CRISIS DE LA ECONOMÍA

Autor: Marcos Kowalski (@kowalskimarcos)

Hablar de la crisis de la económica en Argentina, supone, según nuestro punto de vista, denunciar en forma implícita una crisis política y cultural que viene desde hace mucho en el tiempo y que subsiste. Indudablemente producto de los errores de la conducción política de la Nación. 

De una increíble continuidad pasando por varios gobiernos de “distinta” procedencia con “economistas” y sus equipos que, teóricamente, parecen de diferentes escuelas con intentos, cada uno, de darle un perfil propio, pero todos desde hace décadas sin encontrar un camino que posibilite un destino diferente al colapso económico.

Casi todos los argentinos están convencidos que la crisis tiene solamente un significado económico, es una opinión que es ampliamente compartida por la población que experimenta los efectos de la economía en sus ingresos, expectativas, nivel de vida, inversiones, fiscalidad, y servicios.

Es que la crisis de la economía, indudablemente bloquea la proyección argentina alejándola siempre de sus reales posibilidades en cuanto al potencial que tiene el país para dimensionarse en el mundo, y, lo que no es poco, destruye el porvenir de una gran mayoría de población generación tras generación.

Más allá de que los efectos que venimos describiendo y padecemos todos son evidentes, entendemos que muchas décadas de ensayar diferentes programas de ajuste sin que se hayan modificado las cosas, hacen que no podamos tratar la crisis económica independientemente de la crisis moral y política de la sociedad.

Por lo que venimos diciendo, el tema de la crisis, es de permanente actualidad, la venimos oyendo desde siempre, con una continuidad de los procedimientos y medidas a pesar de los cambios formales que experimenta la administración económica de turno. Por definición los bienes que se administran en economía son escasos y generalmente suele ocurrir que su distribución no puede satisfacer a toda una población.

Sin embargo, la conducción política debe generar, mediante un proyecto amplio, un modelo para que la casi totalidad de los ciudadanos tengan acceso, mediante sus esfuerzos, a los bienes que establecen como derechos la Constitución Nacional. Nadie en la argentina debería ganar menos que lo que necesita para satisfacer sus necesidades básicas.

Cuando un ministro de economía de la administración que gobierna pone en marcha un proyecto, es, en general, siempre confrontado en forma crítica por economistas mediáticos vociferando soluciones mágicas, agitando, según convenga, una postura de falsas antinomias como origen de la frustración del momento. En realidad, los patrocinan factores de poder como alternativa, pero son lo mismo.

Se manifiestan keynesianos o anti keynesianos, o se esgrime la falsa confrontación de monetarismo o fiscalismo, posturas ampliamente superadas actualmente y que solo sirven para poner de manifiesto la falta de sinceridad de esos personajes y sus argumentos, que siempre critican, justifican o dan escusas de los desarreglos de los gobiernos y “economistas” argentinos.

Aparecen los que “saben” que después cuando gobiernan ya “no saben” y aducen que no conocían “los números” reales de la administración anterior la famosa “situación heredada” y por lo tanto aplican “paquetes” o soluciones, que sí, milagrosamente, solucionan algo, se hace a medias como un paliativo, como tratar de curar un cáncer con un analgésico, no duele, pero el cáncer sigue, un parche que no introduce los cambios de rumbo que la Nación necesita.

No puede ignorarse en ningún análisis objetivo de la realidad nacional que las crisis económicas cuando hacen eclosión son absoluta responsabilidad de décadas de gobiernos y sus respectivos equipos económicos que no pudieron, no supieron o no quisieron adoptar medidas consistentes y perdurables en el tiempo fomentando el crecimiento a partir de la producción.

Es que los gobiernos argentinos, presionados por el endeudamiento con organismos internacionales y especuladores inescrupulosos se preocupan siempre primero por satisfacer las demandas exógenas que las necesidades de nuestro pueblo. Enfrascados en sus propios “relatos” no informan a la opinión pública con veracidad sobre el agotamiento económico y sus consecuencias.

La destrucción de empresas, sobre todo PyMEs, la pérdida de puestos de trabajo y la ruptura de la denominada cadena de pagos, pero al “relato” lo mata la realidad y la población, que padece el descalabro resultante, busca protegerse dentro de sus posibilidades, de allí, la denominada, fuga de capitales de los pudientes y el resguardo en el dólar “colchón” de las personas comunes.

Un párrafo aparte merece en la generación de las recurrentes crisis la presión impositiva, con un instrumento impositivo que no consulta la realidad de la masa contribuyente y ni el contexto económico y financiero total de la economía. Una presión fiscal que tiende a incrementarse sobre el consumo, las actividades agropecuarias, la producción local y las personas físicas.

En definitiva, el gobierno de turno sale a comerse a los contribuyentes en obsequio de una malversación discrecional de dineros públicos en proyectos inconsistentes o directamente en negociados sospechados de corrupción, además de beneficiar, bancos internacionales e industrias exportadoras en la mayoría de los casos insumo dependiente, desnacionalizadas y monopólicas.

En definitiva, el gobierno de turno sale a comerse a los contribuyentes en obsequio de una malversación discrecional de dineros públicos en proyectos inconsistentes o directamente en negociados sospechados de corrupción, además de beneficiar, bancos internacionales e industrias exportadoras en la mayoría de los casos insumo dependiente, desnacionalizadas y monopólicas.

