EL FEMICIDIO COMO NUEVA IDEOLOGÍA

El femicidio como nueva ideología

por Diego Fusaro

Elinactual

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Escuchando las noticias y leyendo los periódicos, parece que las únicas formas de violencia que existen en el mundo actual son las que afectan a las mujeres y a los homosexuales. Violencia horrible y ciertamente condenable y punible sin más, pero que sin embargo se utiliza hoy de manera apotropaica (defensa de carácter mágico o sobrenatural mediante actos, rituales o fórmulas para alejarse o protegerse del mal), para hacernos creer que es la única, y para ocultar ideológicamente el hecho de que la violencia es la esencia misma de la sociedad de mercado, fundada en la relación de servidumbre y dominación, en la explotación y la sumisión en la miseria de más y más personas en beneficio de unos pocos. Seamos claros: condenemos la violencia, pero condenémosla en todas sus formas, empezando por la violencia económica en la que se basa la sociedad de mercado. 




Quien escribe está, por supuesto, en contra de la violencia. Y, sin embargo, el nuestro es el tiempo de la violencia plenamente realizada, el tiempo de la violencia económica y la dictadura silenciosa de los mercados. Como no me cansaré de repetir, el fundamentalismo de la economía consigue, con las leyes anónimas e impersonales del mercado, aquello que las dictaduras tradicionales sólo podían conseguir con el uso de armas y tanques. Las estructuras dictatoriales tradicionales, por no decir otra cosa, siempre terminaron alimentando formas de disenso y oposición: eran peligrosas y, al mismo tiempo, siempre estaban en peligro, ya que la "estética de las torturas" era la única manera de lograrlas (Foucault) y la violencia visible suscita hostilidad en varios frentes.

Por su parte, el totalitarismo del mercado, también en virtud de su impersonalidad anónima, impide de antemano la constitución de una desobediencia operativa, ya que presenta sus crímenes como sistémicos, necesarios, ineludibles, debido a las leyes sagradas de la economía fetichizada: como si, de hecho, no fueran producidos concretamente por nadie y, en consecuencia, nadie los pudiera remediar.

 Y mientras esta violencia indecente que no se manifiesta a la cara, resonando en un triunfo tras otro, la escena mediática e intelectual está ocupada por las figuras de los nuevos Solones, que denuncian la violencia subjetiva para aceptar sic et simpliciter lo sistémico, condenan las formas despóticas del pasado para que las del presente, de la economía y de la circulación de bienes permanezcan invisibles: pontifican sobre la cuestión moral para que la atención no vuelva a concentrarse en la social, y condenan toda forma de violencia que no sea la económica. Esto explica la ideología del femicidio, cuya función es ‒lo digo de la manera más simple y directa‒ desviar la atención de la violencia económica para trasladarla a otras formas de violencia.




Así que sucede que la denuncia justa de la homofobia o femicidio en sí misma se utiliza ahora puntualmente para desviar la atención de la violencia sistémica de la sociedad de mercado. La violencia ‒repite la ensordecedora ideología que impregna el reino de los medios de comunicación‒ está en todas partes excepto en el mundo del que somos habitantes, gobernado como está por las divinidades olímpicas de "Libertad, Igualdad, Propiedad y Bentham" (Marx). De esta manera, gracias al gran cuerpo del pensamiento único dominante, se transmite la idea de que la sociedad en sí misma no es violenta y que la única violencia es contra las mujeres: debemos reaccionar ante esta nueva ideología imponente e incluir la denuncia incondicional de todas las formas de violencia (sobre las mujeres como sobre los niños, sobre los animales como sobre el medio ambiente) en una práctica activa más amplia de oposición a la prosa cosificadora del capital. 





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