EL #BREXIT MURIÓ
Autor: James Delingpole (@JamesDelingpole)
Traducción: Hyspasia (@Hyspasia)
Nota original: https://www.breitbart.com/london/2018/07/09/how-remainers-killed-brexit/
Tensiones dentro del partido conservador con la primer ministra Theresa May han crecido desde la elección de Junio.
Fue un golpe magistral, conducido con maestría, con una sadística atención al detalle.
Todos los ministros del gabinete fueron llevados hasta Chequers, la residencia de campo de la primer ministra, donde todos los teléfonos fueron confiscados, como si fueran niños de colegio traviesos. Luego a los más tozudos pro-Brexit que estaban, en su derecho, disgustados con la vergonzosa venta que May cocinó con sus virulentos funcionarios Remainers (pro-UE), les dieron la misma elección que a Rommel en 1944: una píldora de cianuro o la muerte lenta de su carrera política.
La opción de la píldora de cianuro hubiera implicado renunciar inmediatamente por principios: entonces hubiera sido correspondido con varios rituales humillantes. El auto oficial hubiera sido confiscado y deberían caminar hasta la estación de tren más cercana a una milla de distancia o llamar a un taxi, además de perder el salario de £ 67.000 anuales.
Una carta a cada ministro, filtrada a la prensa, les advertía de esto a priori. Miserable, pero al ver cuán vanos y huecos son los ministros, muy efectivo.
David Davis. |
Realmente, los elementos de "¿Quién hizo qué a quién y por qué?" de esta historia son distracciones de lo único que importa. El #Brexit fue saboteado, la democracia fue minada y el pueblo fue traicionado por el stablishment Remainer(**).
En junio 2016, 17,4 millones de personas - más de lo que alguna vez votaron en Gran Bretaña por cualquier razón - votaron Brexit para librarse de las garras del establishment Remainer. Ahora el establishment Remainer ha respondido de la única manera que sabe hacerlo: ignorando la voluntad democrática y apuntalando su base de poder por cualquier medio que fuera necesario.
Los dos artículos que mejor resumen lo sucedido son uno del Sunday Telegraph:
"El sueño se ha estrellado. Técnicamente, todavía estamos yéndonos de la Unión Europe, más o menos, pero no habrá ninguna revolución, ningún nuevo acuerdo entre las élites y los votantes, no gran recomienzo...
Recuerden que el euroescepticismo de los británicos tomó vida como una revuelta contra los mezquinos regulaciones y controles - y con todas esas reglas sobre tamaños y consistencias y materiales de bombitas de luz, y aspiradoras, y jornadas laborales, por más pequeñas que hayan sido, fueron un indicador de la agenda integradora de la Unión Europea. Qué ridículo entonces que Gran Bretaña deje la Unión Europea sólo para voluntariamente someterse a esas mismas reglas. Aún peor, nosotros estamos cediendo nuestro derecho a buscar el libre mercado y las reformar en pos de una libre competencia al quedarnos pegados a las políticas sociales de la Unión Europea. ¿Cómo podemos. nosotros que somos la sexta economía del mundo y el mayor comprador de la Unión Europea, maniatarnos voluntariamente a nosotros mismos de semejante manera? No podremos tener nuestra propia política de competencia, o nuestra política de energía, y continuamos siendo parte de una innumerable miríada de comités, consejos y cuerpos autónomos. ¿Y por qué esta obsesión por el acceso al mercado de mercadería más que por el sector dominante de los servicios? ¿Por qué no cambiar uno por el otro? Después de todo es lo que cualquier negociador sensato hubiera hecho.
El último viernes cayó como un golpe político del establishment y una rendición abyecta de los Brexiteers (*) del gabinete, junto con sus colegas que habían dicho que aceptarían el Brexit.
