LA TRANSFORMACIÓN DE LA VIDA POLÍTICA BRITÁNICA

El Partido Brexit todavía sobre rieles para transformar la política británica

Por GERALD WARNER
Nota Original: https://reaction.life/brexit-party-is-still-on-track-to-transform-british-politics/

Nota de Restaurar: El jueves 23 de mayo hubo elecciones para el Parlamento Europeo en Gran Bretaña (en el resto de Europa fue el domingo 26) donde ganó un partido de 45 días dirigido por Nigel Farage. Fue un golpe para los dos partidos tradicionales: el laborismo y el conservadurismo (tories). Este jueves 6 de junio hubo elecciones en un distrito del norte del país (zona obrera y minera con predominancia del laborismo) para reponer una representante que fue destituida para que cumpla su condena en prisión (es una larga historia y no viene al caso). Finalmente ganó el laborismo, por escaso margen y habiendo perdido un 17% de su voto respecto a la elección anterior. El nuevo partido, ahora de 60 días de vida, estuvo a menos de 700 votos de ganar.
Le traemos esta noticia a los lectores de Restaurar por dos razones: 1) porque estamos viendo en vivo y en directo la muerte de dos partidos tradicionales, que existían antes del dominio socialdemócrata y de la instalación del nuevo orden mundial; ambos se volvieron socialdemócratas con la misma oferta electoral (al igual que todos los  partidos de Europa y de la Argentina) y ambos se están convirtiendo en escombros ante nuestros ojos; es hermoso, y 2) porque Gerald Warner escribe muy bien. Al pie tienen la versión completa del texto en inglés.





La última línea de defensa de los partidos tradicionales - el mito de que ellos estaban eternamente protegidos del desafío de los nuevos partidos por el sistema electoral first-past-the-postse cayó a pedazos. El jueves en Petersborough el Partido Brexit, de dos meses de vida, estuvo a 683 votos de ganar su primer escaño en Westminster (*).

Por supuesto, hubiera sido una ventaja psicológica considerable si los titulares hubieran gritado "NUEVO PARTIDO GANA" y la recién nacida creación política de Nigel Farage hubiera agregado a Peterborough a sus laureles de la elección europea - una diferencia electoral tan estrecha es siempre tentadora. Pero la ineludible realidad que los políticos tradicionales y los psephologist (**) discernirán de este resultado es, en términos de substancia, tan cataclísmico, si bien menos espectacular, que una victoria del Partido Brexit.

Un partido que no existía dos meses atrás, luego de aguantar el enorme esfuerzo de ganar por gran diferencia las elecciones al parlamento europeo, fue ya tarde, avanzada la campaña, a Petersborough donde el laborismo viene planeando la elección desde el momento en que la representaten Fiona Onasanya fue acusada ante un tribunal criminal. Un partido que cuenta con toda la información del padrón acumulada por décadas y que tiene el soporte en el territorio de sus concejales y consejeros locales.

El Partido Brexit, en contraste tanto con el laborismo como con los tories, fue a ciegas, sin organización en el lugar, sin consejeros o concejales, sin datos. Aún así consiguió quedar a 2% de ganar al laborismo, con una gran participación del 48%. En terminología clásica, el laborismo fue a buscarlos votos (***). A menudo se le da mucho crédito a las maquinarias partidarias para obtener victorias electorales, pero cuando el margen es de 683 votos es discutible que fuera decisiva una operatoria bien aceitada.

La pregunta más hueca que hizo un comentador de televisión después del resultado fue: "¿Esto significa que el Partido Brexit no puede ganar con el sistema first-past-the-post?". Qué comentario idiota. ¿Cuando los conservadores (tories) perdieron Petersborough en manos del laborismo en el 2017 por 607 votos alguien sugirió que los conservadores nunca podrían ganar por el sistema de votación? Entonces, ahora que el Partido Brexit se privó de ganar por 683 votos, ¿por que alguien imaginaría que no puede ganar elecciones FPTP?

De hecho, los resultados del jueves señalan justamente lo opuesto: el Partido Brexit es un contendiente de cuidado y el sistema electoral no es una barrera para su crecimiento. Si hubiera perdido por miles de votos, el truco de first-past-the-post podría tener alguna credibilidad. Pero con un margen de tres dígitos entre el primer y el segundo lugar deja en claro que el Partido Brexit ha superado el obstáculo interpuesto por Westminster que siempre ha atormentado a los partidos políticos novatos y ahora el Partido Brexit está listo para causar estragos a los partidos tradicionales.

Las encuestas del Financial Times para eventuales elecciones generales le da una intención de voto al Partido Brexit del 26%, poniéndolo en primer lugar.  No es un devenir hipotético: el jueves en Petersborough el PB se aseguró el 29% de los votos. Los partidos tradicionales están debidamente notificados. Las celebraciones del laborismo tenían un frágil dejo de alivio histérico, pero sus estrategas deben saber que un esfuerzo equivalente no puede ser sostenido en todo el país en una elección general y que solamente se han asegurado una suspensión de condena.

