EL SEMIDIÓS DE LAS PAMPAS IV


Juan Manuel de Rosas,
     Semidiós de las Pampas
Cuarta Parte



Continuación de "El Semidiós de las Pampas III"

Autor: GONZALO IRASTORZA  [*]


VIII.  El hombre y sus circunstancias. De la estancia a la primera magistratura

            La anarquía reinante, el desorden, la falta de unión nacional, la tragedia del magnicidio perpetrado en Dorrego; las circunstancias, en definitiva, empujaron a don Juan Manuel a la gobernación de Buenos Aires y primera magistratura de la República.

       En 1829, la situación era harto comprometida para el país federal. Paz, se había apoderado, él y sus oficiales, de Córdoba y varias provincias. El 4 de enero de 1831, las provincias litoraleñas suscribirían el mítico Pacto Federal, base de la organización institucional argentina. Se aseguraban así, mutua asistencia y seguridad común contra la Liga Unitaria. Quiroga, López y Rosas, emprendían la guerra contra los unitarios para recuperar las provincias tomadas por asalto. El mismísimo Paz, fue apresado por una partida de caballería santafesina. Quiroga derrotaba a La Madrid sucesivamente. Los victimarios de Dorrego habían sido vencidos; los gobiernos federales eran ya dueños de las provincias... Sin embargo, la guerra civil estaba lejos de concluir.

            Rosas, era ya, amo y señor de Buenos Aires. En el PARTIDO FEDERAL, compartía primacía con López y Quiroga; no obstante, ya se evidenciaba que tenía condiciones, no sólo para liderar la provincia, sino para reconstituir la autoridad nacional y cimentar la unión del Estado.
  

IX.       Las bases de su poder

            Don Juan Manuel, fue cimentando su poder en una rápida carrera, a la que llegó casi por accidente. Sus primeros pasos, los dio en la campaña. Como su abuelo materno, también el sería un clásico estanciero militar. La provincia encontró en él, un notable jefe de milicias que aseguraba las fronteras. Desde allí sería encumbrado a ser dueño de los destinos de la CONFEDERACIÓN.
            Si tuviésemos que enumerar los factores sobre los que Rosas construyó su masa crítica de poder, diríamos, por citar solo algunos:
1- Su elaborada relación con los caudillos federales. El trato epistolar de don Juan Manuel con sus pares, es más que abultado, y refleja a las claras, sus dotes de comunicador y político de raza.[1]
2- Su popularidad. Su dictadura, tuvo clarísimas raíces democráticas.[2] Don Juan Manuel, tuvo la extraña cualidad, de ser referente para todos los niveles sociales. Su mayor respaldo provenía de las masas populares, pero también de diversos sectores ilustrados que veían en él al único hombre capaz de gobernar el caos y liderar la transición hacia la organización de la República.
3- Su realismo político... Sabía exactamente lo que convenía al Estado nacional en aquellos tiempos. Estaba lejos de soñar con repúblicas idílicas como muchos de sus contemporáneos.[3]
4- Su exitosa organización de facto de la Confederación Argentina... En épocas en que estábamos más cerca de convertirnos en varias republiquetas[4], don Juan Manuel asegura el concepto de Estado nacional[5] y lo defiende hasta las últimas consecuencias.[6] 
5- Su poder militar. Así lo observa Sarmiento: «Matar y morir fue la única facultad despierta de esta inmensa familia de bayonetas y de regimientos», y ellos veneraban al hombre que los tenía condenados a un oficio mortífero, a una abnegación sin premio, sin elevación, sin término. «¿Qué era Rosas para esos hombres?» -se preguntaba Sarmiento- «¿Qué seres había hecho de los que tomó en sus filas hombres, y había convertido en estatuas, en máquinas pasivas para el sol, la lluvia, las privaciones, la intemperie, los estímulos de la carne, el instinto de mejorar, de elevarse, de adquirir, y sólo activos para matar y recibir la muerte? ¿Qué era Rosas, pues, para estos hombres? ¿O son hombres estos seres?».  (D. F. Sarmiento, La Campaña del Ejército Grande). Rosas era sentido por esos hombres como la encarnación de su patria, de su tierra en la que galopaban con libertad de dueños, de espíritu criollo de la pampa que ellos veían amenazada por la aristocracia pueblera y por la civilización y codicia europeas que los desalojaría de sus pagos. Por eso le defendieron con fanática heroicidad; por eso, veinte años después de la caída del dictador, Cunninghame Graham vio a los últimos gauchos en la frontera de Bahía Blanca... clavar su facón en el mostrador de la pulpería, echar un trago de caña y mirando al gringo de reojo vociferar con rabia: ¡Viva Rosas! (Cunninghame Graham. El Río de La Palta).[7]
6- Sus impresionantes éxitos diplomáticos. La guerra contra la Confederación Peruano Boliviana, el sitio de Montevideo, los tratados frente a Francia e Inglaterra, dieron al Restaurador una justificada popularidad sin límites.[8] 
7- Su gestión económico[9]-social. A pesar de que su dictadura tuvo que vérselas con un estado de guerra permanente, los logros del Restaurador fueron trascendentales.[10]
8- Su notable círculo íntimo. A su lado, estuvo la flor y nata de buena parte de la intelectualidad de aquellos tiempos. Tomás de Anchorena -su entrañable primo-, Felipe Arana, Tomás Guido, Pedro de Angelis, Carlos de Alvear, Manuel Moreno, Manuel de Sarratea, Eduardo Lahitte, Adeodato de Gondra.

