DON CAMILO
Autor: Juan Martín Perkins
Las pasiones, los deseos y las inquietudes de todos los hombres de lugares remotos de la tierra, no difieren mucho entre sí. Podría decirse que son universales y prueban que somos todos hermanos hijos de un mismo Padre, aunque nos empeñemos en desconocerlo.
En el mundo pequeño de “Don Camilo”, “La vuelta de Don Camilo” y “El Camarada Don Camilo”, Giovanni Guareschi narra las historias de dos hombres picaros y buenos de un pueblo en las llanuras del Po, al norte de Italia.
Historias entre el cura, “Don Camilo” y el alcalde comunista Giuseppe Bottazzi, alias “Pepón”, donde la voz del Cristo está siempre empeñada en lograr la paz.
Qué pueblo de la tierra no tuvo alguna vez, un alcalde comunista. ¿Quién no tuvo la deliciosa e incoherente desgracia de tener un alcalde comunista y a la vez católico?
Giovanni Guareschi hace un retrato perfecto.
Los curas hacían su trabajo, eran delegados de Cristo en la tierra y su trabajo era el catecismo, exclusivamente. El cura “Don Camilo”, tenía algunos desvíos y se tomaba sus licencias para hacer justicia por mano propia a las trompadas y bajo una capucha.
El alcalde Pepon, a pesar de ser un comunista convencional de esos que se olvidan de la doctrina y el partido cuando se ganan la lotería y agarran un poco de “pasta”, tenía una “gran debilidad”, se las daba de ateo pero era un devoto católico que se garroteaba con el cura.
Desde la Italia de Posguerra, la Italia pobre, no la pobre Italia… ¿quien no ha tenido alguna vez en su pueblo un alcalde comunista con la deliciosa incoherencia de Pepón?
Lo que no fue tan delicioso es lo que ocurrió, luego de la guerra, con la suerte de Don Camilo y lo que él representa.
Giovanni Guareschi, en su último “El camarada Don Camilo” ya denuncia que los curas han dejado de oír la voz del Cristo que baja de la cruz. Dice que entre los rascacielos del milagro económico sopla un viento cálido que huele a cadáver, a sexo y a cloaca.
En la Dolce Vita Italo-Vaticana millonaria (la pobre Italia), está muerta toda esperanza de un mundo mejor porque se combina un horrendo mejunje de demonio y agua bendita, mientras una formación de jóvenes sacerdotes izquierdistas (que no se parecen a Don Camilo) se disponen a bendecir, en nombre de Cristo, las banderas rojas del anticristo.
La historia demuestra que el Don Camilo de Guareschi perdió la batalla.
Hoy pululan los Pepones, pero es muy difícil encontrar un Don Camilo que no sucumba ante el avance de la agenda del marxismo.
No nos hablan de Dios, ¿no baja la voz del Cristo que está en la Cruz detrás del altar?
Nuestro Catecismo tiene temas nuevos, posmodernos. La casa común, la pachamama, el ecumenismo, los inmigrantes, la ideología de género, el aborto… los mandamientos relativos condicionados. Nos hemos distraído y extraviado. Nadie habla claro, de ahí la gran apostasía en la era y en nombre de la misericordia.
El cuadro que pintó Guareschi en los 50 del siglo 20, retrata la lucha entre el cura y el alcalde, El (anti) Cristo y la política que hoy se han mimetizado y son la misma cosa que se disputa el control del socialismo del siglo 21.
La fuerza de Don Camilo era la potencia física más el poder de un espíritu grande y protagonista que no hacía “pobrismo” populista.
Les recomiendo fervorosamente leer a Guareschi. Si les parece anacrónico, relean y duden, lo es tanto como la iglesia verdadera, la que aún late… tiene más de 2000 años y es eterna.
Léanlo, la van a pasar muy bien en aquella Italia de la posguerra, anterior a la generación de “los rectos”, a la de los objetores de conciencia, y a la de los anti Dios… anterior a las generaciones que crecieron en la escuela de la corrupción política y la agenda marxista.
La generación que representa la degeneración… por relativismo.
Juan Martín Perkins.