Y éste artículo de Brendan O'Neill de The Spectator:
Sabemos dos cosas por seguro sobre el voto del Brexit, y ambos hace a la clase política sentirse incómoda: primero, que los más pobre son los que mayoritariamente votaron Leave (*) y segundo, que la mayoría de la gente votó Leave para reasumir soberanía y control sobre sus fronteras y sobre sus leyes. Fue una revuelta de la clase trabajadora en contra de la disolución de la soberanía británica en manos de Bruselas y en manos de nuestros propios políticos que aman Bruselas. Lo siento, pero eso es lo que fe. ¿Y qué es lo que va y hace Theresa May, propulsada por algunos 'soft-Brexiteers" y algunos Remainers también? Propone continuar entregando la soberanía británica al atarnos al acuerdo de convenio aduanero que limitará nuestros soberanía y nuestras decisiones de comercio, y que nos va a mantener atados a ciertas reglas del ECJ (***), lo que limitará nuestra habilidad para hacer nuestras propias leyes y para vivir dentro de ellas.
Esto es una traición. Una grotesca traición. Es un arrogante rechazo, si usamos lenguaje eufemístico, del gran grito que dieron 17,4 millones de personas, que pedían la recuperación de la soberanía nacional y de la autoridad democrática. El electorado dijo: "Gran Bretaña debe tener el control de sus fronteras y de sus leyes", y May dice: "En realidad dejemos parte de ese control a Bruselas". Eso no es soft-Brexit. Es Remain con otro nombre. ¿Cuándo nuestros líderes políticos van a darse cuenta de lo serio, de cuán históricamente serio, es renegar el último acto democrático de la historia de Gran Bretaña? May puede irse. Este fin de semana en Chequers debió ser el último. En su lugar necesitamos un líder que reconozca la fuerza positiva y democrática que hay detrás del Brexit y quién está realmente dispuesto a convertirlo en una realidad. Si es que tal político existe.
Brexit, ahora está quedando claro, es nuestra Revuelta de los Campesinos, en más sentido que uno.
Fue nuestra revuelta de los campesinos en el sentidos que fue un levantamiento de la gente común en contra de la élite que debe dar respuesta por sus actos.
Ha sido, también, la Revuelta de los Campesinos en el sentido - luego de un breve período durante el cuál la élite pretendió estar escuchando: Ricardo II cabalgó personalmente a encontrarse con Wat Tyler y sus fuerzas rebeldes en Smithfield - y fue impiadosamente ejecutado junto a todos sus acompañantes.Obviamente, en este caso a los miembros de la banda de la rebelión Brexit no les han cortado las cabezas. Sólo les cortaron los huevos, por lo que parece.
Estos son tiempos tristes para Gran Bretaña. Especialmente triste, para todos nosotros que, como el autor del artículo de The Sunday Telegraph, quien recordó qué bien se sentía estar viviendo un nuevo amanecer cuando los resultados del Brexit eran anunciados...
Estos dos años se sintieron como aquellos momentos especiales en la historia británica donde casi todo podía ser posible. Gran Bretaña votó dejar la Unión Europea a pesar de las amenazas y las súplicas de todas las fuerzas conjuntas del establishmente global, luego de una brutal campaña ofreciendo al electorado una opción binaria, todo o nada, como ha sido dejado en claro por ambos bandos.
Ésta era una oportunidad para un cambio de magnitud que los euroescépticos de una era previa nunca hubieran podido imaginar: recomenzar (****) la nación, introducir profundas reformas en nuestras estructuras políticas, redescubrir nuestra independencia legal, reorientar nuestra economía y nuestra estrategia geopolítica lejos de una Europa en decadencia, encontrar un nuevo rol para nosotros y, luego de algunos años de inevitables contratiempos, convertirnos en un país más próspero y más libre. Con un foco preciso, digno de un láser, un líder fuerte que creyera en el proyecto, una figura al estilo de Reagan , quien pudiera describir el futuro luminoso que nos esperaba a nosotros mientras dirímíamos los complejos detalles legales, el gobierno hubiera podido forzar a la Unión Europea a aceptar la nueva realidad y llegar a un nuevo acuerdo mutuamente aceptable. Los "perdedores" del Brexit podrían haber sido compensados con recortes impositivos o haberlos ayudado de otras maneras, facilitando la salida. Las oportunidades eran inmensas y excitantes.
No más. El sueño murió. El establishment Remainer ha ganado.
* * *
Agradecemos la difusión del presente artículo:
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(*) Leave: El slogan de los que votaron por dejar la Unión Europea. Los que votaron Leave son llamados Brexiteers.
