LA FURIA DEL BÁRBARO

Envueltas en los colores de la modernidad, unas fuerzas nihilistas buscan quebrar la conciencia de las clases medias occidentales



Autor: Santiago González (@gauchomalo140)

A la izquierda tenemos la imagen que posiblemente mejor resume, en su sencillez, nuestros valores más altos, esos que siempre logramos mantener a resguardo de controversias circunstanciales, incluso de las más encarnizadas, porque están en el corazón de nuestras creencias religiosas y de nuestras convicciones filosóficas más profundas e intransferibles: la creación, la vida, el don de sí, el amor, el amparo. E implícitamente, la afirmación de la historia, la tradición, el legado. A la derecha tenemos la imagen inconcebible y aberrante de la negación violenta de esos mismos valores, creencias y convicciones: la imagen de la destrucción, la muerte, el egoísmo, el odio, el desapego. Y con ellos el repudio de la continuidad, la donación, la herencia. La primera imagen acumula veinte siglos de cultura occidental; la segunda es obra arbitraria, inconsulta y despótica de un poder político ensimismado y fuera de control.  Aquí, como en el resto de Occidente, la clase política ha perdido todo contacto con quienes le confieren el poder y se ha entregado con vileza mercenaria al servicio de unas fuerzas nihilistas que desde el comienzo del siglo se han lanzado con la furia del bárbaro a la destrucción de Occidente. Esas fuerzas se presentan envueltas con los colores de la modernidad, el globalismo, el multiculturalismo, la socialdemocracia, el progresismo e incluso la izquierda; su arma principal es el dinero y la corrupción, y su propósito el avasallamiento y la conquista. Esas fuerzas definen el polo opuesto de lo que consideramos propio, como nación y como cultura. Esas fuerzas son el enemigo. Esto no tiene nada que ver con capitalismo versus comunismo, ni con liberalismo versus populismo, ni con ninguna de las polaridades conocidas. Esto es algo desconocido: se trata de una élite de nuevo cuño empeñada en crear un orden mundial a su medida, para lo que necesita quebrar la conciencia de las clases medias que dieron su impronta a las sociedades occidentales luego de la Segunda Guerra. Esa tapia brutal de madera que ahoga el latido del niño por nacer describe mejor que cualquier otra cosa las amenazas que se ciernen al mismo tiempo sobre nuestro país, y sobre la cultura en la que nuestro país se inscribe. Y la respuesta que merece la sugerí alguna vez en este sitio: “Dios para afianzar una patria, patria para levantar un hogar, hogar para formar hombres y mujeres cabales.” Elegí estas imágenes porque ilustran de qué modo ingresamos a la tercera década del siglo y, por su misma naturaleza, me pareció apropiado hacerlo el día de los Santos Inocentes. –

S.G.

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Asesinato de los Santos Inocentes, Peter Paul Rubens.

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