SANDÍA: VERDE POR FUERA Y ROJA POR DENTRO


El plan verde del laborismo rojo está diseñado para destruir el capitalismo.


Nota de Restaurar: a la vista del acuerdo firmado con la Unión Europea y dadas las numerosas restricciones impuestas por la UE bajo la excusa del calentamiento global y el Acuerdo de París, ideales para suprimir industrias y eliminar competencia indeseada, es buena idea de que todos los argentinos nos volvamos expertos en el gigantesco fraude que es el calentamiento global y los acuerdos de reducción de eliminación de gases. Acercamos una nota más, políticamente incorrecta, sobre esta manipulación de la ciencia con el objeto de obtener mayor presupuesto para los estados, generar negocios para los amigos del poder y tener la excusa perfecta para eliminar competencia indeseada.

Por Gerald Warner

Nota original: https://reaction.life/labours-red-greenery-is-designed-to-destroy-capitalism/
Texto en inglés al pie.
Traducción: Hyspasia

Acá lo tienen. No hay más camuflaje o máscaras. Se sacaron la careta. El discurso de John McDonnell esta semana dirigido a los líderes de negocios en la sede de UK Finance (Finanzas de Gran Bretaña), la cámara empresarial de banqueros y financistas que nuclea a 250 firmas, constituyó un manifiesto de la revolución marxista dura dado en la guarida del enemigo de clase.

Según los reportes McDonnel habló con tono desapasionado y sobrio. Era la voz del commissar [N. de T.: comisario político] totalmente bajo control desmenuzando en detalle sus demandas post-revolucionarias a la clase capitalista derrocada. La desventurada "former people" [NdT: los venidos a menos] han sido debidamente notificados: el mes pasado McDonnel le dijo a todos los gerentes generales de las más grandes empresas: "Yo creo realmente que Marx logró un análisis crítico del capitalismo que debemos tener en cuenta".

Las tesis de Junio de McDonnell son el plan maestro para la Revolución Británica. Toda revolución necesita un pretexto, un factor desestabilizador que promueva la conmoción social y un laborista corbynista ha aprovechado la "crisis" del cambio climático. McDonnell, haciéndose pasar por el salvador del mundo, anunció los planes para prevenir que sea invertido dinero en compañías que no aprueben la valuación de buenas prácticas climásticas según los criterios del laborismo. También dijo que el laborismo va a sacar de cotización en la Bolsa toda firma que no tenga credenciales verdes satisfactorias.



No es de sorprender que algunos críticos de la City de Londres denunciaran esto como "totalitarismo financiero". Semejantes políticas insanas equivalen a desmantelar el sistema financiero de Gran Bretaña. La oportunidad en que se formuló el discurso es impecable. Con tantas instituciones e inversores en la duda respecto a mantener su presencia en Gran Bretaña debido a las incertidumbres del Brexit, un marxista manipulando los aparejos del sistema financiero pondrá a la City de Londres dentro de la tormenta perfecta de desinversiones y retiros de capital.

McDonnell ya había invitado a los extremistas del cambio climático que pertenecen a la agrupación Extinction Rebellion como asesores de la banca laborista en el Parlamento. Intenta crear un Instituto de Inversiones Sustentables manejado por el canciller (él mismo), el secretario de negocios y el gobernador del Banco de Inglaterra. "El Instituto de Inversiones Sustentables tendrá la responsabilidad de asegurar que el Banco de Inglaterra está haciendo su parte en frenar el ingreso de dinero a proyectos que matarán (SIC) el planeta o que desestabilizarán nuestra economía", dijo McDonnell.

¿Desestabilizar la economía? Dios no lo quiera. El laborismo ya está comprometido con un programa extravagante de renacionalización del agua, de la mayoría del sector energético y de los ferrocarriles que costará £ 175 mil millones, de acuerdo al CBI [NdT: Confederation of British Industry, la principal cámara empresarial británica]. Esta economía planificada será custodiada, como lo ha revelado The Sunday Times, por la irresistible Oficina de Responsabilidad Presupuestaria que depende del Parlamento y no del Tesoro y que llevará adelante planes de la oposición durante las elecciones generales - un ejercicio partisano descarado.