(**) Remain: El slogan de los que deseaban permanecer en la Unión Europea. Remainers: los que apoyaban/apoyan Remain.
(***) European Court of Justice: Corte de Justicia Europea.
(****) Reboot en el original.
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Delingpole: Brexit Is Dead – Strangled by Theresa May and Her Cabal of Remainer Cronies
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Tensions within Prime Minister Theresa May's Conservative party have grown since the June election /AFP/Matt DunhamAFP/Matt Dunham
9 Jul 20181,705
Brexit is dead – strangled at the weekend by Prime Minister Theresa May and her cabal of Remainer cronies.
9 Jul 20181,705
Brexit is dead – strangled at the weekend by Prime Minister Theresa May and her cabal of Remainer cronies.
It was a brilliant coup, masterfully conducted with a sadist’s attention to detail.
All the ministers in the Cabinet were hauled up to Chequers, the Prime Minister’s country residence, where their phones were confiscated, as though they were naughty children. Then the stubbornly pro-Brexit ones who were rightly disgusted by the shaming sell-out deal May had cobbled together with her virulently Remainer civil servants were given the same choice Rommel was in 1944: cyanide pill or slow career death.
All the ministers in the Cabinet were hauled up to Chequers, the Prime Minister’s country residence, where their phones were confiscated, as though they were naughty children. Then the stubbornly pro-Brexit ones who were rightly disgusted by the shaming sell-out deal May had cobbled together with her virulently Remainer civil servants were given the same choice Rommel was in 1944: cyanide pill or slow career death.
The cyanide pill option would have involved resigning immediately on principle: but then being ritually humiliated by having their official car confiscated and having to walk to the train station via the mile-long drive, or catch a cab, with a £67,000 pay cut.
A letter to each minister, leaked to the press, warned them of this beforehand. Petty, but given how vain ministers are, very effective.
A letter to each minister, leaked to the press, warned them of this beforehand. Petty, but given how vain ministers are, very effective.
None of the leading Brexiteers present – not Michael Gove, not even Boris Johnson whose last chance this was to establish himself as the credible voice of the Leave resistance – chose to do the decent thing. (Though Brexit Secretary David Davis has resigned since, as has his brilliant and principled junior minister Steve Baker – one of the unsung heroes of the Leave campaign).
Really, though, the “who did what to whom and why?” elements of this story are a distraction from the only thing that matters: Brexit has been sabotaged, democracy undermined, and the people betrayed by the Remainer establishment.
In June 2016, 17.4 million people — more than had ever voted for anything in British history — voted Brexit to free themselves from the clutches of that Remainer establishment. Now the Remainer establishment has responded as only it knows how: by ignoring the democratic will and shoring up its power base by whatever means necessary.
The two articles that best sum it up are this excellent leader from the Sunday Telegraph:
The dream has been dashed. We are still technically leaving, more or less, but there will be no revolution, no new deal between elites and voters, no great reset […]
Remember that British Euroscepticism began life as a revolt against petty regulations and controls – and all of those rules governing light bulbs and vacuum cleaners and working hours, however small they might have seemed, were indicative of the EU’s bureaucratic, integrating agenda. How ridiculous then that Britain should leave the EU only to voluntarily tie itself to those same rules. Even worse, we are willingly giving up the right to push through radical free-market or pro-competition reforms by sticking to the EU’s social policies. How can we, as the world’s sixth largest economy, and a major market for the EU, be willing to hobble ourselves in such a way? We won’t be able to have our own competition policy, or energy policy, and we will remain part of a myriad of bodies and schemes. And why this obsession with access for manufactured goods, rather than for the dominant services sector? Why not trade one for the other: after all, that is what any sensible negotiator would have done.
