PAGO LARGO, CORRIENTES Y LA INTEGRIDAD NACIONAL
Autor: GONZALO IRASTORZA [1]
El
combate de Pago Largo, acaecido en nuestras tierras curuzucuatienses, debe ser
analizado en el proceso de conformación del Estado Nacional en que estábamos
inmersos. Debe recordarse que tras el Mayo de 1810 y luego de la Guerra de la
Independencia, las viejas Provincias Unidas del Río de la Plata, venían
sufriendo variados intentos separatistas, anarquía, guerra civil y caos
generalizado…La situación comienza a enderezarse con la asunción al poder de
Don Juan Manuel de Rosas, y específicamente, con su segundo gobierno a partir
de 1835, dictadura[2]
que imprime un fuerte carácter de integridad y soberanía nacionales.
Bueno es
decirlo y hay que recordarlo… La Argentina
previa a Rosas estaba más cerca de transformarse en unas cuantas republiquetas
que en un verdadero Estado Nacional...Así
lo atestiguan numerosos hechos históricos incontrastables: el Cuyo, la Patagonia,
el estrecho de Magallanes y sus acercamientos a Chile -anhelos que Sarmiento
mismo se encargaba de fogonear constantemente [3]-,
las provincias del NOA amenazadas por la Confederación Peruano – Boliviana, la Banda
Oriental en un sinfín permanente de intromisiones por parte del Imperio del
Brasil y asediada igualmente por Inglaterra y Francia, y el Litoral también en constante
fase de disgregación [4].
Bajo este
marco global, debemos abordar el combate de Pago Largo, enfrentamiento civil en
medio de contiendas internas y externas que ponían en peligro la integridad de
la Confederación Argentina.
Pago Largo tuvo lugar el 31 de marzo de 1839, implicando
la victoria de las fuerzas federales nacionales al mando del gobernador de
Entre Ríos, el Brigadier Pascual Echagüe, sobre los contingentes del gobernador
de Corrientes, el Coronel Genaro Berón de Astrada.
Berón de Astrada, enfrentado a la política de
soberanía de Rosas de prohibición de la libre navegación de los ríos, hace un
acuerdo para desautorizar la medida del gobierno nacional de don Juan Manuel,
con el Brigadier Fructuoso Rivera, presidente uruguayo, juntamente con el
gobernador de Santa Fe Domingo Cullen y el beneplácito del futuro adversario,
el gobernador de Entre Ríos, Pascual Echagüe. El Restaurador de las Leyes, ante la acción correntina que ponía en
peligro la unidad nacional en medio de un conflicto internacional como era el
bloqueo francés al que estábamos sometidos, reacciona y ordena a Echagüe que
actúe en contrario y que someta al gobernador insurrecto y aplaque la insurrección.
Echagüe, secundado por el Coronel Mayor Justo José de Urquiza y por el Coronel
Servando Gómez, moviliza sus tropas y rápidamente las ubica en Curuzú Cuatiá.
Berón de Astrada, quien había establecido su zona
de reunión de efectivos milicianos en Ombú, al norte de Curuzú Cuatiá, inicia
la marcha de aproximación hacia el arroyo Pago Largo. A orillas de dicho
arroyo, al sur de Curuzú, culminan los enfrentamientos previos entre ambos
bandos y se determina el resultado del combate.
En un principio, el choque efectuado por la
infantería correntina resulta favorable, obteniendo una incipiente ventaja. Pero
como en toda conflagración militar terrestre, el golpe de la caballería resulta
determinante. En este caso, las lanzas federales al mando de Urquiza fueron furibundas
para las valerosas aunque inexperimentadas tropas del ejército correntino.
Los famosos baños de sangre, habituales en toda trágica
conflagración civil desde Atenas y Esparta a estas épocas, duraron dos días luego
de decidida la suerte del combate. Las bajas producidas en ambas huestes son ostensiblemente
dispares. En el Ejército Federal fueron casi nulas, y en el correntino, 2000
muertos y 800 prisioneros.