X.   Soy Rosas, al desierto voy con mis propios medios
            
           Cuestionadas sus facultades extraordinarias, que don Juan Manuel consideraba indispensables para desempeñarse como “piloto de tormentas”, entrega el bastón de mando a Balcarce, el 17 de diciembre de 1832.
            Desde hacía tiempo, venía preparando, en conjunto con las provincias y con Chile, algo que fue leit motiv de su vida: una campaña contra los indios, que asegurara las fronteras de sus pagos. Estaba en marcha, la histórica “Expedición al Desierto”, de la que Rosas sería nombrado Comandante General de Campaña y jefe de la División Izquierda del Ejército Nacional.[11]
            La campaña, que duró más de doce meses, terminó en un rotundo éxito en diciembre de 1833. A pesar de la reticencia oficial, Rosas siguió adelante gracias a su aporte personal y al de sus colegas terratenientes, que lo asistieron para cumplimentar tan magna empresa. El gobierno, entonces en manos de los “federales cismáticos” o liberales, hizo cuanto estuvo a su alcance para malograr la expedición. Vale destacar, que a diferencia de la campaña de 1880, ésta fue obra del esfuerzo de particulares. Sería antecedente y base para lo hecho por el general Roca[12], quien reconocería la obra de don Juan Manuel como modelo y precursora de la suya[13].
            El camino andado durante la expedición fue ocupado por guarniciones. El general Pacheco se apoderó de la isla de Choele-Choel -reducto de bandidos-, se crearon los fuertes del Colorado y del Negro. Rosas, culminaba así, no sólo un viejo anhelo de sus épocas de joven estanciero peleando contra el indio, sino que, también garantizaba a la patria y a sus pampas una seguridad duradera y un engrandecimiento real de los límites de la Confederación.[14]