El laborismo espera asegurar su toma totalitaria de la economía y de la sociedad al invocar la tan promocionada "emergencia climática". Desde sus orígenes como fuerza política en los '90, el Grande Peur del calentamiento global ha sido adoptada como una herramienta de propaganda de la izquierda. Al agrandar el Proyecto Miedo exponencialmente, el objetivo es mover a las economías desde una economía de tiempos de paz a una economía de guerra, con el estado arrogándose a sí mismo poderes sin precedentes en el nombre de salvar el planeta de la catástrofe.

Los gobiernos han abrazado el alarmismo climático desde el principio porque la treta les permitió agregar impuestos adicionales y aumentar el poder del estado. La izquierda, encallada por el triunfo de la economía pro-mercado de Thatcher/Reagan y por el colapso de la Unión Soviética bajo el peso de la esclerótica planificación de la economía, se refugió en el Marxismo de la Escuela de Frankfurt que busca controlar la cultura más que los sistemas económicos.

Gradualmente esta émigration intérieure marxista descubrió el potencial de las políticas de cambio climático para desestabilizar la sociedad Occidental y retornar a una ofensiva revolucionaria, camuflada de verde. El ultimatum de McDonnell de esta semana a la industria de servicios financieros es la culminación de años de propaganda alarmista.



¿Está cambiando el clima? Si, por supuesto, siempre lo está. Aún en el corto plazo que hay entre el Período Cálido Medieval y el inhospitalario frío del final del SXVIII cuando el Támesis se congelaba su superficie hasta un metro y medio de profundidad todos los inviernos, de  tal forma que había parques de diversiones sobre hielo todos los años - un lapso que representa un nanosegundo en la eco-historia - Inglaterra experimentó significantes cambios de temperatura. La actividad solar es el mayor determinante climático. ¿Qué se supone que debemos hacer? ¿Bajar el termostato del sol a nivel 4?

El cambio climático demanda una respuesta mesurada, especialmente en las áreas costeras. En otras partes del mundo podrá tener un efecto más serio. Pero describir esta variación rutinaria como "crisis" es extravagante. Como el dinero de los contribuyentes está en juego, ya es tiempo de que el gobierno británico conduzca una investigación adecuada y neutral sobre este supuesto fenómeno, tomando en consideración científicos de toda clase de opinión.

El IPCC de Naciones Unidas [NdT:  Intergovernmental Panel on Climate Change - Panel Intergubernamental del Cambio Climático] ha hecho al mundo un flaco favor al politizar el tema. Tuvo que retractarse de casi todas sus predicciones, desacreditadas por eventos posteriores - o la ausencia de evento alguno. Los alarmistas climáticos determinaron hace una década atrás, con objetivos propagandísticos, declarar que "la ciencia ya ha hablado" y clausuraron el debate - apartándose así de la práctica científica establecida.

Escándalos como el desacreditado "palo de hockey", los ejemplos de Al Gore de desprendimientos de hielo y el "Ocultemos el declive" de la Universidad de East Anglia no tuvieron ningún efecto en confrontar el caso alarmista. Aplicando el mote de "negador del cambio climático" [climate deniaer] a todo científico disidente refleja una motivación ideológica más que científica dentro de los promovedores de las campañas de calentamiento global. El movimiento se ha convertido perturbadoramente en un cultu. El espectáculo de los líderes del mundo rindiendo pleitesía a una jovencita de 16 años que, rara, alega poder ver CO2 con sus ojos nos retrotrae a la histeria alrededor de la Cruzada de los Niños [NdT: eventos parte reales y parte ficticios del año 1212 luego de la Cuarta Cruzada].

Necesitamos una evaluación objetiva antes de comprometernos a ninguna de estas medidas extremas. Las predicciones de calentamiento global modeladas por computadora todavía no se han reflejado en las temperaturas de superficie. No hay que quedarse en la complacencia, pero tampoco sumergirse en el pánico. Si las extremas predicciones de los alarmistas climático son implementados, será el final de la sociedad capitalista, lo que John McDonnell sabe muy bien.

