WESTERN


Al final son miles de millones de pesos al servicio exclusivo de los burócratas y donde los beneficiarios no reciben ni el 10% del total, mientras siguen sumergidos en la pobreza, la descapitalización y la dependencia.



Autora: Iris Speroni




Hace unas semanas escribí sobre la Economía Social y Solidaria que todos los manuales definen como “sin fines de lucro”. Un oximorón. Si es económico, es con fines de lucro.

La Economìa Social y Solidaria sirve para inventar toda suerte de dependencias estatales, con decenas de burócratas que administran la “economía social” y que los resultados son - como no podría ser de otra manera - desastrosos y un desperdicio de recursos.

Es un tema que hemos discutido hasta el hartazgo con Marcelo Posada que conoce el problema mucho mejor que yo.

Uno de los ejemplos es el Plan PRO Huerta. Primero dentro de la órbita del extinto ministerio de agricultura y luego dentro de Acción Social. Hay folletos, página web, filmaciones. Dentro del aparato estatal hay sociólogos, antropólogos, cineastas, etc. para planificar qué se hace, con quién y registrarlo en toda suerte de medios.





En las filmaciones sobre el Plan Huerta en Canal Encuentro o en Canal Rural, se ven burócratas orgullosos explicándole al cronista sus logros. Para el espectador perceptivo es evidente que no tienen conciencia del daño que provocan. Es obvio que  creen que hacen algo bueno, algo útil y que su existencia - no la del programa, sino la del burócrata - vale la pena.

No.

Gastan fortunas en sueldos, en folletos, en página web; compran semillas a un único proveedor. Semillas carísimas. Los burócratas van a enseñarle huerta a “los pobres” en camionetas que salen caras y cuestan gasoil.

Si uno suma todo lo que se gastó por un lado y todo lo que se produce a cambio por el otro, no habrá sorpresas. Por un lado todo el dinero público y las horas hombres de los “beneficiarios” insumidos, y por el otro las toneladas de zapallo, pepino, tomate, ají, arvejas, lechuga, llega a la conclusión de que a los contribuyentes cada pepino costó igual que un Bentley.

El burócrata va a decir: “pero lo hizo con su propio esfuerzo”. “Aprendió a hacerlo”.
Lo cual es relativo. Si depende de las semillas para la próxima cosecha, muy libre el beneficiario no es. 

El único que está satisfecho es el burócrata que cobra a fin de mes, no importa que despilfarre millones de pesos. Más feliz está el jerarca que decide la compra de las semillas a veces por contratación directa y por lo general a un único proveedor. Y el ministro, que puede mostrarle al presidente de la nación y a Canal Encuentro que “hacen cosas por los pobres”.

Cuando hablo del ministro, no me refiero al actual, sino al actual, la anterior, la anterior de la anterior, y así.

Entonces lo que algunos pueden ver como un acto de bondad: “ocuparse de los desposeídos”, “ayudar a los más humildes”, “ser solidario con los que menos tienen”, termina siendo todo lo contrario.

Primero, porque es una excusa para que “no desposeídos” tengan un sueldo estatal o hagan compras con sobreprecios. Ejemplo: semillas. Ejemplo: camionetas. 

Segundo, porque nunca se trata de crear hombres libres. Si la persona todas las temporadas debe pedirle al INTA las semillas de pepino, no es libre con sus pepinos. ¿Cómo es una persona libre? Si es dueña de su tierra (aunque sea 0,25 has), o si tiene un contrato sólido de arriendo. Si es dueña de sus semillas y sus herramientas. Si puede vender el excedente de su producción sin que la hagan inscribir en ARBA, o en la AFIP o lo que sea. Caso contrario, no es libre.

Y las estructuras de todos estos planes son de dependencia eterna. No porque la gente (el beneficiario) lo necesite, sino porque el burócrata sí necesita que se eternicen.

Encima se presentan como "nosotros somos buenos".

Y cuando uno entra en  cualquier plan, por ejemplo el Plan Huerta y piensa en las compras de semillas con sobre precio piensa: “lo de siempre, lo normal”. Ahí viene a la mente “Western" de Attaque 77.  “Lo de siempre. Lo normal...trabas y burocracia...¡Qué frustración!”.




El Senado

Otro caso: las cabras. Ley de desarrollo caprino (ver nota de Marcelo Posada). 
Ley 26.141 “Régimen para la recuperación, fomento y desarrollo de la actividad caprina”.

Más de una vez me he quejado de la inacción de los senadores nacionales respecto a los derechos de exportación y del tipo de cambio. Con su apatía condenan a las provincias a la pobreza y a la pérdida de población y poder.

Sin embargo, en el caso de las cabras, el Senado hizo todo bien. 

Constitución Nacional
Artículo 75 
Inciso 19
...Proveer al crecimiento armónico de la Nación y al poblamiento de su territorio; promover políticas diferenciadas que tiendan a equilibrar el desigual desarrollo relativo de provincias y regiones. Para estas iniciativas, el Senado será Cámara de origen.
...

Con mucho trabajo consiguió impulsar esta ley. Fue laborioso porque necesitó el voto de los Diputados, donde claramente hay mayoría de capital y gran Buenos Aires, y donde lo que sucede o deja de suceder con las cabras les importa nada. 

