SOBRE ANIMALES, ANIMALISMO, HUMANO Y DESHUMANIZACIONES
La idea de este artículo no es sólo defender la relación entre el hombre y el animal sino también poner en discusión cómo la sociedad de estos días, ha naturalizado tratar, o incluso intentar imponer, el tratar a los animales como si fueran seres humanos
Por Bets (@Betsiebook) y Marcos (@kowalskimarcos)
Los dos animales más próximos del hombre desde hace milenios son sin duda el perro y los equinos.
Estos últimos sirvieron, desde su domesticación y en gran parte de la historia humana como el transporte proporcionando la movilidad individual o colectiva, moviendo maquinas y ayudando en las tareas del campo.
Hoy por hoy podemos decir que si bien la tecnología ha permitido reemplazar en gran parte la tracción a sangre, los caballos siguen siendo de ayuda en el campo. Al mismo tiempo, en estos días algunos de ellos son usados para la práctica de deportes como es la equitación, el polo, el pato o las disciplinas asociadas a la doma.
Estas funciones suelen generar polémica o incluso agresiones entre practicantes y supuestos “rescatistas” y “animalistas” ya que estos últimos están convencidos, a veces genuinamente, de que los animales no deben trabajar para el hombre ni ser usados por este en actividades humanas. Estos grupos, algunos con financiamiento bastante oscuro, suelen actuar con variada violencia en su intento de cambiar el estado de cosas atacando a las personas, interrumpiendo actividades o violando la propiedad privada.
Ahora, intentemos pensar por un segundo desapasionadamente el problema: es razonable esperar que los humanos dejemos la asociación social, histórica, que nos une a los animales? Creemos que no y vamos a desarrollar un poco este punto.
Históricamente la sociedad entre el perro y el hombre estuvo ligado a la capacidad de cazar para alimentarse. Los hombres somos animales (sí, señores, lo somos) omnívoros aunque en nuestra dieta pueda haber una cierta preferencia que originalmente se vinculó a las posibilidades de un territorio y también al desarrollo de nuevas tecnologías (cultivos y sus mejoras, herramientas de caza y sus mejoras).
El hombre prehistórico era un cazador-recolector. Para proveerse de carne le era necesario asociarse no sólo con sus iguales sino también con un grupo de animales que tenía una alimentación similar, la posibilidad de ser domesticados y ventajas como un mejor oído y un olfato bien desarrollado.
De la sociedad el animal recibiría no sólo alimento sino cuidados que le darían ventajas sobre otros de su especie (mayor expectativa de vida, mayor posibilidad de reproducirse). Así nació la sociedad entre el hombre y el lobo que llegaría a nosotros con las distintas razas de perros domésticos y de labor (sí, los perros aún “trabajan” para el hombre) que el hombre ha ido creando a través de mejoras y cruzas.
Con relación al caballo, lo primero que deberíamos aclarar es que se llama así al macho castrado, mientras que al macho “entero” se lo denomina padrillo, a la hembra yegua y a las crías potrillo o potranca. Si analizamos distintos artículos, pero también nuestra experiencia personal con ellos, podemos decir que la asociación con el hombre responde a unas necesidades diferentes. En el caso de los equinos se trata de animales exclusivamente herbívoros (excepción hecha las famosas yeguas de Diómedes de los trabajos de Hércules) lo cual implica una forma particular de percibir el peligro latente en los carnívoros. Es decir, los caballos son presas en la naturaleza y ese es el instinto que marca sus comportamientos de huida pero también de asociación.
La domesticación del caballo implicó no sólo las distintas estrategias para que pudiera ser montado sin peligro para el jinete sino también el mejoramiento de las distintas razas según el uso que se pretendiera darle. Entrenar un caballo hasta el día de hoy implica horas de trabajo y esfuerzo en los que se estimula o modifica el comportamiento del animal tal cual lo hicieron nuestros antepasados.
El hombre siempre ha modificado la naturaleza, desde la selección de las mejores semillas a la creación de razas nuevas de animales. También ha sido responsable de la desaparición de especies de flora y fauna. Pero hasta qué punto esto no es parte de la propia naturaleza, ella misma cruel e indiferente a nuestros designios?
La idea de este artículo no es sólo defender la relación entre el hombre y el animal sino también poner en discusión cómo la sociedad de estos días, ha naturalizado tratar, o incluso intentar imponer, el tratar a los animales como si fueran seres humanos. Históricamente se les ha asignado características morales buenas o malas generalmente vinculadas a cuestiones estéticas o de comportamientos percibidos y tamizados por la lente del hacer humano.
Sin embargo, en estos días este comportamiento se ha exacerbado al punto que podemos hablar sin sentirnos exagerados de una “humanización” de los animales junto a una sobrevaloración de los mismos: la vida de una ballena o de un caballo se perciben como más valiosas que la de una persona mientras que la vida humana pasa a un segundo plano pudiendo escucharse o leerse cosas como “prefiero ayudar al caballo que tira el carro a los niños que están sobre él que tienen padres” o “el caballo no eligió tirar el carro”.
Muchos olvidan así que en rigor de verdad, un animal ni elige ni no elige, ya que no tiene libre albedrío o raciocinio para quienes prefieran un punto de vista que no tenga reminiscencias religiosas.
Cómo se puede ver por lo que antes expusimos, de ninguna manera los autores sostenemos que el bienestar animal nos deba ser indiferentes. Al contrario, un animal debe ser cuidado y protegido dentro de sus necesidades y también dentro de nuestras posibilidades, con distintas responsabilidades según el lugar que ocupemos (dueños de mascotas, quienes trabajan con los animales, ministros y hasta presidentes si tenemos en cuenta los incendios en distintos países).
El maltrato animal, la sevicia, la tortura por diversión deben ser penadas muy severamente. Es sabida la relación existente entre el maltrato animal y el maltrato a otros seres humanos. La mayor parte de los asesinos seriales comenzó torturando y asesinado animales por lo que no es algo menor prestar atención al “vandalismo” y las agresiones sin sentido.
Sin embargo, los cuidados necesarios y la vigilancia sobre comportamientos violentos no pueden llevarnos a la contracara del comportamiento que antes describimos y que es la “des-humanización” de las personas. La indiferencia por la vida del que tenemos al lado, enfrente o debajo nuestro. Anunciar alegremente que vale más la vida del perro callejero que del chico hambriento que pide en un cajero, en la esquina o que se pasa muchas horas arriba de un carro tirado por un equino nos hace simplemente in-humanos.
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