NAVIDAD CRIOLLA

Autor: Enrique Breccia (@BrecciaEnrique)
"Navidad Criolla", por Enrique Breccia.


Nota de RestaurAR: Es para nosotros un honor
que el Maestro Enrique Breccia nos regalara
dos cuentos para Navidad.
Disfruten.


El hombre caminaba llevando del cabestro su caballo montado por la mujer. Ya llevaban viajando varios días pero no había encontrado reparo disponible en ninguna parte, y esto lo preocupaba porque deseaba que la joven pariera bajo techo.
Pensaba en esto y recordaba el sueño de unas noches atrás. 

En su inteligencia práctica de resero había poco lugar para la imaginación, por eso el hecho que su mujer no hubiera conocido hombre - porque tampoco él la había tomado - junto a la evidencia de su preñez, anudaban una madeja de sentimientos que le desacomodaban el alma porque lo hacían dudar; y él rechazaba ese sentir que le era extraño. A su desasosiego se sumaba el recuerdo del sueño que sabía que continuaría incordiandolo mientras no lograra descifrarlo, como le había pasado de niño mirando a un soguero mientras trenzaba un lazo que mágicamente parecía crecer de la punta de sus dedos.

 Pensando en esto vió a lo lejos la silueta de una tapera junto a un árbol seco.
Un quejido de la mujer terminó de decidirlo y se detuvo allí. Maneó al caballo, la ayudó a desmontar y alzándola en brazos entró a la tapera y la acomodó con cuidado sobre el piso de tierra. Juntó ramas y cortó manojos de paja brava. Con la paja y el cojinillo de su recado le improvisó un lecho, y luego encendió un fuego cuya luz hizo bailar sombras en las paredes de adobe.

Tendió bajera y matras junto a su esposa y se recostó. -"descansá un poco..."- le susurró la joven mirandolo con sus ojos oscuros que inevitablemente hacían que su alma se abismara como en el borde de un brocal sin fondo.

Volvió a pensar en el sueño. Recordó con nitidez la aparición de una figura de contornos borrosos y rostro oculto por una luz brillante, que sin palabras le dijo que lo que crecía en el vientre de su mujer no era fruto del hombre, sino obra del misterio.

De improviso sintió que el solo recuerdo de los dichos de la aparición le producían un sosiego como jamás había sentido en su vida, y que esa calma lo colmaba por entero aún sabiendo que nunca llegaría a entender el significado de las palabras, y fue cuando apretó la mano de su esposa que comprendió, sin asombro y como si ya lo presintiera, que ella sí. Que ella entendía todo, y que lo había sabido todo desde siempre, desde que era una niña y aún desde antes.

Llegó la noche, y a pesar de la oscuridad los pájaros continuaron cantando, el árbol seco se cubrió de brotes, y ambos se rieron porque confundieron el sol con una estrella que suspendida sobre la tapera brillaba como mil candiles.

Del yuyal brotaba el estruendo de un coro invisible que espantaba a las miles de luciérnagas que revoloteaban sobre ellos bañandolos de luz verde, y desde el cielo tupido de estrellas bajó rebotando el eco potente de un trueno, que bien podía ser también una música, un llamado o un canto.

Más tarde, el llanto del recién nacido anunció al mundo que a partir de ese día ya nada sería como antes.


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