XI.   Detrás de cada gran hombre…

            Encarnación de Ezcurra, esposa del Restaurador, supo ser, mientras don Juan Manuel se encontraba en el desierto, su más importante operadora política. Ella fue el nexo con los caudillos,  la clase dirigente y las masas federales, ansiosas éstas últimas por alzarse contra Balcarce y los federales cismáticos. Rosas, hábil político, consentía las maniobras de su esposa y entorno que favorecían su figura. De esta época, data su definitiva opción por la vida pública, a la que había llegado por imperio de la circunstancias. La “Revolución de los Restauradores” está en marcha. Rosas, está en carrera y asume su vocación de poder.[15]
Clima de hostilidad reinaba en Buenos Aires. Las acusaciones contra el “federal liberal” Balcarce, eran moneda corriente. Encarnación, astuta como pocas, supo aprovechar la situación. El gobierno, mandó a procesar al periódico rosista “El Restaurador de las Leyes”. El pueblo, fue inducido a creer que el mismísimo Juan Manuel sería enjuiciado. 11 de octubre de 1833. Los heterogéneos sectores que respaldaban al señor de las pampas, se congregaron para defender a su caudillo. El mayor Ciriaco Cuitiño, se apoderó de la guardia de Quilmes y distribuyó las armas entre los partidarios de don Juan Manuel. La represión que intentó llevar a adelante Balcarce, fracasó desde un principio, ya que las fuerzas leales, rápidamente se pasaban al bando revolucionario. Balcarce, en angustiosa soledad frente a la sociedad toda que reclamaba por su alejamiento, decide renunciar a su cargo el 3 de noviembre. Lo reemplaza el general Juan J. Viamonte, que pacifica la situación.[16] Durante más de veinte días, la “huelga rosista” había paralizado las actividades de Buenos Aires. Este fue el primer levantamiento y huelga general que data nuestra historia, organizado con maestría por doña Encarnación.
Pero Viamonte, no estaba en capacidad de “domar” tan difícil situación. Renunciaría también; la Legislatura, insistiría una y otra vez a don Juan Manuel; a lo que el prócer, imperturbable, aduciría que no se haría cargo mientras no le fuesen devueltas las facultades extraordinarias, que dada la fragilidad en que navegaba la República, consideraba indispensables[17]. “Hubo de asumir el poder ejecutivo… don Manuel Vicente de Maza, íntimo amigo de Rosas”.[18] El Restaurador, indirectamente, era nuevamente dueño de la escena política.
1834, sería el año de la fundación de la Sociedad Popular Restauradora, la “Mazorca”, nombre con que se la conoció, debido a que estaba simbolizada por el fruto del maíz, que representaba la unión indisoluble de sus miembros. La organización, fue creada a instancias de doña Encarnación y de numerosos cuadros de Estado, entre los que figuraban reconocidos nombres de la sociedad porteña: Roque Sáenz Peña, Juan Cordero, Leandro Alen, Federico Sáenz Valiente, Saturnino Unzué, Martín de Iraola, Eusebio Medrano, entre otros[19]. El fin primario de la Sociedad, no fue otro que trabajar por la homogeneidad del Partido Federal. En tiempos venideros, la “Mazorca”, se constituiría, algunas veces, en grupo armado “para-policial”, resolviendo por su cuenta, cuestiones pertinentes a la misma justicia. Es cierto, que la Sociedad, en reiteradas oportunidades, actuaría por su propia iniciativa, sin mediar orden de don Juan Manuel, dando cuenta de los enemigos del régimen. No menos cierto es que, Rosas, conocedor de sus hombres, los dejó actuar, sabiendo que con ello fortalecía su poder.

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 Agradecemos la difusión de la nota del Lic. Gonzalo Irastorza:  


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Notas:


[*] Lic. Cs. Pol. - RR. II., DNI: 24.493.548, gonzaloirastorza@yahoo.com.ar

[1] Cfr. IRAZUSTA, Julio. VIDA POLÍTICA DE JUAN MANUEL DE ROZAS A TRAVÉS DE SU CORRESPONDENCIA. Bs. As., Albatros, 1941. El prócer tuvo una incesante actividad epistolar antes, durante y después de su apogeo en el poder.

[2] Después del asesinato de Facundo, la Legislatura ofreció el gobierno a Rosas con la suma del poder. El Restaurador contestaba: “El infrascripto ruega a los señores representantes que para poder deliberar sobre la admisión o renuncia del elevado cargo... tengan a bien considerar en sala plena tan delicado negocio, y acordar el medio que juzguen más adaptable para que todos... los ciudadanos de esta ciudad, de cualquier clase y condición que sean, expresen su voto precisa y categóricamente sobre al particular...”. Honorable Junta de Representantes. Diario de Sesiones. 18/03/1835, N° 586. Juan Manuel instauraba el plebiscito en el constitucionalismo argentino. “... Sobre 9.520 ciudadanos que sufragaron, solo Jacinto Rodríguez Peña, Juan Escobar, Gervasio Espinosa, Antonio Aguirre, Zavaleta, Pedro Castellote y Ramón Romero se pronunciaron en contra de la precitada ley.” ROSA, José. Del Municipio Indiano a la Provincia Argentina. Bs. As., Albatros, 1974, pp. 127/128.

