ARÁNDANOS

 
Autor: Marcelo Posada (@mgposada)


La producción de arándanos en la Argentina es, quizás, una de las que ha tenido la trayectoria expansiva más rauda. Con algunos ensayos implantados a fines de la década de 1980, a mediados de los ’90 comienza la difusión de estas plantaciones, primero en distintos partidos del Norte de la Provincia de Buenos Aires, luego avanzando hacia Entre Ríos y, posteriormente, adecuándose a las condiciones agroecológicas del Noroeste, en particular, de Tucumán.

Esta producción posee algunos rasgos que la caracterizan y que, a la vez, son aspectos que deben centrar la atención cuando se analiza su competitividad en el contexto argentino: es mano de obra intensiva, exige una cuidadosa cadena de frío, requiere una ajustada logística, y su destino es, casi totalmente, la exportación.

Inicialmente, a mediados de la década de 1990, las plantaciones de arándanos se distribuían en pequeñas parcelas asentadas en los partidos bonaerenses de San Pedro, Ramallo, Baradero,  Mercedes, fundamentalmente. Se trató de una iniciativa productiva desarrollada por productores capitalizados, con capacidad de inversión y de solventar los costos operativos que implica este cultivo. Los altos valores que se pagaban en el mercado internacional por el arándano fresco estimularon esas inversiones, que se localizaron cerca del punto de exportación -el Aeropuerto Internacional de Ezeiza-, dadas las exigencias de conservación y logística que tiene el fruto. La demanda del mercado estadounidense, fundamentalmente, fue clave para impulsar aquellas inversiones, y en particular la decisión de USA de permitir la importación de arándanos argentinos a partir de 1994.

A fines de esa década, el área productiva comienza a expandirse hacia la Provincia de Entre Ríos, en particular sobre su costa oriental (Concordia y Federación), alcanzando a inicios de siglo una superficie nacional implantada con arándanos de alrededor de 400 ha.

Un lustro después, la superficie nacional alcanzaba las 2.800 ha., habiéndose incorporado a la producción establecimientos asentados en Tucumán y, en menor medida, en Salta. Asimismo, se comenzaban a contar plantaciones en Córdoba, Santa Fe, San Luis y Catamarca, aunque de importancia menor en el conjunto de la producción. En 2008, apenas tres años después, la superficie con arándanos se elevó a 4.000 ha. y a partir de ese momento comenzó a decaer hasta las alrededor de 2.800 ha. actuales, que producen casi 18.000 tn. anuales de fruta.

La distribución regional de la superficie implantada, la cantidad de productores y la producción alcanzada permite apreciar los distintos tipos de unidades intervinientes. En el Noreste (fundamentalmente, Entre Ríos y Corrientes) se cuenta con el 37% de la superficie y el 40% de los productores, que trabajan una superficie promedio de 17 ha., obteniendo un rinde de 6,5 tn./ha. En el Noroeste (Tucumán y Salta, principalmente), se asienta el 49% de la superficie y el 34% de los productores, con una superficie promedio mucho mayor: 27 ha., pero obteniendo un rinde algo menor: 6 tn./ha. Finalmente, la región Centro (básicamente la Provincia de Buenos Aires) contiene el 14% de la superficie, algo más de una cuarta parte del total de productores, con una extensión promedio mucho menor, 10 ha y rindes similares al Noreste [1]. 

La superficie con arándanos argentina toma dimensión si se la compara con la de los principales productores mundiales. Así, equivale al 6% de la superficie de USA, al 17% de la de Chile, al 19% de la de China y al 25% de la de Canadá, ocupando el 7º lugar en el ranking de países productores por superficie implantada.

Tal como se señaló más arriba, el destino de la producción de arándanos en la Argentina es el mercado externo, puesto que el consumo interno es muy bajo (apenas 13 gr./hab./año). El país ocupa la posición 6º a nivel del volumen comercializado en el mercado internacional, representando el 17% del volumen total y el 18% del valor exportado por el país que ocupa la primera posición a nivel exportaciones –Chile-.

La producción argentina exportada se origina en un 50% en la región Noreste, un 39% en el Noroeste y el restante 11% en la región Centro.