Todos los argentinos debemos hacer el esfuerzo de reconquistar nuestra economía como única forma de contrarrestar la desintegración nacional a la que nos lleva la casta política y sus “diferentes” asesores económicos, tanto de los que gobiernan, como de los que dicen oponerse.

Es necesario que veamos la realidad como es y a partir de allí elaborar una serie de recomendaciones políticas que incluyan un camino en economía hacia la recomposición del aparato productivo, recomponiendo, en lo interno, el circuito económico tradicional y una política agresiva de exportaciones.

De los deslumbrantes planteos ideológicos de los economistas al tembladeral de las cifras hay un abismo. La adjudicación de responsabilidades no debe limitarse a gobiernos o a las personas, sino a las ideas, porque este tipo de situaciones no se soluciona cambiando algunas personas solamente, se modifica principalmente eligiendo gobiernos con nuevas ideas y sistemas.

Es recomendable adoptar un sistema de decisiones económicas y financieras que en el sentido lo más amplio posible, desarticule los mecanismos de dependencia y claudicación política, que es sin duda y desde nuestra fundación como Estado junto con la complicidad por convicción o conveniencia de nuestra casta política dirigente es el origen y motivo de nuestra frustración casi permanente.

Tenemos hoy una dirigencia política a cargo de la administración del Estado que no asume su responsabilidad para salir de la situación, compuesta por una heterogénea alianza, de miserables luchas internas por posiciones de relevancia en el poder, con un parlamento virtual, y una “oposición” cómplice sin ideas definidas ni acordadas sobre un plan de gobierno, utilizando como argumento de toda acción gubernamental una pandemia como excusa de su fracaso.

Las dudas, falta de determinación en toda la conducción de la cosa pública y sobre todo para encarar una de las crisis más grandes de la economía, hacen que se acentúen la falta de legitimidad de una casta política incapaz, como viene demostrando, de un despliegue de medidas eficaces para revertir la situación.

Todo lo expuesto se encuentra asociado a un severo planteo sobre la calidad institucional, sobre todo en lo que hace a la organización y funcionamiento de los tres poderes del Estado. Las demandas populares, que no son como quiere cierta prensa ni anti cuarentena, ni de opositores.

Sino de una ciudadanía que, sin mayores precisiones, reclaman una conducción de la Nación con instituciones austeras, respetuosas del estado de derecho, representativas del interés del hombre común y por ende de la Nación, independientes de los poderes económicos, activas y eficaces.

La situación económica actual, marcada por una recesión continuada desde hace muchos años, la famosa “macroeconomía” absolutamente trabada e inconsistente, altísimo déficit fiscal, reservas casi inexistentes, caída en los depósitos bancarios con marcado deterioro de la solvencia, ruptura de la cadena de pagos, tremendo índice de desempleo con destrucción de puestos de trabajo, caída del salario real y nominal, con un marcado deterioro de la clase media.

El conjunto de estos elementos hace de esta la crisis económica y social más profunda desde el año 2001. La falta de un proyecto Nacional, sostenido en el tiempo, desde hace muchos decenios por incapacidad o egoísmo de la casta política, desviaciones doctrinarias poco pragmáticas de los tecnócratas de la economía que acompañan al gobernante, está haciendo que la economía eclosión otra vez.

Por eso siempre proponemos el desplazamiento de la totalidad de la “casta política” actual canalizando el “que se vayan todos” por el reemplazo de la partidocracia por personas que, como pasó muchas veces en nuestra historia, conformen una nueva dirigencia que impulse proyectos con conocimiento, meritocracia, pero por sobre todas las cosas con sentido patriótico.

La salida de esta crisis resultará traumática, requerirá tiempo, ninguna de las propuestas mágicas de los economistas mediáticos, más o menos liberales, liberales a ultranza o libertarios puede producir efectos en una situación, de esta magnitud catastrófica, inmediatos o milagrosos, requería esfuerzo, imaginación y conocimiento sobre todo de la realidad social.

La situación en que estos señores han dejado a la economía argentina solo hace posible repartir pérdidas, para salir de este atolladero, se deberá impulsar la producción de bienes exportables a partir de lo que se tiene, fundamentalmente la agroindustria y la de insumos básicos a partir de la minería, impulsando políticas que favorezcan a las PyMEs, para recuperar, poco a poco la economía hacia un camino de crecimiento.

A su vez, hay que tener presente que si esto se logra se producirá una fuerte confrontación con el statu quo. Se deberá vencer con energía las presiones que realizará el sistema exógeno, los organismos internacionales y los llamados “mercados” compuesto por fondos especulativos usurarios más o menos delictuales, que por décadas han logrado mediante economistas pagos y gobiernos dóciles sumergirnos en este tipo de crisis.

Para resolver con éxito una crisis profunda se requiere como mínimo que los distintos estamentos del estado compartan ciertas ideas básicas, eso solo será posible con el tiempo, y cambiando los gobernantes por personas que asuman la crisis y puedan crear bases para combatirla, con el diseño y un modelo integral de desarrollo, que los dirigentes políticos actuales no quieren ni están en condiciones de proponer.

En economía hay que asumir los problemas y solo a partir de allí lograr posteriormente una mejora, no se pueden esperar fenómenos exógenos o mágicos. Insistimos que sin una ofensiva exportadora a cuyo servicio no solo deberá subordinarse la diplomacia, sino también una estrategia impositiva, el sistema financiero, la política laboral y otro enfoque tarifario de los servicios públicos no vemos mayores alternativas.

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