Sin embargo lo lograron y la ley está bien.

Ahora, el Diablo se cuela en los pequeños detalles. El Congreso aprueba un presupuesto anual. Bueno, cuando lo hace. No es el caso del 2020 donde el Presidente de la Nación, muy suelto de cuerpo decidió no mandar Presupuesto al Congreso. Se los dijo en la cara, frente a la Asamblea Nacional, sin que ninguno de los legisladores se inquietara. Aparentemente, mientras cobren el sueldo, el resto no importa.

Volviendo a las cabras. El Congreso aprueba un presupuesto y se lo da al Ejecutivo para que lleve adelante el plan. Entonces ¿qué sucede? 

¿El dinero va a los productores, por lo general pastores de pequeñas o medianas majadas, gente humilde y en muchos casos semianalfabeta, para que mejoren su capital: planteles, genética, herramientas para ordeñar, pasteurizar, procesar y envasar la leche y tratar los cueros, máquinas para esquilar, instalaciones para procesar y madurar quesos, tener frigoríficos especializados, etc.? No.

¿Qué es lo que se ve? Lo que muestra canal Rural. Un ingeniero agrónomo con sobrepeso (mucho sobrepeso), en una Hilux cero kilómetro pagada con el dinero del plan, visitando pastores pobres que cuelan la leche de cabra en embudos hechos con media botella cortada de Coca-Cola.



El negocio de la cabra podría ser fantástico y sacar de la pobreza a miles de productores rurales, básicamente pastores pobres de la Cordillera de los Andes y del Centro del país (Santiago del Estero y Córdoba) o NEA (Chaco y Formosa). ¿Por qué? Porque el cuero de cabra es fino y muy caro y un zapato de cabritilla puede salir 600 euros, y 200 euros un par de guantes. Porque la carne de cabrito es proteína de excelente calidad que se destina en su totalidad al mercado interno, cuando podría ser un gran producto de exportación a los países islámicos (no comen carne de cerdo). La lana de cabra es carísima y también es un producto exportable.

La Argentina podría ser uno de los grandes exportadores de queso de cabra generando miles de millones de dólares y las fuentes de trabajo asociadas.

La cabra puede ser un negocio más grande (medido en miles de millones de dólares) que la pesca. ¿Por qué? Porque la pesca vende carne y en el mejor caso harina y aceite. (Además de que declaran la mitad en el caso de los licenciatarios y los pesqueros piratas roban ⅔). Y la cabra da carne, leche, lana y piel. 

Para transformar nuestros actuales rebaños de cabras de los Andes, Santiago del Estero y Córdoba, Chaco y Formosa en toda esa riqueza potencial - miles de millones de dólares - lo que falta en el medio es: 1. capital (todos esos equipos cuestan dinero), 2. capacitación del personal, 3. método de trabajo y conexión de la cadena de producción, 4. un sistema aceitado de exportación (que ni la Aduana ni el SENASA pueden proveer porque son máquinas de impedir). En resumen: dinero, conocimiento, tiempo.



¿Qué hacen los burócratas del Ministerio de Agricultura? Le dan sueldos a veterinarios e ingenieros agrónomos para que vayan a ver pobres y compran Hilux. Mientras, el pobre chango, cuela la leche con la que podría producir un tesoro, en su media botella de Coca-Cola (aquí).

Al final son miles de millones de pesos al servicio exclusivo de los burócratas y donde los beneficiarios no reciben ni el 10% del total, mientras siguen sumergidos en la pobreza, la descapitalización y la dependencia.


Lo de siempre.
Lo normal.

Los buenos mueren.








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Western
Attaque 77



¿Qué esperás?
Producción descomunal.
¿Qué esperás?
Hollywood no existe más.
¿Qué esperás?
Sudamérica es así.
¿Qué esperás?
Esto es pura realidad.
¿Qué esperás?
Solucionen el final.
Superman
Nunca viene por acá.

¿Qué esperás?
Nuestro héroe es de verdad,
Nacional,
Bien anónimo y mortal.

Es la historia de cada día.
Siempre el mismo guión,
Trabas y burocracia.
¡Qué frustración!

Lo de siempre.
Lo normal.
Todo gris.
Sin final
Feliz.

En este film
Los buenos mueren.
Los buenos mueren.
Los buenos mueren.

Observá.
No te pierdas el final.
¡Qué fatal!
Paradoja singular.

Nunca más
Nuestro héroe volverá.
Se marchó
Por la puerta de atrás.
Decidió
Evitar la corrupción.
Decidió.
Y ahí nomás se suicidó.

Y pensar
Que fue el maestro del By Pass.
Y murió
De un disparo al corazón.

Es la historia de cada día.
Siempre el mismo guión.
Trabas y burocracia.
¡Qué frustración!

Lo de siempre.
Lo normal.
Todo gris.
Sin final
Feliz.

Siempre es así.
Los buenos mueren.
Los buenos mueren.
Los buenos mueren.
Los buenos mueren.
Los buenos mueren.
Los buenos mueren.
Los buenos mueren.


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