La porción del voto al laborismo cayó un 17% comparado con el 2017 (****); las victorias electorales de esa clase son más ominosas que tranquilizadoras. Un partido de oposición no debería tener una hemorragia de apoyos en semejante escala. El resultado tuvo un efecto gratificante para aquellos que le desean el mal al laborismo: lo deja al partido engrampado con Jeremy Corbyn. Como el partido laborista no ha estado en el gobierno en los últimos años el odio de la población contra él es levemente inferior si lo comparamos a la suprema aversión que los conservadores han provocado en el electorado.

Para los tories las cartas están echadas. En Petersborough perdieron el 25% de los votos (*****): acá terminó la ilusión de que los votantes que los habían abandonado en las elecciones europeas iban a volver al redil para la disputa por Westminster. La realidad es que la mayoría de ellos no lo harán. Theresa May dimitió como líder de los tories el viernes 7 de junio con otro desastre electoral inscripto en su récord.

Y no es sorpresa. Hasta el momento lejos de adquirir algún sentido de autopreservación, el partido conservador en el parlamento continúa sus provocaciones contra el electorado. Michael Gove [candidato tory], con sus oídos finamente sintonizados con el sentimiento nacional, se propone a sí mismo como nuevo primer ministro, ofreciendo en su plataforma extender aún más la crisis del Brexit proponiendo una extensión luego del 31 de octubre (******).

Rory Stewart [candidato tory] declara que un Brexit según la Organización Mundial de Comercio [OMC, WTO en inglés] sería "ilegal". Gracias, Rory, eso es justo lo que el partido necesito oír de un candidato al liderazgo (¿qué estás fumando en estos días?). Boris, supuestamente la gran esperanza de los que quieren el Brexit, está trantando de obtener el soporte de los que  quieren quedarse en la UE, desde el momento en que dicha fracción del partido lo identifica a él, correctamente, como "maleable" y cree que él puede darse vuelta. Desde el momento en que la decisión de Boris por apoyar "Irse" o "Quedarse" en la campaña del referendum por el Brexit fue probablemente decidida arrojando una moneda al aire, cualquiera que vea a Boris como garante del Brexit se engaña a sí mismo.

El partidario del Brexit Dominic Raab será bloqueado por los quintacolumnistas que quieren quedarse en la Unión Europea que están dentro del bloque parlamentario, de tal forma que los miembros del bloque nunca puedan llegar a votar por él. Significativamente, su pedido de votos a la posibilidad de suspender las sesiones del parlamento como forma de asegurarse un Brexit en los términos de la OMC, provocó una agria respuesta de John Bercow (presidente de la cámara), lo que demuestra que Bercow reconoce el peligro que semejante acción representaría a su usurpada autoridad.

Este es el último gobierno conservador, preocupado en seleccionar su último primer ministro conservador. Pero el laborismo también enfrenta su inminente extinción. Si bien el candidato del Partido Brexit, Mike Greene, no estará ocupando una banca en la Cámara de los Comunes, eso no altera la irrefrenable progresión de los partidos tradicionales hacia su final disolución.

Cuando la dinastía imperial china fue derrocada en el año 1911, "agotó el mandato de los Cielos", se conformó un peculiar arreglo. El gobierno republicano permitió que el niño emperador y su corte imperial, atiborrada de eunucos, continuara viviendo en la Ciudad Prohibida, manteniendo su tradicional pompa y ceremonia, mientras no ejercía poder alguno fuera de sus murallas. La surrealista situación duró por más de una década antes de que semejante charada finalizara.

Hoy, tenemos una situación similar en el Palacio de Westminster. Un parlamento con un pie en el estribo, donde muy pocos de sus miembros sobrevivirá una contienda electoral, está alimentando el espejismo de que es "soberano" y que tiene el poder para bloquear la voluntad democrática del electorado al "parar el Brexit". En la próxima elección general serán dispersados a los cuatro vientos, los políticos eunucos serán desalojados y todo este delirante conjunto de personajes reducido a una anécdota bizarra de la historia. El Parlamento agotó el mandato de los Cielos.


(*) Parlamento Británico.
(**) Encuestadores. El autor les toma el pelo.
(***) Insistió a sus adherentes a que concurrieran a votar, en un país donde el voto es optativo.
(****) Resultados Partido Laborista en Petersborough 2019: 30,9%, 2017: 48,1%.
(*****) Resultados Partido Conservador (tories) en Petersborough 2019: 21,4%, 2017: 46,8%.
(******) Última fecha para negociar con la UE arreglada hace unas semanas por Theresa May.


* * *

The last line of defence for the legacy parties – the maxim that they are eternally protected from challengers by the first-past-the-post electoral system – has crumbled. At Peterborough last night the two-months-old Brexit Party came within 683 votes of winning its first Westminster seat.

