DISTURBIOS EN NANTES - FRANCIA - 1
Estallido de violencia en las
"NO-GO ZONES" francesas
"NO-GO ZONES" francesas
Nantes: bandas de fánaticos islamistas, radicales de extrema-izquierda y hordas de delincuentes convierten a Francia en un polvorín multicultural
Nota original: https://latribunadelpaisvasco.com/not/9307/nantes-bandas-de-fanaticos-islamistas-radicales-de-extrema-izquierda-y-hordas-de-delincuentes-convierten-a-francia-en-un-polvorin-multicultural/
Francia teme que Nantes sea un "polvorín" cuya explosión haga arder a los suburbios de París y otras grandes ciudades, donde los guetos multiculturales y las "no-go zones" son un campo de minas que puede estallar en cualquier momento. Según relata el periodista Juan Pedro Quiñonero, "noche tras noche, desde el martes pasado, los barrios de Breil, Bottière, Bout de Pavés, Bellevue y Dervallières, en la periferia suburbana de Nantes, son víctimas del mismo escenario inflamable: cuando cae la noche, bandas de adolescentes y jóvenes atacan edificios públicos, coches y comercios, que son apedreados o incendiados. Gendarmes y agentes antidisturbios responden rápida y expeditivamente, neutralizando los estallidos de violencia, que vuelven a repetirse en otro barrio, horas más tarde".
La instrucción del caso de Aboubacar Fofana (22 años), delincuente habitual muerto a tiros de un gendarme cuando intentaba rehuir un control policial, ha añadido confusión e incertidumbre. El CRS (miembro de las Compañías Republicanas de Seguridad, antidisturbios) que disparó al joven de origen magrebí, fichado por la policía, comenzó dando una versión que él mismo ha desmentido días más tarde. Según su primer relato, el autor del disparo mortal habría actuado "en defensa propia" y Fofana habría intentado darse a la fuga antes de atropellar a los CRS que deseaban interrogarlo, con una maniobra "muy brusca" de su coche. En la segunda versión, emitida ya cuando políticos, instituciones y medios de comunicación habían comenzado a airear las banderas de la "islamofobia" y de la "violencia policial", el joven magrebí habría sido víctima de un "disparo accidental".
Y continúa diciendo Juan Pedro Quiñonero: "En Nantes, como en la periferia de París, las bandas de jóvenes (magrebíes y subsaharianos, muy mayoritarios) viven al margen de los códigos culturales, sociales y políticos convencionales. La desintegración familiar y la precariedad más absoluta coinciden con una escolaridad ultradeficiente y una integración muy rudimentaria".
"Aquí y allá, las mafias que trafican con seres humanos, estupefacientes o armas ofrecen dinero fácil, la prostitución infantil y adolescente crea 'asociaciones' de nuevo tipo, y la violencia callejera se convierte en un 'deporte' de nuevo cuño, en detrimento de la seguridad ciudadana más elemental".
La noche del miércoles al jueves, los bomberos de Nantes (285.000 habitantes) recibieron más de mil llamadas de hombres, mujeres o familias que decían sentirse amenazados ante el espectáculo nocturno de los coches incendiados, los comercios asaltados a pedradas o cócteles molotov.
La violencia "tarantina" que se propaga por Nantes y su periferia desde hace varios días se percibe en París y el resto de Francia como un síntoma inquietante. Reaparece el fantasma de un "verano caliente" en capitales de provincia con semejantes problemas de radicalización islamista y delincuencia multicultural. Especialista en sociología de los suburbios, Louis de Saint-Amour analiza la crisis de este modo: "Es un clásico en la historia de las crisis de la 'banlieue' (barrio), desde 2015, cuando el gobierno de la época tuvo que recurrir al ejército para restaurar el orden. El escenario es siempre el mismo. Un incidente, con o sin derramamiento de sangre, mete fuego a estallidos de violencia, que no es fácil sofocar. Nadie sabe si Francia vivirá o no vivirá un verano caliente. Pero el gobierno debiera tomar medidas preventivas".
El periodista, escritor y editorialista de Le Figaro, Ivan Rioufol, nacido en Nantes y que trabajó como informador en esta ciudad desde 1976 a 1984, explica que, entonces, a mediados de los años ochenta del pasado siglo, la ciudad era muy tranquila, incluso en sus zonas más populares. "Hoy, Nantes se ha convertido en el Líbano. La historia de esta ciudad es la historia de la Francia reciente".