Aún así todos aquellos de su misma persuasión han obtenido un pase libre de las mismas personas e instituciones que buscan derrocar. La respuesta a este Manifiesto Comunista por parte de los líderes de negocios fue un coro para aplacarlos: "El Canciller en las sombras tiene razón en estar preocupado por el cambio climático y nuestro sector tiene un importante rol que jugar...". "Claramente, hay que hacer más para tacklear el cambio climático...". Y de parte del presidente de UK Finance, Stephen Jones: "Lograr que haya cero emisiones de carbón para el año 2050 es difícil pero es un objetivo crítico por el cual debemos trabajar todos juntos y nuestro sector está listo para responder en consecuencia".

El gobierno conservador ya se ha comprometido a esta insano y desacertado objetivo de cero emisiones de carbón para el año 2050 a un costo de £ 1,5 billones - un Danegeld (*) de los alarmistas que reducirá radicalmente los estándares de vida de este país [Gran Bretaña].

Pocos en Westminster [el Parlamento Británico] han tenido el coraje de sacarse de encima a los grupos de presión del establishment y decir: "Éste es un proyecto revolucionario marxista que usa previsiones climáticas dudosas y controvertidas como pretexto. Necesitamos someter esta teoría a investigación crítica".

Por tres décadas un "liberal social" político de "centro derecha" y el establishment financiero ignoraron la colonización de escuelas, universidades, medios de comunicación y todos los foros de influencia del pensamiento marxista. Ahora, esta ideología revitalizada está emergiendo de las catacumbas culturales y marchando por su objetivo tradicional, el capitalismo, cuyo sistema inmunológico es inexistente. Tengan miedo.





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Notas:
(*) Danegeld: Impuesto abusivo impuesto o extorsión que se le pagaba a los vikingos (danises, danish) para evitar que ingresaran a las aldeas y las saquearan.

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Agradecemos la difusión del presente artículo:  

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Versión original:

Labour’s red greenery is designed to destroy capitalism

By Gerald Warner

There you have it. There is no more camouflage or dissembling. The mask is off. John McDonnell’s address earlier this week to business leaders at the offices of UK Finance, the representative body for the banking and finance industry with a membership of more than 250 firms, was the manifesto of hard Marxist revolution delivered in the lair of the class enemy.

McDonnell reportedly spoke in a detached, dispassionate tone. It was the voice of the totally controlled commissar spelling out his post-revolutionary demands to the overthrown capitalist class. The hapless “former people” had already been warned: last month McDonnell told business CEOs: “I do believe actually that Marx has got a critical analysis of capitalism that we have to take into account.”

McDonnell’s June Theses are the blueprint for the British Revolution. Every revolution needs a pretext, a destabilizing factor to promote social upheaval, and Corbynista Labour has seized upon the climate change “crisis”. McDonnell, posing as the saviour of the world, announced plans to prevent money being invested in companies that do not meet Labour’s assessment of good climate practice. He also said Labour would delist from the Stock Exchange firms that had unsatisfactory green credentials.


No wonder some City critics denounced this as “financial totalitarianism”. Such insane policies would amount to the dismantling of the UK financial system. The timing, too, is impeccable. With many institutions and investors on the cusp in respect of maintaining a presence in Britain because of Brexit uncertainties, Marxist rigging of the financial system would catch the City in a perfect storm of withdrawal and disinvestment.

McDonnell has already invited the climate extremists from Extinction Rebellion to become advisers to Labour’s policymakers. He intends setting up a Sustainable Investment Board manned by the chancellor (himself), the business secretary and the governor of the Bank of England. “The Sustainable Investment Board will have responsibility for ensuring that the Bank of England is doing its bit to stop money flowing to projects that will kill the planet or destabilise our economy,” said McDonnell.

Destabilise the economy? Heaven forfend. Labour is already committed to an extravagant programme of renationalization of water, most of the energy sector and the railways that would cost £175bn, according to the CBI. This command economy would further be enforced, as revealed by The Sunday Times, by compelling the Office for Budget Responsibility to report to Parliament rather than the Treasury and to cost opposition party spending plans during a general election – a blatantly partisan exercise.

