SUELDOS
El poder adquisitivo de los sueldos está por el piso. Casi, casi al nivel del 2002, luego de la megadevaluación.
Este drenaje fue de a poco. Con cada caída de nivel de actividad hasta hoy. Primero con Cristina Fernández, luego acelerado por Macri y en caída libre con el actual gobierno.
El salario se determina como cualquier precio en la economía. Mucha gente busca trabajo y pocas empresas buscan empleados, el salario baja. Muchas empresas necesitan aumentar sus planteles y poca gente busca empleo, el salario sube.
Durante la campaña presidencial de EEUU en el 2016, la candidata demócrata ofrecía aumentar los salarios mínimos, en el entendimiento (cierto) de que eran bajos. Donald Trump en cambio ofrecía aumentar la cantidad de empleo o lo que es lo mismo, bajar el desempleo.
¿Cuál es la diferencia? Que todo empleador paga un salario si gana dinero con el nuevo empleado, caso contrario se queda como está. Lo único que sucede con el salario mínimo es que el empleador calcula ¿puedo pagar tantos dólares la hora o no? Si los números no le dan, no contrata.
La opción de Trump fue otra. Propuso mover la economía, bajar el desempleo y con eso daba por seguro que los sueldos subirían por sí solos, lo que sucedió.
Sin desocupación los empleadores compiten por los mejores trabajadores. Pleno empleo = suba de salarios promedio y de salarios mínimos en todos los estados del país.
Hay personas que quieren que los salarios suban:
- Los propios empleados más que nadie. Todo asalariado quiere ganar lo más posible.
- Los que venden bienes y servicios a los asalariados. Desde fiambreros a fabricantes de motos o gaseosas.
Pero hay otros que no. Estos son los que desean bajos salarios para bajar sus costos. ¿Son así todos los empleadores? No, sólo algunos, atado al tipo de servicio o bien que ofrecen y si pueden o no trasladar el mayor costo al precio de venta.
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La industria de maquinaria agrícola argentina es más que centenaria. Data de fines del SXIX al igual que la de EEUU. Argentina hoy podría estar exportando maquinaria al mundo, con dos mercados recientes y con dinero: Europa del Este y África y próximamente el sudeste asiático. No en todos lados con los mamuts que se usan acá. Tal vez otros precisan máquinas más pequeñas para superficies chicas o medianas.
Si se cambiaran los impuestos (se eliminaran impuesto a los sellos, a los ingresos brutos y al cheque) y con un tipo de cambio alto, Argentina exportaría al mundo.
¿Qué implicaría esto para el sector? Probablemente que la producción se multiplicara por cinco o por diez para satisfacer la demanda externa. Esto a su vez llevaría a un aumento de inversión y de demanda laboral. Necesariamente empujaría los sueldos hacia el alza.
La exportación combinada con el pleno empleo lleva ineludiblemente a un aumento de sueldos.
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Ejército de desocupados
¿Cuáles son los artilugios de los sectores patronales para mantener los salarios bajos? Uno de ellos es manipular el nivel de actividad. Procurar que la economía nunca llegue al pleno empleo (ejemplo Obama). Otro es la inmigración. Todos esos africanos y árabes que trabajan en negro en los campos de España, Francia, Italia. Todos los inmigrantes que trabajan en negro en los talleres de costura y marroquinería italianos. Todos los mexicanos que levantan las cosechas en California o los que cubren los puestos de personal doméstico o meseros o lavacopas de las grandes ciudades de EEUU o los taxistas pakistaníes de NY o Londres.
Son dos maneras de mantener el ejército de desocupados de Marx. Esto es un grupo de gente sin trabajo como amenaza en caso de que los trabajadores pidieran mejoras salariales.
Buenos salarios
Por más vueltas que le demos, la mejor manera de obtener salarios con poder de compra es con pleno empleo. La Argentina de los sueldos altos, la casita hecha sobre terreno propio, la semana de vacaciones en Santa Teresita y la compra del Renault 4 se hizo con pleno empleo. Ese sueño murió en 1975, cuando las bombas rompían algo más que casas. Dinamitaron un ciclo de prosperidad que había durado décadas.
Si queremos que el salario rinda y que alcance para ahorrar y para un buen pasar se necesitan varios cambios.
El primero quitar todos los impuestos a las compras de bienes y servicios que se consumen en forma masiva tanto para jubilados, asalariados y beneficiarios de la seguridad social. Particularmente alimentos, electricidad, gas y combustible. Eso aumentaría automáticamente el poder de compra del salario.
El segundo es que haya pleno empleo. Y esto requiere diversas maniobras. La primera de ellas es igualar el salario de bolsillo (lo que recibe el trabajador) con el costo salarial (lo que le cuesta al empleador) como sucede en todo el resto del mundo. La brecha entre ambas cifras que hay en Argentina es única por lo extravagante. ¿Por qué es importante achicar o suprimir esta brecha? Porque el empleador decide cuánta gente contratar según su costo laboral y la persona elige qué trabajo tomar según su salario de bolsillo. Igualar ambos números o acercarlos implica eliminar distorsiones entre oferta y demanda o lo que es lo mismo facilitar que la gente tenga trabajo y que sea mejor pago.
Pero para que haya pleno empleo tiene que haber demanda de bienes y servicios. Y la demanda crece sólo por tres razones: consumo interno, inversión o exportaciones. Dado el espiral descendente de la primera y que las inversiones tiene por objetivo satisfacer mayor consumo o mayores exportaciones, nos queda la exportación cómo única forma de traccionar el pleno empleo.
Los políticos creen que eso lo pueden lograr con obra pública o empleo público, cuando eso es desvestir a un santo para vestir a otro. Sí, si cambio veredas todas las semanas habrá trabajo para los obreros paraguayos que la contratista trae, pero es a costa del aumento de ABL. Más obra, menos comercio. O a través de inflación. Sí más obra o más empleados en Cancillería, a costa de caída del salario real por inflación, menor demanda, reducción de turnos en la fábrica de gaseosas. Esto lo probaron mil veces. No funcionó.
Así que supongamos que cambiamos los impuestos y el tipo de cambio y empezamos a exportar de todo: queso, aberturas de madera, pacú, vino fino, sidra, lúpulo, flores, maquinaria agrícola, helicòpteros, tablas de surf y kayaks, muebles, carteras, zapatos, monturas, aperos. Eso va a redundar necesariamente en pleno empleo y alza de los sueldos pero no necesariamente en empleo en blanco.
¿Por qué no? Justamente, por el sobrecosto que significa contratar legalmente alguien en el país. Y en eso es en lo que hay que trabajar. No en “flexibilizar” los contratos laborales. No en “precarizar” el trabajo sino todo lo contrario. Que el trabajo sea sólido, con posibilidades de prosperar y bien pago. Para que todos los trabajadores argentinos estén en blanco y todos tengan los beneficios de la ley, debe eliminarse la diferencia entre el costo laboral y el salario de bolsillo. Y la primera víctima tiene que ser el impuesto a las ganancias, porque el trabajo no es ganancia. La segunda los mil y un ítems de descuentos que van desde financiar la AUH a los institutos de viviendas provinciales, verdaderos centros de desfalco a las arcas públicas. Si eso hay que financiarlo (lo que es otra discusión) no debe salir del salario del trabajador como hoy sucede. Finalmente eliminar los otros descuentos que deben financiarse de otra manera y no, nuevamente, del salario del trabajador excepto el ahorro previsional.
La solución es la misma de siempre; la que propuso Trump: pleno empleo y en blanco.
La varita mágica es una sola: la exportación.
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