¿Anticipa Francia el futuro de Occidente?


Por Pat Buchanan *
Traducción: @gauchomalo140
Nota original: https://gauchomalo.com.ar/francia-futuro-occidente/

Mientras la huelga en los ferrocarriles y subterráneos continuaba paralizando el transporte en París y el resto de Francia, el presidente Emmanuel Macron hizo un llamamiento navideño a sus insatisfechos compatriotas: “La huelga es justificable y está protegida por la Constitución, pero creo que hay momentos en la vida de una nación cuando resulta atinado observar una tregua por respeto a las familias y a la vida familiar.” El pedido de Macron fue mayormente ignorado.

“¡Que el público se vaya al demonio!” parecen decir con su actitud muchos de los trabajadores que paralizan el transporte como protesta contra el propósito de Macron de reformar un sistema de jubilaciones que consume el 14% del PBI. Macron quiere elevar a 64 años la edad necesaria para recibir la totalidad de los beneficios jubilatorios. No es una edad terriblemente avanzada. Y para sentar un ejemplo, se propone renunciar a la pensión vitalicia que debería cobrar desde el momento en que se convierta en ex presidente.

Vale la pena mirar con atención lo que ocurre en Francia porque parece encontrarse en una situación hacia la que el resto de Europa y América se encaminan.

En Francia, el gobierno recauda el 46% del PBI en impuestos, y gasta el 56% del PBI, las cifras más altas de todo el mundo occidental. Y París parece haber tocado los límites de lo que los votantes democráticos son capaces de tolerar, en términos de mayores impuestos o de menores beneficios, en los estados de bienestar creados por Occidente tras la segunda guerra.

Un año atrás, cuando Macron quiso elevar los impuestos a los combustibles para reducir las emisiones de carbono, los “chalecos amarillos” salieron a las calles en manifestaciones de protesta que degeneraron en revueltas, saqueos, incendios, profanación de monumentos públicos y ataques contra la policía. París capituló y canceló el impuesto.

¿Y en qué punto estamos nosotros?

La deuda nacional de los Estados Unidos es ya más grande que el PBI. Sólo en 1946, el año siguiente al fin de la segunda guerra, la deuda norteamericana representó una proporción del PBI mayor que la de hoy.

En 2019, los Estados Unidos anotaron un déficit cercano al billón de dólares [trillón en EE.UU.], y el gobierno proyecta déficits de la misma magnitud a lo largo de la década que se inicia la semana próxima. Y vamos a acumular esos déficits no para estimular una economía en recesión, como hizo el presidente Obama, sino para amontonarlos sobre una economía con pleno empleo.

En suma, comenzamos a acumular déficits históricos en tiempos de prosperidad. Sea cual fuere la teoría económica que justifica esto, no tiene parecido alguno con la filosofía de gobierno limitado y presupuesto equilibrado del partido de Ronald Reagan.

Las cuestiones que inevitablemente se le plantearán a los Estados Unidos son las mismas que se le plantean hoy a Francia. ¿En qué momento el consumo de la riqueza nacional por parte del gobierno se convierte en una carga demasiado pesada para el sector privado? ¿En qué momento se deben practicar recortes en el gasto público que, como ocurre hoy en Francia, resultan intolerables para la gente?

Si bien un Congreso republicano administró superávits en la década de 1990, gracias a la caída en el gasto de defensa luego de nuestra victoria en la Guerra Fría, el último presidente republicano que gobernó con superávit fue Dwight Eisenhower.

Los republicanos hoy sólo se muestran inclaudicables en su oposición a la creación de nuevos impuestos o al aumento de los existentes. Pero, así las cosas, ¿dónde se van a producir los recortes que serán virtualmente ineludibles si se quiere evitar que el endeudamiento estadounidense se escape más allá de lo sustentable?

El viejo problema norteamericano: se proyectan para la próxima década déficits regulares cercanos al 5% del PBI, mientras el crecimiento retrocede al 2%. Si el aumento de impuestos no es una opción, ¿dónde y cuándo recortamos el gasto? ¿O acaso cada gobierno puede seguir pateando el problema para adelante?

Los cinco ítems principales del presupuesto federal son los siguientes:

Seguridad social, que consume el 25% de ese presupuesto. Sin embargo, los desembolsos de la Seguridad Social llegarán este año al punto en el que los impuestos a la nómina salarial ya no alcancen para cubrirlos. Habrá que recurrir al “fondo fiduciario”. Traducción: el gobierno tendrá que pedir plata prestada para cubrir el déficit de la Seguridad Social.

Medicare, Medicaid, Obamacare y otros programas de salud representan otra cuarta parte del presupuesto. Todos necesitarán más dinero para mantenerse solventes.

Defensa, que solía absorber un 9% del PBI en tiempos de Kennedy, y del 6% con Reagan, se redujo ahora al 3,2% del PBI. Sin embargo, aunque la porción del PBI destinada a la defensa es una de las más pequeñas desde la segunda guerra, los compromisos de los Estados Unidos siguen siendo tan grandes como lo eran durante la Guerra Fría. Nos ocupamos de defender a las 28 naciones de la OTAN, de contener a Rusia y de mantener una paridad estratégica. Tenemos otros compromisos en Irak, Siria, Afganistán y en la guerra mundial contra el terrorismo. Defendemos a Corea del Sur y Japón contra el poder nuclear de Corea del Norte y China.

Por último, otro ítem importante del presupuesto estadounidense es el de los intereses de la deuda. Y cuando esa deuda aumente como consecuencia de todos los nuevos déficits proyectados para la década entrante, y las tasas de interés inevitablemente comiencen a subir, los intereses de la deuda van a aumentar en términos reales y como proporción del presupuesto.

Repito: ¿anticipa Francia el futuro de Occidente?

* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.

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