EL PRECIO DEL PETRÓLEO
Por Iain Martin
Nota original: https://reaction.life/oil-price-what-these-serious-numbers-mean/
En 1983 Paul Simon lanzó el disco "Hearts and Bones", un álbum que fue maltratado por (algunos) críticos. Lo que en un principio iba a ser una reunión de Simon & Garfunkel después de su famoso concierto en Central Park terminó en cambio en un confuso proyecto unipersonal. Simon eligió sus dos canciones más flojas para sus singles. Toda la empresa tuvo un mal desempeño, aún cuando el álbum contiene cuatro de las más hermosas piezas de Simon y una producción mejor el resto - "Hearts and Bones", "Train in the Distance", "René and Georgette Magritte with their dog after the War" y "The Late Great Johnny Ace".
Tal vez la peor canción del álbum es "When Numbers Get Serious" ("Cuando los números se vuelven serios"). Es una pieza lamentable con letras tan patéticas que se me encajaron en mi cabeza por los últimos treinta y siete años.
En tiempos misteriosos, canta Simon, "los números serios siempre serán escuchados".
¿Lo serán?
Durante la crisis financiera, y su correlato, esa irritante tonada irrumpía en mi cabeza cada vez que una cifra implausiblemente grande y peligrosa era mencionada. Podía ser cuando Robert Peston explicaba la épica de las cifras de deuda, o más tarde cuando los ejecutivos bancarios intentaban justificar la expansión gigante de su balance antes de que el boom se convirtiera en basura, o cuando un regulador mostraba un cuadro para explicar Obligaciones de Deuda Colateralizadas.
Me volvió a pasar hoy cuando chequeé el precio del petróleo. Estos números son, como lo diría Paul Simon, serios.
El precio del petróleo - volveré a este punto con una importante aclaración - ha colapsado cercano a cero o menor a cero.
Aún Piers Morgan, el líder de los controversialistas británicos, se dio cuenta y distrajo, por un momento, su atención sobre las payasadas de Harry y Meghan. Esta tarde tuiteó "Mi Dios... los precios del petróleo se desploman hasta ser negativos. No sé ni siquiera lo que esto significa".
Lo que significa es que la demanda por el petróleo en el corto plazo, el próximo mes, colapsó. Y no es de extrañar. La economía global está en medio de un parate como ninguno que se haya experimentado en la era moderna, por lo tanto nadie necesita más petróleo del que ya tiene.
No quiere decir que el petróleo hoy vale menos que cero. El martes [por hoy] los contratos de trading para mayo expiran. Eso significa que aquellos traders que tomaron opciones de entrega en mayo se quedaron teniendo contratos en nombre de sus clientes, lo que quiere decir que tienen que tomar una cierta cantidad de petróleo. Los traders se están deshaciendo de esos contratos. Virtualmente están dispuestos a darlos gratis para salvar algo.
Los precios de Junio y Julio son considerablemente más altos. Como lo dice el Wall Street Journal esta tarde [por el lunes], es más probable que el precio en el verano [boreal] termine más cercano a los U$S 30 [el barril].
¿Lo que es desconcertante sobre estas proyecciones, y otros números que vemos presentados en la prensa diariamente por analistas variapintos, es que todavía siguen asumiendo que habrá una masiva recuperación de la economía rápidamente. Aún las más optimistas de las previsiones parecen desafiar la lógica del comportamiento humano y la evidencia de lo que pasa en la economía a causa del corona virus. ¿De dónde va a venir toda esa demanda?
La propiedad es un buen ejemplo de este exceso de wishiful thinking [ilusiones] (intereses, rentas de alquiler).
Intente revisar las proyecciones de Gran Bretaña y si se permite dudar de que, como dicen, sólo viviremos un temporario ajuste seguidos de un crecimiento por rebote, luego del mayor desastre económico en tiempos de paz desde que la Reina Victoria estaba en el trono a hoy ,será tratado como un bizarro delirante.
Hace un mes atrás nos decían que sólo iba a aplanar el crecimiento por un años. Un analista dijo el domingo pasado en los periódicos que este era un buen momento para las propiedades porque si bien iba a haber alto desempleo, las tasas de interés serían bajas, por lo tanto, que por favor, todo el mundo se calme. Como si no hubiéramos sido avisados sobre la definición de la frase "sin precedentes".
Este no es - no - una predicción de fatalismo sin fin. Necesitamos el crecimiento económico. Necesitamos la recuperación económica. A su tiempo vendrá y la maldita enfermedad se irá o estará bajo control. Pero al menos, ¿podemos ser realistas sobre los prospectos y aceptar cuánto tiempo va a tomar a los consumidores y a los negocios que sobrevivan volver a tener confianza?
