Johnson y Jacob Rees-Mogg - compitiendo en la Cámara de los Comunes la semana pasada a ver quién más imaginativa y creativamente golpeaba a la oposición, me recordé de los viejos buenos tiempos en la Oxford Union cuando Oxford todavía era una universidad semidecente, y todavía no se había rendido completamente a los llorones comunistas.

El pavoneo, la confianza, las bromas, el buen humor - marcar los puntos sobre las íes está bien, pero lo que importa, de lejos, es el estilo y la brillantez con que uno lo hace - me hace recordar  cuánto hacían falta en el Parlamento Comunes con clase, relación estrecha con sus territorios de base y habilidades oratorias quienes en estos años fueron desplazados por hombres y mujeres acomodaticios sólo preocupados por sus carreras y por hacerse los virtuosos y señalar con el dedo a todo el mundo [virtue-signalling placemen].

Lo que estamos viendo ahora en la política británica es muy similar a lo que los EEUU han estado experimentando bajo Donald Trump - sólo que a la manera británica. La burbuja de pomposidad ha sido pinchada por nuestro nuevo Dios-Emperador de las bromas.

Ustedes deberían ver las expresiones de Jeremy Corbyn y su más-a-la-izquierda-aún Canciller del Gabinete en las Sombras John McDonnell cuando Boris Johnson los hacía pulpa con una sucesión de insultos cual golpes en los nudillos: se los veía dolidos, desmayados, perdidos - y bien tienen que estar así. Éstas eran las expresiones de hombres que por un breve y anómalo período de la historia británica estuvieron persuadidos de que genuinamente tenían chance de formar gobierno y remodelar la quinta economía del mundo en las líneas de la Cuba de Castro o la Venezuela de Chávez - y que ahora se dieron cuenta que ese momento se fue. Para siempre.

Porque eso es lo que ha sucedido. La mayor amenaza - de lejos - a la economía del Reino Unido no era la "incertidumbre" del Brexit con la cual el establishment que deseaba quedarse en la Unión Europea [Remoaners] lloriqueaban por los rincones sino que el nuevo gobierno de Gran Bretaña pudiera, concebiblemente, ser formado por una camarilla de marxistas antisemitas que apoyan a terroristas.

Con Boris & Co. a cargo no hay la más mínima chance en el Infierno de que eso suceda.

Eso no quiere decir que no vaya a haber alguna decepción de una u otra manera. Yo comparto en gran parte, para dar un ejemplo, las preocupaciones de Rupert Darwall de que Gran Bretaña pueda, cual sonámbula, entrar en una versión lavada del Acuerdo que firmó Theresa May y que deje a Gran Bretaña encadenada al cadáver de la Unión Europea (en particular a todo lo que atañe a la Corte Europea de Justicia).

Pero no puede negarse que ver a Boris, a la Moggster & Co. en acción en este momento es como ver a un equipo ganador que uno quiere apoyar. Son divertidos, optimistas, y hacen bromas de gran calibre.

Sí, puede haber quienes detecten algunas pinceladas de presuntuosidad, algún elemento de legitimación tipo "nacido-para-gobernar". Pero es largamente preferible a lo que había antes: la sombría, cara amarga del ex Canciller "Spreadsheet Phil" Hammond, la torpeza de labios apretados, la sobrecogedora incompetencia de Theresa May; los don nadie, los uno-más-del-montón, los invertebrados que dominaban el Gabinete porque ¡Ey!, cuando uno es un inútil lo último que uno quiere es rodearse de gente que suponga algún tipo de amenaza ¿no?

Corbyn y McDonnell, ya ha quedado claro con antelación, nunca fueron una amenaza seria por lo que ellos defendían. Se convirtieron en una amenaza seria solamente porque el Gobierno al que se oponían era tan risiblemente penoso que el electorado británico se hubiera preparado para votar casi a cualquier cosa como alternativa.

A través de los años, nuestra cultura cada vez más inclinada hacia la izquierda nos ha lavado el cerebro para que creamos que cualquier cosa que tenga que ver con "elitismo" o tradición, o con la vieja clase gobernante es no deseable y que para poder progresar debemos, para siempre, abrazarnos a todo lo que sea nuevo.

Bueno, desde Tony Blair en adelante nos hemos dado una buena idea de cómo ese nuevo mundo se ve y se huele.

No sé ustedes - pero yo estoy feliz de que estemos consiguiendo que lo viejo vuelva.
DEBE VERLO | Boris limpia el piso con Corbyn y McDonnell en su primera aparición en la Cámara de los Comunes como Primer Ministro. Se han puesto los guantes y el tiepo de precalentamiento terminó - luego de tres años penosos de Theresa May. ¡El Laborismo no estaba listo para esto! 😂

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Agradecemos la difusión del presente artículo:  

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Delingpole: In the Restoration Court of King Boris, the Puritans Don’t Stand a Chance…






Leader of the Commons and Lord President of the Council Jacob Rees-Mogg has issued a style guide for his staff.

These include:

Male recipients to be addressed in communications as Esq.
Measurements to be recorded in Imperial not Metric.
Anyone using the phrase “going forward” or overheard pronouncing ‘h’ as ‘haitch’ to be transported forthwith in shackles to the Colonies.