[3] “Rosas fue uno de los más clarividentes estadistas reaccionarios del siglo pasado.” SAMPAY, Arturo E. LAS CONSTITUCIONES DE LA ARGENTINA. Bs. As., Eudeba, 1975, p. 31.

[4]Al Restaurador se le debe la reconstrucción del poder central, destruido en las borrascas de la revolución y la guerra emancipadora; la unidad en lo político, la integridad del territorio, al afianzamiento de la personalidad internacional del país”. IRAZUSTA, Julio. Rosas, el nacionalista. En: De la epopeya emancipadora a la pequeña Argentina. Bs. As., Dictio, 1979, pp. 209/210.

[5] “Impuso la unificación política de las provincias bajo la hegemonía... de Buenos Aires... como lo fue la unión política de los Estados alemanes que bajo la subordinación a la Prusia feudal impuso Bismarck.” SAMPAY, Arturo E. Op. Cit., p. 38.

[6] “Rosas consiguió después de algunos años de guerras civiles y de negociaciones, que todas las provincias adhiriesen al Pacto Federal, con lo cual éste se convirtió en la Constitución Argentina vigente hasta que se sancionó la Carta Federal de 1853.” Idem, p. 33.

[7] IBARGUREN, Carlos. Op. Cit., pp. 250/251.

[8] “Estoy absolutamente convencido -escribió a su gobierno el Encargado de Negocios de Estados Unidos, Guillermo Brent- de que en ningún otro momento de la historia de estos países, se ha enardecido más el patriotismo, y se han mitigado y suprimido más las diferencias internas”. CADY, John F. LA INTERVENCIÓN EXTRANJERA EN EL RÍO DE LA PLATA, 1838-1850. Bs. As., Dictio, 1943, pp. 156/157. Ni qué decir de las palabras de Alberdi, enemigo del Dictador, saludando desde Chile el triunfo de la Confederación: “En el suelo extranjero en que resido, no como proscripto, pues he salido de mi patria según sus leyes... sin hacer agravio a su bandera, beso con amor los colores argentinos y me siento vano al verlos más ufanos y dignos que nunca... aunque opuesto a Rosas como hombre de partido, he dicho que escribo esto con colores argentinos: Rosas no es un simple tirano a mis ojos; si en su mano hay una vara sangrienta de hierro, también veo en su cabeza la escarapela de Belgrano. No me ciega tanto el amor de partido para no conocer lo que es Rosas bajo ciertos aspectos. Sé, por ejemplo, que... Bolívar no ocupó tanto el mundo con su nombre como el actual gobernador de Buenos Aires; sé que el nombre de Washington es adorado en todo el mundo pero no más conocido que el de Rosas...” BUSANICHE, José Luis. ROSAS VISTO POR SUS CONTEMPORÁNEOS.  Bs. As., Eudeba, 1976, pp. 89/90.

[9] Rosas daba a los estados contables una amplia publicidad de forma que hasta el último de los ciudadanos pudiese conocer el destino de cada peso engrosado al erario público... “Los presupuestos de Rosas son de una precisión científica; en ellos los gastos y recursos se equilibran a la perfección y si hay déficit es debido a los gobiernos anteriores o las guerras... se economiza de una manera asombrosa... de este modo llegar a ocurrir -hecho raro en cualquier parte- que se gasta menos que lo autorizado por la Legislatura: $ 9.000.000 en 1844.” GÁLVEZ, Manuel. Op. Cit., p. 377.

[10] “... Le cerraron el camino al mar; él acepta la enclaustración e intenta milagros para que la provincia se baste a sí misma. Como no puede exportar frutos del país... Mucha gente de estancias y mataderos se consagra a las pequeñas artes e industrias urbanas para proveer a las necesidades internas...INGENIEROS, José. LA RESTAURACIÓN. Bs. As., Temas Contemporáneos, 1984, p. 99.

[11]“¡Soldados de la División del Sur! La campaña que abrimos debe cerrar la historia de nuestras empresas contra los indígenas... Llegó el... día en que reunido el poder de los cristianos de una y otra banda de la cordillera, dome por fin los bárbaros vagabundos... Dios y el sol de la patria nos acompañan,. Santo: Federación - Gloria - Argentina”. IRAZUSTA, Julio. VIDA POLÍTICA DE JUAN MANUEL DE ROZAS A TRAVÉS DE SU CORRESPONDENCIA. Bs. As., Albatros, 1941, pp. 262/263.