Of course, there would have been considerable psychological advantage if the headlines had screamed “New party wins” and Nigel Farage’s infant political creation had added Peterborough to its European election laurels – such a narrow electoral miss is always tantalising. But the underlying realities that professional politicians and psephologists will discern from this result is, in terms of substance, every bit as seismic, if less spectacular, as a Brexit Party victory.

A party that did not exist two months ago, after sustaining the massive effort of winning a landslide in the EU elections, came late to Peterborough where Labour had been planning for a by-election from the moment its MP Fiona Onasanya was charged with a criminal offence, bolstered by polling data accumulated over decades and supported on the ground by local councillors.

The Brexit Party, in contrast to both Labour and Tories, was flying blind, with no local organization, no councillors and no data. Yet it managed to come within 2 per cent of beating Labour, on a large by-election turnout of 48 per cent. In the classic terminology, Labour “got its vote out”. Often too much credit is given to party machines for election victories, but when the margin is 683 votes it is incontestable that a well-oiled operation was decisive.

The most vacuous question voiced by any commentator in the television studios after the result was: “Does this mean that the Brexit Party cannot win under the first-past-the-post system?” What an idiotic comment. When the Tories lost Peterborough to Labour in 2017 by 607 votes did anyone suggest the Conservatives could never win under first-past-the-post? So, now that the Brexit Party has failed to gain the seat by 683 votes, why would anyone imagine it cannot win FPTP elections?

In fact, last night’s result signals precisely the opposite: the Brexit Party is a serious contender and the Westminster electoral system is no barrier to its progress. If it had lost by thousands of votes, the old first-past-the-post jinx might have had some credibility. But a three-figure margin between first and second place makes it clear that the Brexit Party has surmounted the Westminster hurdle that has long bedevilled new political groupings and is poised to wreak havoc on the legacy parties.

The opinion poll in Friday’s Times on general election voting intentions puts the Brexit Party first on 26 per cent. That is no hypothetical outcome: at Peterborough yesterday it secured 29 per cent of the vote. The legacy parties are under notice to quit. The Labour celebrations at Peterborough had a brittle timbre of hysterical relief, but their strategists must know that an equivalent effort could not be mounted nationwide at a general election and they have only secured a temporary reprieve.

The Labour Party’s share of the vote was down by 17 per cent from 2017; election victories of that kind are more ominous than reassuring. An opposition party should not be haemorrhaging support on that scale. The result has the gratifying effect, for those who wish Labour ill, of leaving the party still saddled with Jeremy Corbyn. Because Labour has not been in government public anger against it is slightly blunted compared to the loathing of the Conservatives that has seized the electorate.

For the Tories the jig is well and truly up. At Peterborough their vote share declined by 25 per cent: so much for the comforting delusion that voters who deserted them at the European elections would return to the fold for Westminster contests. The reality is that most of them will not. Theresa May demits office as Tory leader today with yet another electoral disaster inscribed on her record.

And no wonder. So far from acquiring some sense of self-preservation, the Conservative parliamentary party continues its provocations against the electorate. Michael Gove, his ear finely attuned to the national mood, proposes himself as prime minister on a platform of extending the Brexit crisis even beyond 31 October.

Rory Stewart declares that a WTO Brexit would be “illegal”. Thanks, Rory, that’s just what your party needs to hear from a leadership candidate (what are you smoking these days?). Boris, the supposed great hope of the Brexiteers, is attracting Remainer support since that faction has rightly identified him as “malleable” and believes he could be turned around. Since his decision whether to support Leave or Remain in the referendum campaign was probably decided on the toss of a coin, anyone who views Boris as a guarantor of a clean Brexit is deluded.

Brexiteer Dominic Raab will be blocked by the Remainer fifth column within the parliamentary party so that the members never get an opportunity to vote for him. Significantly, his canvassing of the possibility of proroguing parliament to secure a WTO Brexit provoked an immediate angry rebuttal from John Bercow, showing that he recognizes the danger such a move would represent to his usurped authority.

This is the last Conservative government, preoccupied with selecting the last Conservative prime minister. But Labour is also facing imminent extinction. Although the Brexit Party’s Peterborough candidate Mike Greene will not be taking a seat in the House of Commons, that does not alter the remorseless progression of the legacy parties towards final dissolution.

When the Chinese imperial dynasty was overthrown in 1911, having “exhausted the mandate of heaven”, a peculiar arrangement was made. The republican government allowed the boy emperor and his imperial court, staffed by eunuchs, to continue living in the Forbidden City, maintaining all the traditional pomp and ceremony, while exercising no power outside its walls. That surreal situation endured for more than a decade before the charade was ended.

Today, we have a similar situation within the Palace of Westminster. A rump parliament, few of whose members would survive an electoral contest, is nurturing the delusion that it is “sovereign” and that it has the power to block the democratic will of the electorate by “stopping Brexit”. At the next general election it will be dispersed to the four winds, the political eunuchs evicted and the whole grisly tableau reduced to a bizarre historical memory. Parliament has exhausted the mandate of heaven.

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