Unfortunately, the last one isn’t true, but it does capture the spirit of what the Moggster is doing here: restoring some of the traditions and courtesies and rigours of Britain’s glorious past while simultaneously trolling the opposition like a boss.

And it’s working, too:


Labour MP David Lammy thinks he’s making a damning political point here but actually he’s just doing promo for the new regime. First, many if not most British people actually like their pints, miles, and ounces (which the EU has repeatedly tried to steal away from them).

Second, people find Rees-Mogg’s almost self-parodic archaisms more charming than they do annoying, which is why “Honourable Member for the 18th Century” is a joke he often likes to use against himself.

Third — and I know this is going to irritate some of the chippier commenters below the line, but suck it up, oiks because it’s true — people in this country still do love a toff.



I remember having an argument about this once at a dinner thrown by Rees-Mogg’s old school chum William Sitwell. A fellow guest insisted that Mogg was far too posh to reach the highest levels in politics. But the person making this claim was a middle-class Remainer who was essentially projecting his liberal elite prejudices. Out in the country at large, however, people just don’t have this chippy attitude. Just as squaddies in the Army still often prefer it if their platoon commander is a Rupert with a proper public school accent, so constituents — as is certainly the case in Jacob’s North-East Somerset parliamentary seat — have a sneaking fondness for an old-fashioned, lord-of-the-manor type with impeccable manners, a mastery of the English language, and a respect for Britain’s traditions.

This is one of the things that has been so enjoyable about watching the Boris Johnson administration in action. It’s like watching Odysseus returning to Ithaca and clearing his court of all the wastrels, louts, and spendthrifts who have taken over in his absence; it’s like witnessing the Restoration of Charles II after years in which Britain had been in thrall to hatchet-faced, Christmas-and-Maypole-banning Puritans; it’s like Britain once more becoming the place we used to know and love before the social justice warriors and race-baiters and cry-bullies and diversity officers and sustainability consultants almost went and ruined everything.

Watching the new gang — Boris Johnson and Jacob Rees-Mogg especially — competing in the Commons last week to see who could most wittily and imaginatively put down the Opposition, I was reminded of the good old days at the Oxford Union when Oxford was still a halfway decent university and hadn’t completely surrendered to whiny, entitled Communists.

The swagger, the confidence, the bantering good humour — where making your point is all very well, but what matters far more is the style and wit with which you do it — reminded me how much we’ve been missing in Parliament all these years as MPs with class and hinterland and oratorical skills were edged out by career-safe, virtue-signalling placemen and placewomen.

What we’re seeing happening in British politics now is very similar to what the U.S. has been experiencing under Donald Trump — only done in an English way. The bubble of pomposity has been pricked by our new God-Emperors of banter.


You could see it in the expressions of Jeremy Corbyn and his even further-left Shadow Chancellor John McDonnell as Boris Johnson crushed them with a succession of bang-on-the-nail insults: they looked hurt, dismayed, lost — as well they might. These were the expressions of men who for a brief and anomalous period in British history had persuaded themselves that they genuinely stood a chance of forming a government and remodelling the world’s fifth-largest economy on the lines of Castro’s Cuba and Chavez’s Venezuela — and who now realised that moment has gone. Forever.


Because it has. The biggest threat by far to the UK economy wasn’t the so-called “uncertainty” of Brexit which the Remoan establishment keeps whining on about but that Britain’s next government could conceivably have been formed by a cabal of anti-Semitic, terrorist-supporting Marxists.


With Boris and co in charge there’s not a cat’s chance in hell of that happening.


This isn’t to say they’re not going to disappoint in one way or another. I very much share, for example, Rupert Darwall’s concerns that Britain could be sleep-walking into a watered down version of Theresa May’s deal which still leaves Britain shackled to the corpse of the European Union (particularly with regards to the European Court of Justice).






But it cannot be denied that watching Boris, the Moggster and co in action right now is like watching a winning team you want to support. They’re fun, they’re optimistic, they do weapons-grade banter.


Yes there may be a hint of cocksureness there, an element of born-to-rule entitlement. But isn’t that just vastly preferable to what we had before: the dreary, sour-faced managed decline of ex-Chancellor “Spreadsheet Phil” Hammond; the purse-lipped awkwardness and breathtaking incompetence of Theresa May; the also-rans and nobodies and invertebrates that dominated their Cabinet because hey, when you’re useless the very last thing you want to do is surround yourself with people who pose any kind of threat?


Corbyn and McDonnell, it’s becoming clear with hindsight, were never a serious threat because of what they stood for. They were a serious threat only because the Government they were opposing was so risibly lame that the British electorate would have been prepared to vote almost anything in as an alternative.

Over the years, our increasingly left-leaning culture has brainwashed us into thinking that anything that smacked of “elitism”, or tradition, or the old ruling class was undesirable and that in order to progress we must forever embrace the new.

Well, from Tony Blair onwards we’ve been given a pretty good idea what this new world looked and smelt like.

I don’t know about you — but I’m glad we’re getting the old one back.




MUST WATCH | Boris wipes the floor with Corbyn and McDonnell in his first Commons appearance as PM. The gloves are off and playtime is over - after three feeble years of Theresa May, Labour weren't ready for this! 😂

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