CARIBDIS O CARIBDIS
Oh, if thy vessel plough the direful waves,
When seas retreating roar within her caves,
Ye perish all! though he who rules the main
Lends his strong aid, his aid he lends in vain.
Ah, shun the horrid gulf! by Scylla fly.
’Tis better six to lose, than all to die.
The Odyssey. Book XII (*).
Autor: El Reaccionario (@altrightar)
Nota original: https://elreaccionarioarg.wordpress.com/2019/05/12/caribdis-o-caribdis/He estado publicando poco últimamente, pero creo que me ha hecho bien. Me encontré con algunos clásicos que eran una gran cuenta pendiente para mí, como Sófocles y Esquilo, y en general sané un poco mi mente, que ya está bastante harta de la discusión incesante. Pero bueno, no puedo evitar volver una y otra vez. Hablemos un poco de Argentina y de lo que se viene. Quizás te amargue un poco el domingo, pero guarda: hay un mensaje esperanzador debajo de la montaña de pesimismo. Sólo hay que saber verlo.
En 2015 muchos pensábamos que llegaba al país algo nuevo, y que, pasada la fiebre kirchnerista, todo iba a estar bien finalmente: íbamos a ser el país en serio que siempre habíamos soñado. Voté a Macri como tantos otros ilusionados, contra el consejo de mi padre. Qué le vamos a hacer.
Claro que yo en esa época no era El Reaccionario ni mucho menos. La política nunca fue lo mío, y hasta el día de hoy sigue sin serlo, pero eran tiempos en los que se palpaba una necesidad de sumarse — de unirse en contra del mal mayor. No había programa de Periodismo para Todos que yo me perdiera, y la ruta del dinero me tenía cautivado. Me compré el libro de Lanata y todo. ¿A vos no te pasó?
Obviamente, esa fue la última vez que me tragué el verso, y cuatro o cinco años después sospecho tener todo un poco más claro. Lo suficiente al menos para hablarles a aquellos que, desilusionados con Macri, van a reelegirlo para evitar el regreso de la innombrable. Mejor Escila que Caribdis, me dicen — y está bien. Estaría bien, bah, si ese fuera el caso.
La verdad, lamentablemente, es que el rumbo del país está determinado, mucho más allá de quién sea el presidente o qué facción confiscatoria ponga sus mugrientas manos en la máquina recaudadora. Creo que ya lo he dicho antes, pero este asunto no puede ser entendido sino a nivel individual.
Primero, el Estado no es, y quizás nunca fue, una sola cosa. Años y años de educación cívica han hecho que en nuestra percepción exista cierta ilusión de unidad, pero la verdad es que el Estado es un conglomerado de quioscos controlados por pequeños grupos, familias o individuos. Algunos mutan, otros se fusionan, otros cambian de dueño, otros de nombre, pero siempre persisten — y cada día son más. Esto se llama demosclerosis, la sufren todos los países democráticos en mayor o menor medida, y sucede esté quien esté en el sillón.
Hay que entender que esto no es un acto coordinado, sino es la forma que ha tomado el sistema a través de décadas o siglos de refinamiento. El que entra a la política lo hace para salvarse a sí mismo, a su familia, y como mucho algún puñado de allegados. No hay El Robo, sino una infinidad de pequeños afanes — el fin, de todos modos, es el mismo: la destrucción del país.
Un sentido de urgencia azota las mentes de los argentinos. Todos quieren salvarse porque no hay futuro: hay que llevarse todo lo que se pueda y saltar del barco. Eso es lo que nos está matando: no existe tal cosa como “la piña”, sino un lento y constante descenso hacia el infierno de Mogadishu. La mala noticia es que las elecciones no importan; la buena noticia es que las elecciones no importan. A blessing or a curse — la decisión es, quizás, de cada uno. No hay Escila o Caribdis. Lo que sí hay es Caribdis, o Caribdis con chupines, platos veganos y buenas vibras.
¿Existe manera de salir del círculo? Sí, pero no a través de ninguna elección. A mí al menos no me quedan dudas de que la democracia ha degenerado en un mecanismo de legitimación y perpetuación de las facciones criminales que administran el dinero público. Persistir y creer en la redención democrática es precisamente lo que ellos nos enseñan a hacer desde muy chicos a través de la educación pública. Si bien no hay coordinación general, el Estado es un gran ecosistema de chorros que, ayudándose a sí mismos, terminan ayudando a otros sin querer queriendo, e incluso llegan a necesitarse unos y otros — como las abejas y las flores. Todos nos roban, pero algunos nos enseñan a aceptarlo. Esto es lo que el tiempo hace con los sistemas: los estabiliza, los mejora, los refina. Hace que todas las partes vayan encajando y dándole forma a un organismo. Es una ley de la Historia que los melones se acomodan solos.
Si hasta ahora no se ha salido de esto a través de las elecciones, no hay motivo para creer que se podrá más adelante. Sinceramente no entiendo esto de perseguir la zanahoria toda la vida — Espert, Olmedo, Gómez Centurión. El mismo Trump no ha podido cambiar el ineludible destino de los Estados Unidos; ni podrá hacer lo propio Bolsonaro en Brasil. El tema va mucho más allá, muchachos, aunque los Laje de este mundo se llenen los bolsillos diciendo otra cosa. Hay factores internos (deterioro demográfico y proceso de des-civilización) y externos (la llegada de una nueva religión hegemónica mundial) que hacen las cosas un poquito más difíciles de entender, especialmente si lo tuyo son cosas como El libro negro de la Nueva Izquierda o algún espanto de esos.
El hecho de que la democracia no funciona y no puede funcionar pasa desapercibido en muchos, quienes, aún creyentes en los mitos fundadores de las repúblicas occidentales, son funcionales a los ladrones. Hay que votar igual, nos dicen, para no quedarnos cruzados de brazos — y laburan para mantener con vida el orden que nos está matando. Siempre con las mejores intenciones, claro.
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(*) Nota de Restaurar:
Odisea, de Homero, traducción al castellano de José Luis Calvo, Ed. Cátedra, 2000, Madrid, undécima edición, Canto XII, pág. 223:
101 Circe: - "También verás, Odiseo, otro escollo más llano - cerca uno de otro -. Harías bien en pasar por él como una flecha. En éste hay un gran cabrahigo cubierto de follaje y debajo de él la divina Caribdis (1) sorbe ruidosamente la negra agua. Tres veces durante el día la suelta y otras tres vuelve a sorberla que da miedo. ¡Ojalá no te encuentres allí cuando la está sorbiendo, pues no te libraría de la muerte ni el que sacude la tierra! Conque acércate, más bien, con rapidez al escollo de Escila y haz pasar de largo la nave, porque mejor es echar en falta a seis compañeros que no a todos juntos". 110
(1) Caribdis es una palabra formada por dos raíces que significan "grieta" y "sorber".
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