La escala de esto es épica. En Gran Bretaña, al menos entre el 5% y 10% de la población se considera vulnerable (la lista del gobierno dejó a cientos de miles y tal vez más afuera de ser incorporados) o está viviendo con alguien que sí lo es. ¿Van sus familiares alegremente a salir y comenzar a socializar en bares, que presumiblemente no abrirán de todas formas, o volverán a gastar a lo loco? No pareciera. El gobierno piensa que los vulnerables y los ancianos no podrán salir al menos por un año. Lo que impide irse de vacaciones o salir a cenar. Todo esto no conduce a una recuperación económica rápida.
Muchos británicos quedarán temerosos de multitudes, con buena razón, por meses si no por años. Los consumidores jóvenes, volverán - uno puede presumir - desaforados a la primera oportunidad.
Enfrentémoslo. Millones del resto de nosotros no lo haremos.
* * *
In 1983 Paul Simon released Hearts and Bones, an album that was mauled by (some) critics. What had been intended as a Simon & Garfunkel reunion record after their famous concert in Central Park turned instead into a confused solo project. Simon chose two of the weakest songs as singles. The whole enterprise had a botched feel, even though the album contains four of Simon’s most affecting pieces of writing and production that tower above the rest – Hearts and Bones, Train in the Distance, Rene and Georgette Magritte with their dog after the War, and The Late Great Johnny Ace.
Perhaps the very worst song on the album is “When Numbers Get Serious.” It is a lamentable affair with lyrics so lame that they’ve been stuck in my head for thirty seven years now.
In mysterious times, sings Simon, “serious numbers will always be heard.”
Will they?During the financial crisis, and the aftermath, the irritating tune would pop into my head whenever implausibly large and dangerous numbers were mentioned. It could be when I listened to Robert Peston explaining some epic debt figures, or later when a bank executive attempted to justify the massive expansion of their balance sheet before the boom turned to bust, or a regulator drew me a chart to explain Collateralised Debt Obligations.
It happened again today when I checked the oil price. These numbers are, as Paul Simon might put it, serious.
The price of oil – I’ll come back to that with an important qualification – has collapsed to close to zero or below.
Even Piers Morgan, Britain’s leading professional controversialist, noticed and diverted his attention, for a moment, from the antics of Harry and Meghan. This evening he tweeted: “Good grief… Oil prices are crashing towards a negative. I don’t even know what that means.”
What it means is that demand for oil in the short-term, next month, has collapsed. And no wonder. The global economy is in the middle of a slump unlike anything experienced in the modern era, so no-one needs any more oil than they already have.
It is not the case that oil is now worth less than zero. On Tuesday the trading contracts for May expire. That means those traders who took out options for delivery in May are left holding contracts on behalf of customers that mean they have to take a certain amount of oil. Traders are offloading those contracts. They’ll virtually give them away to salvage something.
The prices for June and July are considerably higher. As the Wall Street Journal put it this evening, it is more likely that the price in the summer will end up closer to $30.
What is rather disconcerting about these projections, and other numbers we see being pumped out daily by analysts of numerous varieties, is that the assumption is still of a massive bounce back in the economy quite rapidly. Yet the more optimistic forecasts seem to defy the logic of human behaviour and the evidence of what is happening in the economy on the ground in response to the Coronavirus crisis. Where is all this demand going to come from?
Property is a good example of a surfeit of wishful thinking (declaration of interest, we rent). Attempt to track the projections in Britain and you’ll be treated to some bizarrely mild musing on how the effect of the worst peacetime economic event since Queen Victoria was on the throne will be a temporary adjustment followed by growth then bouncing back. A month ago we kept being told it was merely going to flatten growth for the year. An analyst told the Sunday papers this weekend that it would be okay this time on the property front because although there will be high unemployment, interest rates will be low, so everyone should calm down. As though we have not just been reminded of the definition of the word unprecedented.
This is not – not – a prediction of unending gloom. We need economic growth. We need economic recovery. In time it will come and the damned disease will be gone or be under control. But can we at least be realistic about the prospects and accept how long it will likely take for consumers and those businesses that survive to regain confidence?
The scale of it is epic. In Britain, perhaps somewhere between 5% and 10% of the population is deemed vulnerable (the government list left hundreds of thousands and maybe more off the list) or is living with someone who is. Will they and their families charge back out and merrily start cavorting in pubs, which presumably won’t be open anyway, or running around John Lewis or Next spending like mad? It seems unlikely. The government thinks the vulnerable and the elderly may not be allowed out until next year. Not conducive to going on holiday or out for dinner. Not conducive to rapid economic recovery.
Many other Britons will be nervous of crowds, with good cause, for months if not years. Young consumers will, one must assume, come roaring back at the first opportunity.
Let’s face it. Millions of the rest of us won’t.
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