HARTAZGO
¿HARTOS? ¿HARTOS DE QUÉ?
Autora: Bets (@Bets)
Confieso que Hyspasia, una de nuestras amables editoras, hace rato me viene diciendo que no escribo nada para RestaurAr y, obviamente, tiene razón. Cómo le explicaba a veces, sentía que no tenía nada nuevo para decir y no creo que nadie aprecie leer refritos y me daba vergüenza ocupar una entrada sin tener algo nuevo.Mientras pensaba qué podía aportar caí en la cuenta que todas mis ideas tenían un aspecto en común, las cosas que me tienen harta, cansada, agotada. Decidí tratar de desarrollar unas pocas, pensando que quizás algún día puedan ser entradas separadas.
“Incomunicades”
Honestamente, no entiendo cómo alguien puede creer (sí, es un acto de fé) que
escribir o hablar de un modo absolutamente incomprensible y antiestético es una
forma acertada de pelear por la “inclusión” de alguien. El lenguaje justamente
es lo que nos une, nos permite superar barreras, nos acerca, pero sólo si el
otro puede entender qué le estoy diciendo. Obviamente todos los idiomas van
cambiando y se van modificando, por préstamos lingüísticos, porque algunas
formas dejan de usarse, porque se incorporan expresiones nuevas. Nadie niega
semejante verdad. Pero usualmente la variación es para hacer más accesible y
fácil la comunicación no para hacer imposible hablar con el otro.
El mal llamado “lenguaje inclusivo” no es más que una forma
nueva de discriminar “ellos, los retrógrados que hablan correcto castellano” y
“nosotros, los buenos, que hablamos este idioma que te incluye por no tener
género”.
Si tengo que perder diez minutos para tratar de traducir qué
me quisiste decir, la comunicación es ineficiente, estimado amigo progre. No
voy a perder mi tiempo escribiendo, hablando o leyendo cosas escritas así:
“nosotres, les progres, venimes a contarte come tenés que habler”.
El idioma castellano sí tiene neutro, el masculino
universal, que no les guste, mis estimados, es un criterio ideológico/estético,
pero no es una lucha por la inclusión de nadie en ningún lado. Al menos, seamos
honestos.
Femis
Les voy a confesar algo, en tren de hacer una columna
informal que no sea sólo un largo “rant”: yo era de las que usaba feminazis,
con menos frecuencia femibolche o feminista como un término absolutamente
despectivo para hablar de aquellas que detrás de una computadora pretenden que
están haciendo algo por alguien al insultar, “trollear”, “denunciar” o subir
post con ideas tan inteligentes y salvadoras de las mujeres como “basta de
muñecas para las nenas”. Ahora me doy cuenta que fui injusta, sí, injusta. No
creo que deba llamar de la misma manera a las que muestran abiertamente su
intolerancia poniendo el cuerpo en las manifestaciones o actos violentos que a
aquellas que juegan a las revolucionarias detrás de una pantalla.
Pero hay otra cosa, decirles faminazis o femibolches puede
ser divertido (para mí lo es, me divierto con poquito) pero la realidad es que
eso implica simplemente seguir hablando de modelos viejos de totalitarismo. Es
hora de que hablemos de los nuevos totalitarismos, de las nuevas formas de la
violencia “cool”, la que se puede ejercer contra otros sin demasiado costo y
que es además aplaudida por los convencidos y donde la víctima no tiene mucho
espacio en el que refugiarse. Entonces, prefiero dejar de usar esas formas
perimidas de sistemas que han sido finalmente eliminados por esta otra.
Dicho esto, voy a salir del closet, me costó mucho y no fue
fácil, quiero que lo sepan y espero que puedan entenderme, es algo muy duro
para una decir hoy: soy antifeminista de la tercera ola. Sí, me escucharon
bien, sé que los decepciono, pero soy antifeminista de la tercera ola.
Parece que si bien hay muchos feminismos (inmodificado,
radical, prosex, crítico, esencialista, entre otros) y es nuestra obligación
conocerlos todos para poder “criticar” sólo puede haber un antifeminismo al que
es fácil tachar de retrógrado, conservador (que por alguna razón es algo malo),
religioso (aunque quien se defina antifeminista sea más atea que Richard
Dawkins) y machista (porque se sabe, si una no está de acuerdo con algunas
cuestiones es porque apoya con todo su corazón las contrarias). Me niego a
sostener semejante barbaridad. Soy antifeminista porque no veo que el feminismo
de la tercera ola beneficie en nada a las mujeres, sólo gritan consignas
vacías, pelean contra molinos de viento o pretenden convencernos que somos
víctimas siempre y a toda hora, pero lo peor de todo es que sostienen que
debemos vivir como víctimas permanentes o potenciales todo el santo tiempo!