El ciclo anual de las plantaciones de arándanos encierra dos momentos; por un lado, la etapa previa a la cosecha implica la realización de acciones de riego, fertirrigación, podas, desflorado y control sanitario general, y por el otro, la etapa de cosecha propiamente dicha. Para la primera fase, las unidades productivas cuentan con personal permanente (uno o dos trabajadores, según el tamaño de la unidad) y llegado el caso, pueden contratar algún temporario. Cuando llega la época de cosecha (que varía según la zona del país, pero se concentra mayormente entre la primavera y la primera parte del verano) los requerimientos de mano de obra crecen exponencialmente, en tanto que es, fundamentalmente, manual. Con variaciones regionales y por la edad de las plantaciones (que alcanzan su cenit productivo hacia el sexto o séptimo año), groso modo se estima que se necesita emplear temporariamente (unos 60 días al año) alrededor de 34 cosecheros cada 10 ha., más el personal afectado a empaque, despacho y transporte.

El ritmo de trabajo durante la cosecha varía debido a que la maduración del fruto no se desarrolla de manera homogénea y se deteriora con rapidez. Esto, a su vez, genera que las demandas de mano de obra cambien entre semanas de cosecha, o incluso, de día a día. Como la maduración de los frutos no es homogénea, se torna necesario que los cosecheros deban realizar sucesivas pasadas para terminar la recolección en cada planta (hasta ocho pasadas). Aunque se trata de una tarea sencilla en apariencia, conlleva igualmente un determinado nivel de cuidado, puesto que se debe vigilar no dañar la cerosidad que recubre al fruto, a la par que se debe evitar dañarlo al desprenderlo, puesto que si así ocurriera no sería apto para su exportación. Los cosecheros efectúan la recolección de estos frutos a granel, para posteriormente embalarlo en el packaging correspondiente, luego la selección y descarte en las instalaciones de la unidad productiva, o bien se cosecha y embala directamente en el campo, en el área de plantación.

Como se observa, la disponibilidad de mano de obra en cantidad, calidad y tiempo es un elemento clave para cumplir el ciclo productivo del arándano, y por ende, es un factor central en la conformación de su costo de producción. Una publicación oficial estima (en el primer semestre de 2018) que el costo del jornal pagado (incluyendo cargas sociales) fue de US$ 40; considerando que en la campaña anterior se emplearon unos 700.000 jornales, se obtiene que solo por este rubro la producción de arándanos implicó un costo total de US$ 28 millones [2]. 

La cosecha representa, en promedio, un 60% de los costos de producción del arándano en la Argentina, informado tanto por un estudio oficial [3], como por estimaciones de los propios productores [4].  Y por lo tanto, el denominado “costo laboral argentino” constituye un factor a tener en cuenta al analizarse la capacidad competitiva de esta producción, tal como se mencionará más abajo.

Una vez cosechado el fruto y dado que su destino es la exportación, el factor de preservación por frío y el de las condiciones logísticas se tornan centrales. Sea en las instalaciones de las mismas unidades productivas (como ocurre mayormente en Tucumán), o en establecimientos cercanos a las mismas, pero no integrados verticalmente con tales unidades (como es principalmente en Entre Ríos o Buenos Aires), se emplea un túnel californiano para el enfriado rápido y una cámara frigorífica para el almacenamiento. Así, con un adecuado manejo del frío, los arándanos extienden su vida útil, para ser consumidos en frescos entre 14 y 28 días.

La disponibilidad de frío implica, por un lado, la inversión en las instalaciones correspondientes, ya sea realizada por los titulares de las unidades productivas o por empresarios independientes de estas, pero también conlleva la necesidad de contar con un suministro eléctrico estable y a un costo razonable. Se debe considerar, por ejemplo, que las instalaciones de frío destinadas a esta producción tienen un uso anual de alrededor de 90 días, mientras que los cargos fijos se abonan durante todo el año. Pero por sobre todo, debe tomarse en consideración para evaluar el peso de este componente en los costos y su impacto en la capacidad competitiva de la producción, que el 40% del costo eléctrico es un componente impositivo [5]. 

Una vez enfriados y acondicionados los arándanos destinados a exportación, deben ser enviados los puntos de salida, en general aeropuertos internacionales (Tucumán y Ezeiza) [6].  El traslado en camión y la operación de despacho en tales nodos de salida conlleva también importantes costos, tanto a nivel del flete vial (tarifas, peajes, combustibles) como en lo relativo al procedimiento en la terminal aérea (incluyendo no solo la descarga, carga y estibaje, sino también los costos de inspección por parte del SENASA y de control por parte de Aduana).