The dream has been dashed. We are still technically leaving, more or less, but there will be no revolution, no new deal between elites and voters, no great reset […]
Remember that British Euroscepticism began life as a revolt against petty regulations and controls – and all of those rules governing light bulbs and vacuum cleaners and working hours, however small they might have seemed, were indicative of the EU’s bureaucratic, integrating agenda. How ridiculous then that Britain should leave the EU only to voluntarily tie itself to those same rules. Even worse, we are willingly giving up the right to push through radical free-market or pro-competition reforms by sticking to the EU’s social policies. How can we, as the world’s sixth largest economy, and a major market for the EU, be willing to hobble ourselves in such a way? We won’t be able to have our own competition policy, or energy policy, and we will remain part of a myriad of bodies and schemes. And why this obsession with access for manufactured goods, rather than for the dominant services sector? Why not trade one for the other: after all, that is what any sensible negotiator would have done.
Last Friday felt like a political coup by the establishment, and an abject surrender by the Brexiteers in Cabinet, along with their colleagues who say that they now accept Brexit.
We know two things for sure about the vote for Brexit, and both of them make the political class uncomfortable: first, that the poorer you are, the more likely it is that you voted Leave; and secondly, that most people voted Leave in order that Britain might assume greater sovereign control over her borders and her law-making. This was a fairly working-class revolt against the dilution of British sovereignty by Brussels and our own politicians who love Brussels. I’m sorry, but it was. And what does Theresa May do, cheered on by ‘Soft Brexiteers’ and some Remainers too? She proposes the continued selling-off of British sovereignty through tying us into a customs arrangement that would limit our sovereign decision-making on trade, and keeping us beholden to certain ECJ rulings, which would limit our ability to make and live by our own laws.
and this from Brendan O’Neill in the Spectator.
and this from Brendan O’Neill in the Spectator.
This is a betrayal. A grotesque betrayal. It is a haughty rejection, in euphemistic language, of the great cry made by the 17.4m, which was for the recovery of national sovereignty and democratic authority. The electorate said ‘Britain should have control of its borders and laws’, and May says, ‘Actually let’s leave some of that control with Brussels’. This isn’t Soft Brexit; it is Remain by another name. When will our political leaders realise how serious, how historically serious, it is that they are reneging on the largest democratic act in British history? May should go. Chequers this weekend should be her ending. In her place, we need a leader who recognises the positive, democratic drive behind Brexit, and who is willing to make it a reality. If such a politician exists.
Brexit, it is now becoming clear, was our Peasants’ Revolt in more ways than one.
It was our Peasants’ Revolt in the sense that it was an uprising of ordinary people against an accountable elite.
It was also our Peasants’ Revolt in the way — after a brief pretence that the elite was listening: Richard II rode personally to meet Wat Tyler and his rebel forces at Smithfield — was ruthlessly put down with all the ringleaders executed.
It was our Peasants’ Revolt in the sense that it was an uprising of ordinary people against an accountable elite.
It was also our Peasants’ Revolt in the way — after a brief pretence that the elite was listening: Richard II rode personally to meet Wat Tyler and his rebel forces at Smithfield — was ruthlessly put down with all the ringleaders executed.
Obviously, in this case the ringleaders of the Brexit rebellion haven’t had their heads chopped off. Just their balls by the looks of it.
These are sad times for Britain. Especially sad, for those of us, like the author of the Sunday Telegraph‘s leader who can remember how good it felt to be alive on the dawn the Brexit referendum result was announced…
Two years ago felt like one of those special moments in British history where almost anything became possible. Britain voted to leave the EU despite the threats and entreaties of the amassed forces of the global establishment, after a brutal campaign offering the electorate a binary, all or nothing choice, as made clear by both sides.
Here was a chance for change of a magnitude that Eurosceptics of a previous era could not have imagined: to reboot the nation, to introduce deep reforms to our political structures, to rediscover our legal independence, to reorient our economy and geopolitical strategy away from a decaying Europe, to find a new role for ourselves and, after a few inevitable bumpy years, to become a richer, freer country. With laser-sharp focus, a strong leader who believed in the project, and a Reagan-like figure who could describe the shining future that awaited us while gripping the complex legal details, the government could have forced the EU to accept the new reality and come to a mutually-acceptable new settlement. Brexit’s “losers” could have been compensated with huge tax cuts or help of other kinds, smoothing our way out. The opportunities felt immense and exciting.
No longer. The dream has ended. The Remainer establishment has won
No longer. The dream has ended. The Remainer establishment has won