El mismísimo Berón de Astrada es muerto a
lanzazos y sus restos cercenados; conocido es como le “lonjearon el lomo”, quitándole
la piel de la espalda. Se dice, aunque no fue comprobado, que Urquiza hizo una
manea con el cuero del bravo coronel correntino, siendo luego un macabro
obsequio al semidiós de las pampas [5],
don Juan Manuel de Rosas, quien supuestamente lo exhibía en su despacho de los
pagos de Palermo de San Benito. [6]
Al compararse la cantidad de muertos con el
número de beligerantes en las operaciones, que fueron 6000 de la partida
federal y 5000 de la correntina, las cifras resultan dudosas, a menos que demos
fe a las diversas narraciones acerca de los excesos que se cometieron. El soberbio
historiador de Corrientes, Manuel Florencio Mantilla [7],
apunta acerca de “la ferocidad de los
vencedores, señalando que no tomaban prisioneros: los mataban. El cadáver de
Berón de Astrada fue mutilado, cortándosele una oreja y sacándole la lonja de
la espalda para maniota”. El pionero de la historiografía oficial, don Bartolomé
Mitre [8],
alza su pluma homenajeando a los vencidos: “Ninguna
sola voz contestó desde el Plata a los Andes a este grito valeroso de redención
lanzado por un pueblo inerme: ni un solo argentino fue a incorporarse a sus
filas populares. Ante esa actitud inconscientemente heroica de un pueblo
varonil… Casi todos murieron y su gobernador primero. Mil doscientos cadáveres
quedaron en el campo. De la piel del gobernador se hizo una manea; los
prisioneros fueron degollados y los caballos de los vencedores se ataron a los
cadáveres de los vencidos…”. José María Rosa [9],
historiador proclive al Restaurador, agrega: “Echagüe sorprendió las milicias en Pago Largo. Aquello no fue batalla ni nada parecido: 4 ó 5 mil hombres sin
dirección, sin instrucción, sin saber por qué se los hacía morir, enfrentados a
una carga conducida personalmente por Echagüe secundado por Urquiza y Servando
Gómez. Fue una masacre: dos mil correntinos según el parte de Echagüe, que no
sabían rendirse murieron al grito de ¡Viva la Federación!, el mismo de sus
atacantes”.
Así es
que Corrientes, en plena intervención militar francesa contra el Río de la
Plata y la Argentina, que bloqueaba nuestros puertos, vejaba nuestra soberanía
y tomaba partido en asuntos exclusivamente rioplatenses, decidió declarar la guerra a Buenos Aires y con ello al Estado
argentino mismo, ya que en aquella provincia estaba depositada la
representación de la relaciones exteriores de la Confederación, instrumento
legal que se renovaba anualmente, y que constituía de hecho una suerte de
presidencia de la Nación. El Pacto Federal [10]
de 1831, único soporte constitucional válido en aquellos tiempos y auténtico
embrión de la República, obligaba a las provincias firmantes -Corrientes entre
ellas- a formar un Estado único bajo la representación internacional y
conducción de Buenos Aires.
Rivera,
el líder unitario de la Banda Oriental y aliado de los emigrados argentinos en
Montevideo y de Francia en contra de la Confederación Argentina “prometió
auxilio material a la campaña libertadora de Lavalle y al levantamiento de
Berón de Astrada”, cosa que finalmente no cumplió.
Posteriormente,
la firma del tratado de paz entre el barón de Mackau por Francia y Felipe Arana
-ministro de Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina y arquetipo de
una escuela de diplomacia que perdimos para siempre-, traería aparejado un altisonante
triunfo para la dictadura federal, que consolidaba la unión nacional ante el
mundo. El antagonismo de Corrientes con el gobierno nacional encarnado en la
persona de don Juan Manuel, continuaría luego de Pago Largo [11],
entre otros, con sucesivos intentos separatistas como fueron los Tratados con
el Paraguay de 1841 y 1844 [12]
y la alianza militar con Entre Ríos, Uruguay y el Imperio del Brasil para
marchar contra las fuerzas nacionales en la Batalla de Caseros del 3 de febrero
de 1852, suceso que dio por terminados los tiempos de la Santa Federación y del
Restaurador de las Leyes.
Pago Largo encarnó, sin lugar a equívocos, un rugido de libertad típicamente correntino, pero en tiempos en que la Argentina debatía cuestiones mucho más trascendentes que la organización nacional y la vocación autónoma de las provincias, tales como, nada más ni nada menos, la integridad territorial, la recreación del poder central y la factura misma del Estado Nacional que se veía jaqueado por intereses foráneos y pugnas de facciones civiles. Los hombres de Pago Largo dieron una muestra cabal de bravura rayana a la temeridad. Debe destacarse su comportamiento heroico, legado de la estirpe tigrera de Cabral al decir de “los de Imaguaré”; claro que también es justo señalar que en esos momentos Berón de Astrada y Corrientes no supieron ver un apotegma básico de la filosofía y del interés nacional: el todo -es decir, la Confederación Argentina- está antes que la parte -la provincia de Corrientes-…
Sólo
algunos dirigentes fueron capaces de vislumbrar con clarividencia meridiana esa
conciencia de argentinidad a cualquier costa, don Juan Manuel a la cabeza,
desde luego. De allí la ferviente adhesión de San Martín, ese gigante correntino, argentino y americano, al
Restaurador y a la obra de unidad nacional que imprimió con su férrea dictadura:
escribía en carta a Rosas el padre de la Patria, el José que acunó “Rosa Guarú”
un 10 de junio de 1839, enterado del ataque francés apoyado por los
unitarios desde Montevideo: “...esta conducta (la agresión francesa) puede
atribuirse a un orgullo nacional, cuando puede ejercerse impunemente contra un
estado débil...pero lo que no puedo
concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se
unan al extranjero para humillar a su Patria y reducirla a una condición
peor que la que sufríamos en tiempos de la dominación española: una tal felonía ni el sepulcro la puede
hacer desaparecer...”[13]
Así fue
que, 11 años más tarde, cuando el Libertador pasara a la perpetuidad, el sable
inmortal de Chacabuco, la espada eterna de la Independencia, sería legada por
el Gran Capitán al Restaurador de las Leyes.[14]
Don Juan Manuel de Rosas, Gobernador de Buenos Aires. |
Concluimos,
como no podía ser de otra manera, con un mensaje de unidad nacional,
parafraseando a Don Juan Manuel en sus primeros años de vida pública:
“La unión,
mis compatriotas, la santa unión. La patria nos la pide... Sin unión no hay
patria; sin unión todo es desgracia... fatalidades, miserias... Sed
precavido... sedlo con los innovadores, tumultuarios y enemigos de la
autoridad... Sed sumisos a la ley, no confundiendo al gobierno con las
personas, y a la representación suprema con los representantes... ¡Odio eterno a los tumultos! ¡Amor al orden!