Labour hopes to be able to secure this totalitarian grip on the economy and society by invoking a hyped up “climate emergency”. From its origins as a political force in the 1990s the Grande Peur over global warming has been adopted as a leftist propaganda device. By ratcheting up this Project Fear exponentially the design is to shift societies from a peacetime to a war economy, with the state arrogating to itself unprecedented powers in the name of saving the planet from catastrophe.

Governments embraced climate alarmism early because of the scope it afforded for levying additional taxes and enhancing the outreach of the state. The Left, routed by the triumph of pro-market Thatcher/Reagan economics and the collapse of the Soviet Union under the weight of its sclerotic command economy, retreated into Frankfurt School Marxism which sought control of the culture rather than economic systems.

Gradually that Marxist émigration intérieure discovered the potential of climate politics to destabilize Western society and returned to the revolutionary offensive, camouflaged in green. McDonnell’s ultimatum this week to the financial services industry is the culmination of years of alarmist propaganda.

Is the climate changing? Yes, of course, it always has. Even in the short time span between the Mediaeval Warm Period and the inhospitable cold of the late 18th century when the Thames froze to a depth of six feet every winter, so that funfairs were held every year on the river – a time lapse representing a nanosecond in eco-history – England experienced significant temperature variations. Solar activity is the chief climate determinant. What are we supposed to do – turn the Sun down to mark 4?


Climate change demands a measured response, especially in coastal areas. In other parts of the world it may have more serious effects. But to describe this routine variation as a “crisis” is extravagant. Since taxpayers’ money is at stake, it is high time the British government conducted a proper, neutral investigation of the alleged phenomenon, involving scientists of every shade of opinion.

The UN’s IPCC has done the world a serious disservice by helping to politicize the issue. It has had to resile from many of its forecasts, discredited by subsequent events – or non-events. Climate alarmists determined a decade ago, for propaganda purposes, to declare that “the science is settled” and to refuse further debate – a departure from established scientific practice.

Scandals such as the discredited “hockey stick”, Al Gore’s dodgy ice-core samples and “Hide the decline” at the University of East Anglia did nothing to bolster the alarmist case. Applying the term “climate denier” to dissident scientists reflected an ideological rather than scientific motive among global warming campaigners. The movement has become disturbingly cultish. The spectacle of world leaders deferring to a 16-year-old schoolgirl who, uniquely, claims to be able to see CO2 with the naked eye smacks of the hysteria surrounding the Children’s Crusade.

We need an objective assessment before committing to any excessive measures. The predictions of global warming modelled in computers have not been reflected in surface temperatures. Complacency is not in order, but neither is panic. If the extreme prescriptions of climate alarmists are implemented, it will be the end of capitalist society, as John McDonnell knows well.

Yet those of his persuasion have been given a free pass by the people and institutions they seek to overthrow. The response to his Communist Manifesto from business leaders was a chorus of appeasement: “The shadow chancellor is right to be concerned about climate change and our sector has an important role to play…” “Clearly, more has to be done to tackle climate change…” And from the chief executive of UK Finance, Stephen Jones: “Achieving net zero carbon by 2050 is a difficult but critical target that we must all work together to address and as an industry we stand ready to respond.”

The Conservative government has already committed to that insane and pointless net zero carbon by 2050 target, at a cost of £1.5 trillion – a Danegeld to alarmists that would radically reduce living standards in this country.

Few at Westminster have had the courage to shrug off establishment groupthink and say: “This is a revolutionary Marxist project using a dubious and contested climate forecast as a pretext. We need to subject this theory to more critical investigation.”

For three decades a “socially liberal” political “centre-right” and financial establishment ignored the colonization of schools, universities, media and all other forums of influence by Marxist thinking. The culture wars were surrendered by default to the Marxist left. Now, that revitalized ideology is emerging from the cultural catacombs and marching on its traditional target, capitalism, whose immune system is non-existent. Be very afraid.

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