[12] “Al tomar la expedición de 1833 como ejemplo de la lucha en el Desierto, por las circunstancias, fecha en que se realizó y lugares alcanzados, merece que la recordemos como un hecho de armas tan glorioso como otros ocurridos durante el período de lucha por nuestra independencia”. WALTHER, Juan Carlos. LA CONQUISTA DEL DESIERTO. Bs. As., Círculo Militar, 1986, pp. 332/333.

[13] Cfr. Nota de Roca a Adolfo Alsina. Cit. por LUGONES, Leopoldo. ROCA. Bs. As., Comisión Monumento General Roca, 1945, pp. 175.

[14] Con su habitual elocuencia, el Restaurador se despedía de sus hombres: “¡Soldados de la Patria!. Vuestras lanzas han despoblado de fieras el desierto: han castigado los crímenes y vengado los agravios de dos siglos. Las bellas regiones, que se desenvuelven hasta... Magallanes, quedan abiertas para nuestros hijos. Habéis excedido las esperanzas de la Patria... ¡Compatriotas! Que os gloriáis con el título de Restaurador de las Leyes, aceptad el honroso empeño de ser sus firmes columnas y defensores constantes. Santo: Unión - Remedio - Al País.”IRAZUSTA, JULIO. Op. Cit., pp. 276/277.

[15] “ Nada hay en su intervención política de 1833 que no sea perfectamente normal. No empezó él a maniobrar contra el gobierno; de éste vino la provocación. De enorme eficacia le fue la ayuda de su esposa... La acción revolucionaria ostensible que deseaba evitar, hízola por él su consorte, cuyo temperamento político se reveló en la ocasión como no inferior al de grandes mujeres que en la historia desempeñan el oficio considerado masculino, de dirigir a los hombres. Los antirrosistas no han dejado de aprovechar el detalle para denigrar a Rosas. No se les ocurriría pensar que la gloria de Napoleón disminuye por haber tenido su punto de arranque en la alcoba donde Josefina obtuvo de su amante Barras el generalato para su joven marido; pero la fuerza del carácter que mostró doña Encarnación en ayudar al suyo les parece suficiente para empañar la carrera de Rosas... Y las mismas cualidades que les harían abrir la boca de admiración en una Isabel de Inglaterra o en una Catalina de Rusia les sirven para arrastrar en el fango que baten para su marido a una de las argentinas más extraordinarias de nuestra historia.” IRAZUSTA, Julio. Op. Cit., p. 275.

[16] Cfr. FERNÁNDEZ, Fernando. El Dictador. Bs. As., Corregidor, 1983, pp. 24/27.

[17] Las famosas facultades extraordinarias, poco tenían de “extraordinarias”. Habían sido usuales en los primeros gobiernos patrios y prácticamente accesorias al cargo de gobernador. La dictadura, entendida a derechas, es un remedio excepcional de épocas críticas, tales como las vividas por Juan Manuel. Si hasta el ginebrino, tan poco afecto al poder diría: “La inflexibilidad de las leyes, que les impide plegarse a los acontecimientos, puede en ciertos casos volverlas perniciosas, y causar... la pérdida del Estado en crisis. El orden y la lentitud de las formas exigen un espacio de tiempo que las circunstancias rehúsan a veces... No se debe... querer afianzar las instituciones políticas hasta el punto de quitarse la facultad de suspender su efecto... Si el peligro es tal que el aparato legal sea un obstáculo, se nombra un jefe supremo que haga callar todas las leyes... En ese caso... es evidente que la primera intención del pueblo es que el Estado no desaparezca”.  ROUSSEAU, J. J. EL CONTRATO SOCIAL. Libro IV, Cap. VI.

[18] BUSANICHE, José Luis. ROSAS VISTO POR SUS CONTEMPORÁNEOS.  Bs. As., Eudeba, 1976, p. 56.

[19] Cfr FERNÁNDEZ, Fernando. El Dictador. Bs. As., Corregidor, 1983, pp. 32/33.

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