La producción exportada se coloca en su amplia mayoría (93%) en apenas cuatro destinos: USA, con el 65% del total exportado, Reino Unido con el 15%, Alemania con el 8% y Holanda con el 5%. La ventaja de la exportación argentina de arándanos residió desde sus inicios a mitad de la década de 1990, en su entrada temprana a los mercados consumidores del Hemisferio Norte. Para aprovechar esa ventana temporal, se compite, fundamentalmente, con la producción chilena y, más recientemente en el tiempo, con la de Perú.

Esa competencia no es solo por la llegada a tiempo a los mercados (en particular, de Estados Unidos), sino también por precio, y este se deriva del costo de producción. Y en este tema, por algunas de las cuestiones mencionadas líneas arriba, Argentina tiene una posición desventajosa.



Si el componente de mano de obra en la estructura de costos de producción es fundamental, dadas las características técnicas del cultivo, resulta relevante señalar que mientras en Argentina representa el 60% de los costos, en Chile no sobrepasa el 25% [7].  Mientras en Argentina el costo del jornal ronda los US$ 40, con cargas impositivas, en Perú es de US$ 13 y en Chile de US$ 25 [8].  Y en este contexto, es lógico que Perú esté desplazando a la Argentina de su posición en el mercado estadounidense, a lo cual contribuye que más del 90% de sus embarques –como así también los chilenos- llegan a USA por vía marítima, mientras que las estimaciones más optimistas señalan que la exportación marítima argentina de arándanos no supera el 15% del total. Y esto, además, con otro factor crucial: mientras un embarque chileno o uruguayo demora en torno a los 15 días para estar en alguno de los puertos estadounidenses habilitados para recibirlos, un embarque desde Buenos Aires demora el doble. Estimaciones de una agrupación empresarial del sector consideran que del valor total de las exportaciones de arándanos, los gastos de fletes (internos y externos) representan algo más del 17%, contra menos del 10% que representan en el caso de Chile o Perú.


La combinación de un descenso en el precio internacional del arándano (dada la mayor oferta de productos originados en Perú) con la pérdida de cuota de mercado en el principal destino de las exportaciones argentinas, sumado al incremento constante de los costos internos, redunda en que el sector esté transitando una situación de crisis [9].  Dicha crisis en un producto netamente de exportación (se comercializa externamente más del 90% del total producido) no obedece solo a un deterioro de los términos de intercambio ni a una variación negativa en el tipo de cambio real. Obedece, en realidad, a que la competitividad de la producción argentina de arándanos es puesta en jaque por la propia dinámica de funcionamiento nacional de dicha producción.

La presión impositiva directa e indirecta es de tal magnitud que torna inviable una producción que surgió, precisamente, para responder a una demanda de los mercados externos; es decir, nació con destino de exportación.

Si la mayor parte del costo de producción es el laboral, y el mismo duplica al chileno y triplica al peruano, no se trata de bajar el salario que se paga al cosechero, sino de reducir la carga impositiva que conlleva dicho salario.

Si el suministro eléctrico es primordial para el desarrollo de la actividad, no se trata de subsidiar la tarifa, sino de reducir su componente impositivo.

Si el peso de los costos logísticos casi duplican el de los competidores, entonces se torna ineludible trabajar en ese ámbito, agilizando procesos (particularmente de controles sanitarios y de despacho aduanero), encaminando iniciativas redundantes en disminución de los costos de los fletes cortos, y favoreciendo procesos que impulsen la vía marítima (tres veces más barata que la aérea).

Si la dependencia exportadora es mayoritariamente de pocos mercados, se torna necesario abrir otros destinos, buscando acuerdos bilaterales reales, que impulsen las exportaciones de un modo real, no ficticio como el reciente promocionado envío de arándanos a China que en la práctica, y pese a los anuncios oficiales, fue solo una comprobación del funcionamiento de los protocolos firmados con aquel país, y que se realizó a pérdida por parte de las empresas exportadoras [10]. 

La producción de arándanos surgió como una iniciativa de productores e inversores que destinaron capital, tiempo y esfuerzo para desarrollar desde cero una actividad inédita para nuestro país hasta hace menos de treinta años, y que llevó a la Argentina a ocupar un lugar importante en el ranking mundial como productor y como exportador. Sin embargo, la dinámica interna de la economía del país la puso en jaque, llevándola, en palabras de una cámara sectorial, a una crisis terminal.

De continuar en esta dirección, la producción de arándanos, como tantas otras, será otra oportunidad perdida para la Argentina que produce.

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[6] En los últimos años comenzó a incrementarse la exportación por vía marítima, que implica menores costos pero más demora para acceder a los mercados en condiciones de primicia.

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