¡Fidelidad a los juramentos! ¡Obediencia a las autoridades constituidas!”[15]
* * *
Agradecemos la difusión de la nota del Lic. Gonzalo Irastorza: Tweet
* * *
[1]
Lic. Cs. Pol. - RR. II.,
DNI: 24.493.548, gonzaloirastorza@yahoo.com.ar
[2] Al recibirse
del mando por segunda vez, prestando juramento en la Legislatura, el
Restaurador no sólo preanunciaba la implacable dictadura que sobrevendría, además
se proclamaba ungido por Dios mismo para cumplir con la empresa de su gobierno:
“He admitido, con el voto casi unánime de la ciudad y de la campaña, la
investidura de un poder sin límites que, a pesar de su odiosidad, lo he creído
absolutamente necesario para sacar a la patria del abismo de males en que la lloramos
sumergida. La Divina Providencia nos ha puesto en esta terrible situación...
Persigamos de muerte al impío, al sacrílego, al ladrón, al homicida y sobre
todo al pérfido y traidor que tenga la osadía de burlarse de nuestra buena fe.
Que de esta raza de monstruos no quede uno entre nosotros y que su persecución
sea tan tenaz y vigorosa que sirva de terror y de espanto. La causa que
seguimos es la del Todopoderoso...” BUSANICHE, José Luis. HISTORIA
ARGENTINA. Bs. As., Solar, 1984, p.
521.
[3] “He contribuido
con mis escritos aconsejando con tesón al gobierno chileno a dar aquel paso.
Magallanes pertenece a Chile y quizás toda la Patagonia. No se me ocurre,
después de mis demostraciones, cómo se atreve el gobierno de Buenos Aires a
sostener ni mentar siquiera sus derechos. Ni sombra, ni pretexto de
controversia queda”. (“El Progreso”, diario chileno dirigido por Sarmiento,
28 de noviembre de 1842).
[4]
“El problema que a Entre
Ríos y Corrientes importa ventilar y resolver es cómo aumentarán... su comercio
y su riqueza... nada importa que sean provincias argentinas o un estado
independiente.” Florencio
VARELA. Cit. por BUSANICHE, José. HISTORIA
ARGENTINA. Op. Cit., p. 563.
[5] GÁLVEZ,
Manuel. VIDA DE DON JUAN MANUEL DE ROSAS. Bs. As., Río de la Plata, S/F,
pp. 220-224.
[6] Cfr. LIZARAZU, Roberto. APUNTES PARA UNA HISTORIA DE
LA BATALLA DE PAGO LARGO. EN: http://www.corrientesopina.com.ar/?p=8503.
[7] Cfr. MANTILLA, Manuel Florencio. CRÓNICA
HISTÓRICA DE LA PROVINCIA DE CORRIENTES, TOMO I. Buenos Aires,
Espiasse y Cía., 1929, pp. 300, 301.
[8] Cfr. MITRE, Bartolomé. UNA PROVINCIA GUARANÍ. Buenos Aires, S/D/E,
1878, p. 4.
[9] ROSA, José
María. HISTORIA ARGENTINA TOMO IV. S/D/E, p. 374.
[10] Cfr. “Cuadernos
de la Memoria” En: www.elortiba.org.
[11] Cfr. Manifiesto de guerra de la provincia de Corrientes a Buenos Aires, 1º de
enero de 1840, en: MANTILLA, Manuel Florencio. CRÓNICA HISTÓRICA DE LA PROVINCIA DE CORRIENTES, TOMO II.
Buenos Aires, Espiasse y Cía., 1929, Capítulo IX, pp. 23-25.
[13] En:
http://www.lagazeta.com.ar/rosasysanmartin.htm#04.
[14] BUSANICHE,
José. HISTORIA ARGENTINA. Op. Cit., p. 624.
[15] Juan Manuel de ROSAS, al
sofocar con sus Colorados de Monte, la anarquía reinante en Buenos Aires el
05/10/1820. Cit. por BILBAO, Manuel. HISTORIA DE ROSAS. Bs.
As., Pleamar, 1976, pp. 124-127.