Si aceptaste libremente
intercambiar sexo por trabajo o por dinero sos víctima… pero cada mujer hace lo
que quiere con su cuerpo, y justamente por ello se “empodera”. Aparentemente
usar el cuerpo para obtener un rédito concreto no es una muestra de poder sino
de dominación, querer ser vista como atractiva no es algo bueno, tenemos que
ser todas feas y desprolijas como el cuco recién levantado para ser
“poderosas”. Otra hipocresía más… y van? (He escrito sobre esto en otra
entrada, si alguien quiere leerlo)*
Pero además, con esta idea del peligro de ser victimizadas a
la vuelta de la esquina, mejor quedarse en casita, guardaditas, detrás de una
computadora, asustadas gritándole al mundo que estamos en peligro por culpa de
los “machos” que andan sueltos sin correa ni bozal. Retrocedemos cuánto gracias
a las protectoras de inocentes mujeres que creen que pueden ir por la calle
solas y defenderse a sí mismas? Cuatrocientos años?
Y por último (aunque podría seguir todo el día) el
movimiento de la “igualdad” no quiere varones que se definan “feministas”
porque eso no puede existir. La igualdad, te la debo. El terceraolismo se va
convirtiendo sin prisa y sin pausa en un movimiento de supremacía femenina: el
hembrismo.
Pretenden, sin demasiada sutileza, convertir a los hombres
que le interesan por la causa en seres absolutamente emasculados que lleven el
letrerito de “aliados” tatuado bien visible. Por qué “aliados” si la lucha es
porque hombres y mujeres seamos iguales?! Y por si todo esto no fuera
suficiente, el movimiento de la igualdad y el empoderamiento de las personas
les recuerda en cada momento que ellos: no deben hablar, no deben ir a las
marchas, deben cruzarse de calle, deben mantener la vista baja…
Pero más allá de esta cuestión hay algo aún peor
en mi opinión. Los hombres que se definen a sí mismos como “aliados” y detrás
de una computadora saltan a agredir a las mujeres que no aceptamos definirnos
feministas de la tercera ola, ni nos subimos a las mentiras, ficciones y
ridiculeces. Las mujeres que no nos rasgamos las vestiduras por fallos con sentido común, que creemos que la mujer que mata
debe ser castigada con la misma pena que un hombre que lo hace. Que no queremos
leyes especiales sino simplemente que se cumplan las que tenemos. Todo su
“feminismo” se les escapa en cada presión de teclado. Aliadis. Femis. Luchadores
digitales, empoderados de cartón, agresivos e intolerantes en nombre de la
libertad, la igualdad y todo lo que es bueno. Hipócritas.
Iconoclastas
No soy una persona religiosa. Personalmente entiendo que la
fe es un problema entre cada quién y el ser en el que crea. Tengo muchos
problemas con las prácticas de algunas religiones, especialmente en sus
vertientes más ortodoxas. Sin embargo, cuando no se daña a terceros considero
que la religión y sus manifestaciones no son ni mi problema ni de mi incumbencia
o la de nadie.
Estoy furiosa con la sistemática falta de respeto a las
imágenes y templos católicos. Ninguno de los rebeldes, empoderados,
iconoclastas se atrevería a hacer la mitad del daño en un templo judío o en una
mezquita musulmana, cierto? Por qué entonces a una iglesia sí? Por qué debemos
celebrar la destrucción y la falta de respecto?
La Iglesia católica hizo esto y lo otro. Estamos de acuerdo.
El edificio no hizo absolutamente nada, las imágenes no hicieron absolutamente
nada. Si los hombres hacen a los hombres se castiga. Punto.
No me interesa la leyenda blanca ni la leyenda negra, me
interesa que no destruyan patrimonio y que entiendan que una persona, mientras
que con ello no dañe a un tercero, puede creen en lo que quiera, venerar la imagen
que se le ocurra y sus espacios así como sus imágenes merecen respeto. No es
tan difícil, cierto? Dar lo que se pide, ese es el punto.
Verdes y celestes
Estoy cansada de las posturas extremas de ambos. De los
insultos de un lado y del otro. Nadie ha cambiado de posición por ser
maltratado públicamente. Además, ambos están actuando con las mismas
herramientas que le critican usar al otro bando, “nosotros sí, porque es
justo”, “nosotros sí porque ellos también”. No, estimados, está mal en los dos
casos.
Cómo muchos a esta altura de la cuestión, ya no nos importa
realmente qué ley va a ser votada como que esta discusión se termine de una
buenísima vez, y les voy a ser sincera, no les parece eso terrible? No es
desesperante que la situación haya llegado a tal punto que fuera de los
fanáticos de un lado y del otro muchos queramos simplemente terminar con la
cuestión sin que nos preocupen los puntos que son realmente importantes o que
claramente darían lugar a situaciones injustas o peor?
Sé que la posición de muchos miembros de RestaurAr es
contraria a la mía, por respeto a ellos y por respeto a mí no voy a discutir si
a favor o en contra, porque ni siquiera es el punto. Sí es mi punto creer que
porque se insulta al otro, se publican fotos trucadas o simplemente aberrantes,
porque se tiran estadísticas infladísimas alguien va a cambiar de opinión.
Sería interesante, al menos para mí, poder conversar con alguien para entender
su posición sin pretenden “convertirlo”, pero no. Todos aquí están convencidos
de estar salvando al mundo, cuando ninguno de nosotros va a levantar la manito
en el Senado. Seamos un poquito menos honestos y menos densos que a esta altura
todos sabemos los puntos que calzamos, gente!
Y así entonces, dejo ya este catálogo de molestias y hartazgos.
He intentado hacer esta columna lo más amable posible para el lector, espero
haberlo logrado.