Rioufol recuerda cómo en 1984 realizó una investigación periodística sobre la mezquita de Malakoff, situada frente al antiguo estadio Marcel Saupin de la ciudad. "Esta antigua capilla de San Christopher, construida después de la guerra, fue dada por el obispo para el culto musulmán en 1980. En poco tiempo, lo que comenzó siendo un pequeño centro de culto se convirtió en una construcción apta para 1.200 personas con un minarete de 17 metros. A esa mezquita-catedral se agregaron otras cuatro mezquitas a lo largo y ancho de la ciudad, sin tener en cuenta las que existen en las zonas vecinas. Esta influencia del Islam ha ido acompañando permanentemente al nuevo asentamiento de barrios de la clase trabajadora, bajo el estímulo de los sucesivos municipios socialistas. En Nantes, como en otros lugares de Francia, la indiferencia de las autoridades públicas ha permitido que una contra-sociedad, principalmente islámica, se consolide en sus territorios. Breil, Malakoff, Dervallières son los nombres de las fortalezas que rompen con la República. La policía y los gendarmes que arriesgan su vida en esos territorios son vistos frecuentemente como fuerzas de ocupación. Ha llegado el momento de preguntarnos quiénes son los responsables de todo esto".
Hablar de "zonas de exclusión" en Francia era, hasta hace poco, tabú, a pesar de que las Administraciones llevan décadas hablando de "zonas sensibles". Hasta tenían una lista de ellas, que incluye cinco pertenecientes a Nantes. Pero hablar del tema se consideraba "racista" o "islamófobo", casi siempre ambas cosas. En mayo de 2016, Patrick Kanner, ministro francés de Áreas Urbanas, acosado por los periodistas, reconoció por fin la verdad: "Nos consta que hoy existe un centenar de barrios en Francia que presentan posibles similitudes con lo que ha ocurrido en Molenbeek". Se estaba refiriendo al tristemente conocido barrio de Bruselas, controlado por el salafismo, que se ha convertido en el epicentro de la yihad en Europa.
Tal y como explica el experto Yves Mamou, lo que es una novedad es que las zonas de exclusión ya no se limitan a los suburbios, donde los migrantes y musulmanes han solido concentrarse. Las zonas de exclusión, mediante la inmigración masiva, han surgido ahora en el corazón de París, Burdeos, Toulouse, Marsella, Grenoble y Aviñón; distritos "privatizados" por doquier por una mezcla de traficantes de drogas, fanáticos salafistas y bandas juveniles islámicas. Las principales víctimas son las mujeres. Ellas —tanto las musulmanas como las no musulmanas— son acosadas, y algunas agredidas sexualmente.
Los políticos, como de costumbre, están plenamente informados de la situación que se le infringe a las mujeres. Un informe de 2014 del Alto Comisionado para la Igualdad reveló que en las llamadas "áreas urbanas sensibles" aproximadamente una de cada diez mujeres ha sufrido violencia física o sexual.
Otro informe entregado al Gobierno en septiembre de 2016, de la organización France Médiation, aportó detalles significativos:
Las áreas públicas están "ocupadas" exclusivamente por hombres "estacionados" en ellas, y a las mujeres apenas se les permite pasar a través de ellos. [...]
No es un caso único en esta ciudad: en los últimos diez años, las mujeres se han visto excluidas de los espacios públicos.
"Tienes que alejarte, no provocar. Siempre salgo con mis hijos y así no hay problemas".
En algunos lugares, los grupos de hombres "monopolizan" los espacios públicos y a veces bloquean los accesos a los edificios.
Las mujeres se ven obligadas a evitar el ascensor para esquivar las miradas y comentarios que a veces son desagradables. Tienen que subir por las escaleras —sucias y oscuras— varias plantas.
Las cafeterías están ocupadas exclusivamente por hombres; las mujeres no se atreven a entrar en ellas, evitan incluso pasar por delante.
A pesar de todo ello, el presidente Emmanuel Macron ha reducido sustancialmente los planes para rehabilitar las 'banlieues' (Zones Urbaines Sensibles -ZUS-) de Francia, y en su lugar ha pedido a los alcaldes y asociaciones locales de la sociedad civil que encuentren soluciones a nivel de base.
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