GÜEMES Y LA GRIETA

Autor: Juan Martín Perkins (@JuanMPerkins)


La grieta desde 1810

“Yo no tengo más que gauchos honrados y valientes. Con éstos los espero, a usted, a su ejército y a cuantos mande España”. Martín Miguel de Güemes.
La semana pasada fue el aniversario de Güemes, y te conté sobre eso.
Hoy le toca a lo que siguió a la muerte del valiente general. Habla a las claras de, hasta dóde y desde cuándo, los argentinos vivimos en una “grieta” eterna. Nunca nos ponemos de acuerdo y siempre guerreamos contra nosotros mismos.

Ni con la selección de fútbol cerramos la grieta. Así es como nos devoran los de afuera.
Al propagarse la noticia de que Güemes estaba mortalmente herido, sus gauchos se acercaron al lugar de su agonía. Cuando la vida del general se apagó, desconsolados, lo llevaron a enterrar su cuerpo en la Capilla del Chamical, que él mismo había mandado construir.
Con el cuerpo del general aún caliente, el duelo y la pena se transformaron en ira y deseo de venganza.

Vidt asumió el mando como lo había ordenado el general instantes antes de entrar en agonía.
Los gauchos, a quienes caía simpático el gringo, le dieron su apoyo y se pusieron a sus órdenes para sitiar a Salta.
A su vez, desde Tucumán, se acercaba el ejército al mando del comandante general de armas Antonino Cornejo, nombrado por los revolucionarios del 24 de mayo.

Primera disputa. Ambos grupos decían tener legitimidad. Los gauchos de Güemes habían sido delegados por su general moribundo; los otros, se consideraban el ejército oficial. ¿Quién sería el jefe?
El enemigo era Olañeta y estaba sentado en el sillón de gobernador de Salta. Los usurpadores eran los realistas pero los patriotas guerrearían entre si por el derecho de empuñar el palo con la bandera.
La misma cantinela de la actualidad.
Afortunadamente, primó la cordura.
Antonino Cornejo permaneció como comandante, pero fue Vidt quien dirigió las maniobras del sitio a Salta.


"El Hombre que Custodió el Norte", por Patricia Gutiérrez Méndez.


Otro gran problema era que Aráoz, (un burócrata) perverso en el arte de prometer y nunca cumplir, no mandaba armas ni lo necesario para mantener al ejercito. Esto hizo que, finalmente, los salteños se vieran obligados a ceder y firmar un convenio con Olañeta. Güemes nunca lo hubiera firmado.
Los nuevos gobernantes se contactaron con los representantes de Olañeta y firmaron un armisticio que hacía imposible cualquier ayuda a San Martín, que estaba esperando.
Los Güemesianos vieron en el armisticio una traición. Habían quedado azorados ante la muerte inesperada de su líder, por lo tanto, sin capacidad para organizarse.
Finalmente, alguien apareció para dirigirlos: Macacha, la hermana preferida de Güemes, quien asumió el liderazgo de los gauchos y del pueblo salteño.
Macacha Güemes y Magdalena Goycochea, su madre, tenían una gran ascendencia sobre las clases populares.
A dos meses de la muerte de Güemes, sus mujeres, apoyadas en los demás hermanos y cuñados tramaron una revolución pero fueron descubiertos. Toda la familia del general fue a la cárcel del Cabildo, un escándalo que aumentó el antagonismo.
Acusaron a la “gavilla” de ser autora de infinidad de tropelías. Salta vivió el terror del saqueo una vez mas. ¿Ustedes creían que saquear era una genialidad de nuestros tiempos?
Los Gauchos de Vidt no participaron de los desordenes, pero Salta cayó oprimida y sujeta a la arbitrariedad del terror.

Los hermanos Gorriti rescataron a Salta de la anarquía y frenaron a la turbas poniendo equilibrio entre las dos “Patrias”. La calma duró hasta el primer aniversario de la muerte de Güemes. Manuel Puch y Benjamín Güemes, cuñado y hermano del general, se enfrentaron y guerrearon hasta que Benjamin Güemes acabó muerto. Su madre, Magdalena Goycochea terminó la disputa pidiendo que no aumentaran los males de la ciudad por vengar la muerte de su hijo.
En 1822, el gobernador Gorriti hace trasladar los restos de Güemes desde la capilla de Chamical hasta la ciudad de Salta, para depositarlos en la Catedral.




El ataúd, cubierto con el uniforme, la espada y demás insignias del más glorioso hijo de Salta entró a la ciudad, acompañado por una escolta de mil gauchos montados.

La ceremonia se hizo ante la mirada de sus pequeños huérfanos que, meses atrás, habían visto morir a su madre de tristeza.
Una tradición oral de la familia Güemes, cuenta que los niños fueron criados por los gauchos. Tenían tíos y abuelos, pero la guerra era tan violenta que los consideraban más seguros cobijados por el monte, entre los gauchos del general.
Capaz que vos creías que la grieta es un invento de Lanata.
La grieta nos divide desde 1810.
Así estamos.

Juan Martín Perkins.


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"Oiga mi General", Roberto Rimoldi Fraga.


"Salta leal y valiente", Roberto Rimoldi Fraga.

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