GERMEN DE VICTORIA


La adversidad no nos motiva, no sabemos convertir derrotas en victorias.


Es sabido que los ingleses saben contar historias. Y no me refiero solo a que la historia la cuentan los que ganan…

Pensaba en el arte. No nos damos cuenta, pero desde que nacemos, nos educan y estimulan nuestra imaginación con “inglesadas”. ¿Quién no sabe sobre “Alicia en el país de las maravillas", "Las Crónicas de Narnia", "La Isla del Tesoro", "El Señor de los Anillos" o "Harry Potter”? por citar algunos clásicos. 

Ni hablar de las películas, el teatro, las series y la música. No hay duda de que los gringos son un manantial muy prolífico de talento. ¡Inagotable fuente de arte al servicio de la cultura!

Son una especie de imperialismo cultural del que te hacen parte desde el momento en que  tu mamá o tu abuela te acuestan a dormir con un cuento por primera vez.

Esta semana vi “Dunkerque”. Un verdadero peliculón sobre la operación “Dínamo'' llevada  a cabo por los ingleses, entre mayo y junio de 1940, durante la segunda guerra mundial. 

Una joya del cine, producida y dirigida por Cristopher Nolan (el de Batman) y musicalizada por un genio de la partitura como lo es Hans Zimmer.

Claro, para hacer una gran película, es preciso tener una buena historia. Los ingleses no precisan inventarlas ya que cuentan con un frondoso arcón rebosante de experiencias verdaderas, como para no tener que recurrir a la ficción.

La “Operación DÍNAMO” en Dunkerque es una de ellas. Exalta la naturaleza anglosajona y emociona  hasta las lágrimas.

Impulsa a los hombres para intentar lo imposible. Eso es lo que hace grande a los países, no el tamaño de sus territorios o sus recursos naturales. El valor de sus ciudadanos, la autoestima, la confianza en sí mismos, el coraje, el orgullo y el amor a la patria.

Dos noches seguidas vi Dunkerque y la disfruté con sana envidia ambas veces.

Pensé en que somos la antítesis de ese tipo de dignidad.

Después de ver a 340.000 soldados acorralados por el ejército nazi en la costa francesa, rescatados por embarcaciones civiles tripuladas y comandadas por sus dueños (dato histórico), no pude evitar comparar con el retorno al continente de nuestros soldados, combatientes de Malvinas en medio del misterio, a escondidas, a puro silencio y vergüenza.

No pude evitar pensar en la desmalvinización posterior... y en la agenda socialdemócrata que los desarmó, ocultó y humilló por tantos años (doloroso e injusto dato histórico). 

Que importante es la manera de contar los sucesos históricos. Que importante es comprender  la importancia del contenido en el relato cultural.

No sólo en lo militar, en todos nuestros relatos nos tratamos con indignidad. Por ejemplo, respecto de la pandemia. Se nos habló en términos bélicos, se nos describió un enemigo invisible y despiadado, se nos bajó la autoestima al punto de asustarnos para que tuviéramos miedo hasta de nuestra propia sombra.

Al contrario de lo que hicieron los británicos en Dunkerque, nosotros nunca ponemos el germen  de una futura victoria en nuestras huidas desesperadas.

La adversidad no nos motiva, no sabemos convertir derrotas en victorias.

Pedimos que nos cuiden, lo exigimos, lo imploramos y esperamos todo de un estado y gobierno paternalistas, a los que les dejamos contar la historia. Les damos el monopolio del relato para que lo vuelvan en contra nuestra, envenenándonos con mentiras y manipulaciones, les damos el monopolio de la razón y la fuerza para que las usen a su antojo. Eso nos convierte en esclavos.

Hoy estamos como en Dunkerque, el repliegue debe servirnos para rescatar ese germen de futura victoria que seguramente vendrá porque sabremos dar la batalla.

Porque en la vida, como en las películas, el mal no triunfa por siempre.

Al final, llega la hora del bien y la justicia. Y sabremos estar a la altura.


Juan Martín Perkins.


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